martes, 19 de noviembre de 2013

El gobierno corporativo de los bancos y la crisis financiera

Aunque todo el mundo está de acuerdo en que la crisis financiera se ha debido a factores macroeconómicos (política monetaria excesivamente expansiva y mecanismos de titulización – innovaciones financieras – complejos) que dispararon el volumen de crédito en la Economía, hay bancos que soportaron la crisis mejor que otros.
Hay ya varios estudios empíricos que indican que los bancos con más administradores independientes en sus consejos de administración y con más inversores institucionales en su accionariado han sufrido más gravemente la crisis. Es decir, parecería que un mejor gobierno corporativo, en el sentido de que los intereses de los accionistas y los de los administradores están mejor “alineados” (o, dicho de otra manera, en los que los costes de agencia son más bajos) ha inducido a los administradores de los bancos a asumir riesgos excesivos. La explicación es sencilla. Los administradores son, en principio, más aversos al riesgo que los accionistas porque tienen su “capital” humano concentrado en el banco, de manera que temen más a la quiebra que los accionistas, que pueden diversificar sus inversiones. Así pues, los accionistas de una sociedad no financiera incentivarán a los administradores a asumir más riesgos de los que querrían asumir los administradores a través de, por ejemplo, una retribución ajustada a los resultados. En sociedades financieras, sin embargo, un mayor nivel de riesgo no es deseable por los enormes efectos externos (sobre el resto del sistema financiero y sobre los contribuyentes que rescatarán finalmente a los bancos fallidos) que las empresas financieras generan con su actividad.

En este trabajo se examinan dos variables: la gestión del riesgo por parte de los grandes bancos antes de la crisis y el reforzamiento del capital durante la crisis.
Antes de la crisis, ejecutar estrategias arriesgadas (invertir en derivados y titulizaciones financiando estas inversiones con créditos a cortísimo plazo) era muy rentable. Pero, con el corte abrupto de la financiación consecuencia de la crisis, la ruina era segura. Estudios anteriores indican que la remuneración de los ejecutivos se diseñaba, a menudo, para inducir a éstos a asumir los riesgos asociados a estas oportunidades de ganancia a corto plazo.
Durante la crisis, elevar el capital era costoso para los accionistas porque las nuevas acciones debían venderse a un precio muy bajo para inducir a los inversores a suscribirlas. A cambio, sin embargo, colocaban al banco en mejor posición para capear la crisis, sobre todo, cuando ésta se manifiesta en una pérdida de confianza en la institución por parte de las contrapartes y del mercado.
La conclusión es que los bancos “con mayor presencia de inversores institucionales en su accionariado y más vocales independientes en sus Consejos de Administración tuvieron menos ganancias en términos de cotización de sus acciones durante la crisis y que esto ocurrió porque estos bancos asumieron más riesgos antes de la crisis (porque sus administradores estaban incentivados para hacerlo por sus accionistas) y porque los consejos más independientes forzaron a estos bancos, durante la crisis, a reforzar el capital provocando una transferencia de rendimientos de los accionistas a los acreedores.
Este planteamiento sugiere dos interrogantes. El primero es si el carácter independiente (respecto de los ejecutivos) de los consejos de administración puede utilizarse como variable explicativa en este caso. Porque consejeros independientes significa, también, consejeros ignorantes. De modo que, en la medida en que son independientes, pueden reducir los costes del robo por parte de los ejecutivos pero no reducir el nivel de riesgo que asumen los ejecutivos (si suponemos que para controlar el nivel de riesgo que está asumiendo el banco necesitamos unos “vigilantes” con mucha más formación e información de la que disponen los típicos consejeros independientes), precisamente porque las empresas bancarias son muy opacas y los miembros de un consejo que se reúne una vez al mes y que está formado por no-especialistas no pueden realizar eficazmente esa función de control del riesgo asumido por la empresa, en general. En compañías que no desarrollan una actividad económica “arriesgada” en este sentido, esta falta de información de los consejeros y la baja intensidad del control de riesgos no es grave desde el punto de vista del bienestar social porque la quiebra de una empresa de zapatos no tiene efectos externos – sociales – importantes. Sería preferible distinguir no solo entre bancos con pocos o con muchos consejeros independientes en su seno sino entre bancos con pocos o muchos independientes expertos en banca y en control de riesgos.
El segundo hace referencia a la mayor o menor presencia de inversores institucionales en el accionariado. Si éstos hubieran sido perfectamente racionales y hubieran actuado como inversores omniscientes, deberían haber utilizado su capacidad de influencia para inducir a los gestores bancarios a reducir su exposición al riesgo en la época previa a la crisis. Esa es la actitud racional si se asume (i) que los inversores institucionales invierten en todo el sector y en toda la Economía y que las crisis bancarias se tornan sistémicas rápidamente y (ii) que los inversores institucionales tienen en cuenta, en sus decisiones de invertir, los intereses de la Sociedad en su conjunto. Ninguna de estas dos premisas parece razonable. Parafraseando a Friedman, lo que tienen que hacer los accionistas es inducir a los que gestionan sus empresas a ganar el máximo dinero posible y dejar a reguladores y supervisores preocuparse por los efectos sistémicos de la actividad de las empresas. Los inversores carecen de la información y de los incentivos para preocuparse de los intereses de terceros. Y pueden protegerse frente al riesgo de quiebra de todo un sector – el financiero en este caso – reduciendo su exposición al mismo como hicieron algunos grandes inversores con la burbuja de las puntocom.
En este trabajo, los autores no encuentran indicios de que los consejeros independientes (sí los inversores institucionales) hubieran inducido a los gestores de los bancos a asumir más riesgo antes de la crisis. Al contrario, parece que los bancos con más independientes indujeron a los bancos a aumentar su capital transfiriendo riqueza de los accionistas a los acreedores (cuyos créditos frente a los bancos se hicieron más seguros) durante la crisis.
En general, estos bancos ganaron menos dinero durante la crisis, pero quebraron en menor medida. Estos resultados pueden explicarse si los consejeros independientes resultan también más aversos al riesgo que los accionistas. Lo cual es plausible, puesto que un consejero independiente de una empresa que quiebra puede despedirse de todos sus futuros ingresos como “consejero independiente profesional”. Nadie que no sea un pariente tuyo personal o político te nombrará como consejero independiente si lo has sido de una compañía que ha quebrado. Por tanto, desde el punto de vista del riesgo, los intereses de los independientes pueden estar naturalmente más alineados con los de los ejecutivos que con los de los accionistas en lo que a la actitud frente al riesgo se refiere. Dado que, en las sociedades cotizadas es el Consejo el que determina la retribución de los ejecutivos (y no los accionistas), la retribución debería no inducir a los ejecutivos a asumir un riesgo excesivo.
Estos estudios internacionales, creo, tienen poco valor para el caso español donde factores como la falta de profesionalidad de los consejos de administración de las cajas y la excesiva influencia política en su actividad han sido determinantes de la ruina de las cajas de ahorro.
También es interesante que los autores concluyan que no se aprecia influencia de la calidad de las instituciones jurídicas del país en la marcha de los bancos. Este resultado parece fácilmente explicable si se considera que los grandes bancos internacionales – objeto de su estudio – adaptan su comportamiento y organización a estándares internacionales, de manera que la calidad de la regulación y de la supervisión nacionales tiene poca influencia (y mucha sobre bancos pequeños como sucedió en España con las Cajas).
Erkens, David H. and Hung, Mingyi and Matos, Pedro P., Corporate Governance in the 2007-2008 Financial Crisis: Evidence from Financial Institutions Worldwide (January 15, 2012). Journal of Corporate Finance, Vol. 18, 2012. Available at SSRN: http://ssrn.com/abstract=1397685

No hay comentarios:

Archivo del blog