domingo, 25 de junio de 2017

La transformación en sociedad anónima para garantizar la continuidad de la empresa

Old-Singer-Sewing-Machine


En este trabajo, Margaret Blair realizó algunas aportaciones a la discusión sobre la evolución del Derecho de Sociedades. De entre ellas, puede destacarse, en primer lugar, la idea de que la existencia de órganos sociales en las sociedades de estructura corporativa, al asignar las tareas de gestión y representación a los administradores, reducía las necesidades de tomar decisiones por parte de los accionistas lo que significó un traslado del poder de decisión de los accionistas a los gestores. De este modo, la diferenciación de las corporaciones – sociedades de estructura corporativa – respecto de las sociedades de personas se incrementa y profundiza: los socios de una sociedad de personas gestionan la empresa social. Los miembros de una corporación – los accionistas de una sociedad anónima – no lo hacen, de modo que su condición de “dueños” se vuelve más borrosa.

La segunda idea es que, entre los efectos sociales de la existencia de corporaciones, no se encuentran sólo las clásicamente reconocidas (responsabilidad limitada para los inversores, posibilidad de acumular capital) sino también las de permitir la consolidación de innovaciones organizativas en la gestión de empresas de gran envergadura y, en general, evitar la liquidación de empresas rentables como consecuencia de la aplicación del Derecho de Sucesiones y la multiplicidad de herederos del socio. Analiza el caso de Singer, la compañía fundada por el inventor de la máquina de coser.

Singer imaginó de inmediato una máquina en la que una aguja recta que llevaba una rosca y se movía de arriba a abajo y una lanzadera colocada debajo de la aguja que movería un segundo hilo adelante y atrás. Zeiber aportó capital financiero adicional, y, a finales de 1850, Singer tenía un prototipo, cuyo diseño básico se convertiría en la base de todas las máquinas de coser modernas. El acuerdo de asociación entre los tres hombres estableció que la patente resultante sería de "propiedad a partes iguales de los tres socios". "Durante el año siguiente, los tres socios intentaron resolver problemas en el diseño que provocaban que las primeras máquinas se rompieran frecuentemente; se esforzaron en desarrollar un método de fabricación de las máquinas a gran escala y en construir un mercado para las máquinas de coser. Utilizando sus notables habilidades para el teatro, Singer se puso en marcha y presentó la máquina en ferias y exposiciones. 'Mientras tanto, los socios andaban constantemente cortos de dinero, pidiendo prestado a sus amigos y familiares para comprar materiales y pagar los salarios de los trabajadores de la fábrica.
Pues bien, Singer tarifó con sus socios y utilizó los activos de la sociedad para comprar su parte hasta convertirse en socio único de la compañía. Hasta que se asoció con un abogado llamado Clark que prestaba sus servicios jurídicos a cambio de un tercio de la compañía. Estos servicios eran valiosos porque Singer estaba envuelto en varios litigios sobre las patentes de las máquinas de coser (que se “comieron” todos los beneficios y todo el tiempo del abogado entre 1851 y 1856) y Clark consiguió que éstas se registraran a medias entre los dos. Al final, se creó el primer “pool de patentes” entre todos los titulares que pleiteaban entre sí. El problema era convencer a las mujeres de que usaran máquinas de coser ya que eran muy caras y no parecían muy atractivas para señoras de clase media. Pero el negocio arrancó y a los pocos años – y aún bajo la forma de una sociedad colectiva – Singer y Clark se hicieron ricos vendiendo máquinas de coser. Singer, que era un mujeriego y gustaba de tener hijos con muchas de ellas, tuvo que huir a Inglaterra. Clark se preocupó por la continuidad de la empresa a la vista del estilo de vida de Singer y, sobre todo, – recuérdese lo que ha escrito Timur Kuran sobre los efectos del Derecho de Sucesiones sobre la continuidad de las empresas – que las peleas por la herencia de Singer obligaran a liquidarla, lo que era muy probable mientras siguiera siendo una sociedad colectiva. A diferencia del Derecho islámico, el Derecho europeo de sucesiones permitía evitar la división de la empresa entre los herederos por la amplia libertad de testar que se reconoce, pero, en caso de conflicto entre los herederos, la probabilidad de que la empresa no resistiera la muerte de Singer era elevada. De manera que Clark procedió a transformar la partnership en sociedad anónima asegurándose que, si los herederos de Singer reclamaban su parte, lo que se repartirían serían acciones y no los activos de la compañía. Dice Blair que esta transformación no pretendía acumular capital ni asegurarse la responsabilidad limitada – la compañía no tenía deudas – sino “asegurar la conservación del capital organizativo sustancial que se había acumulado en torno a la marca” y la reputación creada frente al riesgo de desaparición que generaba la caótica vida personal de Singer. Tres años después, Clark consiguió convencer a Singer para constiuir la sociedad anónima. La constitución de la sociedad anónima cambió también su gobierno. Los dos socios se retiraron de la gestión directa y vendieron un 20 % (el 80 % se lo repartían a partes iguales) a directivos de la compañía, uno de los cuales sería el primer ejecutivo. A la muerte de Singer, Clark se convirtió en presidente de la compañía.

A continación, Blair hace algunas afirmaciones que, siendo correctas, hablan en contra de la idea de que alguien más que los accionistas puedan ser considerados propietarios de la sociedad anónima: la forma de sociedad anónima y su “vida eterna” permitió a Singer acumular capital reputacional que le sirvió para entablar relaciones de largo plazo con clientes, proveedores y trabajadores. Estos podían celebrar contratos de suministro, trabajo o compraventa de larga duración en la confianza de que la organización no desaparecería al primer enfado entre los socios o a la muerte de cualquiera de ellos. Pero, precisamente, lo que la constitución de la sociedad anónima pone de manifiesto es que, creando una corporación, los socios – los accionistas – pueden actuar como nexo de la contratación de todos los interesados con la compañía. Y que los únicos que pueden ser calificados como propietarios – mediatos – del conjunto de activos que constituyen la empresa, incluyendo el goodwill y la reputación, son son los accionistas.

Lo que este ejemplo pone de manifiesto también es que la “persona jurídica” corporativa funge como una familia bien avenida durante generaciones y, en esa medida, constituye un “invento” que permite extender los negocios fuera de los grupos familiares. Los lazos de sangre entre los socios – que actúan como mecanismo de reducción de los costes de transacción entre los socios - dejan de ser relevantes y perfectos extraños pueden participar en empresas comunes. Por ejemplo, Blair nos cuenta que la mayor empresa química de los EE.UU. en el siglo XIX permaneció siendo una sociedad colectía (DuPont de Nemours & Company) porque varias generaciones de DuPont talentosos y bien avenidos estuvieron al frente de la compañía. La transformación en sociedad anónima se debió a una estratagema de algunos miembros de la familia – nos cuenta Blair – para distribuir el poder en el seno de la organización gracias a que, como decíamos al principio de esta entrada, la existencia de órganos sociales con competencias determinadas legalmente reduce, per se, la participación de los accionistas y “obliga” a que, como hay más puestos que cubrir, alguien distinto del pater familias participe en la gestión (además de los profesionales).

En fin, una vez que las marcas están disponibles, la marca puede acumular la reputación del producto o servicio en lugar de asociarse ésta con la sociedad anónima.

Lo que estos ejemplos de sociedades colectivas que eran grandes empresas demuestran es la enorme flexibilidad de las sociedades de personas mercantiles para albergar cualquier tipo de empresa. Dado que su régimen es enteramente dispositivo – quizá no así en los Estados Unidos donde, como hemos dicho en otras entradas, la partnership estaba sometida a un régimen jurídico muy primitivo – y que se reconoce personalidad jurídica a la sociedad, su inestabilidad puede reducirse y, siempre que no se necesiten enormes aportaciones de capital y que el endeudamiento tampoco sea necesario, puede servir con igual eficacia que una sociedad anónima a articular jurídicamente la producción industrial incluso a gran escala.

Blair, Margaret M., Locking in Capital: What Corporate Law Achieved for Business Organizers in the Nineteenth Century. 2003

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