Mi padre, que era militar, solía decir que si quieres saber qué general puede darte un golpe de estado, deberías fijarte especialmente en los que están a punto de pasar a la reserva. Son los que tienen más incentivos para darlo porque es la única forma que les queda de mantener su lugar en la cadena de mando. En el trabajo que figura al final de esta entrada, los autores concluyen que es probable que esa lógica se aplique también al soborno de políticos que ocupan posiciones en la cúspide del gobierno de un país. Los que “van perdiendo” en la lucha competitiva y ocupan, todavía, la posición más importante entre las primeras empresas del sector son las empresas más proclives a sobornar gobernantes, siempre que la actuación de los políticos sea relevante para su cuenta de resultados.
Lo curioso es el concepto de “estatus elevado” que emplean los autores: “alto estatus social se define aquí como estar en el centro de la red de matrimonios de élite entre los miembros de las familias que controlan la propiedad” de las grandes empresas del país. Cuando la empresa que controlas tiene pocos beneficios durante años, el temor a perder la posición central en esa élite, induce a los accionistas de control a sobornar a políticos para mantener dicho estatus. Estatus equivale a lo que Adam Smith llamaba “place” que se puede traducir por “posición social”. Los autores creen que la posición social de una empresa, es decir, cómo son percibidos sus dueños por el resto de la Sociedad, es una importante fuente de recursos. Recuérdese por qué los periódicos regionales permanecen, a menudo, durante largo tiempo, en manos de una familia: la propiedad del periódico, hasta hace poco, iba ligada a la más alta posición social en la región, al acceso, para los miembros de la familia, a los ámbitos más exclusivos y, para la empresa periodística, a las fuentes de información. De manera que una elevada posición social permite al que la disfruta obtener ventajas en los mercados (vender más y comprar más barato). La elevada posición social puede verse como una faceta de la reputación que, como es sabido, reduce los costes de transacción y beneficia significativamente a los contratantes que la disfrutan.
La tesis de los autores se resume así:
En las economías emergentes, las redes matrimoniales y los densos círculos de confianza que generan suelen ser la base de las redes empresariales de élite. Al carecer de instituciones jurídicas y de gobierno corporativo que funcionen bien, la mayoría de las economías emergentes deben confiar mucho en la confianza social recíproca para hacer negocios.
En el caso de Corea del Sur, hay un “mercado matrimonial” entre los miembros de la élite, de modo que “durante décadas, ciertas familias sólo casan a sus hijos con los hijos de otras familias que también son miembros de la élite”. Pero, incluso en estos entornos “
cuando un grupo empresarial controlado por una familia disfruta de los beneficios del alto estatus -incluido el acceso favorable a los recursos, el trato privilegiado del gobierno y la deferencia de sus pares en términos de decisiones de entrada en el mercado- esos beneficios pueden perderse rápidamente si el grupo empresarial comienza a tener menos beneficios en comparación con sus pares.
Y resulta que
Varios grupos empresariales que gozaron de un alto estatus en la década de 1960 posteriormente no lograron mantener un nivel de beneficios semejante al de sus competidores y dejaron de ser miembros de la <<élite de alto estatus>>… lo que llevó a que los miembros de estas familias de la nueva generación dejaron de ser parejas atractivas en el mercado de los matrimonios de la élite, lo que hizo que los grupos empresariales controlados por ellos perdieran reputación y acceso a capital y demás recursos de los mercados… En Corea del Sur, que es una economía dinámicamente competitiva, este proceso ocurrió rápidamente para algunos grupos empresariales
Lo que llevó a muchos de esos amenazados con perder su elevado estatus social a pagar sobornos a los dirigentes del país para mantenerlo. La lógica de esta conducta es la siguiente: si tu posición social en el centro de la élite no se ve amenazada porque tu empresa está obteniendo grandes beneficios, tus incentivos para sobornar a los políticos son reducidos. No tienes mucho que ganar (no se puede ir más allá del “primer puesto”) y tienes mucho que perder (si se descubre que eres deshonesto puedes perder tu reputación). Por el contrario, los que están en riesgo de “caer” del grupo de élite, tienen mucho que ganar con el soborno (permanecer en el grupo de élite) y poco que perder al hacerlo (van a caer del grupo de élite en cualquier caso dado que no están obteniendo beneficios), sobre todo, si consideran el soborno como una conducta puntual y no como una forma de mantener su posición social. Esta composición de lugar es frecuente entre los empresarios hechos a sí mismos que, de repente, se ven en riesgo de volver a la pobreza y, nos dicen los autores, explicaría la estrategia de contratación de socios (lateral hiring) de los despachos de abogados: los despachos de más prestigio tienden a “robar” socios a despachos menos prestigiosos pero muy rentables y éstos “roban” abogados a despachos de más prestigio pero menor rentabilidad. En todo caso, – y esta es otra teoría de la frecuencia del soborno: “expectativas desmesuradas y arrogancia promueven conductas deshonestas” pero esa es otra explicación. La explicación del temor a la pérdida de la posición consiste en que pagar sobornos es la única vía disponible, cuando los beneficios no acompañan, para competir con los rivales más eficientes apelando a los favores del gobierno para ello.
Este es el resultado que obtienen los autores examinando datos de Corea del Sur sobre casos de sobornos a gran escala de políticos de alto nivel. Básicamente, los generales-presidentes Chun y Roh recibieron cientos de millones de euros en sobornos por parte de los principales chaebols del país incluyendo Samsung, Hyundai y Daewoo. Los sobornos se entregaban a una fundación (¡qué poco original!) creada por el presidente a la que las empresas hacían donaciones. Sin embargo, Kukje Group se negó y apenas entregó una cantidad pequeña a dichas instituciones.
“En 1985, el gobierno de Chun anunció el concurso de Kukje que fue liquidado y sus activos repartidos. Numerosas filiales de Kukje acabaron en manos de Hanil, Kukdong y Dongkuk, empresas mucho más pequeñas que Kukje pero que habían pagado sobornos mucho mayores y crecientes”
Los sobornos aumentaron en el último año de la presidencia de Chun y lo hicieron también las aportaciones de las empresas que los pagaban, incluyendo Korean Airlines (KAL). “KAL adquirió, más tarde, Korean Shipping Line, una compañía cuyo consejero delegado testifícó en 1989 que se había negado a atender la solicitud de Chun de hacer nuevos desembolsos para la campaña política de éste”. Y Kumho consiguió la licencia para operar una segunda línea aérea en el país, justo antes de que Chun abandonara la presidencia y después de haber desembolsado una enorme cantidad de dinero a la fundación del político. En 1993 “el tribunal constitucional declaró inconstitucional la liquidación de Kukje”. Bajo el gobierno de Roh, la protagonista – en riesgo de perder estatus – era Samsung y Hyundai.
La conclusión:
“… controlando un rango de explicaciones alternativas, la amenaza de perder un estatus alto -esto es, un alto estatus social de larga duración amenazado por unos beneficios menores que los de los rivales es un predictor económico y estadísticamente significativo de sobornos a gran escala”