domingo, 5 de febrero de 2017

Leyes de pobres, aversión al riesgo y estabilidad social

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Dibujo de OCRE @lecheconhiel


La expropiación de las propiedades de la Iglesia por parte de Enrique VIII en el siglo XVI “destruyó el entramado institucional que, en Inglaterra, procuraba asistencia a los más pobres” (Slack), asistencia que, en China la proporcionaba el clan (la familia extensa en contraposición a la familia nuclear que se había impuesto por la Iglesia en Europa a través, por ejemplo, de la prohibición del matrimonio consanguíneo). Inglaterra con, Holanda, fue también el primer país en el que los salarios eran la fuente principal de ingresos de la mayoría de la población (por oposición a las economías de subsistencia en las que la mayor parte de los ingresos de los individuos provienen de la agricultura). Estas dos circunstancias históricas explican por qué Inglaterra fue el primer país que organizó la asistencia social con cargo a impuestos sobre la base de reconocer un derecho subjetivo a recibir una prestación pública aunque el protagonismo público en la atención de los pobres era general en Europa. Al mismo tiempo que se constituye la Compañía de las Indias Orientales, se promulga la Ley de Pobres. 1601.

La cuantía de las prestaciones equivalía a la mitad del gasto público no militar y a la mitad del gasto militar. El resto de Europa siguió confiando a las instituciones religiosas y a mutualidades la atención de los pobres (y a los pueblos o las ciudades, pero las diferencias mayores, en el caso inglés, se refieren a las zonas rurales) de manera que, por una casualidad histórica, no se vieron igualmente presionados para racionalizar el sistema, racionalización derivada de la utilización del sistema impositivo (y de un impuesto sobre la propiedad inmueble con efectos, por tanto, muy redistributivos) y del Derecho para organizar las prestaciones y, racionalización, que requería una elevada capacidad estatal para recaudar los fondos y asegurar su distribución de acuerdo a criterios de pobreza y garantizar su aplicación uniforme en todo el territorio evitando que unos pueblos se aprovecharan de los esfuerzos de otros y reduciendo la presión de la emigración del campo a las ciudades – donde la asistencia estaba mejor organizada – en épocas de penuria.

¿Qué efectos tuvo sobre la sociedad inglesa la política de sostener los ingresos de los más pobres con cargo a un impuesto sobre la propiedad inmueble?

Mantener la paz social


Malthus se ocupó de la cuestión y propuso la derogación de las Leyes de Pobres. Y los estudios modernos parecían indicar que pudieron incrementar el número de pobres y reducir los incentivos para trabajar. Grief y Murat revisan esos estudios y, tras un análisis de los efectos en el largo plazo (200 años) sobre la base del análisis de centenares de parroquias inglesas, concluyen que los efectos de las Leyes de Pobres, especialmente en los siglos XVII y XVIII, fueron enormemente beneficiosos para la estabilidad social y para el desarrollo económico. Permitieron a Inglaterra convertirse en una Economía industrial y aplicar las innovaciones tecnológicas al minimizar la resistencia social a los cambios, a la disrupción que la extensión de los mercados provoca sobre las relaciones sociales y sobre la cobertura de riesgos que proporcionaban las instituciones precapitalistas. Las leyes de pobres actuaron como el airbag, los frenos ABS o el cinturón de seguridad: al mejorar la seguridad, permitieron conducir a más velocidad sin aumentar el número de accidentes.
“Los cambios económicos pueden socavar el orden social; las innovaciones económicamente beneficiosas pueden producir, a menudo, externalidades pecuniarias negativas que afectan a terceros, los cuales podrían responder violentamente, en sociedades pobres y desiguales especialmente los que viven al borde de la subsistencia. Si cabe esperar una respuesta violenta, los rendimientos de las innovaciones pueden reducirse y se disuaden los cambios económicos que son beneficiosos socialmente. Las instituciones sociales pueden contribuir, pues, al progreso económico si reducen la probabilidad de reacciones violentas por parte de los perdedores”.
Los autores muestran que las leyes de pobres redujeron la mortalidad entre las clases populares sin que hubiera un aumento de los salarios, lo que se explica porque los más humildes estaban mejor alimentados. Las leyes de pobres contribuyeron a ralentizar el crecimiento de la población (en contra del análisis de Malthus que consideraba que los pobres tendrían más hijos gracias a la subvención) y a pacificar la sociedad hasta el siglo XIX.
Los condados de Inglaterra que proporcionaban más asistencia a los pobres sufrieron menos revueltas y produjeron más innovaciones – medidas por el número de patentes –”.
El contraste con China parece notable: en China se producían más de cien revueltas armadas al año, muchas de ellas causadas por hambrunas. Nada hay tan imprescindible para el desarrollo económico como la paz. El crecimiento económico que generan los mercados requiere de relaciones sociales pacíficas de manera que pertenecen en la misma medida y con la misma importancia a la “infraestructura institucional” de las economías de mercado las instituciones que facilitan los intercambios, la especialización y la división del trabajo y las que aseguran la paz social. Desde el perdón de las deudas (jubileos) hasta la seguridad social estas instituciones reducen los incentivos de los pobres para apropiarse por la fuerza de los bienes de los ricos y refuerzan los incentivos de todos para generar riqueza (para mejorar su condición) si pueden contar con conservar lo que obtengan.


La existencia de una red social que asegura la subsistencia reduce además la aversión al riesgo


Y en otro paper, los autores generalizan las ideas expuestas (y añaden la relevancia del carácter más o menos colectivista o individualista de la cultura del país) señalando que las instituciones sociales que reducen la inestabilidad social pueden ser decisivas para explicar la aplicación del conocimiento científico y tecnológico a las actividades económicas, que constituye la fuente del aumento de la productividad del trabajo y del crecimiento económico en general.

Estas innovaciones pueden no llegar a aplicarse por diversidad de razones. Por un lado, porque el innovador ha de asumir un riesgo individual que puede no estar en condiciones de soportar y – en la línea de las leyes de pobres – por otro lado, porque las innovaciones que aumentan la productividad no son mejoras de Pareto sino que dejan “peor” a muchos en comparación con la situación previa a la aplicación de la innovación. Las instituciones, pues, deberían incentivar a los innovadores reduciendo el riesgo que soportan y crear las redes de sustento de los perdedores. La creación de redes de asistencia social reducen la resistencia frente a las innovaciones y garantizan que los perdedores serán compensados, gracias a las transferencias. De esta forma, las innovaciones – que no son mejoras de Pareto – se convierten, al menos, en auténticas mejoras en el sentido de Kaldor-Hicks. Se logra así el mantenimiento de la paz.

Son de este tipo instituciones como el Derecho de Patentes o el seguro o, sobre todo, la sociedad anónima (por eso hemos llamado la atención sobre la coincidencia temporal de las leyes de pobres y de la constitución de la primera sociedad anónima). La sociedad anónima permite acumular grandes capitales y emprender proyectos arriesgados de gran envergadura diversificando el riesgo entre miles de personas.

El riesgo de quiebra no es tan terrible cuando no se traduce en muerte por inanición. En el tercero de los trabajos, los autores explican la relación entre instituciones colectivas que cubren los riesgos de los individuos y la aversión al riesgo. Cabe barruntar que cuanto más eficaces sean las primeras, menor aversión al riesgo sufrirán los individuos que forman parte del grupo. No solo los pobres, sino, como dice Solar, los que pueden caer en la pobreza. Los autores comparan el clan y las leyes de pobres como mecanismos de cobertura de riesgos y concluyen que los clanes constituían la unidad económica en China y en su seno se producía la cobertura de riesgos. Los miembros del clan, individualmente, podían asumir más riesgo ceteris paribus porque se sabían protegidos – si algo va mal – por el clan. Pero el gobierno de los clanes estaba asignado a los ancianos, a los que cabe considerar más aversos al riesgo que los jóvenes. Pues bien, a igualdad de nivel de cobertura de riesgos entre el “clan” y las instituciones inglesas previas a la Ley de Pobres, basta con que los ancianos fueran un 11 % más aversos al riesgo que los jóvenes, nos dicen los autores, para explicar por qué la economía china no empezó su transición hacia una Economía moderna. O, simétricamente, “las instituciones chinas – el clan – tendrían que haber provisto el doble de cobertura de riesgo de las instituciones inglesas para haber iniciado esa transición”.

De modo que la conclusión es que China no se convirtió en una economía moderna, no porque careciera de instituciones que permitían la diversificación y cobertura de los riesgos individuales, sino porque estas instituciones no promocionaban suficientemente la asunción de riesgos. Más precisamente, en China se habría producido una degradación del clan como institución aseguradora de los riesgos. En su apogeo (entre el siglo X y XIII), los clanes proporcionaban elevados niveles de aseguramiento de sus miembros pero el poder de los ancianos era reducido, de manera que se producen más innovaciones porque se reduce la aversión al riesgo de los jóvenes. En su decadencia, los clanes generan menos aseguramiento y el sometimiento de los jóvenes a los ancianos aumenta, con lo que se reducen los incentivos para adoptar tecnologías más prometedoras en términos de rendimientos pero más arriesgadas.

Sobre estas bases, los autores explican la transición – el paso – desde las economías premodernas a las economías modernas se explicaría así a partir de la disposición de los actores a asumir más riesgo y adoptar las tecnologías más prometedoras pero también más arriesgadas. Ceteris paribus, las sociedades que disfruten de mecanismos sociales que aseguran a sus miembros (reduciendo la aversión al riesgo de los individuos) harán la transición hacia una economía moderna con más probabilidad a igualdad de riqueza. 
“Una economía pre-moderna es una en la que la mayoría de los actores elige la tecnología tradicional, de forma que la tasa de crecimiento de la productividad es bajo. Una economía moderna es una en la que todos los actores experimentan y eligen la tecnología más arriesgada pero que conduce a una tasas de crecimiento de la productividad elevada. En la transición, el número de actores que elige la tecnología arriesgada aumenta con el paso del tiempo provocando un incremento en la tasa de crecimiento de la productividad”.
Si la mayoría de los actores son pobres, el equilibrio será el de empleo de las tecnologías tradicionales con el resultado del estancamiento. Pero si existen instituciones sociales que aseguran a los pobres, más actores comenzarán a utilizar tecnologías más productivas y a tomar decisiones sobre a qué dedicar su fuerza de trabajo más eficientes. Es decir, las leyes de pobres mejoraron significativamente la eficiencia del mercado de trabajo.

Solar lo explica en relación con la agricultura. Las leyes de pobres, al asegurar a los campesinos, les indujo en mayor medida que en el resto de Europa a convertirse en trabajadores asalariados y desligarse de la tierra, esto es, aceptar un salario mayor (incluso en la agricultura) pero intermitente.

También debió de reducir la oposición a la privatización de las tierras comunales dado que el valor de los derechos sobre las tierras comunales es menor para los trabajadores asalariados y, además, las leyes de pobres evitaron el minifundismo que puede considerarse como una reacción racional al componente de seguro que proporcionaba la propiedad – o la aparcería – de un terreno. Los campesinos podían desplazarse a trabajar las tierras y, por tanto, hacer un uso más eficiente de su fuerza de trabajo que el que deriva de cultivar una pequeña propiedad (“el trabajo asalariado facilitó que los trabajadores fueran empleados donde su productividad era mayor”). Añade Solar que la generalización del trabajo asalariado en Inglaterra “puede explicar por qué… la brecha de productividad entre los sectores industrial y agrícola desapareción en Inglaterra antes del inicio de la Revolución industrial”. Cuanto más uniforme fuera la asistencia a los pobres en el territorio, menos distorsiones a los incentivos para emigrar (las tasas de movilidad de los ingleses eran superiores a las del continente en los siglos XVII y XVIII) ¡Y salarios más altos!

Todas las sociedades tradicionales, sin embargo, tienen instituciones sociales que aseguran a sus miembros pero unas lo logran a un coste mayor que otras en términos de aversión al riesgo. Por tanto, la transición exigiría que esas instituciones “aumenten suficientemente la propensión al riesgo” de los actores. Que innovar era arriesgado lo deducen los autores de los numerosos casos históricos en los que individuos muy ricos murieron en la pobreza por invertir su fortuna en innovaciones industriales.

Otra consecuencia interesante es que esas instituciones que cubren el riesgo y fomentan la innovación son fácilmente imitables por países con capacidad estatal semejante, lo que explicaría, por ejemplo, por qué la ventaja de Inglaterra sobre el continente europeo no duró mucho al margen de contribuir a la explicación del estancamiento Chino en la Edad Moderna tras liderar la riqueza y los avances tecnológicos en el mundo. Y también podría explicar por qué una gran proporción de los nuevos negocios los ponen en marcha adultos que están en el entorno de los cincuenta años de edad o por qué, a pesar de que Francia produjo más invenciones durante la Revolución Industrial, tradujo muchas menos en innovaciones comerciales que los ingleses. Eliminada la pobreza, la generalización de la educación devino “más importante como fuente de crecimiento de la productividad”.

Greif, Avner and Iyigun, Murat, Social Organizations, Violence, and Modern Growth 103 Am. Econ.Rev. 2013

Greif, Avner and Iyigun, Murat, What Did the Old Poor Law Really Accomplish? A Redux, 2013

Greif, Avner, Iyigun, Murat, and Sasson, Diego Risk, Institutions and Growth: Why England and Not China? 2011

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