Un engaño de clérigos enloquecidos
Nunca veo Telecinco. No es para mí. Ayer, sin embargo, vi un programa sobre el referéndum que os han dicho que tendrá lugar el próximo día 1 de octubre en el que, - también os han dicho -, ejerceréis vuestra soberanía para decidir si queréis que Cataluña sea un Estado independiente. No debí hacerlo porque he dormido mal, triste y enfadado.
El referéndum es inconstitucional. No pueden celebrarse en España referendos de independencia de una región. No ya porque el que lo convocará carece de competencias para hacerlo de acuerdo con la Constitución y el Estatuto de Autonomía sino sobre todo porque los que viven en Cataluña no son un pueblo soberano. La soberanía – dice el art. 1.2 de la Constitución a la que estáis sometidos como todos los demás españoles – reside en el pueblo español “del que emanan todos los poderes del Estado”. Todos, incluido el poder del Parlamento de Cataluña y del Gobierno de la Generalidad. Todos. De manera que, en relación con la organización territorial de España decidimos todos los españoles. Todos. No solo los que tienen vecindad administrativa en Cataluña. El referéndum del 1 de octubre infringe mis derechos como ciudadano español. Infringe mi derecho a participar democráticamente en la organización política de España. Celebrar el referéndum viola mis derechos constitucionales. Como no hay nada por encima de la Constitución (salvo para los creyentes en la ley de Dios), esto es irrefutable.
Los representantes de PdCat, Esquerra, En Comú-Podem (no sé si había alguien de la CUP en el debate pero como no se distinguen entre sí los partidarios del referéndum, no estoy muy seguro) y Rahola sostienen, por el contrario, que Cataluña es soberana y, por tanto, que España tiene que permitir la celebración del referéndum y, si hay una mayoría a favor de la independencia, proceder a negociar la división de España y a la erección de una frontera en el Ebro.
La estrategia común a todos ellos es la de conseguir que en el resto de España odiemos a los catalanes y que los catalanes odien a España manteniendo, al mismo tiempo dócilmente silenciosos a los vecinos de Cataluña que consideran, como yo, que no hay un pueblo catalán soberano. Estos son los que lo están pasando peor. No pude sino sentir compasión por Arrimadas, Iceta y Albiol. Los del PdCat, Esquerra y En Comú-Podem tienen que acosar a los que viven en Cataluña pero no quieren cambiar radicalmente el statu quo y tienen que presentar a los demás españoles como enemigos amenazadores y opresores. Es la única forma de conservar la hegemonía en Cataluña y hastiar al resto de los españoles para que terminemos odiándoos y dejándoos en manos de gente como Rahola, Junqueras o Ada Colau.
Es difícil, ya lo sé, rechazar los regalos. ¿A quién le amarga un dulce? Los vecinos de La Moraleja quieren separarse de Alcobendas y constituir un municipio propio. Viven en un barrio mucho más agradable que cualquier otra zona del municipio y están seguros de que si pudieran decidir por su cuenta sobre cómo debería ser su “ciudad” estarían mejor que en la actualidad. No quieren tener un ejército ni aduanas ni escuelas propias ni hospitales propios. Sólo quieren ejercer por sí mismos las competencias propias de un Ayuntamiento. Si un político se acercara a los habitantes de La Moraleja y les dijera que son “soberanos” y que tienen derecho a decidir si quieren ser un ayuntamiento propio, ese político obtendría muchos votos en La Moraleja. Pero, aunque lo han intentado, nadie los ha tomado en serio. Porque el hecho de residir en ese barrio no convierte a los residentes en titulares de ningún derecho a constituirse en Ayuntamiento. ¿Por qué? Porque cuando organizamos cómo se constituye un Ayuntamiento, los españoles – el pueblo soberano – decidieron que los residentes en La Moraleja son vecinos de Alcobendas. Si La Moraleja ha de tener un Ayuntamiento propio, es una decisión que corresponde a todos los habitantes de Alcobendas y a la Comunidad de Madrid. Un vecino de otro barrio de Alcobendas distinto de La Moraleja sentirá que sus derechos se han infringido si no puede participar en la decisión de los vecinos de La Moraleja.
De modo que cuando os dicen, desde Ada Colau hasta los de la ANC, desde Puigdemont hasta Forn, desde Lluis Llach a Guardiola que el pueblo de Cataluña es soberano os están, simplemente, mintiendo.
Es posible que, algún día, Cataluña sea soberana. Pero eso sólo ocurrirá si todos los españoles así lo decidimos. No hay posibilidad alguna, jurídicamente hablando y con la Constitución en la mano de un referéndum de independencia y, mucho menos, de que Cataluña sea independiente. Para eso, hace falta una revolución. O un tratado internacional entre España y Cataluña. Lo segundo, podemos descartarlo. Los españoles no firmaremos nunca un tratado internacional que reconozca que Cataluña no forma parte de España. Supongo que reconoceréis el derecho de España a no firmar semejante tratado. De manera que sólo queda la revolución que es, – parece, pero sólo parece – a lo que quieren llevar a los ciudadanos los políticos de los partidos hegemónicos en Cataluña.
Pues veréis. Si se celebra el referéndum y se proclama la independencia de Cataluña, el Gobierno español no tendrá más remedio que considerar que se ha producido una revolución y tomar las medidas que considere necesarias para restaurar la integridad territorial y el orden constitucional. Como no estamos en 1640 ni en 1714 ni en 1934, supongamos que no mandamos al ejército – ni siquiera a la guardia civil – ni declaramos el estado de excepción. Simplemente, dejamos hacer a esos clérigos a los que habéis puesto al frente de la revolución como se puso Pau Claris en 1640. Y, al día siguiente, el Clarís de 2017 se dirige al gobierno español pidiéndole negociar el tratado internacional correspondiente para organizar la “salida” de España de Cataluña. El gobierno español reacciona como quien oye llover. Ya lo hemos dicho, no firmará nunca un tratado internacional, de manera que si el Brexit está siendo una pesadilla, imaginad la pesadilla que sería que el gobierno español actuara, a partir de la proclamación de la independencia por el Clarís de turno, como si Cataluña ya no formara parte de España en todo lo que le convenga y como si formara parte de España en lo que le convenga. Porque, naturalmente, una vez que los rebeldes han proclamado la independencia, ninguna obligación jurídica se seguiría para España. Ninguna. Estaríamos en el “estado de naturaleza” y España podría actuar como le viniera en gana. Como le viniera en gana. No hay ninguna autoridad internacional que pueda obligar a nada a España ya que – es obvio – el Estado catalán no sería reconocido internacionalmente. No voy a ilustrar las penalidades y sufrimientos por los que pasarían los vecinos de Cataluña porque es un escenario de ficción y porque los libros de Historia nos cuentan ya lo que pasó en 1640: el Rosellón y la Cerdaña pasaron a ser franceses, el catalán desapareció allende los Pirineos y se colgó a los cabecillas de la rebelión por parte de los propios catalanes que entendieron la traición que habían cometido Clarís y los suyos.
Aunque muchos de estos políticos han enloquecido, no lo han hecho tanto como para creer que la independencia de Cataluña se producirá efectivamente el 2 de octubre. Su objetivo es más modesto. Quieren provocar una mutación de la Constitución: si se ha celebrado un referéndum de independencia, se podrán celebrar otros en el futuro y, si siguen envenenando las relaciones entre los catalanes y el resto de los españoles y presentando a los españoles como los enemigos de Cataluña (Forcadell dijo que Ciudadanos y el PP eran los adversarios de Cataluña y del pueblo catalán y la nombrasteis presidenta del Parlamento) es más probable que, en el futuro, el resto de los españoles se rindan y cedan. De esto va todo lo que está ocurriendo en los últimos años.
Pues veréis. Nada de eso va a ocurrir. Si no dejamos solos a los vascos que no querían la independencia y no reconocimos la soberanía de las provincias vascongadas a pesar de que los separatistas pusieron 800 muertos encima de la mesa para mostrar que iban en serio ¿vamos a dejarnos convencer por los clérigos clarisinos de 2017? No vamos a cansarnos de seguir formando parte de una nación soberana con los catalanes, no vamos a odiar a los catalanes, no vamos a amenazar con mandaros los tanques, ni vamos a dejar de proteger, querer y animar a los que viven en Cataluña y cumplen con la Constitución.
Pero tampoco vamos a negociar nada. No vamos a ampliar las competencias de la autonomía catalana, no vamos a blindarlas, no vamos a asignar más dinero al gobierno catalán, no vamos a conceder absolutamente nada. Tampoco vamos a reformar la Constitución ni vamos a apaciguaros de ninguna manera. Vamos a seguir viviendo juntos bajo la Constitución que nos dimos todos en 1978 y que sólo cambiaremos cuando una inmensa mayoría de los españoles considere que es conveniente hacerlo.
Entenderéis pues, por qué todo esto no es más que un engaño de clérigos.
6 comentarios:
Desde Catalunya, gracias profesor.
Simplemente, magnífico. Gràcies.
Se suma la forma de hacer las cuentas de los gobernantes catalanes: La deuda para España y Cataluña iba a deshacerse de la deuda contraida por razón de su territorio, permanecer en la Unión Europea, cobrar ella los impuestos de su territorio y pedir a España que pague su seguridad social.(Ya son deficitarios en eso, así que la triquiñuela de la doble nacionalidad debe ser, para ser comunitarios sus habitantes y para que pidan la Seguridad Social a Madrid). Vamos, que ni los brítánicos,a los que la UE le ha facturado el brexit y están echando cuentas.Por no hablar de la emisión de moneda ¿con qué respaldo? si les cortan el grifo de euros.
Ahora, lo que no me parece aceptable es la manifestación de la Hacienda Española, de que el ciudadano residente en Cataluña que facture en su Agencia Tributaria será personalmente responsable. Bastantes problemas tienen y tenemos los ciudadanos de a pie como para resolver al Gobierno Español la papeleta que le compete resolver a él. Esto último es absolutamente vergonzoso.
Brillante, Jesús, enhorabuena. Un fuerte abrazo.
Amén.
Que les pongan un muro.
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