lunes, 9 de febrero de 2015

El capital social o cívico

Para que las instituciones y los mercados funcionen correctamente, la gente necesita confiar en los extraños

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“When we say we trust someone or that someone is trustworthy, we implicitly
mean that the probability that he will perform an action that is beneficial…is high enough for us
to consider in engaging in some form of cooperation with him.”

Los economistas y politólogos han desarrollado en las últimas décadas la idea de que dos sociedades, por lo demás, bastante semejantes, pueden experimentar niveles de bienestar diferentes en función de las diferencias en su stock de “capital cívico” o social. Por ejemplo, la minoría de origen albanés en el sur de Italia – llegó al reino de Nápoles en el siglo XV y XVI – participa más en las votaciones al parlamento europeo que la media de los habitantes de la zona pero participa en los mismos niveles en las elecciones locales y nacionales en las que, se supone, hay un interés clientelar más marcado por hacerlo en cuanto los votantes pueden recibir beneficios particularizados de votar por el cacique correspondiente. En las zonas de Alemania del Este donde había una red más densa de agentes de la Stasi, el nivel de cooperación entre los paisanos, tras la unificación, era significativamente menor que en otras zonas por la desconfianza generada por el espionaje.

En un trabajo de 2010, (Luigi Guiso, Paola Sapienza, Luigi Zingales, Civic Capital as the Missing Link) se define el capital cívico o social como “las creencias y valores persistentes y compartidas que ayudan a un grupo a superar el problema del gorrón (free riding) en la realización de actividades sociales valiosas”. O sea, valores y creencias que promueven la cooperación entre los miembros de una Sociedad. En su definición, el capital cívico genera, necesariamente, más bienestar social porque excluyen de la misma la cooperación para apropiarse de rentas. Por ejemplo, la cooperación entre los miembros de la mafia o entre cartelistas no es expresión de capital cívico. Una Sociedad en la que la mafia florece o florecen los cárteles no es una Sociedad con altos niveles de capital cívico. En realidad, podríamos prescindir de la distinción si aplicamos la definición exclusivamente al nivel de la Sociedad en su conjunto (es la distinción entre generalized trust y specific trust desarrollada por Zingales). Si las creencias y valores relevantes son aquellos que facilitan la cooperación a nivel de toda la Sociedad en su conjunto y le permite implementar mejoras de Pareto. Porque, en tal caso, no hay externalidades negativas sobre miembros de esa Sociedad (como las hay en la actuación de las mafias o de los cárteles. Los comerciantes sometidos a la extorsión en el primer caso y los consumidores que pagan precios más altos en el segundo). Pero si una sociedad tiene elevados niveles de "confianza específica" - la desplegada sólo en el seno de los grupos sociales - el resultado puede ser el desastre (Germany’s vibrant “civic society”, its dense network of social clubs and associations, facilitated the rise of the Nazi Party,both by bringing more people into contact with the party’s message and face-to-face with (convincing) members... social capital in the form of a rich associational life had major corrosive effects in Weimar Germany.)

Sobre esta base, las creencias y valores que pueden contribuir potencialmente al capital cívico de una Sociedad son aquellas que aumentan la confianza generalizada (por oposición a la confianza específica o la que se tiene frente a grupos particularizados de individuos en una sociedad, por ejemplo, los curas) de unos ciudadanos en otros por el mero hecho de ser conciudadanos. Según el ESSIn some countries (e.g. Bulgaria, UK, Spain and Portugal) people are more positive about their relationships with friends and family. In other countries (e.g. Hungary, Sweden and Norway) people are, on average, more positive about their connections to the wider community. Es esta confianza generalizada la que, con seguridad, mejora el bienestar social porque no tiene efectos externos negativos sobre algunos miembros de la Sociedad. Hay una fuerte correlación entre la medida de capital social o cívico en una sociedad y el desarrollo económico expresado en PIB per capita.

Es decir, que una Sociedad tienen más capital cívico si la cooperación entre sus miembros es más fácil porque la gente se fía los unos de los otros de manera que han de invertirse menos recursos en vigilar y castigar al que incumple y, ex ante, el volumen de relaciones cooperativas entre los individuos – que generan una ganancia porque son juegos de suma positiva – es mayor porque la gente confía más en que los demás no les engañarán y cumplirán los acuerdos. Un ejemplo obvio sería el del ciudadano que cree que el personal sanitario no le atenderá sino le paga un soborno como, al parecer, ocurre en Grecia. Unas relaciones semejantes acabarán por convertir a todos los médicos en corruptos (“a receiver who knows that the sender expects him to cheat is more likely to cheat, as shown by Reuben et al. (2009). Thus, mistrust breeds mistrust”) no sólo en el sentido de cobrar indebidamente por su prestación, sino en el sentido de que su prestación – la atención médica – será de menor calidad. La contraposición con nuestro país, donde nuestros médicos son, generalizadamente, empleados públicos que trabajan honradamente, es notable y conduce a que los médicos sean los más valorados en las encuestas en relación con otros operadores económicos lo que se ha de traducir en una mayor esperanza de vida y en mejores indicadores de salud de la población en la medida en que la atención médica de calidad sea relevante para esos indicadores. Los autores citan un estudio según el cual “los inmigrantes que provienen de países donde la confianza entre los ciudadanos es elevado y se instalan en Sociedades donde la confianza es baja, son engañados con mayor frecuencia” y, viceversa, los inmigrantes en Sociedades donde la confianza es alta asumen esos valores – por ejemplo, en su ética del trabajo – aunque provengan de Sociedades donde la confianza es baja (vean lo que opinaban los comerciantes extranjeros de la honradez de los gaditanos en el siglo XVII y la importancia de las ideas de “comunidad” entre los comerciantes con independencia de su pertenencia o no a la localidad o piensen en la elevada “honradez” de los inmigrantes del Sur de Italia que se asientan en el norte). Y, en general, y como refleja el gráfico de arriba, hay una correlación evidente entre bienestar económico y confianza derivada de la contestación a la pregunta acerca de si Vd cree que se puede confiar en la gente o por el contrario piensa que hay que tener mucho cuidado porque te engañarán. La multiplicidad de contactos entre los miembros de una población si estos contactos son cooperativos incrementará la confianza. Por ejemplo, hay estudios que indican que lo contrario es lo que ha sucedido entre israelíes y palestinos como consecuencia de la ruptura total de contactos entre ambas poblaciones.

Un mayor nivel de capital cívico reduce las necesidades de regulación. “la gente más civil es la que confía más en los demás. Cuando la gente no es civil, la única forma de reducir las externalidades es a través de la regulación, de ahí la correlación entre desconfianza y regulación”.

Mi ejemplo favorito es aquí el de la relación alumnos – profesor. Mis alumnos son de quinto de carrera y se han “autoseleccionado” para trabajar duro porque han elegido hacer dos carreras simultáneamente. Uno de mis objetivos en los primeros días de clase es generar confianza en ellos respecto de que si trabajan bien, aprobarán y que han de trabajar con el objetivo de aprender, no con el objetivo de superar el examen. No hay fechas de entrega de los trabajos, no hay registro de los trabajos que han hecho y no han hecho o de la calidad de los mismos. Cuando creen que han hecho un buen paper me lo envían, se lo corrijo y se lo devuelvo corregido, pero no “registro” la nota correspondiente. Al final del curso se autoevalúan y la nota de calificación coincide, en general, con la nota de autoevaluación. Junto a este sistema basado en la “confianza” hay, naturalmente, un examen final donde se comprueba lo que han aprendido del Derecho de Sociedades (los seminarios van referidos a Derecho de Contratos, sobre todo). Un mayor nivel de confianza reduce el escaqueo, el engaño y la agresividad en la relación profesor-alumno: los “costes” de dar clase se reducen porque debo emplear menos tiempo en las tareas de vigilancia y control de lo que hacen y los alumnos disfrutan de mayor flexibilidad para organizar el tiempo que dedican a la asignatura, con las consiguientes ganancias de eficiencia. En España, en general, sufrimos un exceso de regulación de las relaciones sociales (espectacular es el caso de las relaciones laborales) porque padecemos un déficit de capital cívico en el sentido de confianza general (y un exceso de confianza específica en los miembros de nuestro grupo particular – familia, amigos, compañeros de trabajo –).

En este trabajo (Paccagnella, Marco and Sestito, Paolo, School Cheating and Social Capital (February 20, 2014) se analiza el nivel de trampas registrado en unas pruebas objetivas que se realizan en Italia y semejantes a las que realizan ahora en España las Comunidades Autónomas con alumnos de primaria o de secundaria para comprobar si dicho nivel está relacionado con el capital cívico en las distintas zonas de Italia, de nuevo medido éste por la participación en las elecciones y especialmente en referéndums y el volumen de donaciones de sangre. Los profesores no tienen incentivos profesionales o materiales para hacer trampas, de manera que un elevado nivel de trampas en estos exámenes solo se explica por desconfianza hacia las autoridades o desprecio, en general, del sistema y alta tolerancia hacia el incumplimiento de las normas. Los alumnos hacen trampas y los profesores toleran esas trampas: “la más alta incidencia de conductas oportunistas en áreas geográficas con baja dotación de capital social sugiere que el sistema escolar no está transmitiendo adecuadamente las normas de conducta deseables”, al menos en la medida en que esas conductas incorrectas vengan inducidas por los propios maestros (que es plausible en los exámenes de primaria y menos en los exámenes de secundaria porque los alumnos se juegan más). ¿Cómo se sabe si los alumnos habían copiado en los exámenes? A través de indicios: resultados extraños, soluciones correctas anormalmente altas, muchas respuestas correctas a preguntas difíciles que varían en unos colegios y otros, escasa diferencia entre el volumen de respuestas correctas de los alumnos de una misma clase, escasas respuestas en blanco, idénticas respuestas incorrectas de alumnos de una misma clase… Los resultados son llamativos: “en quinto de primaria, un incremento en la participación en referendums de 1 de desviación típica (aprox. un 7 %) está asociado con una reducción de entre un 4 y un 5 % de desviación típica en trampas en los exámenes”. Los resultados se reflejan en esta imagen

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Como puede observarse, hay correlación negativa entre participación en los referendum y nivel de trampas en los exámenes.

En general, la educación y la religión pueden aumentar o disminuir el volumen de capital social o cívico en una Sociedad. Los estudios recientes sobre la falta de honradez de los banqueros indican que la formación financiera tiene algo que ver al configurar las expectativas de los que entran en un grupo sobre el comportamiento que se espera de ellos.

La relación entre capital social o cívico y capital humano se encuentra en el “titular” de dicho capital. Si nos referimos al capital humano no sólo como a los conocimientos que posee un individuo sino también a sus relaciones (con quién está conectado), entonces capital social y capital humano serían sinónimos. La definición de estos autores es más estrecha de la que han dado los politólogos (Coleman, Putnam, Fukuyama). Según estos
“el capital social es el conjunto de relaciones que refuerzan la aplicación efectiva de las normas sociales. Por ejemplo, normas que impiden los delitos en una ciudad permiten a las mujeres pasear tranquilamente por la calle por las noches y a los ancianos, lo mismo. En el lenguaje de los economistas, el capital social es el mecanismo de enforcement social” .
La comparación con el enforcement jurídico es evidente: cuando mayor sea el capital social de una Sociedad, menos tendrá que invertir en asegurar jurídicamente (administración de justicia, policía) el cumplimiento de las normas. Si las normas generan bienestar social, elevar el grado de su cumplimiento aumenta el bienestar social y hacerlo al menor coste posible resulta preferible. Este “si” es importante puesto que si las normas cuyo cumplimiento se refuerza por estas creencias y sentimientos compartidos son “malas” en el sentido de que reducen el bienestar social (por ejemplo, la desconfianza hacia el extranjero), la Sociedad estará peor, será más pobre con elevados niveles de capital cívico, del “malo”. Véase este estudio sobre los efectos, siglos después, de la institución de semi-esclavitud en que consistía la mita en términos de alfabetización y desarrollo económico.

La definición de capital cívico de Guiso/Sapienza/Zingales tiene la ventaja de que permite medirlo y elaborar estudios empíricos y comprobar si hay correlación y causalidad entre mayores niveles de capital cívico y bienestar económico. Las formas de hacerlo incluyen los sondeos de opinión sobre valores que incluyen ya sistemáticamente preguntas que reflejan el nivel de confianza generalizada y particular de unos ciudadanos en sus conciudadanos o los de otros países y formas indirectas tales como el volumen de donación de órganos o de sangre o la participación en las elecciones como casos de conductas altruistas (ambas magnitudes están correlacionadas, es decir, las zonas donde hay más donantes de sangre y de órganos reflejan también mayor participación en las elecciones). El más famoso paper al respecto es el del volumen de multas de aparcamiento que reciben los diplomáticos acreditados en la ONU. Como no están obligados a pagarlas, el volumen de infracciones refleja las creencias de los diplomáticos y el nivel de cumplimiento espontáneo de las normas en sus países de origen. La tercera vía son los estudios históricos. Por ejemplo, países africanos que sufrieron la esclavitud reflejan aún hoy bajos niveles de confianza generalizada en sus poblaciones (“Africans whose ancestors faced a higher chance of being captured and sold as slave today trust their relatives, neighbors, and local council less”.) precisamente porque, a menudo, eran los propios vecinos y ayuntamientos los que entregaban a sus paisanos a los traficantes de esclavos. También parece haber correlación entre confianza y variabilidad climática, lo que se explica porque el valor de un seguro (o sea, una colectivización de los riesgos) es mayor cuando la probabilidad de un shock debido a los factores atmosféricos respecto de la producción agrícola es mayor.

En sentido contrario, la aparición de partidos extremistas que pretenden convencer a una mayoría de que hay una minoría que les explota – como sucede, por ejemplo, con Podemos y sus referencias a la casta – es a la vez síntoma y causa de una reducción del capital cívico de una Sociedad. Una Sociedad en la que estos partidos tienen un seguimiento amplio es una Sociedad en la que los ciudadanos no se fían de los demás y, por tanto, limitarán sus relaciones de cooperación y perderán las ganancias asociadas a la cooperación voluntaria. Podemos es dañino para España, sobre todo, por esta razón. Generar división y enfrentamiento cuando los problemas que la aparición de este tipo de partidos refleja pueden resolverse con más cooperación, no con menos, resulta inquietante.

Luigi Guiso, Paola Sapienza, Luigi Zingales, Civic Capital as  the Missing Link, 2010

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