domingo, 9 de agosto de 2020

Existe una predisposición genética que nos lleva a internalizar las normas

@aliceinbo @thefromthetree

Una pregunta clásica de la Teoría del Derecho es por qué la gente obedece las normas. Con creciente atención, los científicos de la conducta humana (sociobiólogos, psicólogos evolutivos, antropólogos…) están examinando las relaciones entre evolución genética y cultural en relación con las normas sociales. Los párrafos que traduzco a continuación de Gintis me parecen un buen planteamiento de la cuestión. Lo más interesantes: el contenido concreto de las normas sociales es producto de la cultura pero estamos predispuestos genéticamente a cumplir las normas del grupo al que pertenecemos porque tal predisposición favorece la supervivencia del grupo y, con ello, la supervivencia de los individuos que lo forman.

Una sociedad se mantiene unida por valores morales que se transmiten de generación en generación a través del proceso de socialización. Una norma social se basa en valores morales generalmente aceptados. Así, obedecer a la autoridad legítima, guardar silencio en una biblioteca o sobornar a un oficial de policía pueden ser normas sociales. Los valores morales se concretan a través de la internalización de las normas, proceso en el que los iniciados inculcan valores a los no iniciados, generalmente la generación más joven, a través de una amplia serie de interacciones personales, apoyándose en una interacción compleja de afecto y autoridad . Gracias la internalización de las normas, los iniciados reciben valores morales que les inducen a conformarse voluntariamente e incluso a veces con entusiasmo a los deberes y obligaciones de los puestos de trabajo que se espera que ocupen. Además, la adhesión a las normas sociales se refuerza socialmente con la aprobación y las recompensas ofrecidas por los individuos prosociales y el castigo descentralizado a los que infringen las normas.

La internalización de normas, por supuesto, presupone una predisposición genética a la cognición moral que sólo puede explicarse por la coevolución de genes y cultura.

Es tentador tratar algunas normas como limitaciones inviolables que llevan al individuo a sacrificar su bienestar personal en aras de la moralidad, pero prácticamente todas las normas son infringidas en algunas ocasiones por todos los individuos, lo que indica que si las normas fueran límites rígidos a la conducta, habría compensaciones que no podrían existir. Sucede que la internalización de las normas implica que éstas se aceptan no como un instrumento para lograr otros fines, sino como fines en si mismos, es decir, cumplir las normas forma parte de las preferencias que el individuo maximiza. Por ejemplo, el individuo que ha interiorizado el valor de decir la verdad, será sincero incluso en los casos en que el rendimiento neto de hablar con sinceridad sería, si no fuera por la internalización, negativo. Emociones humanas fundamentales como la vergüenza, la culpa, el orgullo y la empatía son desplegadas por el individuo bien socializado para reforzar estos valores prosociales cuando se ve tentado por los placeres inmediatos de pecados mortales como la ira, la avaricia, la gula y la lujuria.

La apertura humana a la socialización es quizás la forma más poderosa de transmisión epigenética que se encuentra en la naturaleza. Esta flexibilidad de preferencias explica en gran parte el asombroso éxito de la especie Homo Sapiens, porque cuando los individuos internalizan una norma, la frecuencia del comportamiento deseado será mayor que si la gente sigue la norma sólo instrumentalmente, es decir, cuando perciben que es en su mejor interés hacerlo por interés propio. El aumento de la incidencia del comportamiento prosocial es precisamente lo que permite a los humanos cooperar eficazmente en grupos.

Por supuesto, hay límites a la socialización, y es imprescindible comprender la dinámica de la aparición y el abandono de determinados valores, que de hecho dependen de su contribución a la aptitud y el bienestar, como sugiere la teoría económica y biológica. Además, a menudo se producen rápidos cambios de valores en toda la sociedad que no pueden explicarse con la teoría de la socialización. Por ejemplo, los movimientos en pro de la igualdad de género y racial han tenido mucho éxito en muchos países, aunque inicialmente se opusieron a todas las principales instituciones de socialización, incluidas las escuelas, las iglesias, los medios de comunicación y el sistema jurídico

Herbert Gintis, Individuality and Entanglement. The Moral and Material Bases of Social Life 2017, capítulo 6

1 comentario:

Francisco Muñoz Gutiérrez dijo...

La incongruencia del razonamiento es espectacular. Así pues:

«estamos predispuestos genéticamente a cumplir las normas del grupo al que pertenecemos porque tal predisposición favorece la supervivencia del grupo y, con ello, la supervivencia de los individuos que lo forman.»

Pero tal predisposición no está favorecida al completo ya que «por supuesto» los genes ponen límites a esa predisposición a la supervivencia:

«Por supuesto, hay límites a la socialización, y es imprescindible comprender la dinámica de la aparición y el abandono de determinados valores, que de hecho dependen de su contribución a la aptitud y el bienestar, como sugiere la teoría económica y biológica.»

Lo de la equivalencia entre teoría económica y biológica es de premio. ¡Premio Nobel! Por supuesto.

¡Buen día!

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