miércoles, 25 de julio de 2018

La Escuela de Periodismo de EL PAIS-UAM necesita mejorar. Y mucho.

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A Elisa Castillo

No sé quién ha redactado esto. Lo firma “ESCUELA DE PERIODISMO UAM-EL PAIS”. Supongo que lo ha escrito alguna alumna/o de dicha escuela (quizá varios al alimón).

Empieza diciendo que “la lucha por la igualdad ha dado un salto de siglos” en España en los últimos tres meses y que señales de tal salto no son la Declaración Universal de Derechos Humanos; la ley de 1975 sobre los derechos de la mujer casada, la promulgación de la Constitución que incluyó el artículo 14 en ella. No. Los indicios de este salto de siglos son que la inefable Calvo haya encargado a la RAE “un informe para adecuar el texto constitucional al lenguaje inclusivo” o que “miles de personas” se declaren “por primera vez” feministas.

La autora o autor “se viene arriba” y dice que en las manifestaciones del 8 de marzo las mujeres

“cansadas de ser la presa, juntas, se giraron y enseñaron los dientes a los depredadores”.

Luego, pretende que ha sido la primera en enterarse de algo y dice que “este rugido de indignación abrió debates como el de la falta de perspectiva de género en la judicatura”. Bueno, de eso llevan algunos debatiendo desde hace años y advirtiendo de los peligros para la libertad, la igualdad y la seguridad jurídica que representan los que pretenden convertirse en canónigos de la perspectiva de género.

Y la cosa va a peor porque afirman que el tribunal de la manada “libró a los acusados del delito de violación al entender que la víctima no se resistió”. Aunque el artículo está escrito en julio de 2018, la autora o autor no se ha molestado en comprobar siquiera una pequeña parte de lo que se ha escrito en estos meses sobre esa sentencia. Cualquiera sabe que de eso no se habla en la sentencia. Se habla solo de si hubo o no consentimiento y de si hubo o no violencia o intimidación, que son las categorías relevantes para aplicar el tipo de la agresión sexual o del abuso sexual en el Código Penal.

Eso sí, se nos proporciona un dato (cuya fuente desconocemos): que las mujeres se han apuntado en masa a clases de kung-fu a raíz de la sentencia. Sí que es verdad que

Estas movilizaciones han empujado al nuevo Gobierno de España, formado en junio y con la mayor presencia femenina del mundo a endurecer las leyes contra los abusos sexuales y ha propuesto reformar el Código Penal para acotar la interpretación de los jueces y calificar como delito sexual la falta de consentimiento expreso de la víctima. “Si una mujer no dice 'sí' expresamente, todo lo demás es 'no”, decía Carmen Calvo, ministra de Igualdad, el pasado 10 de julio al anunciar la propuesta.

Ni un asomo de crítica de esas iniciativas. ¿Es lo mismo consentimiento expreso que consentimiento inequívoco o claro?

De ahí pasan al sector privado y se expresan tan mal como para decir que sólo un 27 % de las empresas españolas cuentan con alguna mujer en altos cargos directivos

En 2018 solo un 27% de las empresas españolas cuentan con alguna mujer en altos cargos directivos, según un informe de la auditora Grant Thornton”.

Se refieren a un informe de Grant Thornton pero no lo enlazan. Es éste. Y el dato es, justamente, el contrario: el dato del 27 % hace referencia a la proporción de puestos directivos ocupados por mujeres, no a las empresas que tienen una mujer en su alta dirección. Esta cifra es del 75 %.

Luego, en la línea periodística de acumular palabras correlacionadas entre sí sin establecer relaciones de causalidad, afirman que el techo de cristal de las mujeres se debe a “la maternidad” (eso es lo que sabemos por estudios bien elaborados, que es la maternidad lo que determina el “parón” en las carreras profesionales de las mujeres y explica buena parte de la brecha salarial entre sexos) pero, inmediatamente, añaden que según Chinchilla, los hombres tienen tendencia a elegir a otros hombres, tendencia “conocida como homofilia”. Este último párrafo es un indicativo seguro de que este texto ha sido redactado por alguien muy joven – y, por tanto, inimputable – y que no ha sido revisado por alguien experto – y, por tanto, imputable –. Homofilia, como es sabido, es un término genérico para referirse a la preferencia hacia los que son iguales a uno, no es el nombre específico de esa tendencia de los hombres a elegir para puestos directivos a otros hombres. Y a la pobre Chinchilla le hacen decir algo que, seguramente, no quería decir. Estoy seguro de que Chinchilla les facilitó el vocablo a estas aprendices de periodistas pero no me puedo creer que una profesora del IESE dijera que “la homofilia” es una causa significativamente – estadísticamente – relevante del techo de cristal.

Vuelven al lenguaje bélico y afirman nuestras aguerridas would-be periodistas que las mujeres “no han llamado a las puertas del cielo directivo (esto es, supongo, pero no estoy seguro porque son muy jóvenes para que la canción esté en su cabeza, una referencia a knocking on the heaven’s door)… han entrado resquebrajando el techo de cristal”. Esta parte parece producto de una traducción directa del inglés y es un perfecto ejemplo de ingenuidad y captura del periodista por las empresas tecnológicas:

Durante los dos últimos años, multinacionales como Google, Facebook, Twitter, Amazon o Microsoft nombraron (en lugar de “han nombrado”) a mujeres para la dirección de su filial española. Sus políticas de conciliación les han permitido convertirse en ejemplos de paridad, tanto en la base como en los puestos directivos. “Empieza a haber un consenso entre la sociedad y el ámbito empresarial de que la igualdad es un tema importante al que hay que destinar recursos”, explica la directora general de Google España, Fuencisla Clemares.

Las declaraciones de Clemares son, sencillamente, una obviedad. Y el sector tecnológico se caracteriza, precisamente, por tener, grosso modo, la menor proporción de mujeres de todos los sectores económicos si excluimos la minería y la construcción (cuyos “cielos” las mujeres no ya no resquebrajan sino que ni siquiera se acercan a ellos). Que la directiva de la filial española de Google (que no es mas que una agencia comercial ya que Google no tiene ninguna presencia significativa en España en términos de creación de conocimiento o de valor) sea tan prudente se explica si recordamos el escándalo del despido de Damore el año pasado.

En la corrección del trabajo de los alumnos, la profesora/el profesor de estas/estos futuras/futuros periodistas ha omitido también corregir este párrafo:

No solo en las empresas las mujeres lo tienen más difícil, otro foco de discriminación para ellas es el deporte.

La profesora de redacción les debería haber dicho:

“Nunca empieces un párrafo así ¿Qué relación tienen las empresas y el deporte? No son dos categorías homogéneas. Quizá queréis decir en la carrera profesional y en el ocio. Pero no es eso lo que queréis decir. El deporte profesional es un ejemplo de la discriminación de las mujeres en sus carreras profesionales. Eso podría tener sentido.

Porque, en realidad, lo que pasa es que las/los alumnos querían meter este párrafo aunque fuera con calzador

“Los salarios insignificantes, contratos no regulados y una ley que no contempla su profesionalización llevaron a muchas deportistas a apoyar la huelga feminista en las redes sociales bajo el hashtag #LasDeportistasParamos. en el que reclamaban los mismos recursos que sus compañeros, convenios laborales en cada disciplina y el fin de la cosificación de la mujer en el deporte. Desde entonces, las asociaciones de mujeres deportistas afirman que hay una mayor movilización para acabar con la desigualdad de trato entre los y las deportistas”

Este párrafo – debería haber continuado la profesora – incluye un montón de afirmaciones ayunas de prueba y alguna contradicción: ¿qué son contratos no regulados?. Yo lo habría redactado así:

Muchas deportistas profesionales se sumaron a la huelga y firmaron un manifiesto en el que pedían que se les reconociera como trabajadores – como profesionales – y se aplicase el mismo régimen jurídico a sus competiciones que el aplicado a las competiciones masculinas.

El mismo defecto tiene el párrafo siguiente (“fuera de las ciudades”: ¿acaso en los pueblos no se trabaja?). El resto del artículo no vale mucho más. De nuevo se exagera la importancia en términos históricos de lo acaecido en 2018 y se recurre a metáforas tan desgastadas que han perdido cualquier capacidad de facilitar la comprensión de un mensaje (“las mujeres abrieron la caja de Pandora con la intención de liberarse de todos los males que habían soportado durante milenios”) pero ya, lo de citar al canónigo Miguel Lorente con su matraca sobre el “posmachismo”, no tiene un pase.

En fin, que la Escuela de Periodismo de mi universidad y EL PAIS necesita mejorar mucho la revisión de los trabajos de sus alumnos. No pueden publicarse con tan poca elaboración.

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