Informa EL PAIS que un grupo muy numeroso de expertos en Ciencia Política y Ética más algún disparatado catedrático de Derecho Constitucional ha firmado un manifiesto en el que piden algo así como el reconocimiento en la Constitución del derecho de autodeterminación de los pueblos de España. Bueno, no sé qué carajo piden porque el texto lo ha redactado, probablemente, Ignacio Sánchez Cuenca, y es bastante baboso. Vean, en particular, este paso:
deberíamos poder reformar la Constitución de 1978 en un sentido federal, para, profundizando en su espíritu de integración, acomodar mejor esas reivindicaciones de naturaleza identitaria que, bien entendidas y gestionadas, han de conducir a una España más cohesionada, más tolerante y más estable.
¿Alguien cree que al día siguiente de haber obtenido lo que hayan podido obtener de ese mejor “acomodo” los nacionalistas no empezarán a pedir otro “mejor acomodo” hasta acabar en la independencia?
No hay ni una sola idea que sea refutable salvo la de acusar al PP de todos los males de España y la de aceptar el discurso separatista sobre el origen del golpe de estado posmoderno que hemos vivido en Cataluña. Aquí lo tienen.
El texto carece igualmente de cualquier idea aprovechable (son las ideas que conocíamos ya de Sánchez Cuenca) y no es raro que sus firmantes sean gente extraña al Derecho y al Derecho constitucional en particular. Sólo Pérez Royo, que lleva décadas al di là di tutta razionalità y Joaquín Urías que está muy contento en su papel de compañero de viaje de los separatistas (no tiene competencia en ese nicho del mercado jurídico), aparecen entre los que firman el manifiesto. El resto son politólogos y gente de cualquiera de las áreas posmodernas de las ciencias sociales.
Lo peor del manifiesto es que pretenden que el pueblo español no existe; que el pueblo español no es soberano y que la soberanía reside en los “pueblos de España”.
Existe el pueblo catalán, el valenciano, el balear, el navarro, el vasco, el gallego y el castellano. Pero no el español. La unidad de España depende, en definitiva, de que todos estos pueblos – que se convierten así, en sujeto constituyente, – decidan seguir unidos. Si uno de ellos decide que prefiere ir por su cuenta, a pesar de los buenos deseos y las caricias de los firmantes de este manifiesto, debería poder marcharse sin sufrir daño alguno. Afirmar que, como los puritanos embriagados de El festín de Babette, acabaremos todos bailando al corro de la patata si le damos a los más nacionalistas de cada barrio lo que quieren, aunque lo que quieran sea sojuzgar a los no nacionalistas como ha ocurrido en el País Vasco, asesinatos incluidos, y en Cataluña, con la exclusión de la vida cultural y política de los castellanohablantes, es de una ingenuidad que no podemos creer de algunos de los firmantes a los que tengo por gente inteligente y capaz. De otros, sé que es pura maldad.
La gente debería tener más cuidado con lo que firma. El manifiesto presenta distorsionadamente – hay que entender que dolosamente – la situación canadiense y la sentencia del Tribunal Supremo de este país. Como hemos explicado en otra entrada, las provincias canadienses son soberanas porque Canadá se formó a partir de la unión de sus provincias, de modo que, como reconoció el Tribunal Supremo de Canadá, las provincias conservan su soberanía. Nada más diferente del caso español. Y, naturalmente, el caso escocés no tiene nada que ver. La soberanía del Reino Unido descansa en reinos que se unieron constitucionalmente y no en el pueblo inglés ni en el inexistente pueblo de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Solo veo algo positivo de este manifiesto. Ahora podemos exponer que hay dos modelos para el futuro. Uno es el de convertir a España en un Estado federal a la canadiense o británica, donde la soberanía resida en los “pueblos de España”, que deben ser enumerados en el artículo 1º de la Constitución y no solo en el Preámbulo (tal vez habría que reducir el número de comunidades autónomas para hacerlas coincidir con los “pueblos” soberanos que se dotan de una Constitución común).
El otro modelo pasa por subrayar el carácter unitario del Estado español; la soberanía única del pueblo español y el reparto claro de competencias además del establecimiento de mecanismos potentes que aseguren el cumplimiento de la ley por todas las autoridades y les fuercen a cooperar de buena fe en el interés general de todos los españoles.
El PSOE debe dejar de jugar a dos barajas (ahora representadas por Batet y Borrell en el gobierno). Si quiere un federalismo a la alemana o a la norteamericana o quiere un federalismo a la canadiense o británica. Que se aclaren de una pajolera vez. Hay otros partidos que lo tienen claro: España puede ser un Estado federal sólo si se trata de un Estado federal como lo es la República Federal de Alemania o lo son los Estados Unidos. Ya sabemos que Podemos está por el modelo canadiense. ¿Dónde está el PSOE?
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