jueves, 19 de marzo de 2015

La persistencia de una institución no garantiza su eficiencia

“Los historiadores de la Economía han mantenido una actitud respecto de las instituciones tradicionales excesivamente optimista. En concreto, han tendido a adoptar el punto de vista según el cual si una institución económica particular ha persistido durante mucho tiempo de forma estable es porque ha tenido que ser eficiente. Una versión moderna de la idea de Pope en su Ensayo sobre el hombre de 1732 según la cual, “lo que existe, está bien… Creer que podemos explicar las acciones de los hombres y las sociedades no exige creer que estas acciones e instituciones son justas o acertadas. Que lo sean es solo una de las posibles explicaciones.
Las instituciones, a menudo, no son acuerdos voluntarios eficientes que reducen los costes de transacción. Las más de las veces, redistribuyen recursos hacia los más poderosos, esto es, los grupos mejor organizados o detentadores de la fuerza. La fuente de esta tendencia a pensar en términos de eficiencia sobre las instituciones se encuentra en suponer que se consolidaron en una sociedad determinada a través de mecanismos voluntarios, esto es, que eran producto de acuerdos beneficiosos entre los afectados. Sin externalidades y con consentimiento de los que formaban parte de la institución, la “competencia” entre instituciones y las fuerzas de la evolución acabarían por abrogar las instituciones ineficientes. Si no ocurre así, dicen algunos, es porque hay alguna suerte de path dependence que protege la supervivencia de instituciones inicialmente eficientes pero que han dejado de serlo

Así, el mantenimiento de la servidumbre de los campesinos (siervos de la gleba) en Europa Oriental hasta el siglo XX era una institución eficiente según algunos notables economistas porque constituía un “acuerdo voluntario entre campesinos, que prestaban sus servicios – su fuerza de trabajo – a cambio de que sus señores les proporcionaran el bien público de la protección física y la justicia” y la eficiencia de tal acuerdo derivaba de la ratio de tierra cultivable/número de trabajadores (pocos trabajadores para mucha tierra disponible). Cuando esa ratio cambió, la institución de la servidumbre dejó de ser eficiente y desapareció. Este análisis de la servidumbre se ha extendido a otras instituciones medievales y, en particular, a los gremios o corporaciones medievales que agrupaban a los practicantes de una profesión, oficio y, especialmente, a los comerciantes o la responsabilidad colectiva de éstos por el impago de una deuda por cualquiera de los miembros de la corporación. Incluso la Mesta – culpable tradicional de la baja productividad de la agricultura – se ha redefinido como una institución eficiente que se explica por lo caro que resultaba vallar las fincas y asegurar el derecho de los ganaderos – frente a las ciudades y los pueblos – a acceder a los pastos comunales.  

Frente a esta visión optimista, Ogilvie recuerda que sin asegurarnos del carácter voluntario (sin asimetrías significativas de información) y de la participación de todos los afectados en el “acuerdo” no hay garantía de que la solución alcanzada en forma de una institución sea eficiente. Lo que no implica que no sea racional desde el punto de vista de los que participan en el “acuerdo” o para los que logran imponer su voluntad cuando la institución se constituye y se mantiene en el tiempo gracias a la amenaza de la violencia. Añádase la “casualidad” o el “accidente” (sistema jurídico de la potencia colonizadora, por ejemplo) y los valores culturales de una Sociedad (el protestantismo como especialmente favorable al crecimiento económico según algunos; sociedades en las que hay más confianza recíproca entre sus miembros cooperarán más fácilmente y crecerán más rápidamente) y tendremos una triada de explicaciones de las instituciones históricas mucho más convincente que la idea de que, si han existido, es porque son eficientes. Pero de las tres explicaciones, sólo la primera parece central. En relación con las creencias y los valores, el problema fundamental – dice Ogilvie – es que no son observables y medibles empíricamente (o lo son con mucha dificultad, como lo prueba la literatura sobre el “capital social”).

De las tres, la primera – las instituciones se consolidan como consecuencia de que un grupo social vence a los otros en un conflicto, a menudo, violento – parece tener mayor fuerza explicativa. Las instituciones afectan a la cuestión de quiénes pueden participar en el juego, esto es, quienes forman parte de las organizaciones que administran las instituciones y “afectan tanto al tamaño del <<pastel económico>> como a su reparto” y el reparto es un juego suma cero.
Algunos pretenderán mantener ciertas instituciones, otros se limitarán a cooperar y otros, en fin, tratarán de sabotearlas o resistirse. Los individuos y los grupos disputan sobre las instituciones y algunas organizaciones se crean precisamente con el fin de resistirse o destruir alguna de ellas. Qué instituciones resultan de este conflicto dependerá no sólo de su eficiencia sino también de las implicaciones distributivas para los individuos y grupos más poderosos
O sea que, a diferencia de la eficiencia del Derecho supletorio, de la que podemos estar bastante seguros porque el legislador que lo proporciona a los particulares no tiene especiales incentivos para favorecer a compradores sobre vendedores o a mandantes sobre los mandatarios y porque los particulares pueden excluir la aplicación de sus reglas mediante un acuerdo expreso, no podemos estar nada seguros de la eficiencia de las instituciones que observamos han predominado durante mucho tiempo. Simplemente, son ineficientes pero el grupo más poderoso mantiene la institución porque puede hacerlo y porque recibe una parte proporcionada de los beneficios de su existencia. Analizar las instituciones que se consolidan en una sociedad desde este punto de vista – resuelven los conflictos en el seno de las sociedades sobre la distribución de los recursos – tiene una gran fuerza explicativa.
“Una aproximación conflictiva a la institución de la servidumbre en la agricultura aceptaría que hay una buena razón económica para explicar su longevidad y persistencia. No porque resolviera eficientemente una imperfección del mercado derivada de la existencia de bienes públicos, de innovaciones en la agricultura o en las inversiones. Al contrario, la servidumbre creó una economía de privilegios que impidió la asignación eficiente de los recursos de la tierra, el trabajo, el capital y los mercados de productos. Pero aunque la servidumbre era profundamente ineficiente para aumentar el tamaño del pastel económico, era muy efectivo para distribuir porciones muy grandes de la producción a favor de los señores y proporcionar beneficios militares y fiscales a los gobernantes además de privilegios económicos a las élites dentro del grupo de los siervos de la gleba”
Los estudios disponibles indican que las regiones donde la servidumbre permaneció más tiempo como organización institucional de la agricultura y, especialmente, donde ésta desapareció para reaparecer décadas más tarde crecieron económicamente menos que las regiones europeas donde la servidumbre desapareció antes. Lo que no significa que la servidumbre como forma de explotación careciera de cualquier efecto benéfico para la producción (por ejemplo, facilitase la introducción de innovaciones en la agricultura si los señores tenían más información al respecto y medios para implementarlas que agricultores libres y dispersos) o para la vida de los siervos (en un entorno muy violento, el sometimiento a un señor proporcionaba seguridad física y aplicación de la justicia) pero no hay razones para pensar que otras instituciones no pudieran lograr esos efectos benéficos en mayor medida (las innovaciones en la agricultura no son tan frecuentes y complejas como para que la información al respecto no pudiera extenderse por imitación de unos campesinos respecto de lo que otros hacían sobre todo, teniendo en cuenta los mayores incentivos de los campesinos libres para introducirlas en relación con los siervos y los campesinos libres podrían organizarse colectivamente para producir protección e instituciones jurídicas y es razonable pensar que estas instituciones voluntarias serían de mayor “calidad” en términos de imparcialidad e inclusividad). Al contrario, instituciones como la servidumbre, al no ser voluntarias y mantenerse gracias al uso de la coacción, distorsionaban notablemente el funcionamiento de los mercados empeorando la asignación de los recursos al limitar el ejercicio de los derechos de propiedad y la transferencia libre de los recursos a donde tenía más valor (los campesinos no podían vender la tierra, ni trasladarse allí donde les pagaran más, ni vender libremente el producto de sus cultivos ni cultivar los productos más demandados).

Y este análisis de la institución de la servidumbre puede aplicarse, por ejemplo, a los gremios medievales. Su persistencia y longevidad no se debían a que aumentaban la producción económica porque garantizaban los
derechos de propiedad y el cumplimiento de los contratos (control de la calidad de los productos, formación de los artesanos…). Más bien, los gremios limitaban la competencia y los intercambios excluyendo a buena parte de la población, esto es, a artesanos, campesinos, mujeres, judíos, extranjero y el proletariado urbano de las ramas más rentables del comercio
Es decir, los gremios distribuían los recursos a favor de la élite urbana más poderosa además de proporcionar beneficios a los gobernantes.
Su existencia se explica más bien como un acuerdo para repartirse las rentas monopolísticas entre autoridades políticas y grupos de interés económicos… en 1736, cuando el gobernante del estado alemán de Württemberg describía al gremio de comerciantes al que se le atribuyó el monopolio legal de la protoindustria textil en todo el territorio como un tesoro nacional y se ampliaron sus privilegios a expensas de miles de tejedores e hilanderos pobres”, (se hizo) con el argumento de que era necesario por “la reciente amenaza de invasión francesa y la necesidad de imponer tributos con los que sostener el esfuerzo militar”
de manera que si los gremios proporcionaban estos fondos, los gobernantes locales habían de estar dispuestos a confirmar y ampliar tales privilegios a favor de los gremios.Todos los grupos que se ven afectados por la institución deben superar enormes obstáculos para llegar a un acuerdo institucional eficiente. Porque carecen de la información necesaria para determinar cuál es el arreglo que maximiza la riqueza de todos; porque pueden tener objetivos diferentes y, sobre todo, porque es muy costoso garantizar el “cumplimiento” del acuerdo ex post por parte de los que pueden alterar el reparto acordado de las rentas en su beneficio. Los casos históricos en los que tales acuerdos eficientes se han logrado (por ejemplo, las ferias de Champaña hasta que esa región se incorporó al reino de Francia) son más bien la excepción que la regla.  La distribución (y los cambios en la distribución) del poder de coacción en una sociedad parece una variable muy relevante para analizar la eficiencia de las instituciones de esa sociedad.

Y más bien habría que deducir del carácter de instituciones de “acceso limitado” de casi todas las del Antiguo Régimen, la conclusión de su ineficiencia. Las instituciones como la servidumbre o los gremios creaban barreras de entrada al ejercicio de una actividad que generaba riqueza desplazando a los excluidos a la economía sumergida. Y, por definición, aunque la institución no destruyera riqueza en tanta medida como lo haría si lograra impedir absolutamente el desarrollo de esas actividades económicas por parte de los excluidos, de los no-miembros de la institución, resulta evidente que esos mercados informales debían ser menos eficientes en la maximización de la producción que lo serían de no estar en la ilegalidad. Por ejemplo, en relación con los gremios,
“las mujeres, los judíos o los extranjeros que trabajaban ilegalmente en sectores artesanales monopolizados por el gremio no podían asegurarse el cumplimiento de sus contratos y se arriesgaban a ser sancionados si se descubría su trabajo. Vivir en la ilegalidad era tan costoso que los que estaban “sumergidos” trataban por todos los medios de acceder al consulado o al gremio correspondiente y es precisamente por esta razón por la que los gremios establecían requisitos de entrada: limitar el acceso y generar rentas para los que estaban dentro del sistema. Los estudiosos que han saludado a los gremios… como instituciones eficientes consideran que estas barreras de entrada eran bajas. Pero si era así, no se entiende la insistencia de los outsiders porque les fuera permitida la entrada. Pertenecer o no al gremio determinaba buena parte de las decisiones fundamentales en la vida de una persona, como el matrimonio o el derecho a residir en un lugar. Por ejemplo, a un tejedor de un pueblo alemán se le negó el permiso para casarse en 1785 con el argumento de que no estaba en disposición de pagar las cuotas de acceso al gremio y no podría nunca alcanzar la maestría… en definitiva, trabajar en la ilegalidad era tan poco atractivo que incluso las personas pobres estaban dispuestas a pagar para entrar en el sector formal… Las instituciones de acceso limitado o cerrado tienen incentivos para incrementar continuamente el rango de actividades reservadas a los miembros de la institución como forma de generar rentas añadidas para los insiders, de manera que condenan a la informalidad a porciones cada vez mayores de la actividad económica y, con ello, reducen el crecimiento económico”. 
Sobre las Ferias de Champaña 
Sheilagh Ogilvie, 'Whatever Is, Is Right'? Economic Institutions in Pre-Industrial Europe (Tawney Lecture 2006) (August 2007)
Sheilagh Ogilvie and A.W. Carus, Institutions and Economic Growth in Historical Perspective

2 comentarios:

Simón dijo...

Estimado Jesús, niego la mayor.

La persistencia de una institución económica SÍ demuestra su eficiencia... dentro del marco político en que se desarrolla. Y atención porque no hablo de marco jurídico, sino político. La autora mezcla constantemente componentes políticos y económicos, en una confusión sorprendente; llamando institución económica... a lo que no es economía sino política. El estraperlo fue una institución económica mientras duró la autarquía –política, que no económica-.
Y por supuesto que la institución económica nacida dentro de un marco político tiene a reforzar dicho marco... ¡porque ha nacido adaptada a él!

Ya el abstract del paper “Institutions - the structures of rules and norms governing economic transactions -” nos indica los errores básicos que va a contener. De una mala definición del fenómeno de estudio solo puede venir una mala comprensión del mismo.

“Las instituciones, a menudo, no son acuerdos voluntarios eficientes que reducen los costes de transacción.”
Las instituciones NUNCA son acuerdos. Y siempre reducen costes… aunque esos costes no sean explícitos porque estén sometidos a riesgo o incertidumbre. Ocurre que reducen los costes de transacción para aquellos con poder político-militar (coactivo, a la postre) para imponerlas.

La servidumbre de los campesinos era a cambio de la protección física y la justicia… Protección física, no lo olvidemos, también frente a OTROS campesinos que quisieran suplantarles como siervos cultivadores, y frente a los avatares de la edad y la enfermedad, manteniendo en el dominio a aquellos que ya no podían ser productivos. Vemos una reminiscencia de este pensamiento en Los santos inocentes: https://www.youtube.com/watch?v=4Rh6HIkQKpI&t=1344

“la eficiencia de tal acuerdo derivaba de la ratio de tierra cultivable/número de trabajadores (pocos trabajadores para mucha tierra disponible). Cuando esa ratio cambió, la institución de la servidumbre dejó de ser eficiente y desapareció.”
Mala comprensión de la economía. El foco no está en la cantidad de tierras sino en su producción. Una ratio (producción de la tierra cultivable)/número de trabajadores lo sufientemente alta como para que el recurso relativamente más escaso fuera la mano de obra, como ocurrió en Inglaterra tras la peste negra, con el resultado del surgimiento del trabajo asalariado.

“sin asegurarnos del carácter voluntario (sin asimetrías significativas de información) y de la participación de todos los afectados en el “acuerdo” no hay garantía de que la solución alcanzada en forma de una institución sea eficiente.”
Todos los tópicos resultantes de pretender encajar la realidad en el modelo. Todo acuerdo, toda transacción, se realiza bajo “asimetrías significativas de información”, toda transacción supone afectación a terceros (ninguna acción humana permanece aislada). La garantía de que una solución sea eficiente, es que permanece en el tiempo, que no es sustituida por otra. www.sintetia.com/la-busqueda-de-la-eficiencia

A partir de aquí empiezo a dudar de qué concepto de eficiencia subyace al discurso. Quiero pensar que alguna clase de “eficiencia social” (sea eso lo que sea),

“En relación con las creencias y los valores, el problema fundamental – dice Ogilvie – es que no son observables y medibles empíricamente (o lo son con mucha dificultad, como lo prueba la literatura sobre el “capital social”).”
Que no sea matematizable, ¿lo hace despreciable o inexistente? https://twitter.com/OrcishOzu/status/569587979188080640

“afectan tanto al tamaño del pastel económico como a su reparto y el conflicto sobre el reparto es un juego suma cero”
Falso. Dinámicamente, un reparto “fair” (no confundir con “equal”) hace que la tarta crezca con el tiempo. Un reparto “unfair” hace que esta mengüe.

Sigue

Simón dijo...


Errores sólo en un párrafo: “Una aproximación conflictiva (el error de leer la historia como dialéctica) a la institución de la servidumbre en la agricultura aceptaría que hay una buena razón económica para explicar su longevidad y persistencia. No porque resolviera eficientemente una imperfección del mercado (desconocimiento de la economía, si la referencia son los “mercados perfectos”) derivada de la existencia de bienes públicos (como si la propiedad pública fuera la única forma evolutiva de propiedad colectiva, y jamás hubieran existido los pastos o los montes comunales), de innovaciones en la agricultura o en las inversiones. Al contrario, la servidumbre creó una economía de privilegios (al contrario, la fuerza política o militar concentrada) que impidió la asignación eficiente de los recursos (afirmación del consecuente) de la tierra, el trabajo, el capital y los mercados de productos (que alguien me explique qué es la “asignación eficiente de los mercados de productos”). Pero aunque la servidumbre era profundamente ineficiente para aumentar el tamaño del pastel económico, era muy efectivo para distribuir porciones muy grandes de la producción a favor de los señores y proporcionar beneficios militares y fiscales a los gobernantes además de privilegios económicos a las élites dentro del grupo de los siervos de la gleba (confundiendo una y otra vez la dirección de la causalidad)”

Un abrazo.

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