domingo, 28 de agosto de 2022

Todo es identidad


El libro se lee rápida y fácilmente. Pero los autores abusan del ‘storytelling’ y dedican demasiado espacio a contarnos acontecimientos o sucedidos – anécdotas – que son bien conocidas. Otra buena parte del libro está dedicada a describir los experimentos (y a detallar qué profesor de qué universidad los realizó) cuyos resultados constituyen el grueso del mismo. Supongo que a muchos lectores potenciales eso les gusta. A mi, no.

En cuanto al fondo, las tesis del libro son sensatas y compartibles con dos ‘peros’. Uno, que atribuyen demasiado espacio y efectos al concepto de ‘identidad’. El libro podría haber ido de la hipersocialidad de los humanos y el contenido habría sido muy parecido. Dos, tarda mucho en ‘empezar’ y la parte final sobre el liderazgo y la democracia no me han interesado nada.

Esto es lo que me ha parecido más interesante: se refiere a los miembros de una secta de esas que creen que el mundo se va a acabar y que ven que el día llega y no se acaba. Como verán, podríamos sustituir ‘identidad’ por ‘pertenencia a un grupo’ y el significado no cambiaría mucho.

Cuando la identidad y las creencias de las personas (...) se cuestionan seriamente, se produce un inmenso sentimiento de malestar, un estado conocido como disonancia cognitiva. Podría parecer racional que la gente simplemente abandonara el grupo, volviera con su familia y amigos e intentara empezar de nuevo. Sin embargo, la gente hará todo lo posible para preservar su identidad y la sensación de realidad compartida por el grupo. Para los miembros más comprometidos, suele ser más fácil ignorar las contradicciones o buscar nueva información que ayude a reducir los sentimientos de disonancia"

En un caso como el de las sectas del fin del mundo, esto último parece difícil. Pero no lo es. Por ejemplo, siempre pueden decir que las señales del advenimiento – siempre ambiguas – fueron malinterpretadas (en cuyo caso, o se disculpa al líder o se le sustituye). Y esto es más interesante:

"la clave para mantener las creencias frente a las pruebas contrarias es el apoyo social. Los creyentes aislados rara vez pueden resistir una evidencia abrumadora como la que proporciona el fracaso de una profecía. De hecho... puede provocar... no sólo que los sectarios revisen sus creencias cuando son desafiadas por la realidad, sino también que hagan proselitismo en un intento de aumentar el número de creyentes. Como escribió Festinger: "Si se puede persuadir a más y más personas de que el sistema de creencias es correcto, entonces claramente debe ser correcto después de todo"

Creo que es un buen ejemplo de que ‘todo se remite a la identidad’. Pero una explicación mejor es la de que cuanto más dependiente sea el individuo de un grupo y cuanta mayor sea la capacidad de éste para sancionarle (en su caso, con la expulsión del grupo pero en la antigüedad y en los regímenes autoritarios, con la cárcel y la muerte) mayor será la tendencia de la gente a creer lo que creen los demás. Esto explica la eficacia del Derecho y la obediencia a las normas sin un aparato relevante de sanción y represión. (v., las Entradas Relacionadas en esta entrada). Pero es que, sobre todo, formar un grupo cuyos miembros sean altamente interdependientes requiere una inversión enorme por parte de los individuos, de manera que la desaparición del grupo es una tragedia que el individuo que busca la supervivencia de acuerdo con la Evolución tratará de evitar a toda costa. Este tipo de argumentos explica mejor, creo yo, por qué la gente cree y manifiesta creer cosas irracionales que la preservación de su identidad.

También es interesante la exposición sobre el problema del pensamiento grupal (groupthink). En un grupo, si se quieren obtener las conclusiones correctas, los miembros han de poder hablar libremente sobre todo a los superiores o líderes. En otro caso, la tendencia a la conformidad con el grupo (es lo racional desde el punto de vista individual) puede provocar desastres. Y el consejo es adecuado: “los líderes deben dejar hablar a sus subordinados antes de expresar sus propias opiniones”. En otro caso, sólo oirán lo que quieren oír o lo que el líder o sus ‘adjuntos’ hayan dicho. Es más, los que estén más bajo en la escala, se esforzarán en buscar razones para confirmar la dirección de la actuación del grupo establecida por el líder.

Muy divertida es la exposición sobre la relación entre el tamaño de la amígdala (y la cantidad de materia gris en ella) en nuestro cerebro (la partes del mismo que se ocupa de la gestión de los procesos emocionales) y la posición política (los progresistas tienen una amígdala más pequeña y los conservadores una más grande) aunque no se ha podido demostrar si la relación de causalidad va en uno u otro sentido (eres progresista porque tienes la amígdala más pequeña o tienes la amígdala más pequeña porque eres progresista). Y especialmente reveladora la relativa al racismo. La buena noticia: no somos racistas, lo que pasa es que la raza de una persona es ‘llamativa’ para un homo sapiens que formó su psicología en un entorno en el que rarísima vez veían a individuos de otra raza. Y nuestro cerebro está ‘programado’ para reaccionar ante fenómenos ‘llamativos’ entendiendo por tales aquellos que pueden favorecer o perjudicar nuestra supervivencia y reproducción (por eso atribuimos inmediatamente un sexo y una edad a cualquiera con quien nos encontramos y por eso nos resulta tan perturbador alguien sin atributos claros del sexo masculino o femenino).

En fin, sobre la superioridad del trabajo en grupo: un grupo siempre consigue mejores resultados que varios individuos trabajando por separado. Sea cual sea la tarea. Y, entre los grupos, ganan aquellos cuyos miembros están mejor sincronizados. Si quieres que la próxima clase sea productiva, tienes que conseguir que los estudiantes ‘sincronicen’ sus cerebros en torno a lo que sea que se esté discutiendo (cuanto menos interesante intelectualmente sea el asunto, más difícil será lograrlo).

La crítica al experimento de Milgram es muy convincente: la gente deja de imponer un castigo arbitrario cuando el castigado se queja y dice que no quiere que se lo impongan.

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