En una entrevista, presenta su último libro en el que da una justificación de la legitimidad del “Estado social” desde una perspectiva cosmopolita (“Estoy a favor de una democracia con una amplia red de protección social en la que todavía haya espacio para que la gente utilice los ingresos que obtenga tras pagar sus impuestos para hacer lo que quiera. Como la mayoría de las socialdemocracias europeas: igualitarias hasta cierto punto, pero con cierto margen para diferencias sobre ese amplio umbral”). La igualdad absoluta, admite, acaba con los incentivos para producir y, sobre todo, con la libertad.
En la entrevista dice algunas cosas muy interesantes. Por ejemplo, defiende la nación – Estado como “el ámbito de mayor tamaño” donde los ciudadanos son tales, esto es, disfrutan de autonomía en sentido etimológico y jurídico: la capacidad para dictarse sus propias normas. Es en el marco del Estado-nación, en efecto, donde los ciudadanos, a través de la democracia representativa, participan en la elaboración, aprobación y modificación de las leyes. De ahí, creo, la relación importante entre la ciudadanía, la democracia y la soberanía.
Adam Smith ciertamente vio algunos de los elementos depredadores del materialismo asociado al capitalismo y fue un crítico vehemente tanto de la conquista colonial como del comercio de esclavos. Pero no pensaba que fuera inevitable, es decir, creía que el capitalismo, debidamente regulado, podría evitar tales defectos. Creía que el Derecho debía frenar los excesos de la codicia capitalista. Pero también creía que la libre circulación del capital y del trabajo sería un gran igualador, que haría posible a la gran mayoría llevar una vida decente. Pero esto no sería posible si existían empresas monopolísticas como la Compañía de las Indias Orientales no sometidas a la ley. Smith era partidario de normas que limitasen el poder de los monopolios y la influencia de las empresas en el proceso político. Así que esa es una forma en que sus reflexiones sobre el capitalismo, a favor y en contra, están conectadas con su énfasis en una obligación del Estado de ayudar económicamente a los necesitados.
En este sentido, otra fuente para el pensamiento de Smith sobre las obligaciones públicas de asistencia social era la situación de Escocia comparada con la de Inglaterra. Como escocés que vivió durante largos períodos en Inglaterra, Smith comprobó que, a diferencia de los niños de clase trabajadora en Escocia, a quienes se les daba una instrucción pública gratuita y obligatoria, en Inglaterra se les enviaba directamente a fábricas sin educación alguna. Y dedujo que las "capacidades humanas" de estos últimos estaban siendo "mutiladas y deformadas". El Estado, concluye, tiene el deber de proporcionar a todos sus ciudadanos los elementos que permitan realizar las oportunidades humanas esenciales. Pensadores posteriores, como T. H. Green, desarrollaron esta idea transformándola en un amplio apoyo político a la educación primaria y secundaria obligatoria y gratuita.
Pero no puedo estar más de acuerdo que con su afirmación final en la entrevista:
me gustaría añadir que una cosa en la que creo con todo mi corazón: deberíamos elegir más científicos para el Congreso... Gran parte de nuestra política la hacen personas que ignoran la Ciencia o que incluso creen en paparruchas
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