martes, 6 de mayo de 2014

Los prestamistas judíos en las ciudades italianas del Renacimiento: ventajas comparativas y especialización

Los judíos ... fueron excluidos de los préstamos hipotecarios. Las ciudades-estado italianas probablemente querían evitar que los Judíos (considerados extranjeros) adquirieran propiedades importantes en sus territorios a través de préstamos de dinero. Los propios judíos, sin embargo, eran reacios en invertir sus riquezas en terrenos o inmuebles, un activo seguro pero con muy poca liquidez. En caso de que los prestamistas judíos hubieran tenido que salir de la ciudad rápidamente, ya sea voluntariamente o a la fuerza, el dinero en efectivo y joyas eran más líquidos.

Este inconveniente se convirtió en una ventaja. Los judíos eran los prestamistas “perfectos” para los campesinos. En primer lugar, como no cristianos, no estaban sometidos a las prohibiciones canónicas de la usura. En segundo lugar, los campesinos no tenían – como los comerciantes – acceso al mercado de capitales (crédito) internacional porque no podían hipotecar sus tierras (prohibido por las autoridades locales para evitar que los extranjeros se hicieran propietarios) y, a salvo de éstas, no tenían garantías que ofrecer. Los judíos disponían de efectivo y tenían vedado el acceso a la propiedad inmueble. Además, y sobre todo, no estaban sometidos al riesgo al que estaba sometido un campesino (heladas, destrucción de las cosechas por efecto de las guerras, sequía, inundaciones etc). Si los campesinos se prestaban unos a otros, las posibilidades de prestarse recíprocamente eran muy limitadas tanto espacialmente (no podían pedir prestado a campesinos de otras regiones) como temporalmente porque las necesidades de dinero se hacían agudas, normalmente, para todos los campesinos de una localidad al mismo tiempo (cuando se producía una helada o cuando las cosechas eran destruidas por actos de guerra).

Los judíos no estaban sometidos a esos riesgos y, por tanto, podían prestar cuando los campesinos lo necesitaban. Además, formaban una comunidad “internacional” de manera que podían diversificar los riesgos con mayor facilidad que otros prestamistas locales que no pudieran “reasegurarse” o participar en los préstamos de sus colegas de otras ciudades.

Las ciudades, a su vez, utilizaron a los prestamistas judíos para establecer impuestos a sus campesinos y para financiar los gastos públicos (militares o en épocas de hambruna), para lo que otorgaron a los judíos “licencias para prestar” a cambio de un pago anual a la ciudad y establecieron impuestos indirectamente sobre los préstamos con lo que las ciudades recibían una parte de los beneficios de los prestamistas (“Por ejemplo, en Spoleto, en 1416, y con el objetivo de proporcionar a la ciudad un préstamo de 50 florines de oro, se autorizó a los prestamistas judíos a cargar un tipo de interés más alto – del 30 al 42 % – durante seis meses”)

Lo que condujo a la especialización: los judíos se especializaron en el préstamo al consumo y a los agricultores y los comerciantes, pagando por adelantado a los que producían las mercancías o comprándose y vendiéndose a crédito, se proporcionaban crédito entre sí. Por último, los particulares invertían en operaciones comerciales a través de la commenda y del préstamo a la gruesa, pero no parece que proporcionaran fondos a los judíos para ser utilizados como préstamos a los particulares. Los judíos se financiaban a través de la red formada por sus correligionarios en otras ciudades. Además los judíos se encargaron de la financiación pública.

La creación de los Montes de Piedad refleja esta especialización. Pero, aunque la intención que movió a su creación era la de ofrecer una alternativa a los judíos en el préstamo al consumo,
el hecho es que los servicios de los prestamistas judíos y los de los Montes de Piedad eran más complementarios que sustitutivos. Por un lado, porque la cuantía de los préstamos individuales que otorgaban los Montes de Piedad era limitada, de modo que los que necesitaban cantidades más importantes (por ejemplo, para dotar a una hija que se casaba) debían recurrir a los judíos. Por otro lado, especialmente durante las primeras fases de su desarrollo, los Montes de Piedad sufrieron recurrentemente problemas graves para lograr suficientes depósitos con los que financiar los préstamos. La razón se encontraba en que los que proporcionaban dichos depósitos y los que necesitaban los préstamos eran los mismos individuos – los habitantes de la ciudad – que, lógicamente, estaban sometidos a los mismos riesgos y tenían necesidades de dinero en las mismas circunstancias, lo que impedía la diversificación cuando se producía un acontecimiento adverso que asolaba a una ciudad”
Parece que no solo los campesinos – pobres  se beneficiaban de la existencia de prestamistas judíos en una ciudad y que las clases urbanas de profesionales, funcionarios y comerciantes también aparecen como prestatarios de los judíos pero, en una parte muy importante, para dotar a sus hijas casaderas.

¿Cómo fijaban el tipo de interés? Como las ciudades fijaban tipos máximos, los prestamistas judíos discriminaban a sus clientes exigiendo garantías. Los campesinos y los pobres, en general, sólo obtenían crédito si podían pignorar algo valioso de valor superior al importe del préstamo. De esa forma se limitaba el número y la cuantía de los préstamos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

lo malo es cuando como garantía exigían una libra de carne... argumento que por cierto manifiesta el antisemitismo que aun existía en Inglaterra a principios del s. XVII...

Curiosamente, en la edad contemporánea Francia y Alemania surgieron como los países más antisemitas (p.ej, el caso Dreyfuss, o la animadversión que venía de Lutero) que Italia, que aunque sólo aprobó por mimetismo leyes raciales en 1938 y que en general fue reacia a deportaciones en sus zonas ocupadas y en su propio territorio tras el armisticio. Será el clima o el saber vivir de los mediterráneos.

Anónimo dijo...

Sin ánimo de polemizar, solo recordar 1492 en España para relativizar la benevolencia de los aires mediterraneos...

Anónimo dijo...

Limpieza étnica, es cierto... aunque en comparación con lo que pasó casi 500 años más tarde en el centro de Europa me parece que, efectivamente, el Mediterráneo tiene un aire más sano que el del Mar del Norte. Y es cierto que aun hoy a orillas del Mare Nostrum se siguen haciendo limpiezas étnicas.

Francisco J. Martínez Segovia (Francis) dijo...

Interesante post, pero tengo entendido como resultado de una vieja lectura (de la que no guardo ni título ni autor, pero creo, creo que se lo leí a Goldschmit o a Rehme, sus conocidas obras del mismo nombre: Historia universal del Derecho mercantil), que la usura surge precisamente de las remuneraciones pactadas por los judios al participar como socios comanditarios en el negocio de los comerciantes, ante el alto riesgo de pérdida o robo de las mercaderias por tierra o por el mar. Es decir, el alto porcentaje de pérdidas se compensaba con un alto tipo de interés sobre el capital invertido en la actividad del comerciante. La usura viene de ahí, precisamente, al menos así lo leí de uno de estos dos reputados autores. Sin perjuicio de otra mejor opinión o información. Por supuesto.
Cordialmente,

Francis Martínez Segovia
@fjmsegovia
http://impresionesdeunjurista.blogspot.com.es

Francisco J. Martínez Segovia (Francis) dijo...

BUENO, UNA MATIZACIÓN-ACLARACIÓN: quiero decir que surge (en el sentido de revitaliza su represión) en el Medievo por mor de las prácticas acaecidas en la participación de los judios con los negociantes y mercaderes de la época.
Cordialmente,

Francis Martínez Segovia
@fjmsegovia
http://impresionesdeunjurista.blogspot.com.es

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