En su reciente artículo “New Capitalism II: Compositional vs Income Inequality”, Branko Milanovic introduce el concepto de homoploutia para describir a aquellos individuos que son simultáneamente altos asalariados y propietarios de capital. Según Milanovic, esta doble condición se está volviendo cada vez más común en las economías capitalistas avanzadas, y plantea interrogantes sobre la naturaleza de la desigualdad contemporánea.
El análisis distingue entre dos tipos de desigualdad: la de ingresos —cuánto gana cada persona— y la composicional —de dónde provienen esos ingresos: del trabajo o del capital—. Milanovic sugiere que la homoploutia podría reforzar la concentración de poder económico y dificultar la movilidad social, al consolidar una élite que domina tanto el mercado laboral como el capital.
Sin embargo, esta lectura resulta, como mínimo, incompleta. En lugar de ver la homoploutia como una amenaza, podría interpretarse como un signo de dinamismo económico. En muchos casos, los individuos que encarnan esta doble condición no son herederos pasivos ni rentistas ociosos, sino emprendedores, fundadores de empresas o directivos que han creado valor a través de su trabajo y han acumulado capital como resultado de su éxito. Su riqueza no es heredada, sino ganada. No es estática, sino fruto de la innovación, el riesgo y la competencia. Es más, dada su experiencia y conocimientos, es plausible imaginar que buena parte de su capital lo inviertan, no en tierras, sino en crear nuevas empresas, orientando la inversión en la dirección adecuada.
Además, la idea de que esta clase representa una “concentración de poder” peligrosa ignora un hecho fundamental: estos individuos operan en mercados abiertos, donde la entrada no está cerrada y donde el mérito sigue siendo determinante. La competencia por talento, ideas y capital es feroz. La homoploutia, en este sentido, no es un obstáculo para la equidad, sino una manifestación de una meritocracia funcional.
Por supuesto, toda concentración de riqueza merece vigilancia. Pero no toda desigualdad es injusta, ni toda acumulación de capital es sospechosa. Si quienes se enriquecen lo hacen trabajando, innovando y compitiendo, entonces estamos ante una forma de capitalismo que, lejos de ser regresiva, puede ser más inclusiva y productiva que la dominada por rentistas.
En lugar de lamentar la homoploutia, tal vez deberíamos preguntarnos cómo ampliarla: cómo lograr que más personas puedan acceder a ambos mundos —el del trabajo bien remunerado y el del capital—. Esa sería una agenda verdaderamente progresista.
Porque la alternativa es el capitalismo de rentas y el capitalismo de Estado.
Is Homoploutia a Problem? A Defense of Dynamic New Capitalism
In his recent article “New Capitalism II: Compositional vs Income Inequality,” Branko Milanovic introduces the concept of homoploutia to describe individuals who are both high earners and capital owners. According to Milanovic, this dual condition is becoming increasingly common in advanced capitalist economies and raises questions about the nature of contemporary inequality.
He distinguishes between two types of inequality: income inequality —how much people earn— and compositional inequality —where that income comes from: labor or capital. Milanovic suggests that homoploutia may reinforce economic power concentration and hinder social mobility by consolidating an elite that dominates both labor markets and capital ownership.
However, this interpretation is, at the very least, incomplete. Rather than viewing homoploutia as a threat, it could be seen as a sign of economic dynamism. In many cases, those who embody this dual condition are not passive heirs or idle rentiers, but entrepreneurs, company founders, or executives who have created value through their work and accumulated capital as a result of their success. Their wealth is not inherited but earned. It is not static but the product of innovation, risk-taking, and competition.
Moreover, the idea that this class represents a “concentration of power” overlooks a key fact: these individuals operate in open markets, where entry is not restricted and merit remains a decisive factor. Competition for talent, ideas, and capital is fierce. Homoploutia, in this sense, is not an obstacle to fairness but a manifestation of a functioning meritocracy.
Of course, any concentration of wealth deserves scrutiny. But not all inequality is unjust, and not all capital accumulation is suspect. If people become wealthy by working, innovating, and competing, then we are witnessing a form of capitalism that, far from being regressive, may be more inclusive and productive than one dominated by rentiers.
Rather than lamenting homoploutia, perhaps we should ask how to expand it — how to enable more people to access both well-paid work and capital ownership. That would be a truly progressive agenda.

No hay comentarios:
Publicar un comentario