martes, 3 de julio de 2012

Elías Díaz, la teoría y la práctica

De Elías Díaz profesor recuerdo tres escenas de clase. En una, nos preguntó si sabíamos a qué orden religiosa perteneció Lutero. Y nos contó (sin darnos tiempo a contestar) que había suspendido a un alumno porque contestó que era jesuita. La impresión inmediata fue que había sido demasiado severo con el error. Al fin y al cabo, entre los jesuitas y los agustinos… Sin embargo, a Elías Díaz semejante error le parecía muy grave porque, naturalmente, Lutero es el padre de la reforma protestante (un santo para los evangélicos y un diablo para la Iglesia católico-franquista) y los jesuitas son los padres de la Contrarreforma. De manera que el error reflejaba una ignorancia notable respecto del contexto de esa figura histórica.
La segunda pregunta fue si leíamos la Biblia o si habíamos leído a Marx. Naturalmente, como buenos católicos, no habíamos leído la Biblia (yo sí, el Antiguo Testamento en la traducción de la Biblia de Jerusalén que fue la primera biblia que entró en mi casa ya en los años setenta) y, como buenos izquierdosos, tampoco habíamos leído a Marx. Eso le llamaba la atención. Que fuéramos católicos o marxistas convencidos y no hubiéramos leído ni la Biblia ni el Manifiesto Comunista. Traté de explicarle que tampoco habíamos leído a Hegel o a Platón y sabíamos, más o menos, cuáles eran las doctrinas correspondientes gracias a unos buenos manuales de Filosofía de COU.
La tercera – y la que viene a cuento – fue una afirmación sobre qué es lo que debíamos aprender en la Universidad. Decía algo así como lo siguiente: “Ustedes preocúpense de aprender la teoría en clase. Porque la práctica, se aprende en seis meses”. Y tenía razón. Por lo menos, esa ha sido mi experiencia. Porque la teoría no se aprende nunca en el ejercicio práctico de cualquier profesión y la práctica se aprende practicando y tanto más rápido cuanto “mejor amueblada” esté la cabeza.
Hoy publica EL PAIS una entrevista a Roger Schank en la que este experto en inteligencia artificial provoca al lector poniendo en duda que el aprendizaje formal sirva para algo. Su propuesta es que se enseñe a hacer cosas. A diseñar una página web o a leer balances. Ni programación, ni contabilidad. Quizá no esté de acuerdo porque, de prevalecer, estas doctrinas reducirán el valor de mi capital humano que está basado en haber aprendido y saber transmitir “teorías” o explicaciones de por qué las cosas (las normas, las instituciones) son como son y no de otra forma. Pero, al margen, sigo convencido de que el Bachillerato y la Universidad no están inventados para enseñar a hacer. Están inventados para amueblar la cabeza de la gente con lecturas, razonamientos, críticas, análisis que permitan a la gente, después, hacer y hacer cosas distintas rápidamente. Especialmente, matemáticas y latín.

3 comentarios:

María Luisa dijo...

Me alegra que hagas este comentario, porque no es que coincida plenamente contigo, es que es la verdad. Es más, no hay tal disociación entre teoría y práctica, porque esta última es simplemente aplicar conocimientos adquiridos previamente. Por eso cualquier buen catedrático de Derecho llega a un despacho de abogados y literalmente arrasa.
En este orden de ideas, veo que en mi Facultad se han reducido en el nuevo plan "Bolonia" las clases de teoría en favor de las prácticas y el resultado es sencillamente que se da menos materia y que los alumnos van a salir peor preparados que los anteriores. Lo absurdo del caso es, por otro lado, que se intenta priorizar la enseñanza práctica del Derecho, pero eso sí, desde la dedicación exclusiva, que la plena está penalizada.

Anónimo dijo...

Ese es el error de bulto María Luisa: Ni mucho menos un catedrático arrasa en el ejercicio de la profesión. Cualquier abogado "práctico" te lo confirmará, sobre todo porque estás confundiendo dos cuestiones: ¿Quién juega mejor al fútbol: Zidanne o Mourinho? y ¿Quién sabe más de fútbol: Mourinho o Zidanne?
Eso de que los catedráticos arrasan es lo que se dicen así mismos los profesores de universidad, la práctica dice otra cosa....De hecho, es complicado encontrar a un catedrático de entre los 20 mejores abogados de cualquier país.
Aquí dejo este comentario, por si alguien se anima a debatirlo.

JESÚS ALFARO AGUILA-REAL dijo...

Ni lo uno ni lo otro. Hay catedráticos q arrasan como abogados y catedráticos q fracasan como abogados. P. ej., cuatro o cinco socios de Uría son catedráticos. Pero es cierto q las virtudes de un buen abogado no tienen por qué estar presentes en un catedrático.

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