... Roma sola no hubiera podido gobernar el mundo; es decir, no hubiera podido gobernar a las demás razas como el espartano gobernaba al ilota, o como el norteamericano gobierna al negro.... El Imperio romano era menos romano al paso que lograba ser más imperio; no ha transcurrido mucho tiempo desde que Roma daba conquistadores a Britania, cuando ya Britania da emperadores a Roma. De la Britania, como se complacen los británicos en recordarlo, de la Britania procedía la emperatriz Elena, madre de Constantino. Y fue Constantino, como es bien sabido, quien hizo fijar aquella proclama que las posteriores generaciones han estado luchando o por mantener o por arrancar (Edicto de Milan)...
La esclavitud no constituía para la Iglesia una dificultad de doctrina, sino un hábito de imaginación por rectificar. Aristóteles y los demás sabios de la gentilidad, que definieron las artes serviles o «útiles», habían enseñado a ver en el esclavo un instrumento, un hacha para cortar madera o lo que se hubiera de cortar. El cortar no lo condenaba la Iglesia, pero le parecía que aquello era cortar vidrio con diamante, donde se está siempre bajo la sensación de que el diamante es mucho más precioso que el vidrio.
Aquella paradoja irlandesa-«un hombre vale tanto como otro, y mucho más»-esconde esa secreta verdad que a veces se halla en las contradicciones: en el caso, esconde una verdad que es el eslabón entre el cristianismo y la ciudadanía. El santo es el único ser superior que no deprime la dignidad de sus semejantes: no tiene conciencia de su superioridad ante ellos, pero la tiene más que ellos de su propia inferioridad...
Hay en la mente moderna... surge la noción de que han de venir mejores días... los hombres de las Edades bárbaras estaban convencidos de que se habían ido los días felices. Creían ver la luz hacia atrás, y hacia adelante adivinaban la sombra de nuevos daños.... tenían esperanza, pero esperaban, si vale decirlo, del pasado. Las mismas causas que hoy inducen a ser progresista, inducían entonces a ser conservador. Mientras más vivo se conservara el pasado, mayor posibilidad de vivir la vida justa y libre ; mientras más se dejara entrar el futuro, más ignorancia y más privilegios injustos habría que sufrir… Además, cuando se trata del pasado, suele olvidarse que-por paradójico que parezca-el pasado sigue siendo presente, aunque hoy ya no es como fue, sino como parece haber sido. Y es que el pasado no es más que un aspecto de la fe.
La gratitud es la forma superior del pensamiento, y la gratitud es una felicidad mezclada de sorpresa
El islamismo ha podido dar a Turquía un imperio, nunca una nación.
... la Iglesia contaba con una máquina de perdones, mientras que el Estado sólo disponía de una máquina de castigos.
... el hombre que trata como hipocresía toda incongruencia humana, es un hipócrita para con sus propias incongruencias
... no es posible que el simple azar de las evoluciones haya transformado al esclavo en siervo y al siervo en propietario rústico. Pero si hay quien crea todavía que la ciega fortuna, sin ningún tanteo hacia la nueva luz, pudo traer, en lugar del estado de esclavitud agraria, la nueva condición campesina, no tiene más que considerar lo que sucedía en todos los demás órdenes y aspiraciones humanas. Entonces dejará de dudar. Porque verá entonces a los medievales ocupados en construir un esquema social, que claramente persigue un fin humanitario y acusa un deseo ardiente de igualdad. Y este sistema no puede ser fruto del acaso, como las catedrales de la época no pueden ser productos del terremoto.
Por ejemplo, la moderna palabra «Mister» contiene también la huella de algo que se ha perdido. Aun en su sonido hay cierta graciosa debilidad, que denuncia el encogimiento de la enérgica palabra de que procede. Y, en efecto, recuerdo haber leído un cuento alemán, una historia de Sansón («Samson»), donde a éste se le daba el modesto nombre de Simson, que seguramente hace aparecer a Sansón todavía más trasquilado. Algo de este triste diminuendo se advierte en la evolución de «Master» a «Mister».
No se podrá hablar de una comunidad de negros donde la mayoría sean blancos, aunque dos negros de la minoría sean gigantes. No se concibe una comunidad de hombres casados donde todos sean solteros, con excepción de tres que tienen un harén en su casa. Una comunidad de hombres casados supone que la mayoría lo estén, y no que sólo dos o tres lo estén con exceso. Una comunidad de propietarios supone que la mayoría de los asociados tengan propiedad, y no que haya dos o tres capitalistas y los demás sean unos parias.
los medievales... concebían la libertad como un estado positivo, y no como una excepción negativa. Ignoraban ese romanticismo moderno que hace de la libertad una idea afín de la soledad. Tal opinión se traduce en la frase que concebía a un hombre la: «libertad de vivir en la ciudad», no la libertad de los desiertos
el Parlamento fue, de todas esas corporaciones, la única que consiguió traicionar y aniquilar a las otras.
Las cosas humanas son de una complejidad molestísima
No nos cuesta. nada confesar que las banderas son trapos viejos y las fronteras simples ficciones; pero los mismos que se han pasado la mitad de su vida diciendo esto, se dejan matar a estas horas por un trapo viejo y se dejan hacer añicos por una ficción.
... es innegable que el cisma religioso trajo consigo una división mucho más profunda e inhumana. Ya no se trataba de una agarrona entre devotos de dos santos que se mantenían en paz entre sí, sino de una guerra entre los creyentes de divinidades enemigas. El que a los barcos españoles se les llamara el San Francisco o el San Felipe, cosa que nada significaba al principio, pronto vino a ser para la nueva Inglaterra una causa tan trascendental de conflicto, como el que se les llamara el Baal o el Tor. Claro que esto era meramente simbólico, pero simbólico de un estado de cosas muy real y muy serio. Por aquí entró en las guerras religiosas esa noción que la ciencia moderna aplica a las guerras de razas: la noción de las guerras naturales, no producidas por una disputa determinada, sino por la naturaleza misma de los pueblos en lucha...
Hablando claro, confesemos que América obligó a la guerra. La justificación de los colonos estaba en que se sentían capaces de ser algo, y sentían -con razón- que Inglaterra no les ayudaría a serlo. Inglaterra, probablemente, les hubiera otorgado toda clase de concesiones y privilegios constitucionales, pero nunca la igualdad; no digo la igualdad con la metrópoli, sino la mutua igualdad de los colonos. Chatham hubiera transigido con Washington, porque Washington era un caballero; pero para Chatham, un país no gobernado por caballeros era inconcebible.
Dígase en muchos países modernos la palabra «igualdad», y miles de imbéciles se alzarán a un tiempo para alegar que, mirados de cerca, hay algunos que son más altos o más hermosos que los demás… cuando declaramos la igualdad de todos los peniques, no queremos dar a entender que todos tienen la misma apariencia, sino que son iguales en su carácter absoluto, en su cualidad más importante; que son monedas de cierto valor, y que, doce juntas, dan un chelín... Sin duda que esta idea ha sido el fondo de toda cristiandad…. Al dogma de igualdad de deberes corresponde el de igualdad de derechos… Pero el mundo se había ido alejando más y más de estas nociones elementales, y nadie estaba más lejos de ellas que los aristócratas ingleses. La idea de la igualdad de los hombres no es, en sustancia, más que la idea de la importancia del hombre. Pero esta idea resultaba chocante e indecente a una sociedad cuya poesía y cuya religión consistían precisamente en la importancia del gentilhombre o caballero…. Quienes entienden que dos monedas valgan lo mismo, aunque una brille más que la otra, debieran entender también que dos hombres tengan igual voto, aunque uno brille por su talento y el otro deslumbre por su estupidez…