viernes, 11 de julio de 2014

Los monopolios privados (de la violencia) son más brutales que los públicos




La sequía en Bengala, hace unos años, probablemente podría haber ocasionado una gran escasez. Pero… regulaciones inadecuadas, algunas restricciones imprudentes, impuestas por los agentes de la Compañía de Indias sobre el comercio de arroz, contribuyeron… a convertir la escasez en una hambruna

Adam Smith, La Riqueza de las Naciones


La Sociedad Anónima titular de un monopolio es la peor forma de Gobierno


El carácter privado del monopolio llevó a que las funciones públicas que las Compañías realizaban se ejercieran de manera brutal con total desconsideración para los más elementales derechos de los habitantes de los países donde la Compañía disfrutaba del monopolio. Uno de los episodios más terribles de toda la Historia del Colonialismo es el de la hambruna de Bengala de 1770, provocada por la Compañía de las Indias Orientales, que prohibió a los bengalíes reservar grano para años sucesivos en previsión de malas cosechas al obligarles a venderlo a a la propia Compañía. Cuando, en 1770 la cosecha fue mala, cientos de miles de bengalíes (las cifras oscilan entre 1,5 y 10 millones, o sea un tercio de la población) murieron de hambre.

La East India Company (EIC) se dedicó, sistemáticamente, a transferir riqueza desde la India y China a Gran Bretaña en cantidades tan espectaculares que convirtieron a una de las zonas más ricas del mundo en aquellos años en un país pobre para los siguientes doscientos. Y autores como John Stuart Mill defendían a la Compañía sin el menor reparo creando incluso “teorías” para justificar la explotación (los indios no eran seres humanos iguales en dignidad a los europeo-occidentales). Pero los británicos no dejaron de explotar a la India hasta la independencia.

Acontecimientos como el narrado o la guerra del opio en China o la colonización del Congo por Leopoldo de Bélgica demuestran que una compañía privada con derechos económicos monopolísticos y el control sobre la violencia, tiene incentivos para comportarse con un mayor grado de salvajismo y corrupción que una organización pública hasta aniquilar físicamente a la población local.

El comercio español con América no estuvo asignado, en ningún momento, a una compañía mercantil con derechos monopolísticos como lo estuvo el comercio con las Indias Orientales en Holanda e Inglaterra. De hecho, ni siquiera se trató de un monopolio real en el sentido de que la Corona española no realizaba el comercio. Se limitó a gestionarlo y a retener una parte significativa del producto de dicho comercio pero todos los súbditos de Castilla podían participar en el comercio y fueron los comerciantes organizados en corporaciones old style, – el consulado de Sevilla y los diversos consulados que se crearon en la Nueva España y en el Perú – los que comerciaban de forma individual agrupando sus envíos en el sistema de flotas. El sistema de flotas reflejaba la división del trabajo asignando a la Corona la protección frente al corso y los peligros de la mar y a los particulares la realización del comercio. La innovación que supuso la sociedad anónima (frente a la "avería" española), en la forma que se desarrolló inicialmente, esto es, como una compañía dotada de derechos monopolísticos y autorizada para usar la violencia para proteger y extender su monopolio fue, seguramente, una innovación terrible para el bienestar de la Humanidad aunque enriqueciera a Inglaterra y Holanda a costa de la destrucción de las Indias. En sentido estricto, no fue la sociedad anónima la causante de estos desastres. Fue su transformación de compañías comerciales con derechos monopolísticos (frente a los comerciantes del propio país y frente a los comerciantes extranjeros) en Soberanos de los territorios con los cuales tenían derechos monopolísticos de comercio. Veremos inmediatamente que Adam Smith nos proporcionó la teoría correspondiente.  

La Compañía holandesa – la VOC – ejerció, una vez expulsados portugueses e ingleses, derechos soberanos sobre las Molucas. La East India Company inglesa comenzó comerciando con la India mediante los correspondientes tratados con los gobernantes locales (indios y, mucho más tarde, chinos) generando las riquezas que los intercambios más o menos voluntarios generan. Pero el mismo ejército que ambas compañías crearon para proteger su exclusiva comercial frente a las potencias extranjeras y para proteger sus establecimientos y sus barcos, fueron empleados, especialmente por la EIC para convertir a la compañía en la Soberana de la India. 

Hasta mediados del siglo XVIII, la East India Company era eso, una compañía mercantil que compraba barato determinados productos en Asia y los revendía caro en Inglaterra. Para proteger su comercio y su monopolio frente a los competidores europeos (primero portugueses y luego, sobre todo, holandeses y, en menor medida, franceses), la compañía creo una infraestructura militar y formó un auténtico ejército. Una vez formado, la tentación de utilizarlo para conquistar los territorios donde comerciaba es irresistible. Y lo hace.

El libro de Robbins explica cómo, tras la derrota del rajá de Bengala en Plassey, Clive – el factor de la EIC – se apodera del tesoro público de Bengala y lo traslada a Inglaterra (quedándose con una parte tal que le convierte en el hombre más rico de la Inglaterra de la época). A continuación, la EIC sustituye la organización fiscal del Rajá por la propia tras la derrota de éste a manos de Monroe en Buxar (1764), de manera que la Compañía se convierte en el perceptor de los impuestos que pagaban los bengalíes, impuestos que se elevan continuamente y sin que el que los recibe se sienta obligado a prestar servicio alguno a los habitantes de la zona. Por último, la EIC sustituye a la administración local en todos los ámbitos relevantes. Toda la actividad de la zona queda sometida a las órdenes de la Compañía que determinará qué es lo que pueden producir y a quién han de venderlo, de quién son las tierras etc. La EIC dejó de ser una compañía comercial. Los indios pagaban con sus impuestos el precio que la compañía les pagaba por los productos destinados a Europa. Ni un gramo de plata fue necesario enviar a partir de entonces. Sorprende que los historiadores no asocien el crecimiento y el cénit de la EIC con su transformación en un Soberano que explotaba inmisericordemente a sus súbditos para que produjeran lo que la compañía revendía en Inglaterra con grandes beneficios. 

El Gobierno de la India por la EIC duró 75 años. Finalizó en 1857 cuando la revuelta de las tropas indias obligaron al Gobierno de Su Graciosa Majestad a tomar el control del país en sus propias manos.


Los incentivos de un dictador y los de una sociedad anónima monopolista respecto del bienestar de sus “súbditos”


Los trabajos de Mancur Olson pueden utilizarse con provecho para explicar la diferente conducta de una compañía privada con un monopolio comercial que se extiende al monopolio de la violencia respecto de un Estado. Nos referimos a su conocida tesis sobre cómo los territorios salen de la anarquía y por qué son sostenibles los gobiernos de “bandidos estacionarios”.

…, el autócrata está interesado en el crecimiento económico porque eso aumenta la base fiscal de la que él se queda todo o una parte. No se queda con toda la producción porque eso la reduce y, en el extremo, la elimina (los súbditos no producirían si el producto de su trabajo se lo queda el dictador). La mayoría tiene los mismos incentivos que el dictador para respetar los derechos de los ciudadanos pero reforzados porque sus ingresos proceden no sólo de los impuestos sino del crecimiento económico (en la proporción que dicha mayoría represente de la sociedad) por lo que no tiene incentivos para aumentar los impuestos en la medida en que reduzca el crecimiento económico más allá de la parte de la minoría de la que se apropia. Llegado cierto punto (cierta mayoría) en el que la mayoría recibe un porcentaje muy elevado de la producción, cualquier redistribución vía impuestos provoca una reducción del crecimiento superior a la cantidad que la mayoría expropia a la minoría de forma que la mayoría tiene un interés tan amplio en la sociedad que carece de incentivos para expropiar a la minoría. Lo que se acaba de exponer es aplicable igualmente a la producción de bienes públicos: en la medida en que estos aumentan el crecimiento, un dictador – y mucho más una mayoría – esta interesado en proporcionarlos porque aumentan los ingresos posibles vía impuestos.
Olson añade que este interés del dictador conforme con el de la población a él sometida depende de que el dictador pueda sentirse razonablemente seguro de que no le derrocarán. Se volverá cortoplacista y miope si su mandato es “corto e incierto”.

Y, probablemente, el mandato de la compañía era “short and uncertain” porque, aunque duró más de 200 años, no se enfrentaba sólo al riesgo de que otra potencia extranjera le sustituyera como ellos habían sustituido a los holandeses o a una rebelión de la población sojuzgada o a ataques por parte de otros rajás de la región. Estaba, además, sometida a la expropiación por parte del Gobierno británico que había de renovar periódicamente el charter de la compañía y, con él, los derechos monopolísticos adjudicados ("The government (at first the monarchy and then parliament) authorized groups known as interlopers to trade in East Indian markets, which violated the terms and spirit of the Company’s monopoly. The government also forced the Company to lend money and demanded extra payments" Bogart).

En consecuencia, la Compañía dedicaba cada vez más recursos extraídos de India y China a “apaciguar” al gobierno británico y preservar su status, lo que exacerbaba sus incentivos cortoplacistas de máxima extracción en el menor tiempo posible: tenía que mantener contentos a los accionistas y al Gobierno británico y a raya a los potenciales competidores.

Robins cuenta, por ejemplo, al narrar la hambruna de Bengala, cómo los efectos fueron especialmente devastadores porque la Compañía antepuso la rentabilidad (en realidad, la extracción por parte) de los accionistas londinenses a la vida de los bengalíes. Los administradores de la Compañía no tenían incentivos económicos para preocuparse lo más mínimo por éstos y todos los incentivos para satisfacer las exigencias de rentabilidad a corto plazo de sus principales en Londres. Las autoridades locales, con un mayor “encompassing interest” con sus súbditos proporcionaban un cierto aseguramiento frente a las sequías (ausencia de monzones) mediante el almacenamiento de grano que se repartía en tales épocas y el ejercicio de las facultades públicas para impedir el acaparamiento y asegurar la distribución (o mediante obras públicas). La Compañía se comportó, justamente, en el sentido contrario agravando los efectos de la sequía.

Como casi siempre, Adam Smith lo había entendido perfectamente


Adam Smith analizó en detalle el tipo de gobierno que cabe esperar de una compañía privada dotada de derechos monopolísticos. Smith se dio cuenta de que estas compañías, por sus derechos exclusivos, producían pérdidas del bienestar social (i) derivadas de los costes del monopolio y (ii) las derivadas de los costes de agencia en su gestión:
Desde el establecimiento de la compañía de las Indias Orientales, por ejemplo, los demás habitantes de Inglaterra, más allá de ser excluidos del comercio, han tenido que pagar, en el precio de las mercancías procedentes de las Indias Orientales que han consumido un sobreprecio correspondiente no sólo a todos los beneficios extraordinarios que la empresa puede haber obtenido en la reventa de esos bienes como consecuencia de su monopolio, sino, además, para cubrir todo el despilfarro extraordinario que los abusos y el fraude inevitablemente unidos a la gestión de una empresa de tal envergadura. Lo absurdo de este segundo tipo de coste del monopolio, por lo tanto, es mucho más evidente que el primero.
Pero Smith se ocupa también de la suerte de los territorios controlados por estas compañías mercantiles y de cómo sus incentivos para mantener el monopolio, les conducirían a aniquilar físicamente las colonias sobre las que ejercían poderes soberanos como efecto de la tendencia racional del monopolista a reducir la oferta disponible (para aumentar el precio) del producto monopolizado a niveles que maximicen sus beneficios
Las compañías inglesa y holandesa, aunque han establecido colonias ninguna tiene un tamaño considerable, a excepción de los dos anteriormente mencionadas (Ciudad del Cabo y Batavia) pero ambas han hecho conquistas importantes en las Indias Orientales. Pero en la manera en la que ambos gobiernan a sus nuevos súbditos, se ha mostrado claramente la tendencia natural de una compañía monopolística  En las islas de las especias, se dice que los holandeses queman toda la producción de especias de la temporada y sólo conservan las cantidades destinadas a vender en Europa a un precio suficientemente elevado. En las islas donde no tienen asentamientos, dan una prima para que se recolecten las flores antes de que den fruto y las hojas verdes del clavo y la nuez moscada, de manera que, prácticamente han acabado con la producción natural de estas especias (y todo)… con el objetivo de asegurarse que nadie puede exportar especias al margen de su monopolio… y la mejor manera para asegurar su propio monopolio, es cuidar de que ninguna planta retoñará que no sean las que ellos mismos llevan al mercado.
A través de una política opresiva, han reducido la población de las Molucas al mínimo imprescindible para el abastecimiento de sus guarniciones y de los buques que transportan las especias. Unas islas que, incluso bajo el gobierno de los portugueses, tenían una población razonablemente elevada. La compañía Inglesa aún no han tenido tiempo de establecer en Bengala un sistema de destrucción tan perfecto (“The English company have not yet had time to establish in Bengal so perfectly destructive a system”)… Pero en el curso de un siglo o dos, la política de la Compañía Inglesa se revelará, probablemente, tan completamente destructiva como la de la Compañía Holandesa (al obligar a los campesinos a plantar el producto – opio, grano – por el que la Compañía pueda obtener el mejor precio)
Cuando Smith escribe esto – 1774 – la “mayor explotación de la Historia” estaba en sus comienzos. Clive se había apoderado del tesoro bengalí y había empezado a recaudar impuestos en esos años.

A continuación, explica Smith que los intereses de la Compañía en cuanto empresa no coinciden con los de un Soberano, que, como el dictador racional de Olson, obtiene sus ingresos de los gravámenes que impone a sus súbditos y, por tanto, tiene incentivos para aumentar la riqueza de éstos y, de este modo, aumentar la propia. Interés especialmente marcado en el caso de que la riqueza de un país proceda de la agricultura (como sucedía con todas las colonias). Smith va más allá y dice que el soberano local está interesado, por esa misma lógica, en maximizar la riqueza de su pueblo liberalizando absolutamente el comercio. Pero una compañía mercantil es incapaz de verse a sí misma como un Soberano, incluso tras haberse convertido en tal”. Y se comportan, justo de forma contraria a un Soberano. Su interés no es, como el del Soberano, “encompassing” con el de la población, sino justamente contradictorio con éste: conseguir los productos de la colonia lo más barato posible para la Compañía e infinitamente caros para cualquier competidor – excluyéndolos absolutamente – y vender, a la población local, el producto importado lo más caro posible (para lo que excluyen, igualmente, a cualquier otro importador), porque su beneficio procede de la reventa de ambos (a los europeos el primero y a los locales el segundo). De ese modo, el resultado es que mantienen la población de la colonia en las condiciones más abyectas y en el número más reducido posible.

La explicación de Smith:
"Sus hábitos como comerciantes conducen (a estas Compañías) casi indefectiblemente aunque de forma inconsciente, a preferir, por lo general, el beneficio pequeño y transitorio del monopolista al ingreso permanente y mucho más elevado del Soberano y les conducen a tratar los países dominados como los holandeses tratan las Molucas…”
Como Soberanos, sus intereses coinciden con los de la población y eso debería haber llevado a la EIC a liberalizar el comercio y permitir a los bengalíes exportar libremente – vender a cualquiera sus productos – y a los comerciantes de todo el mundo exportar libremente productos a Bengala, de forma que los bengalíes obtendrían los mejores precios por sus productos y los mejores precios por los productos importados y el Soberano una mayor cantidad de dinero vía impuestos. Pero, en cuanto comerciantes titulares del monopolio, los incentivos de la EIC eran justo los contrarios.

Con gran sagacidad, dice Smith que un Soberano consigue la obediencia de sus súbditos sin necesidad del recurso permanente a la violencia. Pero un
“grupo de comerciantes sólo puede conseguir la obediencia empleando la fuerza militar y su gobierno es, necesariamente, militar y despótico”… (y)… “tiende a supeditar el gobierno a los intereses del monopolio y, consecuentemente, a limitar el crecimiento natural… de la producción excedente del país, y dejarlo en lo que sea suficiente para atender a la demanda de la propia compañía”.
Bengala se convirtió, efectivamente en la “fábrica” de la EIC, fábrica que al ser propiedad de un monopolista no maximizaba su producción sino que limitaba ésta a la que permita a su propietario maximizar sus ingresos que, como la teoría del monopolio explica, es necesariamente inferior al óptimo social o la que resultaría de un mercado competitivo.

La existencia del “private trade” (el ejercicio del comercio por su cuenta por parte de los agentes de la EIC en Asia) – dice Smith – empeora aún más las cosas porque extiende estos incentivos perversos – los del monopolista – a ámbitos del comercio distintos de los monopolizados por la Compañía. Como los agentes no podían comerciar por su cuenta en los intercambios entre Bengala y Europa, lo hicieron en el comercio intra-asiático donde desplazaron a los comerciantes locales y eliminaron la competencia reforzando los desastrosos efectos de ser gobernado por una compañía mercantil (una visión distinta del private trade, aquí). No se puede decir de forma más expresiva:
“Es realmente muy singular un Gobierno en el que cada uno de sus miembros desea abandonar el país… tan pronto como pueda y  a cuyo interés, al día siguiente de haberlo abandonado y de haberse llevado toda su fortuna con él, resulta perfectamente indiferente que un terremoto se trague el país entero
En su interés en explicar los comportamientos humanos sobre bases científicas disculpa a los empleados de la EIC (“son los incentivos”) pero termina maldiciendo a las sociedades anónimas dotadas de derechos monopolísticos
Estas Compañías con derechos monopolísticos, por tanto, son dañinas en todos los aspectos: siempre más o menos perjudiciales para los países donde se hallan constituidas (se refiere a los perniciosos efectos sobre los ingleses de los elevados precios y reducción de la oferta con la consiguiente asignación ineficiente del capital que el monopolio de la EIC provocó) y destructivas para todos aquellos que tienen la desgracia de caer bajo su Gobierno”
Ni siquiera cuando el gobierno británico sustituyó a la EIC como potencia colonial en la India, Gran Bretaña se portó como un dictador benevolente. Ni aplicó la libertad de mercado, ni permitió el desarrollo económico de la India:
Two results were clear: India’s economic growth was much slower (total output increased by only about 60 percent between 1870 and 1914,38 versus the tripling that Japan experienced in the same period); and India, more than other less-developed regions, experienced recurrent large-scale famines, e.g., in 1876–78, 1896–97, and 1899–1900.
 Resulta extraordinario que los que comparan colonialismos no den una explicación de la "anomalía" (¡enorme!) que supone la India. 


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* Lo que recuerda a la original tesis de Henry Manne sobre el insider trading como una forma eficiente de pagar a los administradores de una sociedad permitiéndoles que, con la información no pública sobre la compañía de la que disponen, compren y vendan los títulos de la sociedad realizando así esa ventaja informativa.

3 comentarios:

Andrés dijo...

Aunque no sea la mejor novela de Vargas Llosa, la explotación por compañías privadas ) de los recursos y la opresión brutal de la población del Congo o del Amazonas a principios del siglo XX (con el aparo del monarca belga o de empresarios/políticos ingleses, están muy bien narradas en "El sueño del celta".
Por cierto, ¿si lo dice Adam Smith hay que confiar en la pretensión del soberano o político de turno de que ellos si actúan en favor del interés general?

JESÚS ALFARO AGUILA-REAL dijo...

La Compañía se comporta como un roving bandit en los términos de Olson. Y Smith tuvo la agudeza de explicar por qué la EIC tenía esos incentivos. El Soberano es, al menos, un stationary bandit http://www.rovingbandit.com/p/on-roving-bandits.html

Jorge dijo...

El corazón de las tinieblas está ambientado en ese contexto congoleño. Hay que ver como de ahí pudo salir Apocalypse now

Tengo este estupendo documental, en dos partes, Si os interesa os lo puedo hacer llegar, via dropbox o similar

http://merchantadventurer.wordpress.com/2014/05/14/the-birth-of-empire-the-east-india-company-documental-de-la-bbc/

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