miércoles, 18 de enero de 2017

Tweet largo: mejorar la gobernanza aumentando la confianza

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Un amigo me decía hace muchos años que, en Francia, no hay discusión social respecto a su arsenal nuclear (“la force de frappe”); que los franceses, en ese asunto, “font la confiance au Président” de la República. En grupos paritarios, es decir, en aquellos en los que los miembros del grupo forman parte de su gobierno directamente y todos los miembros tienen un status semejante, la confianza entre los miembros del grupo es un presupuesto de funcionamiento eficaz. Un consejo de administración, el Consejo de la Unión Europea (formado por los presidentes o primeros ministros de los Estados miembro) o la conferencia de presidentes de las Comunidades Autónomas son buenos ejemplos. El que preside tales organismos es, normalmente, un primus inter pares encargado de preparar el orden del día y dirigir las reuniones distribuyendo el trabajo entre los miembros.

En el caso de la Unión Europea, pero también en el de la conferencia de Presidentes, se ganaría mucho si los Estados miembro o las Comunidades Autónomas se fiaran más unos de otros. Es decir, no es necesario dar más poder al chairman (a la Comisión Europea en el caso de la UE o al Estado en el caso de las Comunidades Autónomas) si los miembros confían más unos en otros.

Si el nivel de confianza es mayor, puede distribuirse el trabajo del grupo asignando el liderazgo a uno de los miembros en función de su mayor expertise o interés en el asunto. Por ejemplo, en materia de atención al menor, parece que el desempeño de la Comunidad de Madrid es superior al de otras regiones españolas. Tendría sentido que, si hay que coordinar la actuación de todas las comunidades autónomas en ese ámbito, todas reconocieran el liderazgo madrileño y fuera Madrid – y no el Estado – la que llevara la voz cantante. En materia de universidades, por ejemplo, Cataluña ha conseguido colocar a sus universidades por delante de la media española. Algo habrán hecho mejor que los demás. Cuando se trate de coordinar la actuación pública en materia universitaria, tendría sentido que el liderazgo correspondiera a Cataluña. Aquellas Comunidades que lo “hagan mejor” en más sectores verían aumentar su influencia y las que lo hacen peor, reducida la propia.

En Europa, algo semejante podría haber evitado el Brexit y, quizá, puede ayudar en las negociaciones que empezarán próximamente entre el Reino Unido y la Unión Europea. ¿Tiene sentido que el Reino Unido negocie con 26 Estados? ¿Tiene sentido que lo haga la Comisión Europea en nombre de los 26 Estados? Yo creo que lo que tiene más sentido es que todos los Estados “deleguen” la negociación en Alemania. Merkel estará ahí los próximos dos años y Alemania es el corazón de la Unión y el país que mejores relaciones ha mantenido con Gran Bretaña en los últimos años.


Si el resto de los Estados confía – puede confiar – en que Alemania actuará “en el mejor interés de la Unión”, su mayor capacidad estatal y su mayor capacidad de influencia pueden proporcionar los mejores resultados.


Desde luego, mejores que eso de que cada seis meses sea un país miembro el encargado de llevar la agenda de la Unión. En materia de defensa europea, sería fácil acordar que el liderazgo lo llevara Francia. En materia antiterrorista, España y así con las grandes áreas en las que los 27 Estados europeos tienen que ponerse de acuerdo. Al participar directamente los Estados en el diseño y ejecución de la política europea, se ganaría en eficacia y en legitimidad.

Si May quiere tener más voz y voto en materia de inmigración y en materia de tratados internacionales de comercio, (a eso parece que se reducen sus objetivos para cuyo logro considera imprescindible que el Reino Unido salga de la Unión Europea y del mercado único), ¿por qué no puede aceptarse su liderazgo en esas materias en el seno de la Unión? Quizá logre convencer al resto para introducir más autonomía de los Estados en el control de la inmigración intracomunitaria o acelere y mejore la calidad de los tratados comerciales que la Unión Europea celebre con terceros Estados. Los británicos pondrían la “política” y la Comisión Europea pondría la “técnica” y todos nos beneficiaríamos de la especialización y la división del trabajo.

Igual que en los mercados, en el seno de un grupo no puede haber especialización ni división del trabajo si no podemos confiar los unos y los otros en que el “contrato de sociedad” como los contratos que articulan los intercambios de lo producido especializadamente se cumplirán.

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