domingo, 19 de agosto de 2012

La actitud hacia el riesgo como producto del aprendizaje

“La observación más común respecto a la conducta de la gente en relación con la asunción de riesgos es que los seres humanos tienen actitudes diferentes y algunos son aversos al riesgo y otros proclives o buscadores de riesgo. En general, se considera que la mayoría de los seres humanos son aversos al riesgo. Por ejemplo, prefieren una recompensa de q dólares a un billete de lotería que ofrece la probabilidadd p de recibir q/p  y la probabilidad (1-p) de no recibir nada, aunque el valor esperado  de ambas alternativas es idéntico e igual a q.
La explicación estándar de la aversión al riesgo en relación con el dinero es la supuesta utilidad marginal decreciente del dinero de manera que la utilidad esperada de una alternativa cierta (no aleatoria) es mayor que la de la lotería con una expectativa monetaria equivalente…
Los estudios sobre la asunción de riesgos indican que… en relación con las alternativas cuyos rendimientos esperados exceden del nivel a que aspiran los particulares (es decir, las alternativas que producen <<ganancias>> al sujeto), las personas tienden a ser aversos al riesgo, pero respecto a las alternativas cuyos rendimientos esperados se encuentran debajo de un determinado nivel (es decir, las que producen <<pérdidas>>), la gente tiende a ser proclive al riesgo… (prefiere alternativas en las que pueda evitar la pérdida a otras del mismo valor esperado pero que generen necesariamente pérdidas)
Supongamos que las preferencias respecto del riesgo no es un rasgo del ser humano, sino que es el resultado del aprendizaje… Se ha demostrado que el aprendizaje nos lleva a repetir las actuaciones que se han coronado con el éxito y este aprendizaje conduce a la aversión al riesgo respecto de las ganancias y a la proclividad al riesgo respecto de las pérdidas. Las posibles ventajas de que se produzcan alternativas que generen ganancias al sujeto pero que estén sometidas a una alta varianza se infravaloran cuando el número de “muestras” es pequeño con lo que tienden a ser abandonadas.
Es decir que, aunque sea racional preferir una alternativa en términos de rendimientos, si el conocimiento de esos rendimientos por parte del sujeto no es completo porque no experimenta un número suficiente de veces como para determinar con exactitud dichos rendimientos, alternativas más prometedoras en términos de ganancias pero que aparecen con mucha variabilidad y, por tanto, requerirían una “gran muestra” para apreciar sus rendimientos, no se escogen. De este modo, la preferencia por alternativas menos arriesgadas se explicaría como una consecuencia del aprendizaje, no como un rasgo de los individuos.
“Un importante caso particular de este fenómeno es el del aprendizaje en casos que tienen una probabilidad de producirse pero, que si se produce, el resultado es extremo… Por ejemplo, qué sucede respecto de la probabilidad de que se produzca un descubrimiento científico de primera magnitud en un laboratorio? Se trata de un acontecimiento extremadamente positivo pero con una probabilidad de que se produzca efectivamente muy pequeña, de manera que la mayoría de los investigadores que trabajan en ese laboratorio no verán nunca un descubrimiento semejante. En consecuencia… la mayoría de ellos infraponderarán la probabilidad de que tal evento positivo y extremadamente raro, se produzca”
(En The Economist (28-VII-2012, p 46), se cita a un chino que escribe en su microblog lo siguiente “En mi corta vida, un eclipse solar que solo sucede una vez cada siglo, ha sucedido dos veces; unas inundaciones que solo se producen una vez cada 500 años, han ocurrido diez veces y terremotos que solo se producen una vez cada mil años han tenido lugar dos veces. La única cosa que no ha sucedido son elecciones generales que se producen cada cinco años”).
Alternativamente, véase lo que sucede en casos que producen consecuencias extremadamente negativas pero que son muy poco probables. Un ejemplo podría ser el de accidentes en una central nuclear. La probabilidad es extremadamente pequeña, de manera que la mayor parte de los que trabajan en la central no verán uno en su vida. En consecuencia… la mayoría de los trabajadores infraponderarán la probabilidad del evento. Y actuarán en consecuencia, es decir, su actitud será proclive al riesgo y omitirán medidas de seguridad lo que incrementará la probabilidad del accidente nuclear. En tales casos, aversión al riesgo en relación con las ganancias y propensión al riesgo en el caso de las pérdidas sería el resultado del simple aprendizaje.
Obsérvese la diferencia entre ambos casos. En el caso del acontecimiento positivo y raro, como los actores no lo han “vivido” nunca, tenderán a omitir las actuaciones (trabajar duro y diligentemente en el proyecto) que podrían hacer que el resultado se produjese con mayor probabilidad y con ello estarían no solo reduciendo la oportunidad de corregir la infraponderación implícita de que se produzca sino que, además, estarán contribuyendo a que la probabilidad de que el acontecimiento se produzca sea menor. Es decir, aprender (deducir conductas de la experiencia) reduce las posibilidades de que se produzca el avance científico de envergadura. En el caso del acontecimiento negativo e infrecuente, la falta de experiencia con el acontecimiento negativo induce a los sujetos a repetir acciones (falta de rigor en el cumplimiento de las rutinas) que hace que el acontecimiento desastroso sea más probable y con ello no solo se incrementa la posibilidad de corregir la infraponderación implícita de su posible producción sino también, haciendo más probable que el acontecimiento negativo se produzca… Beverly Sauer, tras revisar las experiencias con las normas que regulan las actividades peligrosas, señala que el Estado establece estándares de seguridad porque la experiencia es una mala maestra”
J. G. MARCH The Ambiguities of Experience pp 36-39

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