Los sindicatos han escrito una carta al Gobierno en la que aceptan la moderación salarial y piden la moderación de los beneficios empresariales. En el lenguaje de madera "un compromiso firme de contención de los beneficios y su reinversión". En el año 2011, nuestros sindicatos no han entendido todavía los principios elementales de la Economía Política. A saber, que los beneficios empresariales se terminan disipando por el efecto de la competencia. Si Antonio se forra vendiendo una aplicación que nos permite recordar el nombre y la ocupación de una persona a la que nos encontramos casualmente en la playa, Bernabé, atraído por las ganancias de Antonio empleará sus meninges en diseñar una aplicación mejor que deberá ofrecer a un precio inferior (ceteris paribus) al de la de Antonio. Con ello, los beneficios de Antonio se reducirán hasta el límite de desaparecer. Naturalmente, salvo que Antonio consiga influir sobre los políticos para que prohíban a Bernabé producir una aplicación competidora. Si los salarios se fijaran de igual forma, viviríamos en un mundo sin sindicatos, sin negociación colectiva y sin salario mínimo interprofesional. Pero en el que vivimos, los salarios se fijan, no por el mercado y en un entorno competitivo con libertad de entrada, sino mediante acuerdo. De ahí que tenga sentido hablar de que hay que moderar el crecimiento de los salarios pero no lo tenga hablar de que hay que moderar los beneficios empresariales. Quizá lo que sí se puede decir es que hay que eliminar las barreras de entrada que permiten a los Antonios de este mundo obtener beneficios excesivos durante demasiado tiempo.
Alternativamente, podemos pensar que los sindicatos no son ignorantes. Solo tratan de engañar a su público haciéndoles creer que no ofrecen algo a cambio de nada. Pero no sé qué es peor.
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