A base de seleccionar sistemáticamente – por las mujeres – a varones menos agresivos como compañeros sexuales y – por los compañeros sociales – como partners en la cooperación, los homínidos nos fuimos (auto)domesticando. La menor agresividad hacia los miembros del grupo favoreció. Dice Benítez-Burraco
aspectos clave del fenotipo humano, incluyendo nuestra mayor habilidad y disposición para la cooperación y nuestras complejas redes sociales, así como nuestra sofisticada cultura y tecnología. Específicamente, debido a que la reducción de la agresión (reactiva) permite interacciones prolongadas y más ricas entre los individuos, así como mejores oportunidades de aprendizaje y enseñanza, se ha afirmado que la autodomesticación explica muchas características distintivas de la(s) lengua(s) moderna(s) y del uso del lenguaje moderno, en particular, las que resultan de un proceso cultural… y podría haber contribuido, concretamente, al perfeccionamiento de nuestras capacidades de viaje mental y, en última instancia, al lenguaje humano, a través de su impacto en el hipocampo.
Como explica Corballis, por capacidad de “viaje mental” se entiende la capacidad “humana de imaginar acontecimientos personales del pasado, así como de prever posibles futuros”, también denominado "memoria episódica" y "proyección episódica respectivamente"
Sin esta capacidad, el lenguaje no sería posible. “Una característica fundamental del viaje mental en el tiempo es que es generativo”, es decir, que nos permite prever posibles eventos” y construir eventos pasados porque la “memoria episódica es un acto de construcción más que una de interpretación exacta de los acontecimientos pasados”. En la capacidad de viajar mentalmente al pasado y al futuro está también nuestra capacidad para contar historias y, sobre todo, inventarlas, o sea, nuestra imaginación, lo que nos permite también “construir diferentes posibilidades para el futuro lo que es la base de la previsión y la planificación. De ahí también el pensamiento simbólico. Su relación con el lenguaje es estrecha.
El viaje mental en el tiempo no es exclusivo de los humanos, lo que se creyó durante un tiempo porque se relacionaba estrechamente con la posibilidad de comunicar esos recuerdos o construcciones de futuros posibles pero está demostrado que muchos mamíferos tienen memoria episódica -what, where and when, later described as the www criterion –. Pero como humanos,
puede que seamos únicos en nuestra capacidad de aburrir a nuestros amigos con recuerdos de nuestros viajes de vacaciones, o de engañarlos con historias inventadas de proezas
pero no los únicos que imaginamos el futuro:
Una vez más, son las charas las que ofrecen un mejor estímulo. Si son sorprendidas por otro pájaro mientras guardan la comida en el escondite, cambiarán la comida de lugar, tal vez porque saben que el pájaro que las observa puede robársela en el futuro. Sólo los pájaros que han robado comida adoptan esta estrategia; entre las charas, hay que haber sido ladrón para reconocer a otro ladrón. Parece que imaginan un futuro episodio de robo, basado en parte en sus propios recuerdos como ladrones. (hay)… pruebas de que las charas de los matorrales pueden hacer selecciones adecuadas a un futuro estado de hambre, lo que implica la anticipación del desayuno del día siguiente.
y muchas otras especies también parecen tener memoria y capacidad de representarse el futuro. De nuevo, parece que tiene que ver con el movimiento: la capacidad de recordar el pasado e imaginar el futuro es especialmente útil para seres vivos que se mueven.
Las ratas parecen tan capaces como los humanos de imaginar acontecimientos pasados, y también de prever otros puramente ficticios, ya sea como anticipación de posibles acontecimientos futuros o simplemente como exploraciones mentales. Es posible que este sistema haya evolucionado en los animales que se mueven como una adaptación a las diferentes circunstancias en las que se encuentran cuando se desplazan, y puede ser una de las características más consolidadas de la cognición. Los animales que se desplazan necesitan saber dónde están, dónde han estado y dónde podrían ir después, junto con los acontecimientos asociados.
Y todo esto, mecánicamente, ha tenido lugar a través de la evolución del hipocampo: el hipocampo es el lugar que actúa como un GPS del cerebro y se activa cuando se pide a los sujetos que imaginen el pasado o prevean el futuro. Corballis dice que lo que queda por averiguar es si la diferencia en la imaginación animal y humana es de grado o es cualitativa. Nos cuenta que Darwin creía lo primero y explica que el entorno en el que evolucionaron los homínidos (su carácter nómada, dedicarse a la caza y a la recolección, la utilización de armas y herramientas) debieron favorecer el desarrollo de la capacidad para los “viajes mentales” hacia el futuro y hacia el pasado porque había mucha distancia temporal y espacial entre hechos que el hominido y luego el homo sapiens tenían que conectar para prosperar. Concebir que la lanza era útil para matar al animal cazado y ponerse a fabricarla mucho antes de usarla o planificar la partida de caza…
Es muy posible que estas exigencias hayan ampliado la comprensión espacio-temporal más allá de los límites alcanzables por otras especies. Las migraciones aumentaron su escala durante el Pleistoceno, lo que aumentó las exigencias de espacio, tiempo, memoria y planificación. Las dispersiones de los primeros Homo desde África … (mientras que las de los animales)… se basan en el instinto más que en la planificación.
También puede darse el caso de que la imaginación humana sea más flexible que en otras especies, lo que permite una mayor generatividad y capacidad para formar nuevos recuerdos, y que imaginar posibles futuros esté especialmente bien desarrollado en los humanos. Sin embargo, Lewis et al. (2019) revisan la evidencia de que los grandes simios tienen una capacidad de recordar espontáneamente eventos pasados después de largos intervalos al menos comparable a la de los humanos. Las pruebas comparativas sugieren una compensación general entre la retención de la memoria y la flexibilidad cognitiva. Por ejemplo, los animales que buscan comida requieren una amplia memoria a largo plazo para recuperarla posteriormente de los escondites, pero muestran una mayor interferencia proactiva, lo que sugiere una menor flexibilidad, que en los animales que no buscan comida.
Por el contrario, los animales nómadas que se mueven constantemente a diferentes entornos pueden mostrar una gran flexibilidad en la adquisición de nueva información, pero también una menor retención de la información más antigua que ya no es relevante. Según este análisis, los seres humanos pueden situarse en el extremo de una gran flexibilidad, pero una retención a largo plazo relativamente pobre.
Esta posibilidad ha sido elaborada por el historiador Fernández-Armesto (2019), quien sugiere que subyace a la creatividad humana, y es otra base de la singularidad humana:
Y ¿el lenguaje? Corballis sugiere que la relación temporal va de la capacidad para el “viaje mental”, esto es, formar recuerdos e imaginar el futuro al lenguaje y no al revés: “el lenguaje depende de la capacidad de viajar mentalmente y puede haber evolucionado relativamente tarde en el tiempo para permitir a los humanos compartir con otros sus viajes mentales”, o sea, en algún momento entre hace 6 millones de años – tiempos del antecesor común con los grandes simios – y la aparición del homo sapiens. ¿Y por qué cree tal cosa? Porque una de las características más señaladas del lenguaje es su utilidad para referirse a hechos o creencias que no están presentes en el momento en el que se habla. O sea, lo que los lingüistas llaman “desplazamiento” “la capacidad del lenguaje para comunicar acerca de las cosas que no están inmediatamente presentes espacial o temporalmente, en el momento y lugar en el que se habla”. Así que el viaje mental está en la base de la imaginación humana y el lenguaje es el medio para compartir el producto de tal imaginación y al revés: “el lenguaje alimenta a la imaginación a través del propio proceso de compartir lo imaginado… lo que se comunica es lo que existe en la mente, en vez de lo que existe en el entorno físico inmediato”. Esto explica por qué las historias nos gustan tanto a los humanos. Porque nos hacen presentes cosas que no lo están. Para llamarnos la atención sobre cosas que están presentes no utilizamos el lenguaje, simplemente, apuntamos para dirigir la atención de nuestro interlocutor hacia el objeto al que nos referimos.
Y concluye preguntándose por qué sólo los humanos han desarrollado el lenguaje en estos términos – como forma de compartir las “aventuras” vividas e imaginadas mentalmente. Su conjetura es que el entorno en el que se desarrolló la vida del homo sapiens y sus predecesores inmediatos es decisiva:
Si el entorno físico es relativamente estable y, por tanto, común en gran medida a los miembros de la especie, es posible que no sea necesario comunicarse más allá de las señales simples, como las diferentes llamadas de alarma que emiten los monos vervet para indicar la presencia de diferentes depredadores… Pero en un entorno impredecible y cambiante, puede ser más adaptativo compartir los viajes mentales, a expensas quizá de la capacidad de memoria individual...
Piénsese, por ejemplo, en el anciano de la banda de cazadores-recolectores que es el único del grupo que había vivido una sequía semejante a la que asola en el momento presente al grupo y recordaba cómo llegaron sus propios abuelos a encontrar una fuente que manaba agua incluso en esa época de sequía. O mejor, cómo la canción que a ese anciano le cantaba su abuela hacía referencia a una fuente en las montañas que siempre manaba agua en verano y en invierno. El lenguaje permite almacenar y recuperar información sobre el entorno que no está ya o todavía presente como para ser percibida por los sentidos. Los cerebros de los demás miembros del grupo se convierten, así, en “refrigeradores sociales” pero no de alimento o energía sino de información, de conocimiento. Si esa información no se puede compartir, el valor de su almacenamiento en primer lugar se reduce.
Y el viaje mental temporal y la autodomesticación pueden estar relacionadas a través del hipocampo ¿Por qué lo intuimos? Porque el hipocampo es la parte de nuestro cerebro que gestiona el estrés, o sea, la agresividad y la reacción ante la agresividad de otros. Dice Benítez-Burraco
En los animales, la domesticación provoca cambios notables tanto en la función como en el tamaño del hipocampo. En consecuencia, el hipocampo de los animales domesticados presenta un aumento de la neurogénesis siendo la proliferación celular más sensible a las influencias ambientales incluso en la edad adulta... Dado que la (auto)domesticación resulta principalmente de (y promueve) cambios en la gestión de la agresión, cabría esperar que los cambios cuantitativos y cualitativos en el hipocampo bajo los efectos de la (auto)domesticación se desencadenaran y seleccionaran primero a través de su función en la gestión del estrés, impactando posteriormente en otras funciones del hipocampo.
Esto sugiere que las diferencias en la respuesta al estrés y en la gestión de la agresividad, observadas en los animales (auto)domesticados en comparación con sus congéneres salvajes, pueden dar lugar a cambios en la función del hipocampo a través de una regulación génica diferencial... … algunos cambios en la cognición humana podrían haber sido el resultado de cambios en el patrón de expresión de genes seleccionados implicados en la autodomesticación a través de su impacto en el desarrollo y la función del hipocampo. … los trastornos cognitivos altamente prevalentes que tienen un impacto negativo en las capacidades de desplazamiento mental y en el lenguaje, que se cree que son específicos del ser humano, y que tienen una base genética (como la esquizofrenia o el TEA), implican tanto un desarrollo y una función del hipocampo alterados, como una presentación anormal de los rasgos de la autodomesticación, y los genes candidatos para estas condiciones clínicas se enriquecen aún más en los candidatos a la autodomesticación... En general, estas pruebas sugieren que el aumento de las características de la autodomesticación podría haber mejorado nuestras capacidades de desplazamiento mental y, en última instancia, nuestras capacidades lingüísticas, a través de su impacto en el desarrollo y la función del hipocampo mediante un mecanismo genético.
En realidad, es muy posible que esta función mejorada del hipocampo, que permite, por ejemplo, narraciones más ricas y prácticas culturales más sofisticadas, también reforzara el entorno conductual y sociocultural provocado por el HSD, e incluso el propio HSD, si favoreciera el establecimiento de contactos más frecuentes y prolongados entre las personas, resultando en última instancia en un bucle de retroalimentación positiva entre las fuerzas del HSD (más notablemente, la reducción de la agresión reactiva), la función del hipocampo y la complejidad del lenguaje
Antonio Benítez‑Burraco, Mental time travel, language evolution, and human self‑domestication, 2021
Michael C. Corballis, Mental time travel, language, and evolution, 2019