Durante la Primera Guerra Mundial hubo escasez de comida en Alemania y el
estraperlo y el mercado negro florecieron como consecuencia de la reducción de
la producción agrícola y del racionamiento introducido por el gobierno. Los
alemanes son un pueblo bastante homogeneo de manera que si una región alemana es
católica y otra luterana, podemos estar razonablemente seguros de que si
observamos comportamientos diferentes, la religión es un candidato para explicar
la diferencia. Pues bien, resulta que, recogiendo datos sobre desnutrición
infantil (reflejada en la altura de los individuos de una misma cohorte), parece
que las zonas luteranas sufrieron un menor deterioro del nivel de vida durante
la guerra que las zonas católicas y, una vez que eliminamos las diferencias en
la tasa de natalidad y en el nivel de vida, todavía “queda un efecto residual
positivo a favor del protestantismo que sugiere que hubo factores relacionados
con el protestantismo que ayudaron a que a este grupo social le fueran mejor las
cosas que a los católicos durante la guerra”. Estos resultados se explicarían
porque los costes de cooperar entre luteranos son más bajos que entre católicos
como consecuencia de una mayor confianza interpersonal que facilita los
intercambios y el desarrollo de los mercados anónimos. Citan los autores a
Arruñada (2010) que no encontró – en su trabajo – que Weber tuviera razón en
cuanto a lo de la ética del trabajo protestante pero que sí que encontró
indicaciones de una “ética social” protestante que anima a los “individuos a ser
más activos en el control social recíproco”, con una mayor calidad institucional
y menos confianza en la familia o en los círculos de amigos.
¡Siempre hablo de las mismas cosas!
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