Mis colegas de la UAM tienen una obsesión por la regulación digna de mejor causa. Son incapaces de ordenar una materia empleando menos de 10 páginas. El reciente reglamento sobre utilización de los despachos es un buen ejemplo, pero el Manual del Master de Acceso a la Abogacía tiene más de 400 páginas. Los estatutos de la Universidad, más de 100. Pueden mirar en la pestaña de normas internas y comprobarán que parece que en vez de un centro de enseñanza e investigación, la UAM parece el Ministerio para el Plan Quinquenal.
Este año me ha tocado dirigir varios trabajos de fin de grado (TFG). Parece simple. Un alumno elige a un profesor y un tema y elabora, bajo la dirección del profesor, una especie de tesina de entre 7.500 y 10.000 palabras. Debería bastar con media cuartilla en la que se dijera, simplemente, que el trabajo debe reunir los estándares de un trabajo hecho por un alumno en el último año de su carrera. Que el profesor debe calificarlo y – esto me parece una buena práctica – que el alumno debe defenderlo, en sesión pública (como una forma de control del profesor). Es el primer año que hago tal cosa y debo decir que, de los cinco “matriculados” solo dos han elaborado el trabajo. Tras reunirme con los alumnos para dar una orientación general, me he reunido en particular con esos dos alumnos y he intercambiado decenas de correos con ellos haciéndoles observaciones sobre los borradores que me han ido presentando. Los alumnos no están acostumbrados tampoco y han esperado al final para presentar nada. Me niego a que el trabajo sea un puro trámite y espero convencer a los dos alumnos de que haber dedicado horas de lectura y redacción a su elaboración les será útil en su vida profesional. Tengo una cierta obsesión por que los profesores universitarios dediquemos más tiempo a orientar y corregir los trabajos de los alumnos. Si los alumnos creen que los profesores no se leen ni corrigen ni devolverán corregidos los trabajos que realizan, carecen de incentivos para esforzarse y hacerlos bien. Se limitarán a “cortar y pegar” y no aprenderán nada. De ahí que – no soy un idealista – en los últimos tiempos fuerce a los alumnos a realizar trabajos de muy corta extensión que reviso y devuelvo corregido (no estoy dispuesto a leerme “tochos” sin interés). Albert Hirschmann, que odiaba dar clase, odiaba también la enorme carga de trabajo que, para un profesor joven norteamericano supone corregir los trabajos de los alumnos y, para un profesor senior la corrección de tesinas y tesis. Si queremos potenciar esta labor de los profesores, hay que ponérselo fácil.
Pues bien, la “regulación” de estos TFG ocupa 13 páginas con lo que las posibilidades de “hacerlo mal” se multiplican exponencialmente. Observen la multiplicación de trámites burocráticos:
- el alumno tiene que presentar a la Administración de la Facultad un proyecto (¿por qué? ¿por qué no puede presentárselo al profesor que es el único que tiene criterio para determinar si el proyecto es viable?)
- una “Comisión de seguimiento de estudios de grado” aprueba esos proyectos (¿por qué?)
- Por supuesto, la regulación contiene su buena dosis de “pedabobía”
El objetivo fundamental es desarrollar y perfeccionar las competencias y habilidades adquiridas por los estudiantes en relación a métodos de investigación y búsqueda y selección de información y materiales sobre un tema en concreto, que deberá organizar y sistematizar para lograr dotar al trabajo de una estructura coherente y un contenido original, crítico, y bien fundamentado.
En el trabajo deberá hacerse patente el espíritu emprendedor del autor e incluirse reflexiones y juicios personales sobre el tema tratado, con la finalidad última de ofrecer soluciones a los problemas detectados en el objeto de estudio, que, posteriormente, deberá exponer sintética y oralmente en público de forma ordenada y comprensible.
- El cumplimiento de unas normas de estilo es obligatorio (¡no se puede redactar el trabajo en inglés!, ¡olé por el carácter universal de la Universidad, luego algunos se quejarán de que los correspondientes de Cataluña exijan que estos trabajos se redacten en catalán!).
- Alguien sensato dejaría absoluta libertad a profesores y alumnos para organizarse como deseen respecto de la elaboración del trabajo. Pues no. Se monta un sistema complejísimo de tutorías fijándose el número mínimo de horas de duración y se fija el contenido de esas tutorías (“podrán versar”) detallándose minuciosamente lo que pueden hacer profesor y alumnos en esas tutorías
- La calificación es de 1 a 10 ¡con un decimal! lo que recuerda aquello de Keynes de estar “equivocado con precisión”. Es obvio que calificar un trabajo con un 7,8 en lugar de un 8 es rigurosamente arbitrario.
- El trabajo ha de entregarse en papel (2 ejemplares ¿por qué) y en PDF (¿por qué no en word o en cualquier formato que pacten profesor y alumno?)
- La calificación se obtiene a través de un complicado sistema (¡para qué lo iban a hacer sencillo!). El profesor tiene que hacer un informe y poner una nota que vale el 40 % de la nota final. El 60 % restante se obtiene de la calificación que otorgue la “comisión evaluadora”, o sea, los profesores que escuchan la presentación oral del trabajo. Para hacer “más fácil” el trabajo de la comisión evaluadora,
A la valoración por la Comisión corresponderá el 60% de la calificación final de aquél. Por su parte, en la valoración de la Comisión se tendrán en cuenta los siguientes criterios orientativos: el 15% de la calificación corresponderá a la corrección de la exposición pública oral, el 25% a los aspectos formales del trabajo y el 60% restante a la corrección de su contenido material ¿qué utilidad tienen esos criterios orientativos? ¿justificar la impugnación de la nota por el alumno? ¿por qué se dice a continuación que la nota se determina conforme a esos criterios si se acaba de decir que son “orientativos”?
La ANECA, el Ministerio y la implantación del modelo “Bolonia” están exasperando la burocratización de la actividad de las Universidades. Los rectores deberían poner en marcha urgente y sistemáticamente un plan de desburocratización en lugar de hacer de políticos “de quinta” que es a lo que se dedican mayormente. Los profesores no podemos dedicar tanto tiempo a tareas burocráticas y de gestión, sobre todo, en una Universidad que carece de personal especializado en la gestión de la enseñanza y de la investigación. Los profesores universitarios españoles no solo somos de los peor pagados de Europa sino que somos los que contamos con una mayor carga burocrática y con el menor apoyo para las tareas de docencia e investigación. No tenemos research assistants y no tenemos auxiliares de docencia. El sistema informático de apoyo a la docencia (moodle) es lo menos “user friendly” que uno pueda imaginarse, hasta el punto de que este año he tenido que recurrir a los propios alumnos para poder utilizarlo porque soy incapaz de manejarlo con soltura. Los profesores no estamos para hacer cursillos de nada y si no he hecho un curso para manejar el Windows 8, no lo voy a hacer para manejar ninguno de los programas informáticos como me niego a hacer cursillos en los que un “pedabobo” me enseñe como dar clase. Tenemos que concentrarnos en enseñar y en estudiar y la Universidad debe hacernos la vida fácil.
3 comentarios:
"No era esto, no era esto..." Dicen que dijo Ortega al ver en lo que se había convertido la 2ª República; me temo que cabe decir lo mismo y con la misma desolación de la actual universidad española, al menos de la mía.
A. Perdices
Hola,
desde que empecé la carrera, es decir, hace 3 años -estoy en 3º-, tuve solamente 1 recensión corregida. El estudiante necesita saber dónde están sus equivocaciones y dónde están sus éxitos! Infelizmente parece ser una tarea muy dura para los profesores...
Ánimo a todos, pues aqui el TFG exige un mínimo de 17.500 palabras.
Abrazos.
Vanessa - Unizar
Estudio derecho en la uam, mi último año. Tengo el TFG hecho y ha sido mi asignatura favorita, a pesar de la guia que nadie se lee.
En 1º, nos mandaron hacer un crucigrama como deberes (no digo la asignatura por verguenza ajena), he soportado la humillación de levantar la manita por un positivo como perro que da la patita por galletas, la hummillación de tner q contarle a la seño, porque me habia saltado una clase. HE visto compañeros copiandose deberes como en el insti y peleandose en el pasillo como en el cole. He visto desaparecer mi vocación por la carrera.
En el TFG pude leer (incluso libros en inglés!!!), pude escribir, reflexionar, investigar, dar mi opinion, debatir posturas doctrinales con mi tutor, organizar mi trabajo a mi propio ritmo, aprender sobre temas q me fascinan aunque no vengan en el cronograma, por primera vez en 4 años, sentir q me habia ganado el aprobado, y lo mas importante, sentir que me trataban como a un adulto.
OJALA cambiaran todas las asignaturas por TFG´s
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