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lunes, 1 de diciembre de 2025

Una estrategia de compromiso con la exigencia y la carta de Kurt Vonnegut


No son sólo buenos consejos. Arruñada los da porque cree que si una parte significativa de los estudiantes los sigue, las fuerzas del mercado generarían una mejora sustancial de nuestro sistema educativo "guiada por una demanda más exigente y mejor informada". Ya lo decía Stigler: se puede tener una buena universidad con profesores mediocres si los alumnos son excelentes

¿Qué incentivo tiene un estudiante para esforzarse más o mejorar si su instituto y su universidad le regalan buenas notas a cambio de una preparación mediocre, y suelen ocultarle su rendimiento relativo dentro del propio centro? A menos que los padres sean conscientes de esta realidad, el estudiante tendrá interpretar esas buenas notas como prueba de una formación excelente, cuando en realidad distan mucho de serlo. Por este motivo, el joven español con aspiraciones, debe ser consciente, no solo de la escasa formación que recibe y produce, sino también de las limitaciones que impone sobre su voluntad un entorno de relajación inducida. En consecuencia, debería emular a Ulises cuando ordenó que lo atasen al mástil para resistir el canto de las sirenas. Sus decisiones deben dar prioridad a estudiar y trabajar en contextos exigentes, aunque ello implique sacrificios respecto a su especialización o a sus preferencias subjetivas sobre aprendizaje y empleo. Tales preferencias suelen estar, además, mal informadas y ser efímeras: no solo están distorsionadas por la última ficción televisiva y una abundancia de recursos muchas veces ilusoria, sino que las oportunidades reales de realización personal varían más entre profesionales que entre profesiones. 

En la secuencia cronológica habitual, esta estrategia de compromiso con la exigencia implica tomar decisiones como matricularse en el colegio o instituto más exigente, aunque se encuentre lejos del domicilio familiar e incluso obligue al estudiante a vivir con los abuelos; a cursar el bachillerato de ciencias, aunque luego piensa estudiar carreras, tradicionalmente más fáciles, como suelen considerarse muchas de letras y ciencias sociales. 

En cuanto a la educación superior, conviene elegir una carrera y una universidad relativamente exigentes, aunque otras opciones preferidas o más cómodas sean más sencillas o estén más cerca del domicilio familiar. En términos prácticos: convendría no estudiar administración de empresas o económicas, si la nota de selectividad permite acceder a matemáticas o alguna de las pocas ingenierías realmente difíciles que aún quedan en pie

Igualmente uno o dos años antes de terminar la carrera, es importante identificar y plantearse como objetivo puestos de trabajo exigentes con remuneración diferida, aquellos en los que, durante los primeros años, la recompensa será mayor en términos de formación que en ingresos inmediatos. 

Finalmente, es recomendable complementar la especialización obtenida en ese primer empleo con un posgrado de nivel necesariamente internacional, preferiblemente cursado en el extranjero o, al menos, lejos del entorno familiar. 

En todo caso, el joven, cuyas decisiones previas lo hayan dejado atrapado en carreras, centros o universidades, poco exigentes debería ignorar las abundantes normas sociales contrarias a la competencia y centrarse exclusivamente su rendimiento relativo, aspirando, alcanzar lo más alto, pero haciendo compatible  ese objetivo con un uso productivo de su abundante tiempo libre. Para ello, deberían emprender actividades que le supongan un desafío adicional y sirvan para compensar las debilidades que haya demostrado hasta ahora. Podría practicar deportes e exigentes y disciplinados, ejercer como delegado de curso, organizar sociedades de debate, dar clases particulares, aprender, idiomas o, lo mejor, trabajar en empleos reales. Lo esencial es que estas actividades cumplan dos requisitos: que sean exigentes y que complementen el desarrollo de su personalidad, evitando tanto el eco depresivo de las redes sociales, un cotilleo constante que debe aprender a controlar, como el cómodo refugio de memorizar apuntes, al que muchos buenos estudiantes se vuelven adictos, mejorando inútilmente sus calificaciones de manera marginal.

Por supuesto, la opción más recomendable para quienes posee mayor fuerza de voluntad es profundizar en aquellas materias que les resulten especialmente atractivas. Idealmente, un estudiante universitario debería poder formarse estudiando más y mejor. Sin embargo, para aquellos con una capacidad de autocontrol normal, es imprescindible estructurar sus actividades de tal modo que la exigencia provenga del exterior. En la práctica en la mayoría de los casos, un empleo real, que rara vez coincide con prácticas subvencionadas y mucho menos con un Erasmus de carácter casi turístico, aporta el mejor complemento formativo.

 


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