Natalia Goncharova
Lo de hoy de Iñaki Gabilondo ha sobrepasado todas las líneas que separan a aquellos con los que se puede discutir y acordar de aquellos con los que no queda más remedio que convivir y conllevarse pero con los que no hay por qué llegar a ningún acuerdo. Gabilondo, olvidándose de las cosas que ha dicho su emisora, su periódico y su empresa – por usar sus mismos términos – sobre Vox y Ciudadanos, ha lanzado la caña para pescar a Bildu para la democracia representativa. El PSOE puede aceptar su abstención para convertir a Sánchez en presidente del gobierno. PRISA lo ha bendecido (auguro que, en los próximos días, los articulistas de EL PAIS y la SER escribirán columnas en la misma línea).
Gabilondo dice que eso no significa pactar con Bildu. Pero que Ciudadanos acepte que Vox pacte con el PP es una infamia y supone blanquear a la extrema derecha.
Tres observaciones sobre lo dicho por el mejor locutor de la radio española y uno de esos a los que se ha aplicado perfectamente el principio de Peter.
Primera. El PSN ha pactado con Bildu para la mesa del parlamento de Navarra. Lo explicó Esparza perfectamente:
«La Mesa en Navarra se negocia como en todos los sitios, con acuerdos; aquí hubo una exigencia de Geroa Bai y el PSN la aceptó. Se ha pactado con Bildu como en otros lugares se ha pactado con Vox», explica. PSN, Geroa Bai, Podemos e IU suman 23 votos, «suficientes», apunta Esparza, «para haber dejado fuera de la Mesa a Bildu. Pero el PSOE no quiso».
Si la constitución de la mesa forma parte de un pacto más amplio que culmina con Chivite de presidenta de Navarra, el PSOE habrá consumado un pacto con los herederos de ETA. Herederos que han aceptado la herencia de ETA a beneficio de inventario, inventario que el PSOE parece dispuesto a reconocer no exigiéndoles, antes de sentarse con ellos a preparar una cena o tomarse un vino, que renieguen de ETA, dejen de hacer homenajes a los miembros de la banda terrorista, aclaren los 300 asesinatos sin resolver, dejen de acosar a los no nacionalistas y pidan perdón a todas y cada una de las familias de los asesinados, mutilados y exiliados provocados por ETA. Que Gabilondo no vea que la normalización democrática de Bildu, tenga los votos que tenga, no se puede producir hasta que tales condiciones se hayan cumplido, refleja bien la deriva de la izquierda española alimentada por los medios de comunicación de PRISA. Algún día pediremos la correspondiente indemnización de daños y perjuicios.
Segunda. El programa con el que el PSN se presentó a las elecciones era una enmienda a la totalidad de lo hecho por el cuatripartito en Navarra. Chivite no parece ver problema alguno en gobernar en un cuatripartito idéntico al anterior salvo porque ahora es ella la que va a dirigir el gobierno en lugar de Barkos. ¿Cómo va a convencer a sus compañeros de gobierno de que renieguen de todo lo que promovieron cuando estaban en el gobierno dirigido por la señora Barkos con sólo 11 escaños de los 23? ¿No ve el PSN ninguna contradicción entre lo que prometieron a sus electores y lo que van a hacer? O quizá es que los programas es lo último que importa para tomar las decisiones políticas. Quizá debiéramos prohibir a los partidos que presenten programas para evitar que los más crédulos de los votantes resulten engañados. Parece que los del PSOE son felices así.
Tercera. Es del todo punto ignominioso equiparar a Vox con Bildu. A Vox se le puede y se le debe comparar con Podemos. Son ambos dos grupos, en los dos extremos, que pretenden modificar sustancialmente la Constitución restringiendo los derechos de un grupo relevante de la población. Solo difieren en qué grupos son los que se verán afectados por la restricción de derechos que seguiría a un gobierno monocolor de Vox o de Podemos. Vox quiere restringir los derechos de los extranjeros y regular más restrictivamente el aborto, quiere reducir las autonomías a descentralización administrativa y relacionar jerárquicamente al español con las lenguas vernáculas. Podemos quiere suprimir el art. 2 de la Constitución reconociendo el derecho de autodeterminación de las “naciones” (cuantas quiera que sean éstas); quiere acabar con la nación española, suprimir la monarquía, acabar con la libertad de enseñanza, con las televisiones privadas y, en general, restringir notablemente el derecho de todos nosotros a ganarnos la vida como queramos. Me es imposible ver más riesgos para la libertad de los individuos en Vox que en Podemos. Pero PRISA, EL PAIS, la SER y Gabilondo en particular, en su campaña de apoyo al PSOE por encima de cualquier regla o principio, pretenden que Vox no es ya comparable a Podemos sino a Bildu. Eso es una ignominia.
Vox, mal que le pese a nuestros afrancesados del nordeste de España, no es un partido cuyo programa o conducta exija hacer con ellos lo que debe hacerse con Bildu o con cualquier otro partido que apoye o haya apoyado la violencia (y no haya renegado de su pasado). Esa es la auténtica línea roja. Partidos semejantes a Vox gobiernan en media Europa en solitario o en coalición con partidos conservadores, liberales e incluso socialdemócratas, del mismo modo que nadie reprocha al PSOE el pacto con Podemos o con el PNV a pesar de que, en muchos aspectos, es un partido cavernícola, porque no ha justificado ni apoyado la violencia. ERC y JxC presentan, en este sentido, más objeciones porque dieron un golpe de Estado posmoderno en octubre de 2017. Unos partidos golpistas no son dignos compañeros de viaje de un partido español y socialdemócrata. Sin embargo, nadie en el PSOE ni en PRISA ha reprochado al PSC que haya pactado con ambos en más de 50 ayuntamientos de Cataluña (y en ninguno con el PP o con Ciudadanos). Incluso algunos afrancesados del nordeste han “comprendido” los pactos del PSC con ERC y JxC. El mal menor, lo llaman.
Vox, como ha dicho expresivamente Rafa Latorre, no es más que una “protuberancia” que le ha salido al PP y que el PP está “reabsorbiendo… a una velocidad de vértigo”. Si Latorre tiene razón, el hueco de mayor tamaño para Ciudadanos está entre un partido conservador – el PP – y un partido socialdemócrata – el PSOE –. Y si Latorre tiene razón, la única política sensata en relación con Vox es la de acelerar dicha reabsorción antes de que se convierta en un callo permitiéndole participar, a través del PP, y desde fuera de los gobiernos, en la vida pública española. La estrategia francesa es única en Europa y sólo se explica por su sistema electoral a doble vuelta que permite concentrar los votos contra el candidato del Frente Nacional. Esa estrategia es impracticable en el resto de Europa porque, como demuestra el caso español, exigiría hacer lo propio con el otro extremo del arco político y con partidos como Bildu o ERC o JxC. Es, además, hipócrita porque los partidos conservadores y republicanos – como el de Sarkozy o incluso el de Valls – han asumido los planteamientos de la extrema derecha francesa en punto a la inmigración. Y, en fin, es suicida porque el día que el FN gane por un voto a los republicanos (como sucede con ERC y JxC en Cataluña o con el PNV y Bildu en el Pais Vasco), la hegemonía habrá cambiado de bando y será irreversible. Vean lo que ha pasado en Estados Unidos, Hungría, Polonia, Reino Unido y probablemente acabe pasando en Italia. O los centristas dejan de atacarse recíprocamente, o viviremos en medio de una guerra civil “blanda” en toda Europa.
En fin, Bustos ha criticado a Ciudadanos por no explicar su negativa absoluta a colaborar en la entronización de Sánchez como presidente de un gobierno en solitario con solo 123 escaños – recuerden, los de Rajoy en 2015 – . Y tiene razón. Rivera debe explicar “por lo menudito” por qué, a la vista de los resultados electorales, no ha de revisar su decisión de excluir cualquier acuerdo con Sánchez. Toni Roldán se ha equivocado. Un partido no es un club. Un partido es algo mucho más sucio, incómodo y marrullero que un club. Hay que tener más aguante. Si no lo tiene, si quiere volver a la vida “civil”, debería haberse ido silenciosamente y una vez aclarada la situación. Irse ruidosamente – dañando al partido – no es lo que yo hubiera hecho. Porque sabía que ese “ruido” no podía beneficiar ni en el corto ni en el largo plazo al partido. Esperemos que su salida no signifique que lo ha captado un proyecto político rival.
Mi intuición me dice que la composición de lugar que se hace Rivera y la inmensa mayoría de la comisión ejecutiva de Ciudadanos es que Sánchez sólo quiere gobernar en solitario y, que si tiene que llegar a algún acuerdo, será con Podemos. Y que está utilizando a Ciudadanos, simplemente, para reblandecer a Podemos para que Iglesias acepte – lo que sería un suicidio – no entrar en un gobierno de coalición; que Sánchez no estaría, en ningún caso, dispuesto a tener como vicepresidente a Rivera y que, antes de eso, convocaría nuevas elecciones para las que un Ciudadanos dividido precisamente por este asunto, sería un rival más débil.
Si mi intuición es correcta, sigo sin entender por qué Rivera no sale y dice que estaría dispuesto a ser vicepresidente de un gobierno presidido por Sánchez sobre la base del acuerdo de 2016 más tres o cuatro decisiones fundamentales sobre Cataluña y demás regiones con gobiernos nacionalistas relativas a los derechos de los no nacionalistas en esas zonas de España. Con Rivera y cuatro ministros de Ciudadanos, la estrategia de Sánchez de apoyarse en cualquiera sucesivamente sería mucho más difícil de practicar y, dadas las características personales de uno y otro, sería un regalo para Rivera.
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