miércoles, 11 de septiembre de 2013

Selección natural es lo que es: el riesgo de la analogía




Steven Pinker publicó hace un par de años un artículo en el que explica de modo inmejorable los rudimentos de la selección natural como mecanismo que determina la evolución. La selección natural ha sido considerada como la mejor idea de toda la historia (Daniel Dennett) y el video de Susan Blackmore lo explica de la forma más sencilla posible.
  • Si los individuos de una especie se reproducen (son “replicadores”) y hacen copias de sí mismos;
  • y si el número de individuos tiende a aumentar exponencialmente en un mundo de recursos finitos (competencia por los recursos. Si los recursos son infinitos, el número de individuos no tendría por qué ser limitado)
  • si, al copiarse, se producen errores aleatorios (mutaciones),
entonces, los errores que contribuyan a aumentar el ritmo de reproducción extenderán su presencia en los individuos de la población, acabarán predominando en ésta y, tras muchas generaciones de individuos, el rasgo que esa mutación lleva consigo caracterizará a la especie y determinará su “diseño”.

Dice Pinker que la idea es tan buena por que explica uno de los grandes misterios de la ciencia, “la ilusión de que el mundo natural ha sido diseñado por alguien” a partir de un “modelo” absolutamente mecánico, lo que permite aproximar la biología a la física. Las mutaciones no se producen porque convengan al individuo y le permitan adaptarse a las circunstancias ambientales (Lamarck). Se producen aleatoriamente y los rasgos que generan se seleccionan por la competencia entre las especies por reproducirse.

El mejor ejemplo sigue siendo el de S. Jay Gould en “La vida maravillosa” (un libro del que alguno ha dicho que está bastante equivocado pero que no puede ser más inspirador) y el pez pulmonado. Si, aleatoriamente, un pez desarrolla pulmones, esta mutación se transmitirá a sus descendientes en la medida en que no le impida reproducirse. Si se produce un cambio en el ambiente y se seca la superficie acuática en la que vive, junto a otras especies, el pez pulmonado, la respiración por branquias impedirá a los demás peces del estanque reproducirse pero el pez pulmonado podrá respirar. Lo que “vemos” es como si alguien hubiera diseñado al pez pulmonado para respirar en el aire cuando en realidad, lo que ha ocurrido es que un error (rectius, una larga cadena de errores) en la copia de los genes de un determinado pez generó un rasgo que se transmitió por reproducción (porque no “mataba” al individuo que lo transportaba) y que, en un entorno determinado, se reveló imprescindible para la supervivencia de la especie, de manera que los individuos que carecían de ese rasgo, desaparecieron.

Lo sorprendente es que puedan formarse unos pulmones a base de mutaciones aleatorias, pero resulta menos sorprendente si damos tiempo al tiempo y pensamos, no en siglos sino en millones de años y en ciclos vitales (generaciones) muy cortos. En el caso de algunos invertebrados, un día. Cuantas más veces se replique un gen, más posibilidades hay de que se produzca una mutación y las mutaciones se transmitirán en el siguiente ciclo reproductivo si no “matan” al individuo que las porta. Aún más, si los condicionantes del entorno son suficientemente exigentes - como en el caso del "pez pulmonado", la evolución puede actuar muy rápidamente.

Continúa Pinker señalando que no puede llamarse selección natural a cualquier resultado que se obtiene explicándolo desde el principio de causalidad. No explicamos la erosión que provoca un río, desplazando las capas más blandas del suelo pero no las más duras diciendo que es un proceso evolutivo fundado en la selección natural.

Ya saben que hay un gran debate entre los paleontólogos acerca de si la selección natural se produce solo en los genes o también en el nivel de los individuos e incluso en el nivel de grupos sociales. En el blog nos hemos referido varias veces a autores que defienden que la evolución se produce también a nivel de grupos humanos.

Lo que me parece extraordinario del trabajo de Pinker es que explica que una cosa es que veamos que se producen modificaciones en el comportamiento de los grupos humanos y que éstas puedan ser producto de la competencia entre grupos y de la cooperación dentro de los grupos; que es lógico pensar que las conductas que favorecen la supervivencia del grupo (la cooperación, el altruismo, el castigo a los tramposos y traidores, la especialización) se extiendan (sobre todo porque, en un mundo de escasez, con el riesgo de morir de inanición siempre presente, los grupos que no desarrollen esas conductas cooperativas tenderán a desaparecer a mayor velocidad y en mayor proporción que los grupos en los que se coopere).  Pero eso no quiere decir que los grupos evolucionen en el sentido que acabamos de exponer, esto es, como parte de un proceso de selección natural basado en la reproducción, variación y selección por el entorno. No podemos extender la idea de la selección natural hasta el punto de convertirlo en una metáfora que perdería su carácter mecánico y aleatorio: “a menos que los rasgos surjan de la repetición continuada de errores aleatorios en las copias dentro de un pool finito de replicadores, la teoría de la selección natural no añade nada al razonamiento causa-efecto ordinario”.

¿Por qué la selección natural se aplica a los genes? Porque los genes son los que se “copian”. Normalmente se dice que los individuos evolucionan porque los genes no pueden copiarse sino tienen quien los “transporte”, de manera que solo si el individuo se reproduce, los genes podrán transferir sus copias. Pero, en las especies de reproducción sexual, “son los genes los que se replican a cada generación, no los individuos, que no son clones de sus progenitores”. Y son los genes lo que se pasa a la siguiente generación, no los rasgos. A nuestros hijos les pasamos los genes, no nuestro cuerpo.

A partir de este planteamiento, Pinker critica la teoría de la selección a nivel de grupo, no porque no se produzca una evolución a nivel de grupo, sino porque no puede decirse – sin caer en la analogía – que esa evolución se produzca de acuerdo con las reglas mecánicas de la selección natural. Para que así fuera, dice Pinker, “sólo si los seres humanos mostraran rasgos que son perjudiciales para el individuo pero benefician al grupo tendría algo que añadir la tesis de la selección a nivel de grupo”. El mecanismo de la selección natural no favorece los rasgos que perjudican al individuo pero favorecen al grupo. Habría selección a nivel del grupo si los individuos se ofrecieran voluntariamente para ser esclavos de otros, para lanzarse a un ataque suicida o ser, en general, carne de cañón. Aunque observamos comportamientos de ese tipo en los individuos, no es posible que un gen que generara ese tipo de comportamientos en los individuos fuera “premiado” por la selección natural. Simplemente, ese individuo no se reproduciría y la mutación genética correspondiente desaparecería. Lo que sí podría ser producto de la evolución es una mutación genética que incrementara la habilidad del individuo – dice Pinker – “para manipular a los demás y convencerlos para que se conviertan en bombas humanas y lancen ataques suicidas”. La habilidad para manipular a otros individuos puede ser producto de la selección natural porque contribuye a la supervivencia del individuo que porta el gen – la mutación – correspondiente. Del mismo modo, la moral puede tener origen genético porque beneficia al individuo que todos los individuos cumplan determinadas reglas, de modo que una mutación que induzca al individuo a hacer cumplir las reglas morales y a castigar al incumplidor beneficia al individuo porque aumenta las posibilidades de reproducción al contribuir a las posibilidades de supervivencia del individuo, en la medida en que la supervivencia del individuo dependa de que todos los individuos del grupo en el que vive se comporten de una determinada manera (por ejemplo, cazando en grupo o repartiendo equitativamente el producto de la caza).

Desde esta perspectiva, la eusocialidad (la de las hormigas, abejas y avispas) y el sacrificio de las obreras en beneficio de la colonia, no es producto del altruismo. Es producto del hecho de que las obreras tienen genes que están en la reina, es decir, “los genes que promueven el sacrificio propio fueron seleccionados porque beneficiaban a copias de sí mismos que están dentro de la reina”. Es decir, porque las obreras son clones. El nepotismo – favorecer a aquellos con los que compartimos genes – se explica igualmente sin necesidad de apelar a la selección a nivel de grupo: los genes del nepote son copias de los genes del padrino.

Que los humanos son altruistas es probablemente verdad, pero no es el resultado de la selección natural entendida como el proceso mecánico de reproducción-variación-selección. Es el resultado de procesos culturales y cognitivos. Por ejemplo, la amabilidad con extraños a los que nunca volveremos a ver. Podemos tender a ser amables con los extraños aunque no obtengamos ningún beneficio personal ni presente ni futuro – porque el extraño, por definición, no puede recompensarnos por nuestra amabilidad – si la situación en la que tal amabilidad se produce es una semejante a las situaciones en las que podemos esperar que la parte con la que somos amables, lo sea con nosotros en el futuro, esto es, es semejante a una situación en la que habrá reciprocidad, lo que se refuerza si se tiene en cuenta que, durante cientos de miles de años, eran raros para un individuo humano los contactos con individuos perfectamente extraños, es decir, la inmensa mayoría de los contactos eran repetidos. Además, nuestra capacidad para el lenguaje nos permite obtener información sobre la “calaña” de los demás individuos no solo a través de la experiencia directa con ellos sino también a través del “cotilleo” y la experiencia de los demás que nos transmiten a través del lenguaje. Y, en fin, muchos de los castigos al parásito social se producen en interés propio del que castiga (cuando el parásito quiere vivir de mis bienes o mi trabajo). Esto explica que seamos altruistas y, por tanto, que es incompleto y erróneo el modelo del homo sapiens como homo oeconomicus, pero no significa que el altruismo sea un rasgo desarrollado genéticamente a través del mecanismo de la selección natural.
Otro acierto de la exposición de Pinker incluye la siguiente crítica de Wilson:
La afirmación de Wilson según la cual los grupos de individuos altruistas prevalecen sobre los grupos de individuos egoístas es correcta sólo si uno califica como altruista el comportamiento de los esclavos, siervos, reclutas y mercenarios. Es más exacto decir que los grupos de personas que se organizan grupos prevalecen sobre los grupos formados por individuos egoístas. Y es más probable que la forma más eficaz de organizar a un grupo para que venza a otros grupos en un conflicto consista, no en que esté formado por individuos que se sacrifican por el grupo espontáneamente sino por grupos organizados jerárquicamente en los que los más poderosos son capaces de incentivar y manipular a los demás miembros del grupo para que se sacrifiquen por éste.
Es decir, no es correcto cambiar los niveles (a los que se produce la selección natural desde los genes/individuos al grupo) y afirmar que la selección de grupo actúa efectivamente sobre las normas y las instituciones de los Estados exitosos. El problema es que esto no aporta nada a la historiografía convencional según la cual las sociedades con grandes bases impositivas, con gobiernos fuertes, ideologías atractivas y ejércitos eficaces se expanden a expensas de sus vecinos. Eso es sólo la causalidad ordinaria, resultado del ingenio humano, la experiencia y la comunicación. Los mecanismos verdaderamente darwinianos de replicación de alta fidelidad, mutación ciega, contribución diferencial de los descendientes de una población y de iteración a través de múltiples generaciones no tienen, en la selección de grupo un análogo convincente.

Steven Pinker, The False Allure of Group Selection



3 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno.

Suelo leer el blog aun sin tener interes ninguno en el dercho mercatil.
Pero los temas están tocados de forma muy brillante y ágil.

Anónimo dijo...

Observo, profesor, que ha publicado varias entradas sobre la selección natural, puesto que me fascina el tema, permítame matizar un par de puntos:

1. Es falso que la "selección" natural seleccione a los mejores, lo que sí selecciona es A todo aquel que sea "suficientemente bueno", aunque sus rasgos no sean óptimos ni
Necesariamente los mejores para la futura especie. (por ejemplo: las personas con miopía fueron seleccionadas para seguir existiendo pese a que no es un rasgo positivo).

2. La evolución no es finalista, por lo tanto es perfectamente plausible que un determinado
Rasgo no sea beneficioso para un individuo y no lo haya sido en ningún momento. ¿Por qué
Tiene el ser humano aversión al riesgo? Contestar: Porque sí, es científicamente aceptable y tal vez,
Válido.

3. Es falso que las especies compitan entre sí, su única competencia es de ellas mismas contra el ambiente, insisto sobrevivirán todas las que sean suficientemente buenas para sobrevivir en un ambiente, incluso es posible que la especie que es inferior a la otra en todo, excepto en una pequeña diferencia, sea la que consiga sobrevivir. Sí, la naturaleza (es decir, el azar, a veces selecciona a los más débiles).

4. No todos los rasgos que tiene un individuo, son fruto de la evolución, asimismo no es posible que la evolución cree rasgos que no estaban antes, (es cierto que hay mutaciones, pero son de probabilidad tan ínfima, que lo del pez pulmonado es en el mejor de los casos, un bonito cuento).

5. La naturaleza (con su mecanismo de la muerte), no puede seleccionar genes, ni seleccionar rasgos, selecciona individuos, y los rasgos vienen en un "pack", incluso dentro de un mismo gen puede desarrollar dos funciones distintas. Por ejemplo: El 40% de los gatos que tienen pelo blanco y ojos azules son sordos. (Hartl & Jones, 2005) Un rasgo que puede aumentar la supervivencia en una zona de nieve (piel blanca, ojos azules) va unida a un rasgo que puede ser letal (ser sordo), por que el gen que provoca ambos rasgos es el mismo. Esto explica porque un individuo puede tener rasgos que no le benefician, a veces hay que "elegir el pack completo". Otro ejemplo es el gen p53 en seres humanos, que previene el cáncer, pero al mismo tiempo acelera el envejecimiento (y muerte) de su portador. Un ejemplo extremo, es que muchos autistas son superdotados.

Lo que quiero decir con todo esto es que términos como "competencia, "supervivencia del más fuerte", "selección de los mejores", que funcionan bien, en ciencias sociales, como la economía o la ciencia política, no deben aplicarse a la física, la química ni tampoco a la biología.

La mano invisible de los economistas selecciona la opción MÁS económicamente eficiente, la selección genética, simplemente, "hace lo que puede", no es más que una versión ligeramente mejorada del azar. Los economistas y gente de ciencias sociales tienden a no querer entender esta diferencia. (A veces con consecuencias fatales como el darwinismo social del régimen nacional socialista).

El propio Darwin malinterpretó su propia teoría (dicen sus escritos que existen "razas superiores" y "razas salvajes" o que "el hombre ha evolucionado para ser más inteligente que la mujer"), no le malinterpretemos nosotros también.
A las ciencias sociales lo que es de ciencias sociales, y a las ciencias naturales, lo que es de ciencias naturales, A Dios lo que es de Dios, y al César lo que el del César.

Por otra parte en algunas de las entradas, usted da a entender que la personalidad o la forma de pensar, dependen de la herencia genética, eso no está demostrado científicamente y lo que es peor, se trata de un planteamiento cuyas consecuencias filosóficas me aterran.

JESÚS ALFARO AGUILA-REAL dijo...

Me parece muy bien tu comentario, tan bien que creo que estamos de acuerdo en todo. Si te fascina el tema y te dedicas a las ciencias sociales, el blog es tuyo!

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