foto: @thefromthetree
Los rasgos de una población se transmiten a los descendientes por cuatro vías: genética, epigenética, imitación y cultura. Mi ejemplo favorito del tercero/cuarto es la comparación entre la aparente habilidad innata que tienen los italianos para el diseño y la absoluta incapacidad de los chinos para producir “cosas” bonitas. Ya sé que es una exageración. Pero cualquiera que haya estado en China estará de acuerdo en que cien años de destrucción sistemática de cualquier objeto de cierta belleza ha conducido a una fealdad uniforme. Tranquilos, los chinos no tardarán nada en recuperar el tiempo perdido. Ya tienen incluso artistas (pintores, escultores).
Mi tesis es que los italianos son tan buenos cuando se trata de diseñar una corbata, una cafetera o un calentador de gas porque llevan muchos siglos rodeados de cosas bonitas. No sé si “lo llevan en los genes”, pero seguro que sí en los fenotipos y en sus rasgos culturales que transmiten por imitación y cultura. ¿Cómo no van a fabricarse las más bonitas corbatas del mundo en Nápoles si tienen los frescos y mosaicos de Pompeya al lado? Naturalmente, la “ventaja competitiva” de los italianos derivada de siglos de acumular belleza se refuerza si los objetos en los que su belleza determina su valor se venden (tienen un mercado). La existencia de “compradores de belleza” genera una oferta de objetos de este tipo e “informa” a los más despabilados o más hábiles para dedicarse a eso. Con el paso del tiempo, toda la población es experta y la preocupación por hacer cosas bellas se extiende a ámbitos de la actividad distintos de la producción de obras artísticas (¿quién empaqueta mejor los alimentos que los italianos?). ¿No les extraña que los grandes artistas del Renacimiento italiano fueran, además o por la misma razón, auténticos genios? Leonardo no se ganó la vida con sus inventos. Se la ganó pintando cuadros tan bellos que los ricos de su época los querían comprar. O sea, que se produce un círculo virtuoso: más talento invertido en hacer cosas bonitas y expansión de la manufactura de calidad a todos los productos. En otra entrada narramos cómo el sorpasso a Gran Bretaña por parte de Alemania en manufacturas se debió, en alguna medida, a la extensión de la literatura técnica entre amplias capas de la población alemana gracias a la inexistencia de derechos de propiedad intelectual sobre los libros.
No hace mucho, The Economist narró el ejemplo más espectacular de la rapidez con la que la evolución (mutaciones genéticas que se expanden entre una determinada población) se llega a producir. Se trataba del caso de los tibetanos. Un gen que estaba sólo presente en un 10 % de la población hace menos de 3000 años y que les hacía más soportable vivir a grandes altitudes pasó a estar presente en el 90 % de la misma en nuestros días.
Hay otros ejemplos de este tipo de “evolución rápida” cuando el entorno es suficientemente “constrictivo” (el que no tiene la mutación que te salva la vida, se muere y no se reproduce, el que lo tiene, se reproduce y su gen se expande). El caso de la intolerancia a la lactosa es uno muy llamativo:
Un ejemplo famoso de coevolución genética-cultural es la evolución de la tolerancia a la lactosa en adultos en algunas, pero no en todas, las poblaciones humanas (Fredrick J. Simoons, 1969, 1970) La mayoría de las personas, como la mayoría de los otros mamíferos, toleramos la lactosa cuando somos lactantes, peroo no como adultos, porque carecemos de la enzima para digerir la lactosa. Sin embargo, hay varias poblaciones donde la mayoría de los adultos pueden digerir la leche. La mayor concentración de absorbentes de lactosa se encuentra en el noroeste de Europa, donde menos del 10-15% de la población es intolerante a la lactosa. Los bajos niveles de intolerancia a la lactosa también se encuentran entre los indios y algunas poblaciones africanas (Tutsi y Fulani). Por el contrario, pocos individuos en el Extremo Oriente, pocos entre los africanos bantúes, habitantes de las islas del Pacífico e indios americanos pueden digerir la leche en la edad adulta.
Hoy se sabe que la capacidad de los adultos para digerir la leche evolucionó en respuesta a una innovación cultural: la lechería. El gen (dominante) que controlaba la absorción de lactosa se propagó rápidamente entre las poblaciones que criaban vacas, ovejas o cabras, haciendo que estas prácticas fueran aún más valiosas desde una perspectiva evolutiva. También se extendió, pero en menor medida, entre los mediterráneos que consumen leche en forma de queso y yogur, de los cuales se ha eliminado la lactosa, pero no se propagó entre las poblaciones sin una tradición lechera. Para predecir si una población actual tendría una tolerancia alta o baja a la lactosa, debe mirarse a la historia de la lechería entre los antepasados de la población con independencia del territorio en el que se realice la comprobación. Por ejemplo, en los Estados Unidos, se ha observado que el porcentaje de adultos intolerantes a la lactosa es casi el 100% entre los indios americanos, el 90% entre los asiáticos americanos, el 75% entre los afroamericanos y sólo el 12% entre los americanos de origen europeo. Esto es coherente con la transmisión intergeneracional del rasgo de absorción de lactosa en un período histórico extendido, a través de la interacción genética y cultural.
1 comentario:
Creo que es Richard Dawkins el que desarrolla la teoría de los memes, o unidades básicas de transmisión cultural. Un meme sobrevivirá y se expandirá si se implanta en la comunidad adecuada. Evoluciona, muta y se adapta a otros entornos.
Un saludo.
C.A.
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