jueves, 9 de agosto de 2012

El funcionamiento de los mercados: competencia e innovación



 Greta Garbo

1. La mejor explicación de los procesos competitivos es, sin duda, la que -debida a Hayek- califica a la competencia como un proceso de descubrimiento[1]. Con esta idea, Hayek llamaba la atención sobre el hecho de que los humanos nos servimos de la competencia en todas aquellas situaciones en las que no conocemos circunstancias esenciales que determinan el comportamiento de los competidores. Si supiéramos quien va a ser el vencedor, no haría falta organizar la competencia. El proceso competitivo genera información (sobre qué bienes son escasos, qué cosas son valiosas...) y se reproduce continuamente: los nuevos datos provocan nuevos comportamientos que se convierten en nuevos datos que provocan nuevos comportamientos...

2. El proceso competitivo responde al esquema acción-reacción (Schumpeter): un empresario (el pionero) pone en el mercado una innovación: nuevos productos, nuevos procedimientos, nuevos métodos de producción, distribución o financiación... Ante la actuación del pionero, las restantes empresas en el mercado han de decidir cuál va a ser su reacción (estímulo-respuesta). Las respuestas posibles son la imitación del pionero o la contestación con una nueva innovación. En este sentido, la competencia es un proceso dinámico. Los competidores se encuentran en una determinada posición competitiva en un momento determinado, posición, que ha venido decidida por la estrategia empresarial desarrollada hasta ese momento. Si en un determinado momento competitivo, un competidor inicia una estrategia competitiva exitosa, mejora su posición competitiva. La suma de las estrategias competitivas de los competidores que tratan de mejorar su posición, configura el proceso competitivo en su conjunto. La función del empresario consiste, precisamente, en descubrir oportunidades de iniciar estrategias competitivas exitosas (Kirzner). Cuando ningún competidor puede mejorar su posición (cuando no hay ninguna oportunidad disponible), el proceso competitivo desaparece (porque ningún competidor tiene estímulos para iniciar nuevas estrategias competitivas). Esto ocurriría en un mercado en el que las únicas estrategias competitivas posibles fueran la adaptación y la imitación del comportamiento de los competidores en mejor posición. Pero, en realidad, los competidores pueden siempre mejorar su posición mediante la adopción de estrategias competitivas innovadoras. Como veremos, es muy importante la comprensión de estas reacciones y de sus efectos sobre el bienestar social para acertar en la aplicación del Derecho de la competencia.

3. Pero, ¿por qué los empresarios tienen incentivos para iniciar estrategias competitivas innovadoras? La respuesta se encuentra en que, el empresario pionero, aún cuando los competidores imiten su estrategia competitiva obtiene durante un período de tiempo -hasta que le imiten- la posición de un monopolista (es el único que suministra en el mercado su innovación)[2]. De ahí, que los empresarios estén estimulados para innovar, porque como monopolista, el pionero puede exigir a los consumidores precios por encima del coste de producir cada unidad del bien o servicios obteniendo con ello unos beneficios superiores a los normales en el mercado[3]. Lógicamente, al final del proceso, cuando la imitación se ha producido, el pionero pierde su posición de monopolista temporal y él u otro empresario habrán de poner en marcha de nuevo el proceso. La innovación que se ha producido se habrá "socializado" y convertido en un bien común. El resultado es una mejora en el bienestar social (mejora del aprovisionamiento del mercado). El entorno institucional en el que se desarrolla la lucha competitiva y aparecen las innovaciones – del que forma parte singular el sistema jurídico – constriñe las estrategias competitivas que son posibles para el empresario. Obviamente, no se producirán los mismos resultados competitivos si está permitida la apropiación de los secretos empresariales ajenos y usar la violencia que si ésta está vedada y el titular de un secreto puede obtener una condena penal del competidor que realizó espionaje industrial. En este sentido, no sólo el mecanismo de los precios coordina la conducta de los competidores. También las instituciones lo hacen[4].

4. La posición provisional de monopolista para el pionero no sería posible si los imitadores pudieran imitar inmediatamente la innovación. Afortunadamente, la estructura del mercado otorga una protección de facto a las innovaciones, es decir, existen barreras naturales que impiden que los imitadores esquilmen al innovador[5]. Los eventuales imitadores, deben emplear un cierto tiempo para conocer a fondo la invención y en muchos casos necesitan desarrollar sus propios procedimientos y que, a menudo, la imagen de un producto se mejora al ser el primero en el mercado, lo que lleva a los consumidores a preferirlo aún cuando aparezcan productos imitadores.


5. En nuestro país, el caso más espectacular de “triunfo” del pionero es el de la evolución del sector bancario tras la liberalización del mismo en los años 80 del pasado siglo. Hasta finales de los años 80 del siglo XX, todos los bancos pagaban lo mismo por los depósitos y cobraban lo mismo por los servicios que prestaban. Cuando se eliminaron las normas que provocaban esta conducta, los bancos no reaccionaron inmediatamente y siguieron pagando muy bajos intereses por los depósitos de los clientes. A finales de los ochenta, sin embargo, el Banco Santander lanza su campaña de “supercuentas”, es decir, cuentas corrientes disponibles a la vista con un alto rendimiento. En pocas semanas, aumenta sus depósitos en más de seiscientos mil millones de pesetas. Los demás bancos reaccionan de forma diversa. Algunos no reaccionan, otros imitan al pionero y, por fin, otros lanzan una nueva innovación como fue el caso del “libretón” del Banco Bilbao Vizcaya que eleva igualmente los intereses pagados a los depositantes pero lo hace en menor cuantía que la “supercuenta” del Santander aunque ofreciendo, además, a los clientes, regalos de bienes de consumo con carácter regular y sorteos de automóviles, viviendas etc. que en conjunto suponen cuantías muy elevadas de dinero. El resultado de este proceso de acción-reacción fue un aumento generalizado del “bienestar de los consumidores” que vieron cómo sus ahorros pasaban de ser remunerados al 0,1 % a serlo a tipos que, por fin, tenían relación con los tipos reales de mercado.

6. Otro ejemplo famoso es el caso del Golf y sus continuadores. En mayo de 1974, Volkswagen lanza un nuevo modelo al mercado para sustituir al anticuado y celebérrimo "escarabajo". El Golf tiene un gran éxito de ventas, en bastante medida a costa de sus competidores: el Ford escort baja a la mitad sus ventas y sólo mejora cuando ofrece una garantía por un año (hasta ese momento todos ofrecían seis meses) y da el equipamiento sin coste extra en el nuevo Ford Escort II. En 1977 lanza al mercado el Fiesta. También Opel-Kadett sufre una gran pérdida de ventas cuando aparece el Golf. El pionero-Golf obliga a sus competidores a reaccionar: entre 1974 hasta 1977 aparecen en el mercado 13 nuevos tipos de coches en el nivel del Golf. Ford Fiesta, Fiat 131, Renault 14, Mazda 323, Volvo 343... Volkswagen trata de mantener su posición lanzando el Audi 50, el Polo, el Derby y nuevas variantes del Golf. Al final de este proceso (hasta el siguiente “nuevo” Golf), el resultado es ampliamente beneficioso para los consumidores. La oferta para éstos es mucho más amplia y atractiva. Y la garantía se eleva de seis meses a un año.

7. La historia no siempre tiene final feliz para el pionero. Otro caso histórico lo demuestra. Una pequeña fábrica de coches que hasta entonces sólo fabricaba coches pequeños lanza en Alemania en 1967 el NSU Ro 80 como un modelo muy avanzado técnicamente y para clientes muy exigentes. La fábrica es demasiado pequeña para competir -en economías de escala- con los grandes fabricantes y los de NSU piensan que pueden sobrevivir en el sector del mercado de coches de alto precio donde está BMW, Porsche, Lancia etc. El NSU Ro 80 tiene un aspecto impresionante y un motor tecnológicamente revolucionario: el motor Wankel. Se ofrece una garantía de 18 meses y 30 mil km. Pero el coche es un fracaso porque los costes de producción aumentaron debido al mayor peso del vehículo, lo que hizo que compitiera en precio con las series más caras de Mercedes. Además, tenía algunos problemas de motor y, sobre todo en trayectos cortos, gastaba demasiada gasolina. Como consecuencia del fracaso, NSU no puede lanzar el modelo 70 de tipo medio -no hay financiación- y al poco tiempo Volkswagen la convierte en una filial suya fusionándola con Audi que ya era también filial de Volkswagen.

8. En un mercado en el que se ha desarrollado una batalla como consecuencia de la introducción de una innovación, el pionero – ganador habrá conseguido una mayor cuota de mercado, algunos empresarios habrán perdido y serán expulsados del mercado con lo que el grado de concentración en ese mercado será mayor que en el momento de introducción de la innovación. También observaremos que el ganador obtiene una posición de monopolista provisional en el sentido de que puede cargar precios supracompetitivos a los consumidores y obtener los beneficios correspondientes. Piénsese en el caso Nespresso. Estas rentas monopolísticas provisionales son, sin embargo, imprescindibles para que los empresarios tengan incentivos para innovar y, por tanto, para que la competencia dinámica se mantenga. Si la innovación requiere inversiones (en investigación y desarrollo), los productos resultados de tal innovación no pueden venderse a su coste marginal (al coste de producir la unidad de producto) porque ese precio no cubriría los costes fijos invertidos por el empresario en desarrollar la innovación, de manera que el innovador carecería de incentivos, en primer lugar, para lanzarse a investigar y desarrollar la innovación. Por otra parte, el riesgo que soporta el innovador es muy elevado porque no es posible predecir no ya si la innovación triunfará sino si la duración de ese “monopolio provisional” que el mercado otorga al innovador será suficiente para cubrir los gastos de investigación y desarrollo[6].


9. Fundamentalmente, la estructura del mercado otorga por sí misma una protección de facto a las innovaciones, es decir, existen barreras naturales que impiden que se "esquilme" al innovador. Existen numerosas razones por las que los productos o procesos no son inmediatamente copiados, sino que lo son tras un lapso de tiempo, a veces sustancial. Por ejemplo, porque el innovador mantenga en secreto el procedimiento innovador. Pero sobre todo, porque los eventuales imitadores deben emplear un cierto tiempo en conocer el know how de la invención, que en muchos casos tiene que ser desarrollado por la propia empresa imitadora. Este argumento tiene, naturalmente, una eficacia variable en función del sector económico (requiere más tiempo imitar un nuevo producto químico que un diseño de una prenda de vestir). Además, la rapidez de la imitación es directamente proporcional a la rentabilidad del producto e inversamente proporcional a la magnitud de la inversión requerida para imitar, de forma que si el pionero practica una política de precios altos con el nuevo producto, será más rápidamente imitado que si los precios son más ajustados. De esta manera, la imitación constituye un mecanismo indirecto de protección del mercado frente a precios muy elevados por parte del pionero. Como se ha dicho expresivamente, “los beneficios supracompetitivos, como las estrellas de cine, atraen a las masas; los hombres de negocios, como los ladrones de bancos... quieren estar allí donde está el dinero” (Klein).

10. Las innovaciones afectan a la competencia en el mercado de formas muy diversas. Las hay más obvias: el fax hizo desaparecer prácticamente al telegrama. Pero las hay menos obvias. Por ejemplo, una innovación financiera puede reducir el coste de financiar determinadas actividades lo que afecta inmediatamente a las empresas que están presentes en ese sector de actividad (el leasing respecto de las líneas aéreas). Una innovación tecnológica puede hacer irrelevante la cercanía física al cliente (por ejemplo, los cajeros automáticos en relación con las sucursales bancarias o la venta de seguros por teléfono) eliminando la barrera de entrada que la cercanía física suponía.

[1] Una exposición clara de los distintos modelos dinámicos del proceso competitivo puede verse en C. MANTZAVINOS, “The Institutional-Evolutionary Antitrust Model”, working paper, Berlin 2004, disponible en octubre de 2004 en
[2] Esta visión del monopolista como aquél que (se convierte en tal porque) desarrolla y comercializa innovaciones mejora notablemente su imagen y reduce la acusación de ineficiente de los monopolios v., R. MCKENZIE, “Monopoly, A Play Economists like to Play – Badly!” Southern Econ. J. 70(2004), pp 715-730, p 722: “On the other hand, if the monopolist is responsible for the creation of the good and the development of the market for the good, then surely the consumers would not have the same entitlement to the resulting consumer surplus as they do when they are responsible for the development of the good and market. Indeed, consumers could be pleased with the monopolist’s claiming a portion of the consumer surplus, as well as be pleased to suffer the deadweight loss – if they understood that, by doing so, they would have some surplus left over, the rarely mentioned Dupuit triangle, the area above the monopoly price line and below the demand curve. Indeed, from this perspective, the would-be monopolist can be seen as an organizational form, the central economic function of which is to overcome consumers’ free-rider problems in conceiving and developing goods and services that meet their needs and wants. A monopolist may extract monopoly profits and impose the deadweight-loss triangle, once the good and market exists fully formed… however, those losses of consumers’ surplus can be viewed as necessary costs the consumers are more than willing to incur to ensure their extraction of a host of Dupuit triangles garnered from an array of goods”
[3] Las rentas monopolísticas del innovador sirven también como garantía de que “cumplirá sus contratos con los clientes” en el sentido de proporcionar a éstos la calidad prometida ya que, de no hacerlo, acabaría perdiendo antes su posición de monopolio.
[4] MANTZAVINOS, Institutional, p 4, 5 y 7
[5] La existencia de una patente u otro derecho de exclusiva impide, naturalmente, la imitación, pero los empresarios suelen afirmar que los incentivos para innovar derivan más de este monopolio temporal que otorga naturalmente el mercado que la concesión de un derecho de patente. Excepto en el caso de los productos farmacéuticos, donde parece existir una relación muy estrecha entre innovación y patentes. Las razones de esta estrecha relación se encuentran, en los elevados costes de investigación, desarrollo y aprobación administrativa que implica poner en el mercado un medicamento; el elevado grado de incertidumbre acerca del éxito de una línea de investigación; la facilidad con la que puede ser imitado el medicamento mediante ingeniería inversa por un competidor y los bajos costes de producción de un medicamento. Todos estos elementos hacen que los mecanismos distintos de la patente sean poco eficaces para retrasar la imitación del farmacéutico pionero v., W. FISHER, Intellectual property and innovation: theoretical, empirical, and historical perspectives, 2001,  disponible en febrero de 2004.
[6] V., MCKENZIE, Southern Econ. J. 70(2004) p 725; RAJAN/ZINGALES, Saving Capitalism, pp 89-90 que advierten de la importancia de la existencia de un mercado financiero desarrollado porque garantiza que cualquier innovación potencialmente rentable sera desarrollada incluso contra la voluntad de las empresas dominantes en el sector

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