El conocimiento es "una centella que brota del choque entre dos espadas"
Friedrich Nietzsche
Tom Stafford escribe una entrada en su blog-substack titulada: How to outsmart a crowd of 5000 people in 4 minutes que significa, más o menos, cómo volver más inteligente a una muchedumbre de 5000 personas en cuatro minutos. En la entrada, Stafford resume un artículo publicado en Nature and Human Behaviour (que no está en libre acceso y al que uno no tiene acceso a través de la UAM) ¡en 2018! que se titula Aggregated knowledge from a small number of debates outperforms the wisdom of large crowds de Navajas y otros. La tesis del artículo es la "sabiduría de una multitud de grupos en los que se delibera es mayor que la sabiduría de los grupos que, a su vez, es mayor, como sabemos desde Galton, que la sabiduría individual tomada aisladamente.
El texto de Stafford parte del clásico ejemplo de Francis Galton (1907) sobre la “sabiduría de las masas”: cuando se pide a muchas personas que estimen un valor desconocido (como el peso de un buey), el promedio de todas las estimaciones suele acercarse mucho al valor real, incluso más que la mayoría de las estimaciones individuales. Este efecto, sin embargo, no es universal: falla cuando hay sesgos compartidos (pues el promedio también promedia el error) o cuando hay imitación entre los participantes (herding), lo que reduce la diversidad informativa.
El experimento lo llevaron a cabo Navajas y otros con 5.180 personas en un evento TEDx. Cada participante respondió individualmente a ocho preguntas con respuesta objetiva (por ejemplo, altura de la Torre Eiffel). Luego, se formaron grupos de cinco personas que discutieron durante un minuto cuatro de esas preguntas, registraron una respuesta consensuada y, después, cada individuo revisó sus respuestas iniciales.
Los resultados:
- El promedio inicial de todas las respuestas individuales (sabiduría de la multitud) fue razonablemente bueno en algunas preguntas, pero muy malo en otras, especialmente cuando existía un sesgo compartido. Por ejemplo, la altura de la Torre Eiffel (324 m) fue estimada en promedio en 344,4 m, bastante cercano; pero el número de emperadores romanos (134) se estimó en 19,5, un error enorme atribuible a un sesgo común: basarse en el número de emperadores que cada individuo recordaba, lo que llevó a una infravaloración masiva. Como nadie recuerda más de 8 o 10 emperadores romanos, como mucho, y todos extrapolan a partir de ese número, no pueden imaginar que el número real sería 13 o 15 veces mayor (porque hubo un año, por ejemplo, en el que hubo 4 emperadores; porque a menudo hubo uno en Occidente y otro en Oriente; porque hubo épocas, sobre todo en el Bajo Imperio que los emperadores eran depuestos tras un corto tiempo en el cargo. De manera que, aunque los miembros del grupo supieran que el Imperio Romano duró cinco siglos, difícilmente podrían haber coincidido en una cifra tan alta de emperadores. Piénsese, por ejemplo, que los Austrias españoles reinaron en promedio casi 40 años.
- La deliberación en pequeños grupos mejoró sustancialmente la precisión. El promedio de las respuestas consensuadas de los grupos fue mejor que el promedio de todas las respuestas individuales. Más aún, bastaba con promediar las respuestas de solo cuatro grupos (20 personas) para superar la precisión del promedio de 1.400 individuos tomados individualmente. Esto implica que la discusión permite integrar información de manera más eficiente que la agregación masiva sin interacción.
- La mejora no se explica por simple reflexión individual, sino por el intercambio argumentativo. La comparación entre preguntas discutidas y no discutidas (ambas respondidas dos veces) muestra que la mejora se debe a la deliberación, no al tiempo extra. Además, ningún método estadístico (media, mediana, exclusión de outliers) igualó la calidad de las respuestas consensuadas, lo que indica que el grupo no solo promedia, sino que evalúa y filtra información. En un estudio complementario en laboratorio, los participantes declararon que “compartieron argumentos y razonaron juntos”, confirmando que la deliberación introduce un proceso cognitivo colectivo que reduce errores. Aún más, tras la deliberación, las respuestas de los individuos convergen entre sí dentro del grupo, pero los promedios de los grupos se alejan unos de otros, es decir, la varianza entre grupos aumenta lo que significa que se incrementa la diversidad cuando se agregan consensos de grupos distintos.

Lo interesante del experimento para mis propósitos es que, al analizar las decisiones colectivas, es importante tener en cuenta cuál es el objetivo del grupo que está tomándola. Y creo que se puede distinguir entre decisiones que tratan de compatibilizar las preferencias individuales, maximizando el bienestar colectivo entendido, à la Bentham, como la suma del bienestar de cada uno de los individuos de las decisiones que tratan de encontrar la 'verdad', el 'conocimiento' o adoptar la decisión que se considera mejor para el grupo como tal. En contextos organizativos donde la votación busca formar una voluntad colectiva orientada al interés común (y no a conciliar preferencias incompatibles), el voto cumple una función epistémica: agregar información relevante para decidir qué es “mejor” para el grupo y tiene sentido que la votación se produzca tras la deliberación pero que el objetivo de la deliberación no sea formar un consenso, sino mejorar la 'calidad' del voto individual. La deliberación previa a la votación aumenta la 'calidad' del voto individual en el sentido de que reduce la posibilidad de 'error'.
Se explica así que, en grupos pequeños, la votación se sustituya a menudo por la adopción de decisiones por consenso y que en grupos muy grandes, la votación sea imprescindible, aunque en ambos se trate de encontrar el mejor curso de acción para el grupo en su conjunto. Y se explica también que en un mismo grupo organizado de manera estable en el tiempo - una corporación - convivan decisiones que tratan de compatibilizar o maximizar las preferencias individuales de los miembros con decisiones que tratan de formar la voluntad colectiva en el sentido que mejor avance los intereses comunes para los que se creó la corporación. Jurídicamente, como espero explicar detalladamente, eso significa que para las primeras decisiones, el votante puede avanzar sus preferencias y su voto solo se halla sometido a las exigencias de la buena fe, mientras que para las segundas, el voto está sometido a un deber fiduciario: ha de votarse lo que, de buena fe, esto es sinceramente y con independencia de juicio, uno cree que es mejor para el grupo.
Los humanos somos 'supercooperadores' y nos ponemos fácilmente en 'modo colectivo' (we think), captamos las señales que nos indican cómo podemos lograr (acción colectiva) los resultados que son mejores para todos. Basta con que estemos razonablemente seguros de que no vamos a ser explotados.
Aplicadas estas ideas a las corporaciones societarias como la sociedad anónima o limitada, puede decirse grosso modo que en una junta general, el voto sirve al accionista para defender sus derechos de propiedad y control sobre el patrimonio de la SA, es decir, su posición de parte en el contrato de sociedad. El objeto típico de la decisión de los accionistas —nombramientos, distribución de beneficios, modificaciones estatutarias— tiene un componente claramente distributivo o de poder, es decir, se trata de decisiones contractuales o que afectan a la posición del accionista como socio, no como miembro de la corporación estrictamente. En ese entorno, la función predominante del voto es la agregación de preferencias conforme a la proporción del capital que cada accionista ostenta. La información que obtenga el accionista y la deliberación previa a la votación juegan, en este tipo de decisiones, un papel secundario y el accionista puede perseguir sus intereses al votar como prefiera sin más límite que las exigencias que impone la buena fe (Rücksichtpflicht, deber de tomar en consideración los intereses de los demás accionistas). El voto es un mecanismo 'pacífico' de resolver un conflicto y el acierto de la decisión colectiva es secundario.
En un consejo de administración, por el contrario, los deberes fiduciarios imponen a los administradores promover el interés social, no maximizar las preferencias de los consejeros. La deliberación es el núcleo del proceso de decisión y el voto, si existe, es una herramienta de ultima ratio para forzar el consenso el cuando no lo hay. Por eso decía Ruffini que la unanimidad no era una forma de adoptar decisiones como la regla de la mayoría. Aquí la función del voto es epistémica. Se trata de adoptar la decisión que tiene las mejores razones e información detrás para concluir que será la que mejor promueva el interés social. Pero como a los miembros de un órgano colegiado no les inspira el Espíritu Santo, tenemos que recurrir a la votación y deferir a la mayoría si el consenso no puede alcanzarse porque no todos 'ven la luz".
Y, en fin, cuando la junta se ocupa de decisiones que corresponden típicamente al Consejo de Administración, la posición de los accionistas es la misma que la de los consejeros: les vincula el interés social y pesa sobre ellos un deber fiduciario al votar y, si no votan, de buena fe lo que consideran que es mejor para el interés social, el acuerdo de la junta será impugnable.

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