Foto: F. Sean Mumson
Los súbditos de un país han de decidir si invierten o no o si se van a Portugal. Para decidir, han de calibrar si el Soberano de ese país se apoderará de sus inversiones – les expropiará – una vez que las hayan hecho o, por el contrario, mantendrá su compromiso – verbal – de que respetará los derechos subjetivos de sus súbditos y, especialmente, de los inversores. A este problema se le denomina el problema de cómo contraer un compromiso creíble.
Desde el punto de vista del Soberano, su interés ex ante – en el momento en el que los súbditos no han hecho las inversiones – es respetar los derechos de sus súbditos, incluidos los inversores porque así, conseguirá un aumento de las inversiones en su país con el consiguiente crecimiento de la base fiscal de la que podrá extraer, en el futuro, más impuestos. De manera que, para inducirles a invertir, ex ante, les prometerá que respetará sus derechos. “Sin embargo, a posteriori, una vez que los súbditos han acumulado riquezas, al soberano le conviene renegar de su promesa anterior y expropiar las riquezas de su súbditos”.
Naturalmente, los súbditos son homínidos evolucionados para detectar el engaño y se percatarán fácilmente de que el Soberano habla con lengua de serpiente (la promesa del Soberano no es creíble) y que, cuando las inversiones estén hechas, le será difícil resistir a la tentación de apoderarse de ellas. Así que, desconfiarán del Soberano y no realizarán las inversiones en primer lugar.
Este “juego” entre Soberanos y súbditos se repite en muchos otros ámbitos de la vida social:
Por ejemplo… un padre puede decirle a su hijo: "Si no te acabas la cena, te quedas sin postre". Pero el niño puede comprender que no es una amenaza creíble. Una vez terminada la cena, la fuerza de voluntad de los padres para imponer el castigo mientras su hijo grita y llora y los demás en la mesa observan el espectáculo puede ser limitada”
es decir, los hijos saben que el interés del padre en el momento de la cena es distinto y contradictorio con su interés tras la cena. En la cena, es lograr que el niño coma. Después de la cena, es poder tener la sobremesa en paz. Así que el niño actuará con inteligencia si se niega a comer en la confianza de que eso no le privará del postre. Luego están los padres psicópatas que, a pesar de que el niño se come toda la verdura y la carne, dejan al niño sin postre solo para demostrar que su autoridad no tiene límites o dar una lección a su hijo sobre que no debe confiar ni en su propio padre. Estos niños se convierten en adultos que no cooperan fácilmente con extraños y suelen vivir en países pobres y desgraciados.
Lo propio pasa con el rescate de los bancos
El Estado puede decir a los bancos: "Si tienes problemas de insolvencia, no te rescataremos". Pero los bancos despreciarán la amenaza como no creíble. Si los bancos tienen dificultades, dejarlos quebrar puede ser una alternativa demasiado costosa como para que el Estado siga adelante con su anterior amenaza.
¿Cómo se contraen promesas creíbles? Hay dos formas principales. Una es labrándose una reputación. La otra es mediante conductas por parte del Soberano, en nuestro caso, que hagan imposible la expropiación a posteriori. En el ejemplo del niño que no quería cenar, el padre puede hacer creíble su promesa de que el niño se quedará sin postre si no cena, bien porque la misma escena se haya producido en el pasado y el niño se ha quedado sin postre (o porque su hermano mayor sufrió tal suerte en una ocasión anterior, – no es cierto que no se aprenda en cabeza ajena –) o porque el padre tire a la basura el pastel o el helado que era el postre esa noche. Su reputación o su conducta “garantizan” que el padre cumplirá su promesa o su amenaza (según se “amenace” con un bien – no te expropiaré – o con un “mal” – te dejaré sin postre –).
La reputación es muy costosa de construir pero se destruye con gran facilidad, como dijo Warren Buffet (da igual, todo lo ha dicho Warren Buffet), de manera que un Soberano con reputación no la pondrá en peligro a cambio de hacerse con unos ingresos – producto de la expropiación y de renegar de su promesa – que no sean extraordinariamente elevados. La reputación permitió a Inglaterra, por ejemplo, emitir deuda pública en cantidades nunca vistas en la Historia del mundo para financiar sus guerras con un tipo de interés muy bajo. Porque Inglaterra nunca dejó de pagar los intereses de su deuda pública. España dejó de hacerlo 7 veces en el siglo XIX. España no podía endeudarse y tuvo que recurrir a la impresión de dinero (en el siglo XX) o, simplemente, renunciar a construir un Estado con altas capacidades para proveer a sus ciudadanos de servicios públicos y defender su territorio de ataques externos e internos (guerras civiles).
La segunda forma de contraer compromisos creíbles consiste en realizar conductas que hagan imposible – o muy difícil – renegar de la promesa más adelante. Los dos ejemplos más famosos son el de Ulises, que se ata al mástil, y el de Cortés que quema sus naves para asegurar que no se dejarán tentar por las sirenas y por el deseo de volver a España respectivamente.
En el caso de los Soberanos, el mecanismo más conocido para contraer compromisos creíbles es introducirlos en la Constitución. Si la Constitución de un país es “rígida” (¿por qué Inglaterra no necesitó una Constitución rígida?) y está efectivamente en vigor (¿por qué España no podía contraer compromisos creíbles recogiéndolos en la Constitución?), introducir una promesa en la Constitución es una forma eficaz de contraer un compromiso creíble. Hoy digo en la Constitución que las regiones carecen de derecho de autodeterminación y todos los súbditos pueden confiar en que el Soberano no renegará fácilmente de la promesa de mantener la unidad de España a cambio de los votos en una sesión de investidura. La Constitución habría de ser reformada y hacerlo es muy costoso. En el extremo – “cláusulas de eternidad” – infinitamente costoso: prohibiendo en la Constitución a los partidos que promuevan el derecho de secesión de una región.
Jón Steinsson, How Did Growth Begin? The Industrial Revolution and its Antecedents, April 18, 2020