Crespi, Figura femenina volando, Museo del Prado
“Hacia la segunda mitad del siglo XV, las ideas corporativistas se habían enraizado fuertemente en Inglaterra… La conversión del Ducado de Lancaster en una corporación… dejó su huella… en el pensamiento jurídico… asociada al caso del mismo nombre que se discutió en los tribunales en 1561…
El ducado… había sido propiedad privada de la casa de Lancaster, y los reyes lancastrianos lo tenían por derecho hereditario. En su accesión al trono en el año 1399, Enrique IV ordenó, con consentimiento del Parlamento, que todas las tierras del ducado de Lancaster debían ser gobernadas y tratadas por el rey <<como si nunca hubiésemos alcanzado la dignidad real>>, puesto que aquellas tierras le habían sido atribuidas personalmente a él, Enrique de Lancaster, por derecho hereditario y <<antes de que Dios nos llamase al estado y dignidad de rey>>. Una propiedad privada, desconectada de la Corona: es lo que el ducado era y siguió siendo bajo Enrique V y Enrique VI…
Cuando Eduardo IV, de la casa de York, tomó el poder en 1461, el estatus del ducado cambió.
Poco después de su accesión al trono, Eduardo IV procesó y condenó por alta traición a su predecesor de la casa Lancaster, lo que llevó consigo el decomiso de todas las posesiones y títulos del anterior soberano incluida la propiedad privada del ducado de Lancaster. Pero Eduardo IV carecía de título sobre el ducado que no fuera su derecho a la corona inglesa, puesto que el ducado había sido confiscado por un delito de traición cometido por Lancaster contra la corona. Sin embargo, Eduardo IV no tenía la menor intención de renunciar a todas las ventajas que la propiedad personal (Hausmacht, esto es, el conjunto de facultades y poderes que un señor feudal tenía sobre los territorios que le pertenecían) del ducado aportaban al poder del rey y a su bolsa. Para atajar estas dificultades, el rey y sus consejeros jurídicos idearon una sorprendente estratagema: incorporar el ducado confiscado.
Incorporar, dicen con razón los traductores, significa aquí “constituir el equivalente a una sociedad anónima”, es decir, lo que hacían los reyes con todos aquellos grupos de individuos como los libreros, los profesores universitarios o determinado grupos de comerciantes o artesanos a los que se les otorgaba un privilegio, esto es, normalmente, el acceso en exclusiva a una determinada actividad (gremios, regulated companies, consulados) o a unos determinados activos (el comercio con Virginia o con las Indias Orientales, el comercio con Rusia o los puertos bálticos o la explotación de un canal)
Mediante un Act of Parliament, se decretó, el 4 de marzo de 1461, que los feudos, castillos señoríos, pueblos y otras posesiones del ducado, con sus dependencias, desde ese momento <<constituyen… el antedicho ducado de Lancaster corporativo y será llamado el ducado de Lancaster>>. Por añadidura, el Parlamento otorgó a Eduardo IV el derecho a quedarse con esas tierras <<por el mismo nombre del ducado, separado del resto de su herencia a él y a sus herederos reyes de Inglaterra a perpetuidad>>
Obsérvese el “milagro”. Se creaba el Ducado de Lancaster y Kantorowicz dice inmediatamente que “uno siente la tentación de añadir: Ducado de Lancaster, SL o Ducado de Lancaster SA”. Y se separa inmediatamente también de la “herencia” de Eduardo IV, esto es, el Ducado de Lancaster constituye un patrimonio separado del patrimonio de Eduardo IV en cuanto rey: “no se mezclaba con las otras propiedades de la Corona”. ¿Pero se mezclaba con las otras propiedades de Eduardo IV considerado como individuo? Tampoco. De hecho, el Ducado no pertenecía a Eduardo IV de York como individuo. Recuérdese que el único título que tenía para apoderarse de él era la traición cometida por los Lancaster a la corona. O sea que el Ducado pasa a ser una corporación – un patrimonio organizado – que pertenece, a su vez
“a la Corona como corporación, por lo que el rey como Rey, y no el rey en privado, era hereditariamente la cabeza – o como si dijéramos, el administrador de esa SA - a la que revertían los beneficios de dicha corporación como si fuera el propietario: desde luego, sólo por derecho de la Corona.
Y concluye Kantorowicz que concebir un reino como una corporación o una persona jurídica no era inhabitual, pero que sí fue novedoso hacerlo por una decisión del Parlamento. Lo que dice a continuación es que la incorporación del Ducado de Lancaster fue, quizá, el origen de la enorme extensión que tendrá en el Derecho inglés – y luego en el norteamericano – la incorporación de cualesquiera patrimonios, esto es, la utilización universal de la “corporation” para organizar cualquier tipo de actividad o perseguir cualquier tipo de objetivo o fin. Se “incorporarán” diócesis, órdenes religiosas (“en… países en los que hay separación entre Iglesia y Estado y, por tanto, “las Iglesias” han de considerarse instituciones privadas… “esto sería especialmente cierto en los Estados Unidos… donde los obispados y arzobispados son – o eran – reconocidos como corporaciones unipersonales y donde por ejemplo, los benedictinos figuran como La Orden de San Benito Sociedad Anónima mientras que las provincias jesuitas figuran como corporaciones… por ejemplo, La Compañía de Jesús de Nueva Inglaterra…”
Ernst H. Kantorowicz, Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval, pp 395-400
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