Antonio López
Es una explicación de que las relaciones entre los titulares del capital y los que aportan la fuerza de trabajo puede ser una relación expropiatoria, esto es, no una relación contractual de la que ambas partes salen necesariamente beneficiados (como de cualquier intercambio voluntario). Porque el contrato de trabajo es incompleto. Dice Bowles que Marx describió la relación laboral como el pago de un precio – salario – a cambio del tiempo del trabajador (de la fuerza de trabajo) y que ese precio no reflejaba necesariamente el esfuerzo desplegado por el trabajador, de manera que, como lo que el mercado fija son los salarios, dado el “poder” del empleador para gobernar la relación laboral – reforzado por el “ejército de reservistas” que son los parados –, el empleador tenía los incentivos y la posibilidad de extraer más del trabajador sin alterar el precio pagado:
la propiedad de los medios de producción conlleva el derecho de excluir a otros del uso de los activos de la empresa y, por lo tanto, los propietarios de las empresas tienen una poderosa amenaza para inducir a los trabajadores a desplegar el esfuerzo que no podrían garantizarse contractualmente: o rinden (más), o quedan obligados a alistarse al "ejército de reserva".
Marx no explicó por qué el contrato laboral era incompleto. Asumió que se trataba de una observación empírica incontrovertible y la usó como punto de partida para su teoría económica. En esto, se parece a Charles Darwin, quien propuso una poderosa teoría de la selección natural sin comprender el mecanismo a través del cual se producía. La herencia genética sería luego explicada por Gregor Mendel
De manera que tenemos que esperar hasta Coase para “resucitar” la idea del carácter incompleto de los contratos como una explicación de las relaciones en el seno de las empresas entre los que aportan los distintos factores de la producción. En efecto, a diferencia de los que desarrollaron la “theory of the firm”, Coase negaba el carácter contractual de las relaciones entre trabajadores y empresarios. Había “autoridad” en lugar del “mecanismo de los precios”. Luego vinieron Alchian y Demsetz y enmendaron la “theory of the firm” de Coase diciendo que todo eran relaciones contractuales y que ninguno de los miembros del “equipo” podía ejercer poder sobre los demás, porque los demás podían terminar la relación e irse con “su factor de la producción” a otra parte (a otro equipo). Simon apeló a la distribución de los riesgos (el salario fijo asigna los riesgos de mercado al empleador a cambio de atribuirle el poder de dirigir la conducta del trabajador) Y luego Hart apelando a los “property rights”, o sea, a quién se le atribuyen las decisiones residuales (las que no están asignadas por el contrato) lo que significa que no solo el residuo económico – lo que queda después de pagar a todos los que participan en la producción aquello que han pactado por contrato – sino también el residuo “decisional”, es decir, todas las decisiones que no están asignadas por el contrato a alguno de los miembros del “equipo de producción” que es la empresa, se atribuyen al empresario porque él es el titular residual de los activos que conforman la empresa, esto es, todos los bienes y derechos que no pertenecen a algunos de los demás miembros del equipo.
Pero – se pregunta Bowles – ¿cómo puede ejercer poder el empleador sobre el trabajador? y ¿en qué medida ese poder es diferente – cualitativamente – del poder que ejerce cualquier cliente sobre su tendero cuando decide terminar su relación comercial con él e irse a comprar a otra tienda? La posibilidad de dirigirnos a los competidores del tendero es la garantía de que la libertad contractual funciona y de que los empresarios carezcan de “poder” sobre los consumidores. Dice Bowles que para que la competencia deje de ejercer su benéfico efecto desapoderador (o sea, hacer irrelevante la riqueza y envergadura de las partes de un contrato para que éste genere un beneficio que se reparten equitativamente las partes) es “condición suficiente”
Para que B tenga poder sobre A, basta con que al imponer o amenazar con imponer sanciones a A, B sea capaz de afectar a las acciones en manera tal que promueve los intereses de A, mientras que A carece de esta capacidad con respecto a B. (Bowles y Gintis 1992)…
La definición aclara la diferencia entre el empleador y el tendero en la respuesta de Hart a Alchian y Demsetz. Las sanciones impuestas al empleado al privar a ese empleado de acceso al bien de capital (terminando el contrato de trabajo) son severas (técnicamente, de primer orden), mientras que las impuestas al tendero por el cliente que se va a la competencia a comprar son insignificantes o nulas (de segundo orden). El consumidor descontento que sale por la puerta no impone una sanción al tendero porque el tendero (en equilibrio competitivo) estaba maximizando las ganancias seleccionando un nivel de ventas que iguala el coste marginal al precio dado exógenamente. Una pequeña variación en las ventas tiene solo un efecto de segundo orden en las ganancias. Pero este no es el caso para la relación empleador-empleado. Esto se debe a que el desempleo involuntario es una característica del equilibrio competitivo de un mercado en el que el esfuerzo laboral no está perfectamente definido en un contrato autoejecutable…. La amenaza del empleador de terminar el puesto del trabajador impondría un costo de primer orden al trabajador. Esta es la base del ejercicio del poder por parte de los empleadores…
Y si los empleadores pueden ejercer poder en la relación contractual, no hay garantía de que el mecanismo contractual en un entorno competitivo despliegue sus efectos maravillosos sobre la distribución equitativa de las ganancias
Por lo tanto, la naturaleza incompleta del contrato de trabajo es esencial para mostrar por qué el poder del empleador sobre el trabajador es esencial para la obtención de ganancias,
De modo que, – concluye Bowles – Marx fue un pionero de la teoría de la agencia y un “visionario de la microeconomía moderna”
Samuel Bowles Marx and modern microeconomics
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