En su siempre interesante blog Thinking outloud, Lorenzo, su autor, dedica un post a la relación entre las normas sociales, la cooperación humana y la estabilidad de los grupos sociales. En lo que sigue, resumo con algunos comentarios dicha entrada.
La cooperación humana no se entiende sin normas. Piénsese en
un equipo de baloncesto. La coordinación entre los jugadores depende de que
cada uno sepa lo que puede esperar que hagan sus compañeros. Es decir, de las
expectativas que tenga de lo que harán sus compañeros. Cada jugador se
comportará como los demás esperan que lo haga bien porque las normas sean meramente
sociales – “así hacemos las cosas aquí” y “yo hago lo que hace todo
el mundo” – bien porque esas conductas se normativicen y se internalice la
convicción de su carácter obligatorio – “yo hago lo que tengo que hacer”.
La generalización del cumplimiento de las normas requiere de algún mecanismo
sancionador. El jugador que no actúa en la cancha como el resto de los
jugadores espera, acaba sentado en el banquillo y, si no “aprende”, expulsado
del equipo. Si tiene otro equipo donde ir, se irá pero, finalmente, habrá de cumplir
las reglas del grupo en el que se inserte.
La gran ventaja “energética” de la existencia de reglas es,
naturalmente que “las normas economizan información y esfuerzo cognitivo, lo que
facilita la cooperación”. Reducen las necesidades de
comunicación requeridas para la acción colectiva o, al menos, la acción
coordinada. Y si el “marco normativo es común a varias bandas de homínidos”,
la movilidad entre los distintos campamentos se facilita y se crea, más
fácilmente, una “federación”.
Lo que no sabemos es la dirección de la causalidad: ¿“la
estabilidad del grupo es la causa” de la homogeneidad normativa en su seno o
fue el efecto del comportamiento conforme a reglas – sociales y normativas –
de los humanos?
Siguiendo a Bicchieri, el autor explica que
las normas sociales se basan en expectativas sociales: expectativas empíricas (lo que se espera que hagan los demás) y expectativas normativas (lo que se espera que los demás crean que deben hacer). Operan sobre la base de esquemas (conjuntos de creencias) y guiones (patrones de conducta). Suelen implicar algún sistema de sanciones.
Como en el ejemplo, las expectativas “hacen que las
acciones de otras personas sean más predecibles lo que facilita el logro y el
mantenimiento de la cooperación”. La cooperación se hace estable y la estabilidad en la cooperación
promueve la estabilidad en la composición del grupo pero las normas
sociales se habrían seleccionado por la evolución, no para promover esa
estabilidad sino para promover y hacer estable la cooperación. La estabilidad
progresiva en la composición del grupo es un efecto que podría no haberse
producido precisamente porque la homogeneidad en las reglas sociales y
normativas en distintos grupos o bandas
que forman una “federación” facilitaría la movilidad de los individuos entre
los distintos campamentos. Woodburn explica, en este sentido, que la ausencia
de relaciones de dependencia explicaría esa fluidez.
Las normas morales tienen de distintivo según Bicchieri (a quien sigue Lorenzo en esta entrada) “un elemento de incondicionalidad que las normas sociales no tienen”. ¿Cuándo se produjo la moralización de las normas sociales? Con la aparición del sedentarismo y la agricultura que “parecen haber acelerado la evolución adaptativa, presumiblemente debido a los cambios dramáticos en las presiones selectivas”. En este contexto, “la estabilidad del grupo habría adquirido más valor de supervivencia y subsistencia”. Es decir, la superviviencia individual de los miembros dependería, en mayor medida, en una sociedad agrícola y sedentaria, de la estabilidad de la composición del grupo. Y, en este marco,
La naturaleza absoluta o incondicional de las normas morales podrían haber sido seleccionadas, ya que promueven la estabilidad del grupo. Pero fueron seleccionados basándose en la capacidad preexistente para adoptar normas sociales, las cuales probablemente se desarrollaron a partir de reglas descriptivas.
La conclusión del autor es que el fomento de la estabilidad en la cooperación fue la causa del desarrollo del comportamiento humano conforme a normas lo que sería congruente con
el argumento de David C. Lahtia y Bret S. Weinstein según el cual, las normas morales se desarrollarían – en comparación con las normas puramente sociales – “a medida que la estabilidad del grupo
deviniera más importante en términos de supervivencia y subsistencia de sus miembros lo que sólo ocurrió muy tarde en nuestra evolución. Una forma de comprobar la dirección causal entre aparición y desarrollo de las normas morales y estabilidad de los grupos humanos
“pasaría por comprobar la importancia relativa de las normas sociales y las normas morales en diferentes poblaciones humanas. Cuanto más fluidos y basados en la recolección de alimentos sean los grupos sociales, más se puede esperar que sean dominantes las normas sociales. Cuanto más sedentarios, estables y más grandes sean los grupos sociales, más importantes serán las normas morales”