miércoles, 5 de agosto de 2020

Densidad y hacinamiento: la espiral

 

A todo el mundo le gusta la densidad. A los economistas les gusta modelar y cuantificar los muchos beneficios de la densidad urbana. A mayor densidad, más productividad e innovación, mejor acceso a bienes y servicios, se reducen las necesidades de desplazamiento, se fomenta edificar e implementar formas de transporte más eficientes desde el punto de vista energético se comparten más ampliamente los servicios urbanos que sean escasos.

Otros especialistas en ciencias sociales y planificadores urbanos, junto con los que se dedican a formular las políticas públicas comparten esta afición por la densidad y desearían que ésta aumentara en todas las ciudades, incluidas las más densas... pero... la alta densidad es sinónimo de hacinamiento. En efecto, existe un equilibrio significativo entre los beneficios y los costes de la densidad, y no está claro que estos beneficios y costos sean ponderados adecuadamente por las fuerzas políticas o del mercado.

Una explicación se encuentra en que el cálculo coste-beneficio es muy diferente para los que ya viven en la gran ciudad desde hace tiempo y los que viven en zonas rurales y están pensando en cambiar su residencia.

Además, los beneficios y los costes suelen operar a escalas espaciales y temporales muy diferentes, por lo que no necesariamente son internalizados por todos los residentes urbanos.

Entender bien la densidad también es difícil porque la es tanto causa como efecto de la evolución de las ciudades. Todo lo que hace que una ciudad sea relativamente más atractiva (como un aumento de la productividad o la mejora de los servicios) atrae población de otros lugares, lo que ejerce una presión al alza sobre los precios de la vivienda, lo que a su vez se traduce en un aumento de los precios del suelo. Ante el aumento del precio por unidad de superficie de tierra, los promotores optan por construir con una mayor relación capital-tierra (esencialmente, edificios más altos). Ante el aumento del precio por unidad de superficie, los residentes optan por viviendas más pequeñas. Al vivir en viviendas más pequeñas en edificios más altos, la densidad aumenta. En este sentido, la densidad es una consecuencia de la evolución de las ciudades.

Al mismo tiempo, la densidad es también una causa de muchos cambios significativos que ocurren en las ciudades. Por el lado de la producción, las economías de aglomeración hacen que las empresas y los trabajadores sean más productivos en entornos urbanos densos que en otros lugares «hay efectivamente una relación causal por la cual una mayor densidad urbana conduce a una productividad más elevada» (mercados más grandes).

Los beneficios de la densidad para la innovación a través de los efectos indirectos son más difíciles de medir pero también se consideran sustanciales. Por el lado del consumo, la mayor densidad acerca muchos bienes y servicios, reduciendo las necesidades de desplazamiento. Los cambios en la cantidad y la forma de transporte y una construcción más eficiente desde el punto de vista energético permiten que la densidad mitigue la contaminación total, pero no evita que la exposición a la contaminación se concentre espacialmente. Históricamente, la mayor exposición a la contaminación y a las enfermedades ha sido uno de los mayores peligros de los entornos urbanos densos y… siguen siendo relevantes hoy en día….

… mientras estamos confinados en respuesta a la pandemia de COVID-19, los costes en los que incurrimos y los beneficios que recibimos en comparación con las épocas normales en entornos urbanos densos se han vuelto aún más prominentes. Las calles están libres de tráfico y de atascos y el cielo está inusualmente despejado de contaminación. Al mismo tiempo, echamos de menos las ideas que a menudo surgen de los encuentros fortuitos con nuestros colegas y la concentración y la cordura de separar la oficina del hogar. Para muchos, la repentina caída de la actividad económica ha traído problemas mucho más profundos… ¿cuáles serán las consecuencias a largo plazo de este virus para nuestras ciudades más densas? Las pandemias han golpeado a las ciudades con especial fuerza durante siglos, y las ciudades se han adaptado y han sido moldeadas por ellas, desde las redes de agua potable y alcantarillado para prevenir el cólera, hasta la planificación urbana para reducir el hacinamiento y mejorar la circulación del aire y el acceso a la luz solar en respuesta a la tuberculosis. Tal vez las medidas temporales de distanciamiento social también dejen una huella permanente en las ciudades, por ejemplo, en forma de más espacio para los peatones y las bicicletas o un aumento de los entornos de ocio al aire libre frente a los interiores. Pero la idea de que esta pandemia cambiará las ciudades para siempre es probablemente una exageración. Las ciudades están llenas de inercia y esta crisis ha puesto de relieve tanto los costes como los beneficios de la densidad. El confinamiento nos obliga a ver tanto las ventajas como las grandes limitaciones de las reuniones virtuales en relación con las relaciones cara a cara, más sutiles y no planificados. Nos ha hecho darnos cuenta de que muchas tareas son imposibles de hacer desde casa. En las escuelas y universidades, la transición aleatoria a los cursos a distancia puede acelerar la digitalización o puede retrasarlo, ya que muchos estudiantes se han frustrado al perder aspectos de una experiencia educativa completa. Durante un tiempo, algunas personas pueden tratar de evitar las ciudades densas por temor al contagio, pero otras pueden sentirse atraídas por ellas en busca de oportunidades de trabajo en tiempos difíciles. Tal vez una lección perdurable es que el coste de la pandemia está más ligado a las desigualdades dentro de la ciudad que a la densidad. Si bien las consecuencias son más duras para los hogares de bajos ingresos y las minorías, nos afectan a todos de manera profunda

Duranton, Gilles, and Diego Puga. 2020. "The Economics of Urban Density." Journal of Economic Perspectives, 34 (3): 3-26.

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