Este libro no ofrece una gran teoría moral o legal unificada para responder a las preguntas que subyacen a nuestra confusión. No creo que exista uno solo, aunque expongo los principales contendientes y ofrezco mi propia opinión. La división más básica es entre los que se centran en la pertenencia a nuestra especie ("¡Derechos humanos para los humanos!") y los que creen que la especie es tan irrelevante como la raza o el sexo. En su lugar, deberíamos fijarnos en las capacidades cognitivas, si las hay, que dan a los seres humanos un estatus moral único, independientemente de dónde se encuentren esas capacidades cognitivas. También hay híbridos que intentan fusionar los dos puntos de vista, y yo también los exploro, dejándote a ti que tomes tu propia decisión sobre dónde se debe trazar la línea. Por encima de todo, mi esperanza es que este enfoque pueda darnos una visión —una visión ensayística, basada en las humanidades— de los muy extraños "otros" que residen en nuestro futuro y las confusiones, temores, esperanzas y pánicos morales que engendrarán... Atribuimos persistentemente personalidad humana a entidades que sabemos que no son humanas, nublando nuestra toma de decisiones en el proceso. ¿Cómo y por qué sentimos empatía por los demás? Pregunto cómo recibiremos el surgimiento de las personas creadas sintéticamente y cómo deberíamos hacerlo.
El libro me parece un proyecto fallido. Porque trata, al mismo tiempo, de los robots, de la inteligencia artificial, de la naturaleza, de los chimpancés o gorilas y de las corporaciones, o sea de las personas jurídicas. Atribuir personalidad jurídica a una 'cosa' es una técnica jurídica para conseguir determinados efectos jurídicos (se imputan a un patrimonio los efectos de las conductas de determinados individuos; se consideran como parte de un patrimonio determinados bienes - porque han sido adquiridos por los individuos que actúan por cuenta de esos patrimonios - o determinadas deudas - porque han sido contraídas por individuos que actúan por cuenta de esos patrimonios - etc) y promover la cooperación entre los individuos (destinando patrimonios de gran envergadura a fines colectivos y duraderos en el tiempo). Esta, la de las personas jurídicas, es una discusión estrictamente técnica. No implica 'filosofía' alguna acerca de lo que consideramos que es un individuo ni sobre la naturaleza humana. Lo propio cuando se reconoce personalidad jurídica al Mar Menor o a un valle de Nueva Zelanda.
Por el contrario, la discusión acerca de si debemos reconocer como un 'semejante' a un chimpancé o a un robot o a una IAG (inteligencia artificial general) o a un animal creado en un laboratorio (un ser vivo que comparte genes con los humanos) es una pregunta filosófica, no técnica que se pregunta por lo que nos hace humanos y distintos del resto de la naturaleza.
Ambas discusiones tienen muy poco que ver entre sí. Hacer un libro discutiendo las dos conjuntamente es un error.
En el ámbito de las corporaciones - de las personas jurídicas - la atribución de personalidad jurídica a una corporación o a una sociedad o a una fundación no se basa en que éstas se parezcan a los seres humanos. Se basa en que tanto los humanos como estas corporaciones, sociedades o fundaciones tienen patrimonio. Juan tiene un patrimonio. Manuela tiene un patrimonio. Juan & Manuela SA tiene un patrimonio. La fundación Juan & Manuela tiene un patrimonio. Ergo, atribuyendo personalidad jurídica a Juan & Manuela SA y a la fundación Juan & Manuela reconocemos este hecho y aplicamos las mismas reglas al patrimonio de la SA y de la fundación que aplicamos al patrimonio individual de Juan o de Manuela. Con algunos matices de importancia, también es el caso de la atribución de personalidad jurídica a los espacios naturales. Se trata de una forma de constituir una fundación. El problema es que no se trata de un acto de la autonomía privada por parte de un fundador, sino de una decisión de carácter administrativo: la regulación de un espacio natural mediante la creación de una organización (reglas sobre cómo tomar decisiones sobre ese espacio natural). Pero no podemos razonar así cuando nos preguntamos sobre si deberíamos atribuir personalidad jurídica a los chimpancés.
James Boyle, The Line: AI and the Future of Personhood, 2024
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