lunes, 17 de agosto de 2015

Tres consejos para escribir mejor


 

Escribir es como comer. Una dieta de comida basura debilita el cuerpo. Con una dieta de prosa atiborrada de jerga, es sólo cuestión de tiempo que nuestra propia prosa se llene de "postulados", "delineados" e "imbricados". 
Imparto un curso sobre redacción académica para estudiantes al final de su programa de doctorado. Defino el estadio 4 de la decadencia de la prosa como el momento en que "mediar" es el único verbo que les queda en el vocabulario. Empiezo la clase con un ejercicio. Tomo una página al azar de una prestigiosa revista académica y les hago calcular el número medio de palabras de cada frase del tema. Luego tomo una página del artículo de Jill Lepore en el New Yorker que sea mi favorito y les pido que hagan lo mismo. La última vez que lo hice, la media de la "prestigiosa" revista era de 46 palabras por frase (frente a las 15 de The New Yorker), una cifra tan escandalosa que, fueran cuales fueran los objetivos del autor, la comunicación no era uno de ellos. Cuando terminamos, veo las caras de perplejidad de los estudiantes. ¿En qué nos hemos convertido?  
Wineburg: En un curso del semestre pasado, pedí a los estudiantes de tercer año de doctorado que escribieran un resumen de un artículo que aspiraban a publicar. En clase, les pedí que dejaran a un lado sus resúmenes, sacaran una hoja de papel y reescribieran el mismo resumen en un lenguaje que pudieran entender sus vecinos de al lado o sus tías abuelas. Luego los puse por parejas y les pedí que intercambiaran sus originales impresos con láser y sus resúmenes escritos a mano. Como era de esperar, los alumnos preferían leer las versiones manuscritas. Eran más directas, menos farragosas y más precisas. Pero lo que no esperaba eran las sinceras confesiones que siguieron. A una, los estudiantes declararon que reescribir sus resúmenes en lenguaje llano les ayudaba a comprender a un nivel más profundo de qué trataba su estudio. En otras palabras, las cadenas polisilábicas de "mediaciones", "participaciones periféricas", "hegemonías" y "herramientas culturales" les confundían.

Scholars Talk Writing: Sam Wineburg How a Stanford professor, known for his work on "historical thinking," learned to trust his own voice, By Rachel Too

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