sábado, 25 de agosto de 2012

Más sobre chivatos y delatores: equilibrio de baja calidad y el que se queja es un maleducado

For not only is it very hard not to break laws (since obeying most laws meant breaking others); doing so ingeniously is warmly encouraged and widely, if tacitly, admired.
Lukes, S. (1997). Le disavventure del Professor Caritat alla ricerca del migliore dei mondi possibili, Milano: Mondadori citado por los autores indicados más abajo.

Hace algunos años, colegas españoles y argentinos de Derecho Mercantil pusieron en marcha un “Congreso hispano-argentino de Derecho de Sociedades”. El entusiasmo de algunos permitió que se celebraran varias ediciones en sendas ciudades españolas y argentinas. El nivel de las ponencias era muy desigual por ambas partes. Alguna ponencia española o argentina aceptable y algunas disparatadas de ambos lados del Atlántico. En fin, nada realmente impredecible dado que nadie estaba dispuesto a “hacer de malo” y rechazar ponencias por baja calidad sin repuesto disponible.


Una de las ponencias españolas era tan disparatada que un colega mío hizo un chiste memorable. El ponente se preguntaba por la naturaleza jurídica de la sociedad unipersonal irregular y mi colega dijo que una sociedad unipersonal irregular (no inscrita) era “un hombre o una mujer” según el sexo del sujeto. El ponente aguantó el chiste con aplomo y sin mayores consecuencias.

Otra de las ponencias – a cargo de un argentino – era igualmente disparatada. Como se trataba de un tema en el que yo había estado trabajando, manifesté mi opinión señalando que me parecía un sinsentido que el Derecho argentino prohibiera en cualquier caso la supresión del derecho de suscripción preferente de los accionistas, regulación que el ponente había defendido como imprescindible para garantizar los derechos de los socios minoritarios. En fin, como se ve, una discusión que podría haberse mantenido en términos perfectamente técnicos y de política jurídica. Lo que me sorprendió fue la reacción del ponente que se sintió ofendido por la crítica y, en voz baja, reprochó mi falta de educación por hacer una crítica directa y abierta de su posición.

Los autores teorizan acerca de la reacción del ponente argentino que ellos generalizan para el caso de los italianos. Según los autores, en las relaciones académicas con italianos – en su caso – sacaron la impresión de que ambas partes (pongamos, el ponente extranjero que se compromete a dictar una charla original y elaborada en una reunión académica organizada por el italiano) están de acuerdo en intercambiar productos de calidad “alta” para, a continuación, intercambiar efectivamente – entregar como prestación – productos de calidad “baja” (la ponencia es una birria y la organización de la reunión un desastre) pero nadie se queja y ambas partes actúan como si hubieran realizado una prestación de calidad “alta”. Y si alguien se queja – en nuestro caso, el extranjero – la contraparte “seemed more annoyed than apologetic. They seem to treat this as excessive fussiness”. Y el “juego” de prometerse recíprocamente productos de calidad elevada y entregar productos de baja calidad continúa sin que nadie ponga fin al mismo. Es un equilibrio.

En ese equilibrio, y si ordenamos las preferencias, las partes acaban intercambiando prestaciones de calidad “baja” antes que de calidad “alta” y, sobre todo, antes que prestar ellos calidad “alta” y recibir una prestación de calidad “baja”. El resultado es que las partes nunca prestan con calidad “alta”: “Prefieren el más o menos al perfeccionismo”. El equilibrio puede ser peor: no querer recibir calidad “alta” para evitar quedar en evidencia de manera que, como en un juego de “pillos”, ambas partes prestan y aceptan prestaciones de calidad baja. Cualquiera que haya aceptado dar un curso de doctorado o un seminario de varias horas en una universidad como profesor invitado se reconocerá en este juego de no-te-pago-lo-que-te-dije-ni-cuando-te-dije-y-tu-no-das-todas-las-horas-que-dijiste.

Estos equilibrios se producen cuando la población está compuesta mayoritariamente por sujetos para quienes prestar “alta calidad” resulta muy costoso si no imposible. Estos se relacionarán entre sí aceptándose recíprocamente “baja” calidad aun pretendiendo intercambiar “alta” calidad, es decir, se crea un mercado para dichos productos. El problema es que no se separe tal mercado de otro en el mismo área donde predominen los individuos que ofrecen y exigen calidad “alta”. Si no se  genera tal mercado, incluso los individuos capaces de ofrecer y deseosos de exigir calidad “alta” participarán en el mercado general y ofrecerán y recibirán calidad baja. Como se ve, nada distinto de lo que sucede en mercados de productos en los que los consumidores tienen costes de información elevados sobre la calidad donde los oferentes que suministran productos de “alta calidad” tienen incentivos para separarse de otros oferentes señalizando su alta calidad para lograr que los consumidores paguen más por sus productos que por los de los otros oferentes. Lo especial del caso estudiado por estos autores es que, en estos mercados académicos, todos son oferentes y demandantes simultáneamente. Los que solo son capaces – o suficientemente laboriosos – de ofrecer productos de calidad “baja” no quieren tener a su lado a productores de calidad alta, de manera que se producirá un fenómeno de selección inversa y los ineptos crecerán en número en mayor medida que los esforzados que tenderán a abandonar el mercado. Es decir, no se forman dos mercados separados y los lemons se expanden y expulsan a los productos de alta calidad. Afortunadamente, éste no es un resultado fatal si el grupo de los “aptos y deseosos” de proporcionar calidad es suficientemente numeroso como para realizar intercambios entre sí al margen del resto de la población.

Y los que ofrecen “baja” calidad mantienen la retórica contraria en la medida en que tal apariencia les beneficia psicológicamente (se reduce la disonancia cognitiva) y en cuanto pueden aprovecharse de la reputación generada para el grupo de oferentes por los que prestan calidad alta respecto del público en general que carece de la información suficiente como para entrar en distinciones. Mientras tanto, escriben para que (no) les lean los de su grupo (“I pretend to write and you pretend to read, and if you stop pretending you are no longer my friend”). Es un pacto colusorio en perjuicio de – en este caso – los contribuyentes que pagan los sueldos de esos profesores. Como puede imaginarse, la competencia es la única esperanza.

El tratamiento de los casos de plagio – señalan los autores – es muy expresivo del funcionamiento de estos mercados de productos de baja calidad porque plagiar es el pecado mortal del académico. Cuando alguien denuncia a un colega por plagio, el grupo acaba atacando al denunciante y cerrando filas en torno al que plagió. El caso de la Universidad de Vigo en España es un buen ejemplo.  Porque los argumentos de los “conformistas” no son del todo despreciables y contienen apelaciones a las consecuencias negativas para “el bien común” que los comportamientos de los inconformistas pueden generar
“non-conformists may do the right thing in principle, but without considering the consequences for others; non-conformists are unconditional perfectionists whose zeal harms the community. An example, discussed in Elster (1989: 193-94), is the disapproval of acts of resistance in German-occupied countries during the Second World War that could cause retaliations against civilians.
En una entrada anterior señalábamos que la actitud social hacia los que denuncian los incumplimientos de los demás influye sobremanera sobre el equilibrio resultante, un equilibrio de bajo cumplimiento de las normas. Y poníamos como ejemplo el del absentismo laboral. Los autores señalan que son dinámicas semejantes a las expuestas las que conducen a estos equilibrios de baja calidad. Los profesores nos preguntamos sorprendidos por la diferencia de “nivel” del grupo de alumnos a los que impartimos clase de un año para otro. La respuesta es – creo – clara: cuando el “control” del grupo de alumnos está en manos de los que prefieren calidad “alta”, los que prefieren calidad “baja” lo abandonan o aprietan en su esfuerzo.

La polémica sobre la bondad o maldad de promover la denuncia de los incumplimientos por parte de terceros tiene que ver mucho con estas dinámicas ya que los que ofrecen y exigen calidad “alta” pueden ser “sancionados” por los que ofrecen y aceptan calidad “baja”. Dada la retórica en que se envuelven estos últimos, el riesgo existe de que las normas (como patrones de conducta deseables) que se acaben imponiendo en una Sociedad sean las de que no solo no es reprochable, sino que “está bien” plagiar, dar menos clases de las prometidas, faltar al trabajo, aplicar la ley del mínimo esfuerzo etc. En este entorno, los cumplidores acaban por abandonar. Y el daño para el interés público – que no internalizan los miembros del grupo – es enorme.

Diego Gambetta y Gloria Origgi, L-worlds, The curious preference for low quality and its norms, 2009)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cual es el caso de la U. De Vigo?

Anónimo dijo...

Muy conocido, aunqu en este caso, con sentencias firmes de los tribunales, es también el caso de un catedrático de derecho mercantil de la Universidad de Murcia. En el gremio se extiende el reproche a la denunciante y no del plagiador.

JESÚS ALFARO AGUILA-REAL dijo...

http://amazings.es/2012/01/07/desenlace-del-plagio-digo-duplicacion-en-la-universidad-de-vigo/

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