sábado, 28 de enero de 2017

El pragmatismo como salvación del capitalismo: Paul Collier en el TLS

IMG_9648 Paul Collier

A final proposition from Jonathan Tepperman is that leadership resolve is strengthened if the problems are so severe that they cannot be ignored.

Lo que sigue son algunos párrafos extraidos y traducidos del artículo que se cita al final
La globalización abarca dos actividades muy diferentes. Los flujos comerciales son impulsados ​​por la ventaja comparativa, mientras que los flujos de capital y mano de obra son impulsados ​​por la ventaja absoluta. Esta distinción tiene implicaciones importantes para la distribución de las ganancias. 
Aunque el comercio no beneficia a todos en cada país, beneficia a cada país lo suficiente como para que quien obtenga las ganancias pueda compensar totalmente a quienes pierden y aún así estar mejor. 
Lo que es verdad del comercio también se aplica al cambio tecnológico. Los economistas hacían mal en eludir la distinción entre “poder compensar” y “hacerlo efectivamente”: a menos que exista un mecanismo efectivo que garantice que las ganancias se utilicen efectivamente para compensar a los perdedores, no hay base analítica para aseverar a priori que el comercio y el cambio tecnológico son beneficiosos.
En cuanto al otro aspecto de la globalización, los flujos de capital y trabajo, no hay un equivalente a la presunción de que el comercio genera ganancias mutuas. Al contrario,

es improbable que los flujos privados de capital y mano de obra beneficien tanto al país de origen como al receptor, y bien puede ocurrir que no beneficien a ninguno de ellos:

la única presunción es que benefician a los individuos que son titulares de esos factores de la producción, a los dueños del capital y de la fuerza del trabajo. Ambos flujos deben ser regulados. El breve reinado del mantra de que los flujos de capital no deben ser restringidos fue rápidamente abandonado después de la crisis: incluso Suiza, ese modelo del capitalismo global, restringe periódicamente las entradas de capital. No existe una base moral para un "derecho a migrar" global. De hecho, las principales ganancias de eficiencia derivadas de la migración recaen sobre los migrantes; Los efectos económicos sobre las poblaciones de acogida tienden a ser exagerados. Por ejemplo, la noción de que la deuda pública de un país puede convertirse en una carga más liviana al extenderse sobre una población mayor ignora lo obvio, esto es, que más personas necesitan más infraestructuras, infraestructuras que se financian con más deuda. Como lo han concluido Frédéric Docquier y su equipo, cero es la mejor estimación en cuanto a la medida en que la migración ha afectado a los salarios en toda Europa. Por lo tanto, es probable que los efectos realmente significativos no sean económicos sino sociales. 
El comercio internacional y la adopción de nuevas tecnologías se verán reducidos por la regulación, a menos que el enorme potencial de ganancia mutua pase de la potencia al acto. A las personas afectadas negativamente por el cambio se les podría otorgar el derecho subjetivo a ser compensados en forma de inversiones para que puedan reciclarse laboralmente. Por ejemplo, como sugieren Rajan y Zingales, este derecho podría financiar la formación profesional de adultos. Per capita, Gran Bretaña tiene el mejor sector de educación superior en el mundo, pero hasta la fecha sus incentivos financieros han sido para expandirse a través de captación de postgraduados extranjeros en lugar de adultos nacionales. Las innovaciones que causan grandes trastornos, como Uber y el inminente cambio a vehículos sin conductor, podrían ser gravados, no tan severamente como para impedir su consolidación, sino para asegurarse de que pagan los costes sociales que generan. En la actualidad, los sistemas tributarios son tan anticuados que la misma transacción se grava mmenos en la "economía gig" que en un negocio convencional: en parte, Uber, airbnb (y Amazon) son estafas fiscales… 
La formación y la estabilidad del empleo tienen un valor intrínseco por encima de sus retornos económicos, por lo que deben fomentarse incluso más allá de su rentabilidad financiera a largo plazo para las empresas.  
(la disrupción de la familia tradicional no ha sido gratis)
Una alternativa viable sería apoyar intensiva y sostenidamente a los padres jóvenes 
La corrección política ha reforzado la narrativa pública de que todos los estilos de vida son "igualmente válidos", lo que confunde la necesaria eliminación de la estigmatización de los grupos sociales con la falsa idea de que la estabilidad de una relación no tiene consecuencias para la crianza de los hijos. Los enormes costos financieros de la crianza disfuncional son actualmente soportados por la sociedad: los que cuidan responsablemente de sus hijos tienen razones para enfadarse por el aumento de la asistencia a las madres solteras (no para enfadarse con ellas, obviamente)… 
Mientras que el multiculturalismo y la "ciudadanía global" son nociones atractivas como complementos de la identidad nacional, si se consideran como alternativas a la identidad nacional son una forma retrógrada de romanticismo. Hay que limitar el multiculturalismo: la cultura occidental es valiosa y merece apoyo frente a rivales menos funcionales… 
Del mismo modo, la idea de una ciudadanía global o mundial sin ciudadanía nacional sería inviable: la nacionalidad es la única fuerza que ha demostrado ser lo suficientemente poderosa como para unir a millones de personas en un sentido de identidad compartida. Aunque una nación es una "comunidad imaginada", su base ficticia no la invalida: por el contrario, ser "imaginada" hace de la identidad compartida un milagro frágil. Sin ella no puede haber noción de "el bien común": sin un "nosotros" no hay "común". Sin el “nosotros”, la política pública se reduce a la administración de los derechos individuales. En el mejor de los casos, el respeto mutuo de la identidad compartida se sustituye por la emoción del respeto mutuo. El respeto mutuo que la identidad compartida permite es el fundamento práctico para la generosidad de lo mejor para los menos afortunados. Un mundo compuesto por "ciudadanos globales" no sería el paraíso utilitario universalista que los liberales sin ganas de pensar imaginan , sino el mundo brutal y atomizado del individualismo sin control. Las identidades nacionales compartidas han permitido un grado de generosidad global sin precedentes de los ricos a los pobres. Más allá de un punto, el multiculturalismo socava esa generosidad y amenaza a los pobres. Como ha demostrado el trabajo reciente de David Rueda, en Europa, cuanto mayor es la proporción de inmigrantes, menor es la disposición de los ricos a pagar elevados impuestos que puedan sostener la redistribución… 
La firme voluntad de los líderes políticos de no plegarse a los grupos de interés que les podrían apoyar es el signo de identidad de un pragmatismo exitoso: Lee Kwan Yew estaba dispuesto a encarcelar a sus amigos; Trudeau negó a sus compañeros quebequeses el estatus separado e igualitario respecto del resto del Canadá que anhelaban; Kagame negó a los tutsis de su equipo el botín que sigue habitualmente a la victoria militar. Si el partido nacionalista escocés ha fracasado en educación es porque ha sucumbido a la presión de los sindicatos de enseñanza, lo que puede indicar que sus líderes carecen de estómago para aplicar un pragmatismo duro. Combinar nacionalismo con un populismo tímido es una fórmula probada para el desastre. El resultado es América Latina, no Escandinavia. Del mismo modo, el gobierno de Theresa May está entre la espada de proteger los intereses de la City de Londres y la pared del nacionalismo excluyente del UKIP. El pragmatismo libera al gobierno de la ideología que le impide resolver los problemas reales, pero esa liberación, a su vez, aumenta el riesgo de ser capturado por el populismo y los grupos de presión…”

Paul Collier, How to save capitalism from itself

THE TIMES LITERARY SUPPLEMENT 25 enero 2017

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