“En un intento exitoso por por poner fin al infanticidio, los bonobos construyeron una sociedad sexualizada y dominada por las hembras en que la paternidad es un misterio (todos copulan con todas por lo que los machos quedan in albis respecto de la paternidad de cada cría)… Al incrementar la certeza de la paternidad (gracias a la familia nuclear y al emparejamiento monógamo) allanamos el camino para una implicación masculina creciente en el cuidado de la prole. En el proceso, tuvimos que limitar el sexo fuera de la familia nuclear; hasta nuestros testículos reducidos nos cuentan una historia de compromiso aumentado y libertad recortada…
La obsesión masculina por el sexo puede ser universal, pero aparte de esto diferimos drásticamente de nuestros parientes cercanos. Hemos retirado el sexo del dominio público… para practicarlo únicamente en el ámbito familiar… Nuestras sociedades están organizadas para… la crianza cooperativa, esto es, una multitud de individuos que trabajan juntos en tareas que benefician al conjunto. A menudo las mujeres supervisan conjuntamente a los menores, mientras que los varones acometen empresas colectivas como la caza o la defensa del grupo. De este modo, la comunidad consigue más de lo que puede aspirar a lograr cada individuo por sí solo, como conducir una manada de bisontes hacia un precipicio o tirar de pesadas redes repletas de peces. Y esta cooperación depende de que todos los machos del grupo tengan la oportunidad de reproducirse. Todo varón debe participar de los beneficios del esfuerzo cooperativo, lo que implica una familia a la que llevar el botín. También implica que todos deben confiar en todos. sus actividades a menudo los apartan de sus parejas durante días o semanas. Sólo si hay garantías de que a nadie le pondrán los cuernos, los hombres estarán dispuestos a partir juntos para cazar o hacer la guerra.
El dilema de cómo promover la cooperación entre rivales sexuales se resolvió de un solo golpe con el establecimiento de la familia nuclear. Este convenio brindó a casi cada varón la opción de reproducirse y, por ende, incentivos para contribuir al bien común…. en el vínculo de pareja humano se encuentra la clave para el increíble nivel de cooperación que distingue a nuestra especie. La familia, y todo lo que la rodea, nos permitió elevar las alianzas masculinas a un nuevo nivel desconocidos en otros primates (sustituyendo al macho alfa y su harén por una coalición gobernante de los machos casados)… En la vida diaria podemos separa rlos dominios social y sexual, pero en la evolución de nuestra especie están estrechamente entrelazados…
¿Qué tipo de conmutador convierte a unos chimpancés que fueron compañeros en enemigos mortales? Sospecho que los conmutadores funcionan de manera similar en ambas especies y son controlados por la percepción de intereses compartidos frente a intereses discrepantes. siempre que los individuos compartan un propósito común, suprimirán los sentimientos negativos. Pero tan pronto como el propósito común se desvanezca, las tensiones aflorarán.
… Sólo cuando los intereses de una colonia colisionan con los de otra tiene sentido el conflicto. La guerra no es un impulso irreprimible. Es una opción… un aspecto del comportamiento humano que el chimpancé no puede iluminar es algo que hacemos aún más que la guerra: mantener la paz. La paz entre las sociedades humanas es algo tan corriente como el comercio, el compartir agua potable y los enlaces matrimoniales. Aquí los chimpancés no tienen nada que decirnos ya que carecen de lazos intercomunitarios. Las relaciones entre grupos se reducen a grados variables de hostilidad. Esto significa que para comprender las relaciones intergrupales humanas al nivel más primario, debemos ir más allá del chimpancé como modelo ancestral… los dominios solapados y la amalgama en los límites territoriales de las comunidades de bonobos contrastan vivamente con la interacción entre los grupos de chimpancés … cómo han conseguido escapar (los bonobos)… de lo que mucha gente considera la peor lacra de la humanidad: nuestra xenofobia y la tendencia a minusvalorar la vida de nuestros enemigos… (¿la domesticación en los bonobos ha sido completa y ha eliminado no solo la agresión reactiva sino también la agresión proactiva?)… Todas las sociedades humanas conocen los matrimonios interétnicos y, por tanto, el flujo génico entre grupos que vuelve contraproducente la agresión letal. Aunque se pueda ganar algo al apropiarse del territorio de otro grupo, hay contrapartidas como las bajas propias, los parientes muertos del otro bando y la reducción de tratos comerciales… Así pues, nuestras relaciones intergrupales son inherentemente ambivalentes: un trasfondo hostil se combina a menudo con un deseo de armonía… Aunque la migración femenina pueda dar lugar a un flujo génico entre las comunidades de chimpancés, su hostilidad mutua impide el intercambio sexual libre descrito en los bonobos.
Frans de Waal, El mono que llevamos dentro, 2009 pp 129-133
No hay comentarios:
Publicar un comentario