Los autores tratan de explicar por qué la productividad dejó de crecer en Italia desde finales de los años noventa hasta hoy. Hay tres fenómenos exógenos que influyeron: la entrada de China en la OMC (Organización Mundial del Comercio), que permitió a China acceder en condiciones de igualdad a los mercados de todo el mundo; la introducción del euro y la revolución de las tecnologías de la información. Estos tres choques afectaron a todas las economías europeas pero de forma mucho más destructiva a Italia.
La competencia de China incrementa la productividad de las empresas europeas, pero sólo si son grandes. Como las italianas son pequeñas, no pudieron aprovechar dicha entrada de un nuevo competidor para aumentar la propia productividad.
Lo de la adopción de nuevas tecnologías es más interesante. Los autores relacionan la velocidad y la extensión con que las nuevas tecnologías se adoptan por las empresas con la forma en que seleccionan a sus directivos. Si las empresas seleccionan a sus directivos sobre la base de las relaciones y la lealtad (las empresas familiares nombran a miembros de la familia como directivos aunque sean más incompetentes que un extraneus, las empresas públicas y las de sectores regulados nombran a personas próximas a los poíticos), el nivel de implantación de las nuevas tecnologías será menor que en otro caso. De modo que, concluyen, “la enfermedad italiana tiene un nombre: amiguismo” .
Otras explicaciones aluden a la introducción de los contratos temporales. Los trabajadores así contratados son menos productivos. Si contratar indefinidamente es muy caro, el nuevo empleo será poco productivo y la productividad general desciende. España ha sufrido muy gravemente ese problema ya que los cinco millones de empleos que se crearon entre los noventa y los primeros años del siglo XXI eran muy poco productivos. Esto dice Daniel Fernández Kranz:
En España la productividad laboral es anti-cíclica, es decir, el producto por trabajador aumenta en épocas de crisis y disminuye en épocas de expansión económica. En otros países, por ejemplo Alemania y EE.UU. es pro-cíclica. La correlación entre las dos variables en el caso de Alemania es positiva y altísima, de +0,93. (En el caso de España es de -0,93, para EE.UU. es de +0,56). Esto sigue siendo así en 2012 y 2013, a pesar de la reforma laboral de 2012. ¿Es lo que ocurre en España bueno, malo? Yo diría que es extraño y malo, ya que no ocurre en otros países. Es reflejo de nuestro mercado laboral dual, donde los empresarios ajustan la cantidad de trabajo temporal tanto en tiempos buenos como en épocas de recesión. En épocas de expansión se crean empleos malos, de baja calidad y baja productividad y la productividad media decrece. En épocas de crisis se destruyen gran parte de estos empleos malos y la productividad media aumenta. Esto es claramente malo si pensamos que la temporalidad lleva a nuestro mercado a generar mucho empleo de baja calidad en épocas de expansión. En general España destaca por su baja productividad laboral tanto en períodos expansivos como recesivos
Los autores dicen que esta explicación vale para la productividad y el crecimiento del empleo pero “no explica por qué el coste laboral por hora de Italia ha crecido en línea con el de los demás países”.
Si aplicamos esta interpretación de los datos al sector público, se confirma la importancia de seleccionar bien a las personas que ponemos al frente de las instituciones públicas que pueden influir en la productividad de las empresas privadas. Desde las Universidades – formación del capital humano de la Economía – a las agencias independientes que garantizan el funcionamiento competitivo y lícito de los mercados pasando por todas las Administraciones que hacen el enforcement de las normas que regulan las actividades de los particulares.
Bruno Pellegrino and Luigi Zingales Diagnosing the Italian Disease, septiembre 2014
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