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La insensibilidad de la derecha y la incuria de la izquierda
Suelo decir que el pueblo español, a diferencia de otros mediterráneos, vota sabiamente. Salvo en 2008, nunca nos hemos equivocado catastróficamente. Los griegos y los italianos se han equivocado catastróficamente. Y creo que las elecciones del domingo confirman el diagnóstico. Los españoles les han puesto difícil a los partidos políticos formar gobiernos locales y regionales pero le han dado a cada uno lo suyo. Y, sobre todo, no le han dado a nadie una herramienta con la que pueda hacer mucho daño al bienestar general.
Mi preocupación mayor tiene que ver con la mayor división social que estas elecciones reflejan. Estoy obsesionándome con la idea de que en España hay un muy insuficiente nivel de cooperación social porque somos una sociedad demasiado heterogénea , no económicamente, sino étnica, geográfica y lingüísticamente (lo de las autonomías tiene algo que ver). En el gráfico de Fearon, SPA es el país europeo (cuadro superior izquierdo) de mayor diversidad étnica después de Bélgica. Obsérvese que los demás países europeos están “apelotonados” en la esquina inferior izquierda del gráfico.
Somos demasiado extraños unos españoles respecto de otros para alcanzar los niveles de cooperación social que admiramos en los países nórdicos o en algunos asiáticos. Y en lugar de sustituir la distancia entre españoles por la proximidad basada en la razón, crece la división atizada, sobre todo, por Podemos y por gente como Esperanza Aguirre desde la derecha. Pero también por parte de Pedro Sánchez cuando utiliza como lema de su campaña lo de “gobernar para la mayoría”. No. Quieres que la mayoría te dé sus votos para gobernar para todos, no para la mayoría y las medidas que propongas tienen que ser medidas que beneficien a todos o que compensen a los que salen perdiendo. En Madrid, la división social ha alcanzado límites desagradables. Muchos votantes del PP creen – no disparatadamente – que los de Podemos van a por ellos. A por sus ahorros, a por sus empresas y a por su patrimonio. Muchos votantes de Podemos creen que una mayoría del 51 % tiene derecho a decidir sobre cualquier cosa y sobre cualquier patrimonio y que los derechos individuales a hacer con la vida y el patrimonio de uno lo que le dé la gana están sobrevalorados. Hay mucha gente hablando de “ellos” y de “nosotros” para referirse a sus conciudadanos.
Y esa discusión es profundamente irracional en el sentido de que apela a sentimientos tribales en lugar de apelar a la razón ilustrada. A día de hoy, Podemos no ha sido capaz de formular sus líneas rojas sobre la corrupción más allá de lo que ha dicho Susana Díaz con su famosa tolerancia cero con la corrupción (para, a la primera de cambio, adjudicar un gran contrato público a los amigos de forma intransparente). Pero es que no tienen más que eslóganes porque, aunque hayan presentado programas kilométricos, no hay en los mismos ideas elaboradas, coherentes y respetuosas con los derechos de los que no les van a votar.
El PP es también profundamente culpable de este incremento de la división entre los españoles. Por dos razones. La primera, y más obvia, es que no ha querido limpiarse de corrupción. La excusa de Rajoy diciendo que los casos que siguen saliendo son “antiguos” confirma, no desmiente, esa falta de voluntad de limpieza. Seguimos esperando que el PP (o CiU, o PSOE en Andalucía) desvele sua sponte un sólo caso de corrupción en sus filas. Seguimos esperando que no apoye a los que realizan conductas contrarias a las más elementales normas de la ética. La reacción del ¡presidente del Congreso! ante las evidentes ilegalidades cometidas por Trillo y Pujalte da miedo (¿están todos los jerifaltes del PP tan corrompidos que no pueden decir públicamente que es una inmoralidad – y una ilegalidad – que un diputado asesore a empresas que contratan con una Administración gobernada por el partido?). Seguimos esperando a que elijan competitiva y transparentemente a los que ocupan los puestos de relevancia. Lo de la televisión española es otro signo irrefutable de que no hay propósito de enmienda. Hay que felicitar a los valencianos del mismo modo que lamentar los decepcionantes resultados andaluces. El PSOE de Andalucía no tiene remedio. Está carcomido por el clientelismo y necesita una refundación.
La segunda razón es que el PP – los gobiernos del PP en el Estado y en las regiones – ha sido un gobierno insensible ante la pobreza. Los republicanos norteamericanos inventaron hace unas décadas aquello del “conservadurismo compasivo”. La crueldad del legislador del PP con los más pobres ha sido proverbial. No me refiero a las pensiones, ni al seguro de desempleo ni a la reforma laboral. Esas son normas para las clases medias. Tampoco me refiero a los cientos de miles de clientes de los partidos a los que el PSOE lleva repartiendo “paguitas” de las más variadas formas. Me refiero a los inmigrantes irregulares y al 10 % de la población española que vive en la – casi – miseria. Me refiero a la legislación hipotecaria, a la legislación sobre el concurso individual, a la reducción de los gastos en asistencia social, a la inexistencia de infraestructuras administrativas que eviten – no los desahucios – que los que salen del mercado laboral regulado tengan que pedir en los semáforos, a los enfermos mentales que duermen en nuestras calles, a los explotados laboralmente y a todas esas familias – 600.000 cortes de luz el año pasado, supongamos que la mitad de ellos han sido a familias – que no pueden pagar un recibo de la luz que, gracias a los cambios en la tarifa, ha aumentado el “coste fijo” de tener luz a un mínimo de 30 euros al mes (antes de encender una bombilla).
El PP ha hecho muchas menos reformas de las que se pavonea. Cada vez estoy más convencido de que hubiera sido mejor el rescate. Pero si en el PP hubiera habido sensibilidad social, se podrían haber hecho recortes mucho más intensos tocando incluso las pensiones si, a la vez, se hubiera presentado un ambicioso plan para el 10 %. El famoso “colchón” que debe acompañar a las reformas y a las medidas de ahorro. No se trata de robar unos pocos votos a la izquierda diciendo que hay que aumentar el perímetro del Estado y de la gestión pública de los servicios públicos. Los votantes educados del PP no quieren un Estado más grande. Quieren seguridad física, jurídica y económica y no quieren ver pobres durmiendo en la calle. Quieren que los pobres estén atendidos.
La izquierda ha transformado esa cuestión – la de los pobres – en un problema de desigualdad. Y no tiene nada que ver. En España, el 1 % más rico no es demasiado rico. Los que ganan dinero con su trabajo – aunque ganen mucho – pagan impuestos como en Dinamarca. El marginal del IRPF está entre los más elevados del mundo. La desigualdad española es falta de solidaridad con el 10 % más pobre. Y Podemos y las nuevas izquierdas son demagogos, incultos y zotes. Gabilondo, diciendo que hay que bajar las tasas universitarias y que hay que garantizar la igualdad. ¿No le han dicho que el acceso a la universidad es regresivo en España? Pidiendo rebajar el IVA cultural (en realidad, el IVA del cine y del teatro) cuando hay pruebas de que es irrelevante y regresivo económicamente (a la ópera, al cine y al teatro van los ricos). Pidiendo más bancos públicos (un “banco del agua”) y más “observatorios” cuando los bancos públicos y los observatorios que hemos creado han sido un desastre o, en el mejor de los casos, un despilfarro y un hueco más donde colocar a los afines. Todavía no he escuchado una propuesta sensata, estudiada y de alcance para mejorar la vida de los españoles de boca de Podemos, el PSOE o IU. ¿un carné de identidad que dé acceso a la sanidad a los inmigrantes irregulares? ¡dales un permiso de residencia/trabajo o expúlsalos!
Afortunadamente, lo que ha ocurrido con Cifuentes y Aguirre refleja bien que atizar la división se castiga electoralmente por parte de los votantes más centrados del PP y lo sucedido con Carmena – y quiero pensar que es también lo sucedido con Compromis, con algunas de las mareas atlánticas o con Echenique en Aragón pero no estoy tan seguro de Colau que, a pesar de los ditirambos que le han dedicado últimamente, me parece una demagoga sin dos dedos de frente – refleja igualmente bien que atizar la división se castiga electoralmente por parte de los votantes más centrados de izquierdas. Pero estos últimos resultados sugieren otra razón para la esperanza: las propuestas de Carmena – al margen de eso de los observatorios que, como digo, es una estupidez – son propuestas para ayudar al 10 % más pobre. No encajan con el discurso de Podemos.
Sigo temiendo a Podemos y sigo temiendo al PP. Ambos partidos tienen que regenerarse. Podemos, mandando a Iglesias, Errejón y demás complutenses, con Monedero. El PP mandando a Rajoy a Pontevedra. Y, a partir de ahora, deberíamos considerar traidores a los que inciten a la división entre los españoles. A los que hablen de “nosotros” y “ellos”, a los que digan que los que pagamos impuestos, muchos impuestos, somos casta y explotamos a nuestros compatriotas. ¿No hemos tenido bastante con los independentistas? ¡Ya vale de tontos y de malvados!
6 comentarios:
La "cooperación social" es el resultado de un "contrato social". Y este pacto debe consistir, fundamentalmente en lo siguiente: "enriquécete todo lo que puedas, pero asegúrame que no me quedo fuera y sin esperanza". Si la gente ve recorrido de esperanza (económica) por delante, tolera perfectamente la riqueza de otros. Si no tiene esperanza, no la soporta, y se apunta, muy lógicamente, a romper el sistema del que sólo obtiene pérdidas.
Por eso estoy de acuerdo en que lo prioritario ha de ser proteger a los ciudadanos de la pobreza, que es lo que tú cuantificas en el 10%. Las otras políticas redistributivas podrán parecerme bien o mal según que resulten o no eficientes. En el caso de la pobreza, aceptaría márgenes de ineficiencia.
Barrunto que por muy ineficientes que fueran, las medidas contra la pobreza no lo son en el largo plazo. Reintegrar en la sociedad a alguien que ha caído es mucho más "caro" que dejarlo caer.
Pero completamente de acuerdo
Soy abogado y leo habitualmente tu blog, por tus comentarios en materia jurídica, que considero muy interesantes. Al leer esta entrada, más política que jurídica, no me queda sino darte la enhorabuena: no se podía haber descrito mejor el panorama, porque la disyuntiva que se nos ofrece a los españoles es votar a ineptos que sólo se manejan bien con la demagogia o tener que ir a las urnas con la nariz tapada y casi con máscara de gas. Los partidos se han convertido en empresas interesadas únicamente en recaudar, vía tributaria, parte del producto de nuestro trabajo, con el único objetivo de alcanzar mayores cuotas de poder en beneficio propio y no de los ciudadanos, sin admitir ninguna clase de discrepancia interna o externa. Se podrían contar con los dedos de una mano los políticos que han tenido éxito en actividades económicas privadas antes de dar el salto a la vida pública, perdiendo dinero con el cambio. Salvo contadas excepciones, la palabra que define de forma más exacta lo que tenemos es "cirigallos"
Gracias, Enrique, me he quedado con lo de "cirigallos" :)
O de "cirigallos" también me gusta. Sólo me gustaría hacer una puntualización. No veo que sea exacto llamar "empresas" a los partidos políticos. Las empresas viven, las de verdad, viven del mercado.
Desde mi punto de vista, la empresas son organizaciones dedicadas a vivir cómodamente del dinero público. O sea, del trabajo ajeno.
Por lo demás, totalmente de acuerdo con lo escrito por Jesús.
Un cordial saludo.
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