viernes, 10 de abril de 2020

“Los humanos están diseñados por la evolución para intercambiar. Pero no para entender cómo funcionan los mercados”.




Foto: Marta Moreno Aguirre


La frase del título de esta entrada es una leve manipulación de la que abre el sexto capítulo del libro de Pascal Boyer, Minds make Societies, 2018 (la que figura es “Los humanos están diseñados por la evolución para vivir en sociedad. Pero no para entender cómo funcionan las sociedades” pero del capítulo VI me ocuparé en otra entrada porque Boyer tiene cosas muy interesantes que decir sobre las organizaciones sociales). 

Bien puede considerarse que este capítulo quinto constituye una expansión de las ideas de Boyer y Petersen que resumí en esta entrada. La idea puede formularse diciendo que somos capaces de entender cómo funciona un intercambio y disponemos de sistemas cognitivos o mentales perfectamente adaptados para obtener las ventajas adaptativas de los intercambios (la equivalencia en términos de utilidad entre lo que damos y lo que recibimos; el reconocimiento de (la propiedad) que un bien es de un individuo y no de otro y por qué algo es de alguien; y la capacidad de detectar, como una amenaza, la presencia de un parásito (gorrón free rider) que pretende aprovecharse de nosotros, esto es, de explotarnos) pero no somos capaces de entender cómo funcionan los mercados, esto es, el entorno institucional donde tienen lugar los intercambios desde la aparición de la agricultura. 

Con un poco más de detalle. Boyer dice que nuestra psicología del intercambio está compuesta de tres sistemas cognitivos uno el que nos permite determinar la equivalencia en términos de utilidad entre dos bienes. Otro el sentido intuitivo de la propiedad, es decir de la relación específica de un individuo con un bien porque el individuo lo ha extraído de la naturaleza o lo ha fabricado, es decir porque el individuo tiene una relación especial con el bien que no tienen ninguno de los otros miembros del grupo. Del sistema cognitivo de la propiedad deducen los humanos la necesidad de respetar la propiedad ajena y de reconocer el derecho del propietario a extraer la utilidad del bien. 

El tercer sistema cognitivo es el de detección de parásitos es decir un sistema cognitivo que nos permite descubrir cuando alguien está recibiendo un beneficio sin pagar el coste es decir sin contribuir a su producción. Este sistema cognitivo activa el mecanismo mental de detección de una amenazaSi hay alguien que se está comportando de forma parasitaria corremos el riesgo de ser explotados. Y la respuesta frente a ese riesgo es la misma que frente a cualquier otra amenaza huir. Esto se traduce naturalmente no en la huida física sino en la decisión de no volver a interactuar con el que pretende explotarnos. De ahí que Boyer dé una importancia central a la elección de la contraparte más que a la dudosa existencia de castigo prosocial para explicar el desarrollo de los sistemas cognitivos que nos han hecho a los humanos seres tan cooperativos.  

Nuestros sistemas cognitivos están diseñados para gestionar intercambios en el seno de grupos pequeños, con partes repetitivas y bien conocidas y con objetos fácilmente recognoscibles en su valor y propiedad. Pero carecemos de la capacidad de computación necesaria para reconocer las relaciones causa-efecto entre la miriada de intercambios entre los miembros de un grupo de gran tamaño y los fenómenos sociales que observamos. 

La consecuencia de esta incapacidad cognitiva para comprender los efectos de esas interacciones se refleja bien cuando nos enfrentamos a decisiones políticas sobre la distribución de la renta en una sociedad moderna.

Un homo sapiens – cuyo cerebro evolucionó durante cientos de miles de años hasta quedar configurado como el nuestro hace unos setenta mil – cien mil años – observa los “bienes” a su alrededor, es decir, los recursos de los que puede extraer utilidad, y los clasifica en dos tipos. 

Los hay que están en la naturaleza y, por tanto, no son de nadie y los hay que son de alguien. 

Los primeros hay que recolectarlos o cazarlos y hay que dar oportunidad a todos de hacerlo y repartir igualitariamente el producto de la recolección o la caza entre todos los que hayan contribuido a la actividad. Los segundos, hay que intercambiarlos voluntariamente, esto es, hay que ofrecer una cantidad suficiente de miel al que fabrica flechas para que quiera dárnoslas a cambio de nuestra miel (esa es la operación de intercambio que pone de ejemplo Boyer).

Cuando a este homo sapiens lo trasladamos a una sociedad moderna donde hay una enorme abundancia de bienes y servicios útiles respecto de los cuales ignora quién y cómo contribuyó a su producción, es posible que fuera capaz de reconocer que, a diferencia de la frambuesa o el antílope, todos y cada uno de los bienes que existen alrededor de un hombre moderno han sido producidos por alguien o adquiridos mediante intercambio voluntario por alguien y, por tanto, poner en marcha el sistema mental que le evoca la necesidad de intercambiar con ellos si quiere alguno de esos bienes – si quiero las flechas tengo que darle miel a su propietario -. Pero lo más probable es que los sistemas mentales que se activen en tal escenario no sean los del intercambio sino la idea de que esos bienes se han producido colectivamente “por todos” y deben repartirse igualitariamente “entre todos” porque “todos” contribuimos a la producción. 

Naturalmente, la referencia a “todos”, “por todos” y “entre todos” es metafórica. Los bienes no han sido producidos por todos. Han sido producidos por individuos concretos a través de complejísimas y numerosísimas interacciones entre millones de individuos. Individuos, sin embargo, desconocidos para nosotros. Eso hace que sea “demasiado” para nuestra capacidad computacional ligar cada producto al que deberíamos reconocer como propietario. Igual que hay pueblos cuyo sistema numérico tiene el número uno, el dos y luego “muchos”, nuestro sistema mental no necesitaba entender cómo funcionan los mercados y cómo es posible maximizar y optimizar la producción de los bienes y servicios (un mercado competitivo) a partir de la lógica que sustenta cada intercambio singular (carácter voluntario y ejecución asegurada de lo pactado). Sencillamente porque en el entorno social en el que se desarrolló la historia del homo sapiens, los mercados a gran escala no existían y sus efectos, en consecuencia, no eran visibles. Tuvo que nacer Adam Smith para disponer de la metáfora de la “mano invisible”.

La consecuencia es que, aunque los bienes que el mercado nos ofrece no son bienes producidos por todo el grupo, el sistema mental que se activa en el cerebro humano es el de reparto de lo que es común porque se ha producido colectivamente. Y lo que es “peor”, como no somos capaces de descifrar cómo ha contribuido cada uno a la producción en común – que es el criterio cognitivo que utilizamos para repartir los bienes producidos colectivamente – aplicamos la regla “por defecto” que es la de reparto igualitario. Lo que es producido por todos debe repartirse igualitariamente entre todos.

Boyer insiste en su idea de que en nuestro esquema mental de los intercambios es un aspecto fundamental es el de la repetición de los intercambios con las mismas partes, es decir las transacciones no son nunca unidades aisladas. Cada transacción se enmarca en una relación personal. Por eso los intercambios en toda nuestra historia evolutiva eran intercambios con alguien conocido. Los intercambios con desconocidos adoptaban la forma de permutas ocasionales y ocupaban un ámbito muy marginal. 

De manera que las transacciones económicas, los intercambios económicos, no eran distintas de cualesquiera otras interacciones sociales entre los miembros de un grupo lo que llevó- dice Boyer a que los humanos desarrollaran una capacidad no propiamente para el intercambio sino para las transacciones repetitivas con partes o contrapartes conocidas y con una vigilancia permanente y recíproca de la buena fe de la otra parte. Cuando los humanos pasan de los intercambios con partes conocidas y repetitivas a los intercambios en mercados anónimos, nuestra psicología que hizo posibles los primeros tiene grandes dificultades para comprender los segundos, 

Un elemento adicional importante es que las emociones impregnan la relación económica interpersonal como impregnan cualquier otra relación interpersonal: para reforzar el cumplimiento. Dice Boyer (pp 199-200) que los 

“sistemas cognitivos que guían la justicia del intercambio o que gobiernan nuestro sentido de la propiedad o que vigilan la distribución de bienes que son resultado de la acción colectiva están diseñados con precisión para provocar emociones y para motivar nuestra conducta porque si no hubiera sido así no habrían proporcionado ninguna ventaja evolutiva”
Si el sentido de la propiedad no provocara una respuesta emocional por nuestra parte no defenderíamos ardorosamente lo que es nuestro y si no defendiéramos ardorosamente lo que es nuestro la probabilidad de reproducirnos o de sobrevivir se vería reducida en la medida en que los bienes de nuestra propiedad nos aseguran no morir de inanición. Lo mismo en relación con la detección de gorrones. Una respuesta emocional de rechazo frente a un gorrón es apropiada porque reduce la posibilidad de que seamos explotados y por tanto aumenta la posibilidad de supervivencia (“el último tonto se murió anoche”). Para que esa reacción frente a un potencial explotador sea más vigorosa es lógico que nuestro sistema mental haya reforzado la respuesta con una reacción emocional. En este caso una reacción de disgusto moral ante las conductas de los gorrones.

Para los humanos modernos – dice Boyer – los bienes que ofrece el mercado se parecen, más que a las flechas que fabrica nuestro vecino y que conseguimos que nos dé voluntariamente a cambio de nuestra miel, a encontrarnos un billete de cien euros en el camino cuando vamos de excursión por el campo con unos amigos. Si tal ocurre, las intuiciones – los sistemas mentales – que se activarán serán los de reparto. ¿Cómo nos repartimos el dinero? ¿Por partes iguales? ¿Debe quedarse con todo o con una parte mayor el que primero divisó el billete en el suelo? Ninguno del grupo se preguntará por la propiedad del billete y por la injusticia de retenerlo. El billete es un hallazgo – como caído del cielo – y todos los del grupo merecemos participar de los beneficios. Imagínese ahora que el hallazgo se produce a la salida de la taberna donde la cuadrilla ha tomado la última ronda de vino y uno de nosotros ha observado cómo el billete se caía del bolsillo de un vecino que salió antes que nosotros. El sistema mental que se activaría en tal caso sería uno bien diferente: el de la propiedad y el de la detección de gorrones. Y la decisión se teñiría igualmente de moralidad pero de otra emoción bien diferente: no comportarnos como gorrones y aprovecharnos del vecino despistado al que se cayó el billete.

La gran magia de la historia humana es que aunque la evolución nos pertrechó con unos sistemas mentales - los tres elementos que ya he reiterado más arriba – “diseñados” para los intercambios repetidos entre partes conocidas, este esquema era escalable y podía convertirse en los modernos mercados de alcance mundial de los que disfrutamos hoy:
tenemos una serie de disposiciones mentales producto de la evolución para llevar a cabo transacciones mutuamente ventajosas sobre la base de unas intuiciones y unas motivaciones muy fuertes referidas a la propiedad y a la participación en la acción colectiva. Gracias a estas disposiciones mentales pudimos crear un mundo económico extraordinariamente complejo y próspero en el que existen un innumerables productos y servicios cuya existencia no podemos explicarnos recurriendo a nuestros sistemas intuitivos. Estos productos y servicios parecen simplemente aparecer ahí como por arte de magia, pero ningún sistema intuitivo representa las condiciones bajo las cuales aparecen. De manera que nuestros sistemas mentales los tratan como caídos del cielo lo que activa a su vez las preferencias propias del reparto de lo común que están basadas en ciertas concepciones de la justicia: básicamente la distribución de la riqueza disponible, lo que es a la vez intuitivo y convincente es decir fácil de procesar y de aceptar

Pero la noción de redistribuir la riqueza a su vez infringe o viola algunas expectativas también intuitivas que tienen que ver con el esfuerzo y la recompensa es decir que aquellos que contribuyen más a la producción deben recibir más y con nuestras intuiciones sobre la propiedad (que aquellos que producen algo tienen derecho a quedarse con lo que han producido). La redistribución implica o impone límites a esas expectativas. Algunos pueden haber contribuido mucho más que otros pero recibir solo un poquito más que otros. Algunos pueden tener que ceder una parte de lo que han producido en forma de impuestos progresivos. Todo lo cual explica que las políticas preferidas intuitivamente precisamente por esos sistemas - compartir - choquen con las preferencias que resultan de la activación de otros sistemas intuitivos.

Pascal Boyer, Minds make Societies, 2018 

jueves, 9 de abril de 2020

¿A qué nivel gubernamental deben tomarse las decisiones en tiempos de pandemia? A propósito de Eidenmüller y Ventoruzzo



foto: Marta Moreno Aguirre

Según Eidenmüller,


(un viejo conocido de este blog porque se ha ocupado frecuentemente de la competencia regulatoria en áreas del Derecho mercantil como el Derecho de Sociedades o el Derecho Concursal)

el nivel de toma de decisiones preferible en la gestión de una pandemia son, sin duda, los Estados. En consecuencia, propone dejar que actúe la “diversidad”  de políticas y la “competencia regulatoria”
En un contexto de incertidumbre sobre la política óptima, y con diferentes prioridades y contextos en las distintas jurisdicciones, la diversidad de políticas y la competencia regulatoria permiten un proceso de aprendizaje rápido y productivo. Este es un mejor "tratamiento" para la pandemia que los torpes esfuerzos por armonizar las respuestas políticas de los distintos países…

En primer lugar, más allá del Estado-nación, la acción colectiva depende del consentimiento ad hoc, que es difícil de conseguir y frágil. Incluso dentro de los Estados-nación, las limitaciones constitucionales y políticas pueden impedir que los gobiernos federales apliquen políticas específicas…

En segundo lugar, los estados son golpeados por la pandemia en diferentes momentos y con diferente intensidad..

En tercer lugar, los países difieren: tienen historias, culturas y tradiciones únicas. Las personas de los diferentes países también difieren. Sus preferencias, por ejemplo con respecto a la compensación entre salud/seguridad y prosperidad económica, su apetito o tolerancia al riesgo, o su aceptación de recortes de las libertades individuales, incluida su sensibilidad a las cuestiones de privacidad, pueden divergir considerablemente.
Añade Eidenmüller otro factor más importante si cabe que los otros tres: los gobiernos nacionales están actuando en un entorno de enorme incertidumbre de manera que habrían de elegir cada uno las decisiones que mejor se adapten al conocimiento local. El conocimiento local es distinto para cada Estado. No solo: es que la información útil para tomar decisiones se “produce” y “cosecha” localmente y a nivel estatal.
identificar e implementar un "tratamiento" óptimo para la pandemia de COVID-19 es ilusorio. Las sociedades de todo el mundo operan con un enorme déficit de información en cuanto a la mejor manera de abordar la enfermedad y sus consecuencias para los seres humanos y las economías. Los científicos aprenden cada vez más sobre el virus, cómo se propaga, cómo afecta a nuestra salud, etc. Por supuesto, sabemos que el cumplimiento de las normas de higiene básica y el aislamiento de los portadores del virus ayuda. Sin embargo, sabemos muy poco sobre los efectos (marginales) de las diferentes políticas de distanciamiento social o cuarentena sobre las tasas de infección o las pérdidas económicas. Incluso cuando no operamos bajo un (enorme) déficit de información, la aplicación de políticas eficaces puede resultar difícil debido a la escasez de recursos. Por ejemplo, las pruebas masivas son fundamentales, pero los equipos de pruebas son escasos y costosos. 

Dos objeciones


La primera es que la idoneidad del Estado nacional como decisor en caso de pandemia no resulta, como parece señalar Eidenmüller de las ventajas de la diversidad regulatoria que genera y de la posibilidad de experimentar y de extender las buenas prácticas vía imitación. Eso es correcto en general respecto a las políticas nacionales en – digamos – estados normales de la vida social y económica pero no en estados excepcionales donde los que han de decidir han de hacerlo, no solo en un entorno de incertidumbre, sino con urgencia y con pérdidas graves e irreversibles en caso de tener que rectificar. No hay tiempo de rectificar y, sobre todo, no hay tiempo para observar los resultados de las medidas adoptadas por otros países que pueden ser poco transparentes. Piénsese en el caso de Italia y las muy diferentes medidas adoptadas por el gobierno de Lombardía y el del Véneto. De manera que la diversidad de aproximaciones es más bien hacer de la necesidad virtud que una política.

La idoneidad del Estado como centralizador de las decisiones en caso de epidemia deriva, más bien, de su capacidad para hacer cumplir sus medidas y movilizar los recursos públicos y privados. Ninguna institución por encima de los Estados ni por debajo de los Estados está situada mejor, incluso en los Estados descentralizados, para asegurar que las medidas serán cumplidas. Obviamente, incluida la posibilidad de descentralizarlas dentro de un país. Es más, sólo los Estados disponen de los mecanismos de coordinación con otros Estados a través de su servicio exterior y su participación en organismos internacionales.

Pero hay decisiones que se toman mejor a nivel internacional, europeo o mundial. Por ejemplo, la difusión de la información científica y la estadística, la producción de material sanitario o de métodos de análisis, etc etc. En estos ámbitos, las economías de escala son tan obvias que reducir la coordinación y la toma de decisiones a un nivel inferior al mundial es dejar billetes de cien euros tirados en la acera. En este sentido, la pandemia es una ocasión de oro para Europa de reforzar la coordinación y la producción a nivel europeo de estadísticas y de planes de contingencia para la próxima que asuele a la humanidad.

Ventoruzzo


A Eidenmüller le ha contestado Ventoruzzo quien sostiene que la competencia regulatoria no es deseable y que es deseable más coordinación internacional. Apela, en primer lugar, a la recopilación de información estadística sobre el virus. Como he dicho más arriba, es un ámbito en el que la coordinación es imprescindible como lo es en cualquier problema de coordinación (circular todos por la derecha o usar todos el mismos sistema de pesos y medidas). En realidad, no creo que Eidenmüller se oponga a tal coordinación.

No creo que Ventoruzzo tenga razón en su segunda objeción: las externalidades. Lo que haga un país puede afectar a otros. Es obvio que lo que ha hecho China ha perjudicado grandemente al resto (retrasando la publicación de la información sobre la pandemia y minimizando las cifras) pero lo que ha hecho la OMS también (hay sospechas de que ha querido agradar a China, no ha criticado a ningún Estado y, lo que es peor, ha dado bandazos en las recomendaciones a los países que, además, no siempre han sido las óptimas desde el punto de vista científico). Pero no veo cómo, en la fase en la que nos encontramos, las externalidades pueden ser importantes: cada Estado puede evitarlas – pagando el precio correspondiente – limitando los contactos con otros países. Que Ventoruzzo sea “muy cauto" respecto a los posibles efectos de la paralización de la vida comercial sobre el sistema financiero de un país no ayuda mucho. Es obvio el efecto. Pero ¿por qué eso representa una externalidad? Y que la paralización de un país afecta a otros es también evidente dado el grado de interconexión entre todos, pero, de nuevo ¿no tienen todos y cada uno de los países los incentivos adecuados para minimizar las restricciones al comercio? De nuevo, no veo dónde está la externalidad.

Ventoruzzo propone coordinación internacional en las materias que he descrito más arriba y acaba su entrada enumerando todos los fallos de mercado que, normalmente, justifican la acción colectiva y la intervención gubernamental: “parasitismo, incentivos, acción colectiva y azar moral”. Pero es un análisis demasiado burdo e impreciso. P. ej., dice:
Si algunos países, y especialmente los que son golpeados primero, adoptan medidas estrictas de contención, los beneficios van a otros países que tienen la suerte de ser inicialmente menos afectados. Este efecto reduce los incentivos para que todos adopten medidas resueltas y tempranas, esperando salvarse también gracias al sentido de responsabilidad de los demás, como ha ocurrido en gran medida y sigue ocurriendo.
No creo que esto sea correcto. Los países que adoptan estas medidas antes lo hacen en su propio interés e internalizan los beneficios que se deriven de su adopción. Y los otros países, actúan a su propio riesgo. De hecho, Italia pensaba que China mantendría el virus en sus fronteras a pesar de lo que ocurrió en el resto de Asia. España, que Italia mantendría el virus en sus fronteras y así sucesivamente. La estrategia de esperar y rezar para que el virus no mate a miles de los propios ciudadanos se ha revelado como una estrategia errónea. Pero no por un problema de incentivos, externalidades o azar moral. Ha sido un problema político: a nadie le gusta imponer medidas impopulares.

Otras preocupaciones de Ventoruzzo tampoco parecen bien fundadas. Naturalmente que el parasitismo es indeseable. Pero no creo que ningún italiano reproche a un alemán proteger a su población, reservar material sanitario y camas de UCI para sus residentes. En cuanto a que protejan a sus empresas de tomas de control a precios ridículos a cargo de oportunistas, los Estados pueden adoptar medidas provisionales con rapidez para evitarlo. Incluso las propias empresas pueden hacerlo mediante reformas de sus estatutos sociales. En fin, esto no es la crisis del 29. No hay por qué suponer que las medidas provisionales adoptadas por cada gobierno nacional se conviertan en permanentes. Para evitarlo están las normas generales del Derecho de la Unión Europea y las que rigen el comercio internacional.

En fin, el mayor problema para Ventoruzzo es que los Estados, en una epidemia, tienen los incentivos adecuados: proteger a su población. De manera que, aunque la “unidad, la coordinación, la cooperación y… la solidaridad” son siempre deseables (¿alguien propondría la desunión, la descoordinación, la falta de cooperación y el egoísmo como recetas para resolver cualquier problema colectivo?) lo que plantea Eidenmüller es que el nivel adecuado de decisión en una pandemia es el Estado nacional. Y en eso, como se deduce de lo expuesto, estoy básicamente de acuerdo. No tanto en que la competencia regulatoria sea una buena opción. No se dan los presupuestos que la hacen óptima para lograr la armonización de la regulación en todos los países que participan en dicha competición en el mejor nivel posible. Esto no es un mercado. Es una guerra.

miércoles, 8 de abril de 2020

Carta de un jurista a un científico sobre la toma de decisiones en una epidemia




Foto: Marta Moreno Aguirre    
    

             “Si el criterio para nuestras acciones es la sabiduría política y no el Derecho, nos acercamos mucho al despotismo”

Sigmar Gabriel

Cuente con que contribuirá a fundamentar las decisiones políticas, no a tomarlas. El asesoramiento científico consiste en presentar un análisis riguroso de lo que sabemos y no sabemos. Por sí solo, no hace política. Hay muchas otras aportaciones que son necesarias para formular las políticas, incluyendo consideraciones financieras y de opinión pública. Los responsables políticos y los representantes elegidos tienen la responsabilidad de definir la política, y esto significa elegir entre opciones con diferentes consecuencias. Ese no es el terreno de un asesor científico.

Peter Gluckman

"Una marca que define a los buenos científicos es que se esfuerzan mucho por distinguir entre lo que saben y lo que no saben. Según este criterio, los firmantes de la carta de Lancet se estaban comportando como malos científicos: estaban asegurando al público hechos que no podían saber con certeza si eran ciertos"

Madrid, a 8 de abril de 2020

Querido A.,

Creo que conviene que hagamos algo interdisciplinar entre los científicos y los que nos dedicamos a estudiar cómo tomar decisiones “prudenciales”, que es a lo que nos dedicamos los juristas. Como lo del Derecho no es una Ciencia, es más bien un arte - como la Contabilidad - cuando un jurista tiene que resolver una disputa o redactar la cláusula de un contrato examina las ventajas e inconvenientes (hace un cálculo coste-beneficio "cualitativo" en lugar de cuantitativo como hacen los economistas) y decide de acuerdo con la Ley (que es el precipitado de toda la prudencia y sabiduría acumulada en esa materia) y de acuerdo con lo que cree que sería lo que decidirían los implicados ex ante si hubieran mantenido una discusión racional y honesta sobre la cuestión.

En otras palabras, los juristas estamos acostumbrados a tomar decisiones en entornos de incertidumbre. Y, con experiencia acumulada, - los jueces - las decisiones son en promedio más acertadas que si las tomase cualquier persona escogida aleatoriamente en la sociedad.

La pregunta es: ¿cómo se toman decisiones en un entorno de incertidumbre? Si la Ciencia nos proporciona una respuesta cierta, no hay caso: hay que tomar la decisión que dicta la Ciencia. La Ciencia es especialmente útil cuando se trata de descartar una decisión legislativa o jurisprudencial más que cuando se trata de optar por una. Por ejemplo, si la Ciencia dice que los asesinatos de una mujer por su pareja o ex-pareja se explican como efectos colaterales del suicidio o de trastornos mentales o de adicciones del homicida, el Derecho no puede decir que la causa de esos asesinatos es el machismo, esto es, la ideología del homicida consistente en creer que la mujer debe estar sometida al marido. Si la Ciencia dice que la homeopatía no es eficaz, el Gobierno no puede incluir los "medicamentos" homeopáticos entre los que pueden ser recetados por un médico.

Por desgracia, los científicos tienen que decir en muchas ocasiones que no tienen una respuesta. Que el entorno es incierto. Y tal parece que es lo que ha ocurrido en España con la gestión de la epidemia de coronavirus. En concreto, con la transmisión por asintomáticos. El Gobierno pareció basar su estrategia de "no alarmar" a la población y no adoptar medidas de distanciamiento social y de tests masivos con aislamiento de los contagiados y cuarentena para sus contactos y justificar su pasividad en lo que al aprovisionamiento de material sanitario, en la esperanza de que, lo que era en enero "doctrina mayoritaria" - diríamos los juristas - se confirmase: que los asintomáticos no transmitían el virus. De hecho, hasta el 5 de marzo el Gobierno lo sostuvo en documentos oficiales a pesar de que la prensa española se había hecho eco de que podría estar ocurriendo lo contrario el 1 de febrero ("La detección de casos asintomáticos que transmiten el coronavirus alerta a los expertos" tituló EL PAIS). El 27 de enero, las autoridades chinas estaban informando a todo el mundo de que habían detectado transmisión por asintomáticos. La mayor autoridad del mundo - Fauci - había dicho el 31 de enero que no tenía dudas al respecto. Y en Italia, Crisanti - el epidemiólogo al frente de la administración del Veneto en la gestión del coronavirus - había confirmado a mediados de febrero que el contagio por asintomáticos era la única explicación de la realidad observada.

A pesar de eso, la Ministra Portavoz ha seguido sosteniendo a 7 de abril que las decisiones se tomaron en cada momento con "la mejor información", Y ha sostenido tal cosa a pesar de que un documento oficial del Ministerio de Sanidad de 5 de marzo seguía diciendo lo que sigue:
Se piensa que los primeros casos humanos se debieron al contacto con un animal infectado De persona a persona se transmite por vía respiratoria a través de las gotas respiratorias de más de 5 micras, cuando el enfermo presenta sintomatología respiratoria (tos y estornudos) y contacto con fómites. Hasta al momento, no hay evidencias de que se pueda transmitir desde personas infectadas asintomáticas. La transmisión aérea por núcleo de gotitas o aerosoles (capaz de transmitirse a una distancia de más de 2 metros) no ha sido demostrada para el SARS-CoV-2. Sin embargo, se cree que esta podría ocurrir durante la realización de procedimientos asistenciales invasivos del tracto respiratorio. El periodo de incubación puede variar entre 2 y 14 días.
En otras palabras, a 5 de marzo el Ministerio seguía considerando el COVID 19 como si fuera alguno de los coronavirus anteriores. No actualizó de forma inmediata esta información cuando empezó a estar disponible la información que contradecía tales afirmaciones. El resultado de esta actitud del gobierno fue "epidémica". Todas las instituciones se dedicaron a repetir el mensaje del gobierno, desde la Universidad hasta los colegios pasando por los servicios de prevención de riesgos laborales y el propio CSIC.

Se dirá que hasta bien entrado marzo, la transmisión por asintomáticos no era la communis opinio o doctrina unánime. Pero lo que se puede decir es que los que sostenían la no transmisión por asintomáticos no podían asegurar que estaban en lo cierto. Como ha explicado muy bien Scott Alexander respecto del uso de las mascarillas y como saben muy bien los penalistas ("más allá de toda duda razonable") una cosa es que sepamos que algo no ocurre y otra que no sepamos si ocurre o no. Y la respuesta de un hombre prudente en uno y otro caso es muy diferente.

El Gobierno dejo de saber - empezó a no saber - al menos desde el 31 de enero de 2020, si los asintomáticos transmitían el virus o no. En ese momento, la afirmación contenida en el informe transcrito deviene si no falsa, con seguridad, engañosa o, como mínimo, imprudente. El Gobierno - no los científicos - desde el 31 de enero, sólo puede decir públicamente que no sabe si hay transmisión desde personas infectadas asintomáticasTodavía no es completamente seguro científicamente que los asintomáticos transmitan el virus. Pero es, precisamente este tipo de situaciones en las que el político y cualquier decisor ha de ejercer su propio juicio como han de hacer los administradores sociales. Para eso pagan los accionistas a los administradores y para eso elegimos a nuestros representantes políticos los ciudadanos. Para que adopten decisiones ejerciendo su juicio, un juicio informado e independiente. Espero que ahora se entienda la cita de Sigmar Gabriel 

Por tanto, es a partir de ese momento cuando la decisión del Gobierno deja de venir determinada por la Ciencia y se vuelve prudencial. ¿Cómo se maximizan las posibilidades de acierto cuando se adopta una decisión en un entorno incierto? Lo ha explicado perfectamente el mayor experto del mundo en la cuestión. A la pregunta de ¿qué hace mejores a unos pronosticadores que a otros? Tetlock contesta:
El factor más importante no es la formación o la experiencia de los expertos, sino cómo pensaban. ¿Conoces la famosa frase que el filósofo Isaiah Berlin tomó prestada de un poeta griego, "El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una gran cosa"? Los mejores pronosticadores eran como los zorros de Berlín: pensadores autocríticos y eclécticos que estaban dispuestos a actualizar sus creencias cuando se enfrentaban a pruebas contrarias, dudaban de los grandes planes y eran bastante modestos en cuanto a su capacidad de predicción. Los pronosticadores menos exitosos eran como los erizos: tendían a tener una gran y hermosa idea que les encantaba estirar, a veces hasta el punto de ruptura. Tendían a ser elocuentes y muy persuasivos en cuanto a por qué su idea lo explicaba todo. Los medios de comunicación a menudo aman los erizos.

Si (i) cabía la posibilidad de que los asintomáticos transmitieran el virus, (ii) dada la elevada contagiabilidad del virus (iii) teniendo en cuenta el carácter exponencial de la transmisión (elevado R0) que se había mostrado en China y (iv) la probabilidad de que la mayoría de los contagios se pudieran estar produciendo por asintomáticos y no pudiéramos saberlo porque los contagiados podrían no mostrar síntomas, alguien prudente habría tenido en cuenta la nueva información (indicios de que puede haber transmisión desde asintomáticos) y habría modificado su pronóstico (no se van a producir muchos casos entre la población española) y elevado la valoración de lo peligroso del virus y, finalmente, modificado las medidas de salud pública para reducir los contagios y preparar el sistema sanitario para una explosión de casos con síntomas graves. Es decir, hubiera adoptado decisiones conforme a una heurística, mucho menos arriesgada que la de, simplemente, no tomar medida alguna respecto de los asintomáticos. Me refiero, por ejemplo, a prohibir las aglomeraciones, recomendar el uso de mascarillas, tomar medidas especiales en relación con residencias de ancianos y, aún más, proceder a acumular material de todo tipo durante el mes de febrero.


Pero hay algo más. Un gobernante prudente – y sus asesores – deberían haber comprobado, en enero y febrero, que España carece de un plan de contingencia para una epidemia. Que la ley correspondiente, de 1986, tiene solo 4 artículos y no prevé nada. Por tanto, el Ministro de Sanidad debería haberse asustado previendo la posibilidad – aunque fuera remota en ese momento – de que los contagios se produjeran exponencialmente y haber movilizado los recursos públicos y privados para hacer frente a una epidemia. Aunque la posibilidad de que se desatara fuera remota en ese momento. Porque, a diferencia de otros países, España carecía de cualquier preparación para una pandemia.

Hay todavía algo más y que agrava la conducta del Gobierno. Y es que los errores de pronóstico se perdonan jurídicamente (business judgment rule) precisamente porque el que actúa lo hace en un marco de incertidumbre. No podemos actuar con sesgo retrospectivo y condenar a alguien que ha decidido en un entorno de incertidumbre simplemente porque, "a toro pasado" los resultados indiquen que se equivocó. Pero las condiciones para que concedamos la inmunidad al que decidió son muy exigentes. Aquí interesan dos. La primera es que el que decide - y luego se comprueba que se equivocó - lo haga habiéndose informado convenientemente. Creo haber demostrado que el Gobierno no actuó con la información adecuada, al menos a partir de primeros de febrero. 

Pero es que el requisito más importante para que el decisor quede protegido por la regla de la discrecionalidad es que haya actuado libre de cualquier conflicto de interés. Es decir, ha de actuar - el Gobierno - con independencia de juicio. Y el Gobierno no lo hizo. No actuó con independencia de juicio en los meses de enero y febrero. No lo hizo porque prevaleció el interés político por no frustrar la gran fiesta feminista del 8 de marzo que el Gobierno estaba explotando para aumentar sus votos y reducir los de la oposición junto con la tramitación de una delirante ley sobre violencias sexuales que ocupó, casi en exclusiva, al Gobierno y a la opinión pública en la semana anterior al 8 de marzo. 

En definitiva, el Gobierno no actuó ni con la información adecuada ni con independencia de juicio en el mejor interés de la sociedad española. De manera que se abre la puerta para exigir responsabilidad a los miembros del Gobierno y a todos los que han participado en la toma de decisiones durante estos dos meses. Naturalmente, esto no significa que haya que condenarlos. Significa, sólo, que es una desfachatez pretender la impunidad sobre la base de que la condena sólo podría basarse en un enjuiciamiento sesgado retrospectivamente de su conducta.

Esperando poder saludarte personalmente, recibe un cordial saludo,

J.A.

martes, 7 de abril de 2020

Citas: el invento del matrimonio, difusión de información particular


Foto de Mercedes López Ordiales

El invento del matrimonio y la familia política: «carne a cambio de sexo»

Un cambio evolutivo crucial fue la emergencia de la vinculación por parejas, de la estrecha alianza entre un hombre y una mujer con el objeto de gestionar la reproducción y a la inversión parental. En todas las sociedades humanas existen esos vínculos estables entre un hombre y una mujer, con expectativas (satisfechas efectivamente) de exclusividad sexual, inversión conjunta en las crías y un gran volumen de cooperación incondicional y de compartir recursos. Aunque todo esto nos parece evidente o, precisamente, porque es evidente, debemos recordar que, desde el punto de vista evolutivo, se trata de conductas bastante extrañas. Es verdad que las palomas también disfrutan de la felicidad conyugal – de hecho, muchas especies de pájaros tienen parejas reproductivas estables – pero están, taxonómicamente, muy alejadas de nosotros. Entre los simios superiores, los parientes más próximos de la especie humana, las hembras se quedan solas en lo que a la crianza se refiere y ocurre así en muy variados sistemas reproductivos, esto es, en los harenes de los gorilas y en las promiscuas bandas de chimpancés. 
Las parejas humanas son excepcionales también en otros sentidos. En primer lugar, los lazos entre hombre y mujer se apoyan, a menudo, en sentimientos profundos de compromiso y afecto entre los cónyuges, así como en un sentido intuitivo de solidaridad. Los antropólogos han comprobado algún tipo de vinculación romántica e incluso pasión en muchas especies – tal sentimiento no es, desde luego, un invento occidental. La superposición entre romanticismo y matrimonio varía mucho dependiendo de los lugares y de los tipos de matrimonio. Pero, en todo caso, es destacable que exista un cierto sentido de unidad de destino, de solidaridad, entre los cónyuges que es único en el linaje de los primates. 
En segundo lugar, las parejas humanas incluyen a otros individuos además de los dos cónyuges. La unión de, digamos, Victoria y Alberto crea vínculos sociales entre los parientes de Victoria y Alberto así como entre los parientes de Alberto y Victoria. En otras palabras, la evolución humana ha inventado no sólo las parejas sino también los parientes políticos. De hecho, en muchos grupos humanos, los padres y los parientes intervienen en la selección del cónyuge apropiado en las uniones estables. Esto es así en grupos de cazadores-recolectores, en todas las sociedades agrarias y en muchas sociedades moderna. y extrañaría mucho a un chimpancé antropólogo. En otras especies no hay cuñados, ni suegros, ni parientes políticos. 
Tercero, los padres se preocupan intensamente por sus crías y se implican emocionalmente en su bienestar y protección. Los padres protegen a sus crías y les proporcionan recursos, pero también juegan con ellos en muchas culturas y en todas partes se preocupan de su bienestar durante muchos años. El nacimiento de un niño cambia profundamente las prioridades de los padres un cambio que se refleja tanto en los procesos hormonales como en los neurofisiológicos: la paternidad reorganiza el cerebro masculino. 
Estos rasgos comunes de las parejas responden bien a la idea de los bucles causales evolutivos… Si las crías humanas nacen y permanecen durante años incapaces de valerse por sí mismos, necesitarán de inversiones por parte de los padres masivas. Además, también hará que las mujeres puedan contribuir en menor medida que antes del parto a la producción y aportación de alimentos. En tal situación, las mujeres que consigan un marido que asegure la provisión estable de alimentos estará en una posición mejor que las que carezcan de él. 
De manera que la explicación más generalizada del vínculo matrimonial es que surgió en los humanos como un directo quid pro quo en el que las mujeres ofrecían (en principio con carácter exclusivo) acceso sexual a los hombres a cambio de provisión sostenida de recursos, en particular, de aquellos alimentos “caros” que las mujeres no podían obtener tan eficientemente como los hombres, en especial, la carne rica en calorías proveniente de la caza. Este modelo, originalmente formulado como «carne a cambio de sexo», se criticó mucho. Los antropólogos replicaron que la caza no constituye una parte muy importante en la dieta de las sociedades de cazadores-recolectores que aún quedan en el mundo. Además, en muchas de estas sociedades hay un reparto estrictamente igualitario del producto de la caza, por lo que no tendría sentido que una mujer esperara que su hombre le asegurara un trato privilegiado. Además, lo que necesita un niño es una corriente constante de nutrientes y lo que produce un cazador es una sucesión esporádica de banquetes. Tratar de lograr trofeos de caza mayor puede estar más motivado por el prestigio que por su eficiencia para proporcionar alimentos. 
Estas críticas son, sin embargo, excesivas. En las modernas sociedades de cazadores-recolectores, el producto de la caza puede ser escaso, porque se trata de grupos humanos forzados a vivir en los entornos menos productivos por los grupos humanos dedicados a la agricultura. Además, las normas sociales de reparto de la comida no excluyen el favoritismo. En muchos grupos de cazadores-recolectores la gente dice que uno debe compartir con todos los demás miembros del grupo pero, en la práctica, discriminan mucho la distribución. En fin, es probable que la carne fuera un recurso verdaderamente esencial en los entornos ancestrales. Incluso aunque la carne proporcione una parte pequeña de las calorías que se necesitan, proporciona grasas y proteínas, así como muchos otros nutrientes cruciales para el desarrollo del cerebro. 
De manera que existía una razón económica evidente para la división del trabajo en la que los individuos de cada sexo desarrollaran las tareas en las que tenían una ventaja comparativa. Las mujeres pueden cazar, y a veces lo hacen; pero los hombres son, en promedio, más productivos como cazadores que las mujeres; los hombres pueden recolectar y procesar la comida (y a menudo lo hacen) pero no son más productivos que las mujeres en esas tareas. El razonamiento económico predice, pues, que a la vista de tales circunstancias, la división del trabajo beneficiaría a ambas partes. Naturalmente, esto no requiere una deliberación explícita. Pero las parejas que dividieran su trabajo de forma más eficiente producirían más y, por tanto, su adaptación sería superior (más hijos sobrevivirían).
(Además)… una prestación decisiva que los hombres proporcionan a las mujeres es protección frente a otros hombres. La supervivencia y éxito reproductivo de una mujer está siempre en riesgo por la posibilidad de violación, rapto y especialmente, infanticidio… Estos peligros existen en los grupos humanos porque los hombres compiten por el acceso a las mujeres, particularmente en un contexto en el que hay guerra entre distintas tribus, guerras que incluyen, habitualmente, el rapto de las mujeres del grupo rival…
Los hombres participan en parejas unidas y estables porque mejora su adaptación. Cualquier inversión en los niños, desde la protección frente a enemigos hasta su cuidado pasando por la provisión de alimento incrementa la adaptación de los padres porque hace más probable que los hijos de uno sobrevivan, lo que explica la alta inversión parental. Hay un problema y es el de la incertidumbre acerca de la paternidad… (pero)… cualquier gen que motive a los hombres para invertir discriminatoriamente más en proteger y ayudar a aquellos niños que sea más probable que sean suyos, tendrán una ventaja selectiva… de manera que formar parte de una pareja estable cambia la motivación masculina que pasa de buscar cualquier oportunidad sexual a asegurase que la pareja de uno no está buscándolas por ahí

Pascal Boyer, Mind Makes Societies, pp 132-136


Inteligencia artificial y gobierno corporativo

En la era de la CorpTech, la pregunta clave se convierte entonces en: "¿el ser humano que selecciona o controla la tecnología de la empresa está en conflicto? Si es así, la propia CorpTech se verá afectada. De hecho, los problemas derivados de la transición a un entorno de gobernanza dominado por la CorpTech pueden, a corto plazo, empeorar aún más las cosas: la insuficiente comprensión de las ventajas y los riesgos de la CorpTech y el exceso de confianza en ella pueden incluso agravar los problemas de la agencia dentro de las empresas… Sólo si y cuando los humanos cedan el control de las empresas a las máquinas, podrán resolverse los problemas que se encuentran en el centro de la gobernanza empresarial; pero para entonces los humanos tendrán cuestiones más apremiantes de las que preocuparse que la gobernanza empresarial.

Luca Enriques & Dirk Zetsche, Corporate Technologies and the Tech Nirvana Fallacy



Responsabilidad por difusión de información o imágenes ilícitas de un tercero y dilución de la responsabilidad

Jerry publica contenido ilegal sobre Newman en Facebook, Elaine comparte el post de Jerry, que se convierte automáticamente en un tweet porque sus cuentas de Facebook y Twitter están enlazadas, y George lo retuitea inmediatamente. ¿Deberían Elaine y George responder de estas re-publicaciones? … 
Según la teoría económica, para disuadir eficazmente es necesario que el infractor internalice el daño social que causa con su conducta ilícita. En la literatura del análisis económico del derecho ya se ha observado que atribuir responsabilidad por un daño constante e indivisible a múltiples causantes, cuando cada uno de ellos podría haber prevenido por sí solo ese daño (entornos de adopción de medidas de cuidado – diligencia – alternativas), podría conducir a la "dilución de la responsabilidad". Como el daño global es constante, el aumento del número de causantes de daños reduce la carga que recae sobre cada uno de ellos y menoscaba los incentivos para adoptar precauciones eficaces en función de los costos. 
…. La difusión on line difiere de los escenarios analizados anteriormente, principalmente porque no implica situaciones de cuidado alternativo (el que retuitea no evitaría el daño si no retuitease) y porque cada acto de difusión – cada retuiteo - aumenta la exposición y el daño consiguiente. Sin embargo, el estudio concluye que ni el cuidado alternativo ni el daño constante son condiciones previas indispensables para la aplicabilidad del argumento de la dilución. 
… Inicialmente, se expone un modelo sencillo que incluye listas de contactos no superpuestas de tamaño medio para explicar cómo se diluye la responsabilidad y cuándo esto puede conducir a una disuasión insuficiente. Posteriormente, se introducen superposiciones y variaciones de tamaño entre las listas de contactos de usuarios. En el estudio también se examina otro resultado potencialmente injustificado de la responsabilidad por la difusión: un aumento considerable de los costes administrativos de exigir la responsabilidad. La responsabilidad por la difusión no sólo es innecesaria cuando se disuade debidamente al que publicó originalmente la información dañina, sino que podría socavar el efecto disuasorio de la responsabilidad del iniciador debido a la dilución. Por consiguiente, los gastos administrativos no se justifican en términos de disuasión…

Ronen Perry  The Law and Economics of Online Republication

Citas: Einstein sobre nacionalismo y la pérdida del papel social del varón


Foto: Mercedes López Ordiales

Identidad, nacionalismo y opresión (Einstein)

Hoy me describen en Alemania como un "sabio alemán", y en Inglaterra como un "judío suizo". Si alguna vez mi destino fuera ser representado como una bête noire, me describirían como un "judío suizo" en Alemania y como un "sabio alemán" en Inglaterra…. El estado al que pertenezco como ciudadano apenas juega ningún papel en mi vida emocional; considero la afiliación a un estado como un acuerdo comercial, algo así como la relación con una póliza de seguro de vida… En relación con su carta, le comento que la palabra "judío"… se refiere bien 1) a la nacionalidad y los orígenes, (bien) 2) a la confesión religiosa. Soy un judío en el primer sentido, no en el segundo… Estoy en contra del nacionalismo, pero a favor de la causa sionista. Y hoy, tengo claro porqué. Una persona que tiene dos brazos y dice constantemente: "Tengo un brazo derecho", es un chovinista. Sin embargo, una persona que carezca de un brazo derecho, hará todo lo posible para reemplazarlo. Por tanto, en general, estoy en contra del nacionalismo. Como judío, sin embargo, estoy comprometido, desde hoy, con el sionismo nacional judío.
Einstein.

A veces, es uno mismo el que se identifica o identifica a un tercero y a veces a uno lo identifican terceros. El truco engañoso se produce cuando tratan de que pienses que esas identificaciones son tu identidad intrínseca. Apreciar ese poder condiciona la forma en que pensamos en nosotros mismos y en los demás y abre nuevas perspectivas sobre el nacionalismo xenófobo y el antisemitismo, y nuevas posibilidades para pensar en nosotros mismos y en los demás.

Las identificaciones cambiantes de Einstein ilustran el papel del poder en la identificación y la mutabilidad de las pretensiones de ostentar una u otra identidad.

La germanidad de Einstein podría parecer una cuestión de pasaporte u otro registro formal, una identificación concedida o retirada por terceros ajenos a Einstein. Uno podría asumir, por supuesto, que el judaísmo es algo diferente, no sólo externamente atribuido sino también internamente aceptado - una cuestión de identidad, no sólo de identificación…

Los Estados habían golpeado a Einstein con identificaciones jurídicas como "judío" o "alemán" (o "sin religión" o "suizo" o "americano"). Einstein sin embargo no quedaba en situación de impotencia frente a tales calificaciones y utilizó los actos de identificación con fines políticos que eran importantes para él. Reconoció que lo que quería hacer dependía en parte de lo que otras personas decían que era. Por razones pragmáticas, la identificación triunfó sobre la identidad de Einstein.

En la medida en que Einstein podía identificarse con posiciones nacionalistas, había de tratarse de identificaciones con la parte débil, con la parte que sufría un déficit" en sus derechos como seres humanos… lo que le llevó a separarse del sionismo a partir de 1929… al comienzo de las rebeliones árabes contra el mandato británico en Palestina…

Desde Berlín, Max Planck, el líder de la física alemana, escribió a Einstein pidiéndole que moderara sus críticas (al nazismo) para que los que se oponían a las leyes raciales de Hitler tuvieran más espacio de maniobra. Einstein no se dejó influenciar. El 6 de abril de 1933, dos semanas después de que la Ley de Habilitación diera carta blanca a Hitler, Einstein respondió a Planck: 
«Le pido que se imagine por un momento que usted es un profesor universitario en Praga y que llega al poder un régimen que impide a los checos de lengua alemana ganarse la vida y, a la vez, les prohíbe salir del país.. Tal régimen estaría llevando una guerra incruenta de aniquilación contra los germanófonos checos…, ¿encontraría correcto callar ante esta situación? ¿No es la aniquilación de los judíos alemanes por inanición el programa oficial del actual régimen alemán?» 
A pesar del educado uso del subjuntivo, Einstein, como Planck sabía bien, había sido profesor en Praga en 1911-12 y lo que hacía en la carta era utilizar el bulo nazi según el cual, la invasión de Checoslovaquia estaba justificada para proteger a los presuntamente perseguidos germanófonos en ese país donde constituían una minoría…. Einstein, en su época de profesor en Praga se había relacionado con colegas de habla alemana preocupados por que el creciente nacionalismo checo hiciera la vida intolerable para los alemanes en una ciudad donde los germanófonos eran sólo el 7% de la población. Filtraba su comprensión de la persecución de los judíos a través de su propia identificación como alemán, su experiencia como miembro de una minoría definida en términos nacionales, no confesionales. Habiendo sido miembro de la minoría alemana en Bohemia ahora informaba cómo se consideraba a sí mismo como una minoría judía.

Michael D. Gordin, Identifying Einstein, Aeon, 2020


La pérdida del papel social de los hombres


La renegociación del rol de proveedor ha trastocado la idea central para los hombres de que son necesitados. Las mujeres saben que son necesitadas por otros o  que lo van a ser cuando sean madres. Y su problema es maximizar su libertad porque esto les supone una pérdida de libertad personal. Los hombres, por contra, parten de una situación de mayor libertad y lo que necesitan es ser aceptados en la sociedad. Esta es la fragilidad masculina.

Estamos viendo un aumento de familias monoparentales, principalmente madres que sacan ellas solas a sus hijos adelante o con la ayuda del “estado patriarcal” por medio de las ayudas del estado de bienestar. Esto no altera la responsabilidad materna ni su prestigio, al contrario, incluso lo aumenta. Es la heroína que saca adelante a sus hijos sin la ayuda de un hombre, aunque sea con la ayuda del estado. Para las mujeres de clase trabajadora, la ayuda social es una buena alternativa a tener que asumir un trabajo de bajo estatus y aguantar a un hombre de bajo estatus y le permite una autonomía.

Los que pierden su sentido de la responsabilidad en este proceso son los hombres. Proveer para los niños de forma colectiva como trabajadores por medio de impuestos, en lugar de como padres, no puede sustituir el incentivo del rol de proveedor de una familia. El hombre no tiene la misma sensación interna de que lo que hace es valioso. Como es parte de un ejército de hombres que aportan sus impuestos para mantener los niños de la sociedad, si él se esfuerza un poco menos  no se va a notar. Se pierde la motivación para trabajar. Si las mujeres y el estado del bienestar se encargan del bienestar de los hijos y de todo, ¿para qué vamos a tener un trabajo?, podemos hacer lo que queramos.

Este planteamiento tiene el riesgo de aumentar el número de zánganos en una sociedad. Y muchos de estos zánganos acaban siendo ellos mismos dependientes del estado de bienestar también. En la charla The End of Men, Hanna Rosin comenta las muchas cosas en las que los hombres se han quedado por detrás de las mujeres (más fracaso escolar en hombres, las mujeres sacan más licenciaturas y masters, etc.) y en algún momento de la charla dice que los hombres son la nueva “ball and chain”, es decir, la nueva carga. Creo que es de esto de lo que habla Dench. Los hombres están abdicando y dejando los trabajo y las responsabilidades para las mujeres. Se está olvidando la importancia de hacerles responsables directamente del bienestar de otros. Y la explicación no es el paro como tal, como han dicho algunos. Hubo mucho paro en los años 30 del siglo pasado y los hombres no abdicaron. La explicación de esta vuelta de los hombres a los márgenes de la sociedad, según Dench, es cultural y se debe a ese cambio de valores.

Pablo Malo, El Problema con los Hombres


Compromisos anticipados de mercado como mecanismo para incentivar la innovación


Esta política se utilizó en 2007 para promover la producción de una vacuna neumocócica para su uso en los países en desarrollo. El problema era que las empresas farmacéuticas carecían de incentivos para crear y vender esa vacuna, ya que quienes más la necesitaban no podían pagar un precio suficiente para que las empresas recuperaran sus gastos de investigación.

En respuesta, cinco gobiernos, junto con la Fundación Bill y Melinda Gates, se comprometieron a destinar 1.500 millones de dólares a un fondo de premios. En lugar de un premio inicial, las empresas farmacéuticas presentaron una oferta de contratos de 10 años para crear y producir la vacuna, que se vendería por un máximo de 3,50 dólares por dosis. El dinero del premio se utilizó para complementar la cantidad que la compañía recibiría por cada unidad vendida. En los años siguientes, se desarrollaron tres vacunas, que ahora están disponibles por sólo 2 dólares por dosis, y que se han administrado a más de 150 millones de niños. Se estima que se han salvado 700.000 vidas. Así pues, aunque ya se están desarrollando vacunas y tratamientos contra el coronavirus, el uso de esa política podría ayudar a que fuera asequible en todo el mundo: los gobiernos más ricos tienen los fondos necesarios, aunque también se podría alentar a algunos benefactores privados a que se comprometan…

…En Italia, cuando algunos ventiladores de hospital se averiaron, el fabricante no pudo suministrar nuevas piezas con la suficiente rapidez para salvar vidas. Un par de empresas locales de impresión en 3D intervinieron para llenar el vacío, pero cuando pidieron al fabricante los planos, éste se negó e incluso amenazó con demandarlos por infracción de patente"… Dos patentes que pertenecían a Theranos, que quebró cuando su tan cacareado equipo de análisis de sangre resultó no funcionar, estaban siendo utilizadas por los que las adquirieron para impedir que BioFire fabricara equipos de análisis para el coronavirus extremadamente necesarios. Sin embargo, tras la protesta pública, los nuevos propietarios de las patentes aclararon que sus acciones legales no cubrirían nada relacionado con el coronavirus.

Anton Howes, Innovation: Eye on the Prize,


Prueba y aplica lo que funcione. Ya averiguarás por qué más tarde

Tal vez, al mejorar el suministro de oxígeno a los espacios confinados, los cuerpos de las personas simplemente estaban mejor preparados para hacer frente a todo tipo de enfermedades. Los cirujanos a bordo de las naves de esclavos a veces notaron que, sin la ventilación adecuada, muchos esclavos simplemente morirían en la noche por asfixia. O tal vez la eficacia del ventilador tenía algo que ver con su efecto de secado. La máquina se usaba para evitar que los almacenes de grano se humedezcan, evitando así los gorgojos que proliferan con la humedad. Los ventiladores podrían haber evitado el tifus por un medio similar: aunque no estoy tan seguro de los piojos del cuerpo, las pulgas prefieren la humedad. Independientemente de las verdaderas razones, los ventiladores funcionaron, e incluso cuando no redujeron la mortalidad, hacían los espacios confinados más soportables para aquellos que tenían que soportarlos. Los capitanes de los barcos informaban que ni siquiera tenían que obligar a sus marineros a bombear el fuelle del ventilador, porque les gustaba mucho el aire fresco. Pronto se instalaron ventiladores en la Cámara de los Comunes, y en muchos de los teatros de Londres.

Anton Howes Age of Invention: A Breath of Fresh Air

domingo, 5 de abril de 2020

Hogan y los artículos 1.2, 3.1 y 4.2 de la Directiva de cláusulas abusivas


Foto: Mercedes López Ordiales

En sus Conclusiones presentadas el 2 de abril de 2020 en los Asuntos acumulados C‑84/19, C‑222/19 y C‑252/19, el Abogado General Hogan se ha ocupado, en primer lugar, de interpretar el art. 1.2 de la Directiva de cláusulas abusivas. Ese precepto establece que no es aplicable la Directiva a las cláusulas predispuestas que se limiten a reproducir una norma legal y el Abogado General explica que el hecho de que una cláusula predispuesta se mantenga dentro de los límites fijados en una norma legal, no la convierte en una cláusula que se limita a reproducir el contenido de una norma legal. P. ej., si una norma legal dice que el banco puede cargar gastos hasta el 1 % del importe del capital prestado, eso no excluye de la aplicación de la Directiva una cláusula predispuesta que asigna gastos al consumidor que no alcanzan ese importe con independencia de si está justificado o no que se imputen esos gastos al consumidor.
lo que el Tribunal de Justicia trató de poner de relieve es simplemente que la Directiva 93/13 tiene por objeto establecer un control, no del Derecho nacional, sino de toda desventaja para el consumidor que pueda derivarse de las asimetrías en cuanto a la información, los conocimientos y el poder de negociación que existen entre dicho consumidor y cualquier profesional.

… En consecuencia, considero que el artículo 1, apartado 2, de la Directiva 93/13 debe interpretarse en el sentido de que las cláusulas de un contrato no negociado que establezcan cargos que deba abonar el consumidor no están excluidas del ámbito de aplicación de dicha Directiva por el mero hecho de que tales cargos, en su conjunto, no excedan de un determinado límite máximo establecido por el Derecho nacional.

A continuación, el AG se ocupa de precisar lo que ha de entenderse por “precio” a los efectos del art. 4.2 de la Directiva y concluye que debe incluir – como hace también nuestro art. 315 C de c cuando define el interés en un préstamo – y concluye, muy razonablemente que
todas las cláusulas redactadas de manera clara y comprensible que establecen el precio global del servicio o del bien que constituye el objeto principal del contrato, independientemente de si dichas cláusulas establecen el pago de intereses o de un gasto y sin importar las tareas que deba realizar la entidad de crédito con el fin de conceder el crédito, pueden estar comprendidas en la primera excepción del artículo 4, apartado 2.
Interés general tiene lo que dice respecto del sentido del art. 4.2 cuando excluye del control del contenido – de la calificación de abusividad – de las cláusulas predispuestas que regulan el objeto principal del contrato y la adecuación entre el precio y la prestación:
En una economía de libre mercado, el punto de partida general es que se asume que los individuos son racionales, con la capacidad de proteger sus propios intereses. De ello se deduce que se espera de los consumidores que hagan averiguaciones sobre lo que están comprando, esto es, el objeto principal del contrato, así como sobre el precio a pagar a cambio. Por lo tanto, parece que la reflexión del legislador que trasluce aquí es que, a diferencia de las demás cláusulas de un contrato de adhesión, que los consumidores no siempre leen necesariamente, es bastante menos probable que las cláusulas relativas al objeto principal del contrato o al precio o la remuneración les cojan desprevenidos. Todo esto presupone, no obstante, que el objeto principal del contrato y el precio o retribución se hayan manifestado de manera clara y comprensible.
Uniendo ambas consideraciones,
para estar comprendida en una de las excepciones previstas en el artículo 4, apartado 2, una cláusula que establezca cargos en relación con un contrato de crédito solo debe establecer de forma clara y comprensible el importe de dicho cargo. La forma que adopte ese cargo es irrelevante.
Y dice algo de interés respecto de la posibilidad de que el banco esté cobrando por un servicio que no se ha prestado. Dice el AG que eso no es asunto de la Directiva
… cuestionar la existencia de una prestación efectiva por parte del prestamista a cambio de un cargo específico o valorar la adecuación entre parte del precio de un servicio y las tareas necesarias para prestar dicho servicio equivaldría a poner en entredicho la adecuación entre la calidad del servicio ofertado y el precio cobrado, es decir, justamente aquello que prohíbe con carácter general el artículo 4, apartado 2… la licitud de cada cláusula de precio no depende de que el prestamista lleve a cabo una tarea determinada a cambio de cada una de estas cláusulas. En efecto, esto equivaldría a eludir el claro tenor literal del artículo 4, apartado 2, y, por tanto, la elección efectuada por el legislador de la Unión: La Directiva 93/13 no trata la cuestión de si el precio cobrado es excesivo o no. En consecuencia, dado que, en principio, la justificación del precio es irrelevante para la apreciación del carácter abusivo de las cláusulas con arreglo a la Directiva 93/13, el requisito de transparencia establecido en dicha Directiva no debe interpretarse en el sentido de que exige a las entidades de crédito que informen a los consumidores de las tareas que implica la concesión de un crédito.
y se sigue de esta interpretación que el banco cumple con sus obligaciones de transparencia ex art. 4.2 de la Directiva si informa al consumidor de forma suficiente para que este
esté en posición de entender antes de la celebración del contrato que también tendrá que pagar dichos cargos y, por tanto, podrá haber evaluado correctamente las consecuencias económicas de la firma del contrato (lo que) no puede interpretarse en el sentido de que exige que se informe al consumidor sobre las tareas que el profesional debe desarrollar con arreglo al contrato… exigir esto al profesional equivaldría en esencia a exigirle que justifique cada cláusula de precios.
Y esto es muy de agradecer dada la tendencia creciente a considerar como problemas de cláusulas abusivas los problemas de consentimiento del consumidor.
el requisito establecido en el artículo 4, apartado 2, de la Directiva 93/13 únicamente exige que se informe a los consumidores de las consecuencias de las cláusulas del contrato y no de su razón de ser.

Dicho de otro modo, lo importante es que no se haya ocultado al consumidor ningún cargo antes de la celebración del contrato. La Directiva 93/13 no regula la cuestión de si el consumidor ha emitido un consentimiento legalmente válido o no, dado que se trata de un asunto que sigue siendo competencia de los Estados miembros. 

Lo mismo sucede con las prácticas comerciales desleales, que regula la Directiva 2005/29. Esa Directiva trata más bien sobre los efectos o las consecuencias de las cláusulas —principalmente la «letra pequeña», por así decirlo— distintas de las que generalmente atraen la atención de los consumidores.
Más adelante, el AG se explaya sobre el significado de la referencia a la buena fe y al equilibrio entre derechos y obligaciones del art. 3 de la Directiva. Lo que dice, puede suscribirse enteramente. Comienza diciendo que no es posible, en la práctica distinguir entre ambos como criterios distintos y que un predisponente actúa en contra de las exigencias de la buena fe cuando aprovecha la asimetría informativa que se da en los contratos con cláusulas predispuestas para establecer un reparto desequilibrado de los derechos y obligaciones de las partes, pero que el TJUE ha mantenido esa distinción. Dice que, en todo caso, la distinción no tiene importancia práctica porque ambos criterios se producirán cuando el predisponente introduce una cláusula abusiva.

La abusividad se mide por comparación con la norma legal que sería aplicable a falta de cláusula predispuesta porque hay que suponer que el predisponente no podía contar razonablemente con que el consumidor aceptaría
una cláusula de ese tipo… si las obligaciones establecidas por dicha cláusula dejan al consumidor en una situación significativamente menos favorable que aquella en la que hubiera estado, con arreglo al Derecho nacional, en ausencia de tal cláusula, sin que se haya compensado esta desventaja.
Aquí dice algo con lo que no estará todo el mundo de acuerdo y es que una posición jurídica más desfavorable puede compensarse por el predisponente con una rebaja en el precio (“a excepción de si esa diferencia se compensa, principalmente, mediante las diferencias apropiadas en el precio”). Tiene lógica esta conclusión si el criterio que se utiliza para determinar el carácter abusivo es si el consumidor habría aceptado la cláusula. Bien puede decirse que la habría aceptado si la alternativa es más derechos contractuales pero también pagar un precio mayor por el bien o una retribución más alta por el servicio. La “calidad jurídica” también se refleja en el precio.

sábado, 4 de abril de 2020

Reduccionismo aplicado




Que los seres humanos tendemos a antropomorfizar la naturaleza es evidente. Hay incluso una figura retórica – la prosopopeya – para denominar su  utilización en la literatura. Pero Pascal Boyer pide que no antropomorficemos a los seres humanos. Con esta admonición se refiere a que igual que el mundo natural está gobernado por las leyes de la física y no por la intención de los agentes presentes en la naturaleza, tampoco la conducta humana está gobernada por las intenciones – la voluntad – individuales de cada ser humano.
“asumimos que la conducta de la gente la causa sus intenciones, que la gente tiene acceso a sus intenciones y las pueden expresar…. Que la gente son unidades, es decir, cada individuo tiene preferencias, por ejemplo, prefiere el café al te, de manera que sería extraño preguntar qué parte de ese individuo es el que tiene esas preferencias o si hay muchas subpartes del individuo que prefieren el café. Contemplamos a los individuos como personas integradas e íntegras, unitarias. Es decir, los antropomorfizamos”
Y eso, continúa Boyer es tan erróneo para los ríos como para los individuos. Es más, no hemos avanzado más en la “ciencia del ser humano” precisamente por esa pulsión por considerar a cada individuo como una unidad gobernada por una voluntad (una voluntad).
Por supuesto, no hay nada malo en tratar a las personas como personas cuando interactuamos con ellas, sino todo lo contrario. interpretar a los demás como agentes únicos con preferencias, objetivos, pensamientos y deseos es la base de todos los entendimientos y normas morales. Verlos como integrados, es decir, con alguna capacidad de juicio centralizada que juzgue entre sus posiblemente diferentes objetivos e intenciones, es también la única manera de asignar la culpa y la responsabilidad. Es una forma de pensar que nos llega automáticamente y es indispensable para la interacción social
Por ejemplo, dice Boyer,
“cuando vemos a un individuo andando en una dirección que, de repente, se para por unos instantes y se da la vuelta y empieza a correr en la dirección opuesta, deducimos irremediablemente que acaba de acordarse de algo que había olvidado previamente y que ahora quiere lograr ese previo objetivo”
Los “estados internos del individuo” que se describen en los verbos de esa frase, añade Boyer, indican que consideramos al individuo como una unidad cognitiva con un gobierno unitario.

Pero esta aproximación no sirve para estudiar científicamente la conducta humana. Para entender la conducta humana, esto es, explicar por qué alguien prefiere el té al café exige tener en cuenta que tal preferencia “puede implicar a docenas de sistemas autónomos”. Igual que hacemos para saber qué le pasa a un coche – que abrimos el capó y repasamos las piezas del motor para tratar de determinar qué le pasa a cada una de ellas que pueda influir en el resultado que observamos – añade – así tenemos que hacer con las conductas humanas que observamos. La aproximación correcta a la conducta humana es pensar en términos de diseño, esto es, en términos de componentes y de las relaciones entre los componentes y no en términos de voluntad, creencias intenciones que determinan la conducta.

Y, a continuación, nos narra un experimento extraordinario llevado a cabo por Rozin/Millman y Nemeroff, que consistía en poner a los sujetos del experimento dos vasos, uno que tenía la etiqueta “agua” y otro con la etiqueta “veneno”. Los dos vasos se llenaban por el experimentador delante del sujeto con agua de la misma botella. El resultado es que los sujetos preferían beber del primero a hacerlo del segundo. La explicación inmediata es que la gente tiene pensamientos mágicos. Pero una explicación evolutiva parece mucho más convincente. Y se trata de una – nos muestra Boyer – que nos indica que nuestra conducta no está gobernada por un sistema unitario. Está gobernada por muchos sistemas autónomos, esto es, el diseño de nuestra mente “está compuesto por muchos sistemas de inferencia, cada uno especializado en un sector estrecho de la información disponible” (información lo define Boyer unas páginas antes como “estados detectable del mundo exterior que reducen la incertidumbre en los estados internos de un organismo” y que “modifican de manera predecible” esos estados internos como consecuencia de la información recibida)

“Desde esta perspectiva, lo que sucede cuando alguien ve un vaso con la etiqueta de «veneno» es que esa información activa los sistemas que gestionan la detección de una amenaza, porque la etiqueta se corresponde con una de las condiciones de entrada – un indicio de que la sustancia es peligrosa si se ingiere. Otras piezas de información conceptual, por ejemplo, «esa etiqueta es engañosa» «no es más que un juego del experimentador» etc no entran en el procesamiento del módulo que detecta amenazas, simplemente no se corresponde con el formato de entrada a dicho módulo… Y dado que un sistema en la mente está gritando ¡peligro!... y que la mayoría de los otros sistemas cognitivos no tienen nada que decir sobre cuál es el mejor vaso (porque no hay información al efecto de que el otro vaso sea de hecho mejor), esto puede desencadenar, en muchas personas al menos algunas veces, una ligera preferencia por el vaso con una etiqueta tranquilizadora… Esto no significa que la persona o una parte de una persona crea en realidad que «hay efectivamente veneno en el vaso con la etiqueta de veneno»
Porque la función del módulo de gestión de las amenazas no es provocar la conducta del sujeto, sino solo alertar (“hacer saliente una información ambiental”) y activar las respuestas de miedo o de defensa “no proporcionar descripciones de las razones para tales respuestas”

De esta forma se proporciona una explicación de una conducta de las personas que, a diferencia de la que concibe a los seres humanos como unidades de conducta gobernada por una cognición y voluntad unitaria, la explica sobre la base de considerar al organismo como un un compuesto de sistemas, módulos o elementos especializados que interactúan entre sí.

La forma tradicional de explicar la conducta humana, dice Boyer, nos produce ceguera cognitiva porque nos hace olvidar que “la conducta más trivial requiere una computación subyacente de una complejidad desconcertante”



Pascal Boyer, Minds make societies, 2018, pp 24-27

Universalización y problemas de umbral



Los autores definen este tipo de problemas – problemas de umbral – por su estructura. Esta es tal que si sólo unas pocas personas se apartan de la regla (en lo que sigue, “desertan”), nadie sale perjudicado, pero cuando muchas personas desertan (es decir, los desertores superan un determinado número o "umbral") todos salen perjudicados.

Es sabido que la moral kantiana se basa en la idea de la universalización: actúa como si pudieras convertir tu regla de conducta en universal o ¿qué pasaría si todos hicieran lo mismo?

Pues bien, estos autores dicen que hay problemas sociales – muchos que tienen que ver con problemas de acción colectiva – en los que la regla kantiana no se aplica linearmente.

Por ejemplo, dicen los autores, imagínese que en una zona geográfica cuyos habitantes son pescadores que explotan un caladero y que en la zona se introduce una innovación. Aparece un nuevo tipo de anzuelo que permite multiplicar las capturas. “Si sólo un pescador utiliza el nuevo anzuelo” se produce una mejora de Pareto: nadie está peor y el pescador-innovador está mejor porque aumenta sus capturas. Nadie está peor porque el pescador individual no puede influir, con el cambio de su técnica de pesca en el ecosistema en su conjunto. Aunque duplicase sus capturas, si – supongamos – hay 100 pescadores, las capturas sólo aumentarían en un uno por ciento. Si el caladero no está en los límites de la sobreexplotación, los pescadores no juzgarían negativamente el comportamiento del pescador-innovador. Ahora bien ¿qué pasaría si todos los pescadores hicieran lo mismo? O, sin llegar tan lejos, ¿qué pasaría si 25 de los 100 pescadores utilizaran el nuevo anzuelo? Aunque dependería del nivel de explotación actual del caladero, en cualquier caso, habría un “umbral” traspasado el cual se actualizaría la “tragedia de los comunes”, se sobreexplotaría el caladero y todos acabarían peor.

Esta idea es la que los autores explican mediante el gráfico que precede a esta entrada.
En los problemas umbral existe un rango crítico de personas agentes para el que la utilidad U(n) disminuye, pero fuera del cual no lo hace. Así pues, la utilidad puede no verse afectada (o aumentar) si sólo una persona realiza una acción, pero disminuir si lo hacen muchas personas. Llamamos a este rango el umbral de daño, porque es el umbral más allá del cual se produce el daño.
Otros dilemas sociales – que los autores llaman “problemas de agregación” - no tienen un “umbral del daño”. Así, por ejemplo, el robo: no hay un nivel de robo, un número de ladrones o de robos, por debajo del cual, esa conducta individual aumente el bienestar de alguien sin reducir el bienestar de otros y lo haga, hay que añadir, reduciendo el bienestar total del grupo:
cada acción (cada robo) disminuye la utilidad total en aproximadamente la misma cantidad” robada.
En fin,
En los problemas de coordinación, U(n) se maximiza cuando todos actúan de manera idéntica. Los ejemplos incluyen conducir por la derecha o hacerlo por la izquierda de la calzada”.
Estos problemas de coordinación no se “gestionan” por las mentes humanas recurriendo a la universalización
No explicaríamos por qué está mal robar a una persona, o conducir por el lado izquierdo de la carretera, preguntando: "¿Y si todos hicieran eso?"
Pues bien, el utilitarismo puede explicar fácilmente por qué valoramos negativamente desde el punto de vista moral la conducta divergente individual (la deserción) respecto de la norma en los problemas de agregación y coordinación. Si todos nos dedicáramos a robar o si cada uno condujera por el lado de la calzada que le dé la gana, el resultado sería catastrófico para el bienestar colectivo. Luego, una lógica utilitaria (más bienestar para el mayor número posible) justifica que recurramos a la universalización. En ambos casos
la deserción unilateral es inadmisible… porque una sola persona que realiza una acción empeora a los demás (es decir, U(1) < U(0)).
Pero el utilitarismo tiene más problemas para
explicar por qué la deserción unilateral es inadmisible en los problemas de umbral, porque una sola persona que realiza una acción no empeora a nadie mientras se mejora a sí misma
En el caso del pescador innovador, es precisamente la universalización de la conducta la que explica por qué la conducta del pescador innovador puede ser enjuiciada negativamente desde el punto de vista moral: si todos usaran el nuevo anzuelo, el caladero se agotaría.

Los autores deducen que los individuos enjuiciarán como moralmente reprobable una conducta cuando su universalización – todos hacen lo mismo – daña al bienestar del grupo. Ponen el ejemplo de ir a votar. No votar es reprobable moralmente porque si todos hicieran lo mismo, el sistema democrático desaparecería. Concluyen los autores que
“la gente juzgará negativamente en términos morales una acción, cuando la utilidad agregada es menor cuando todos actúan de la misma forma que cuando nadie lo hace”
Como la utilidad que extraen del caladero es mayor en el segundo caso (nadie utiliza el anzuelo innovador) que en el primero (todos utilizan el anzuelo innovador), la utilización del anzuelo innovador se considerará inmoral como una conducta dañina.

Y terminan explicando que “universalizar” es un mecanismo cognitivo de entre los varios que utiliza la especie humana para realizar juicios morales. Por tanto, ha de colocarse junto a la negociación y a la evolución cultural y biológica. La negociación o el acuerdo produce reglas justas y mutuamente beneficiosas (volenti non fit iniuria). Del mismo modo – sugieren los autores – la universalización cumple una función parecida a la del consentimiento contractual porque tiene en cuenta los efectos de la pauta de conducta individual sobre todos los afectados por la misma, esto es, internaliza los efectos sobre terceros de la conducta individual igual que los internaliza el contrato bilateral entre las dos partes que lo celebran.
En otras palabras, al universalizar, las personas pueden simular un proceso de negociación virtual para determinar las libertades y limitaciones morales con las que todos estarían de acuerdo.

El jurista avispado habrá deducido ya que los autores se están refiriendo a un fenómeno que nosotros conocemos como la “voluntad hipotética de las partes” como recurso argumentativo para justificar qué conducta es la debida cuando no existe un acuerdo explícito o tácito de las partes afectadas por el contrato. Resulta, pues, – y una vez más – que el Derecho no puede explicarse sino por referencia a la evolución.

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