lunes, 9 de mayo de 2016

La transmisión del conocimiento fuera de la familia

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Sepan quantos esta carta vieren como yo Alonso de Olivares, procurador, vezino que soy desta nonbrada e gran çibdad de Granada, ansy como curador que digo que soy de Martín Rodríguez, hijo de Rodrigo Sanchez, y por virtud de la curaduría que del digo que tengo por ante Diego de Soria, escriuano público desta dicha çibdad, otorgo e conozco que pongo al dicho Martin menor con vos Françisco de Cañete, sastre, vezino desta dicha çibdad que soys presente i por tienpo y espaçio de çinco años cunplidos … para que en este dicho tienpo el dicho menor vos aya de servir e sirva en todas las cosas que le mandaredes que onestas e posybles sean de se hazer, y vos seays obligado de le dar durante el dicho tienpo de comer y bever y vestir e calçar e cama en que duerma e vida con razón, y que le aveys de mostrar el dicho vuestro ofiçio de sastre bien y cunplidamente segundes costunbre de ofiçiales de sastre, de manera que en fin del dicho tienpo de los dichos çinco años salga ofíçial del dicho ofiçio de sastre a vista de maestros que dello sepan, por manera que por vuestra culpa no falte, so pena que sy asy no lo hizieredes e cunplieredes que el dicho Martin lo pueda aprender con otros maestros, y por lo que costare lo pagueys con el doblo e yncurrays en pena de çinco mill maravedis por lo que os oviere servido, y ansy mismo le aveys de dar vn sayo y vna capa de paño de la tierra y calsas de cordellate y vn jubón de fuesten y dos camisas y vna gorra y çapatos todo nuevo demas de las ropas que tuviere cutidianas y vnas tixeras para cortar, so la dicha pena, y en la manera que dicha es// prometo e me obligo que el dicho menor hara e cunplira el dicho serviçio e que no se yra ni avsentara del durante el dicho tienpo de los dichos çinco años, so pena que sy se fuere y tome a servir de nuevo y le podays apremiar por todo rigor de justiçia a que cunpla el dicho serviçio con las costas que sobre ello se lerecresçieren, y que si durante el dicho tienpo el dicho menor enfermare que vos seays obligado a curalle.
E yo el dicho Françisco de Cañete estando presente a lo que dicho es otorgo e conosco que tomo e reçibo e tomo al dicho serviçio de vos el dicho Alonso de Olivares al dicho Martín, menor, por dicho tienpo de los dichos çinco años, e me obligo que haziendo e cunpliendo el dicho serviçio de le dar durante el dicho tienpo de comer e beber e vestir e calçar e cama en que duerma e vida con rasón estando sano y enfermo e de le mostrar el dicho ofiçio de sastre, bien e conplidamente en el dicho tienpo, so la dicha pena de suso contenida, e de le dar las dichas ropas como por vos está dicho e declarado, e de no le echar so pena de pagar de vazio, e si lo ansi tener e guardar e conplir con las partes a la vna por lo que le toca obligamos nuestras personas con todos nuestros bienes muebles e rayzes avidos e por aver. E para la execuçión dello damos poder conplido a qualesquier justiçias de qualquier fuero e jurisdiçión que sean para que por todo remedio e rigor del derecho nos conpeían e apremien a lo ansy pagar e conplir e aver por firme bien asy como sy contra mi fuese juzgado e sentençiado por sentençia definitiva de juez conpetente e aquella fuese por nos consentida e pasada en cosa juzgada, e renunçiamos qualesquier leyes que en nuestro favor sean e espeçialmente la ley en que diz que general renunçiaçión// fecha de leyes non vala.
En testimonio de lo qual otorgamos esta carta ante el escriuano público e testigos de yuso escriptos en cuyo registro firmamos nuestros nonbres. Ques fecha e otorgada en la dicha çibdad de Granada a quinze dias del mes de jullio año del nasçimiento de nuestro Salvador Ihesuchristo de mill e quinientos e quarenta e nueve años. A lo qual fueron testigos Pero Gutierres de Linares e Diego Sanches, escriuanos, e Diego de Olivares, vezinos de Granada.

“El 18 de febrero de 1787 se ha puesto por aprendiz con Pere Joan Vergés la persona de Joan Bautista Serra y Espeig, hijo de Joan Serra y Jordi, payés, y de Josepha Serra y Espeig, cónyuges, todos de la villa de Tremp, Obispado de Urgell. Consta ser bautizado en las fuentes bautismales de la Colegiata Iglesia de dicha villa el 24 de septiembre de 1765. Por tiempo de tres años y medio, contadores el día 29 de enero pasado en adelante; prometiendo que durante dicho tiempo no se irá de casa de su amo, y en caso de irse promete comenzar con él mismo; que lo obedecerá en todo lo que sea lícito y honesto haciendo continua residencia en su casa, comiendo y durmiendo en ella sin exigir soldada ni salario. Y promete pagar su florín cuando haya acabado. Y ha pagado dicho su amo por asentarlo 6 libras

much of the learning occurred through apprentices “stealing with their eyes”
Steffens (2001)
El crecimiento económico de Europa occidental más rápido que el de otras zonas del mundo podría explicarse, en la línea de la creación de instituciones como la sociedad anónima, porque los gremios medievales, al establecer un sistema formal de formación, distinto del traspaso de los conocimientos profesionales de padres a hijos, aceleró la extensión de esos conocimientos. En otros términos, si la única forma de adquirir los conocimientos y las habilidades productivas era el contacto directo entre el que los poseía y el que deseaba aprenderlo porque no había un sistema de educación generalizado, el estudio del sistema gremial de formación (aprendiz-oficial-maestro) debe tener gran importancia para examinar cómo se traspasaban los conocimientos útiles de una generación a otra.

Actualización: sobre la denominación de "gremios" dice Riera y Melis

Los artesanos medievales designaban sus asociaciones profesionales con los términos ofici o mester. Tanto uno como otro significaban, entre otras cosas, el ejercicio de un trabajo mecánico, el conjunto de los artesanos que comparten una misma profesión y la asociación de todos los menestrales especializados en una actividad. Después de ponderar las ventajas e inconvenientes de cada una de estas voces, he optado por utilizar sólo los términos oficio, corporación de oficio y cofradía, con los cuales designaré respectivamente a todos los menestrales que, en una ciudad determinada, ejercen una misma actividad, a un conjunto representativo de artesanos de un ramo de producción -o de varios estrechamente relacionados entre sí- que se han asociado para organizar su trabajo y defender sus intereses, y a un amplio agregado de trabajadores que, sin ser necesariamente de la misma profesión, comparten unos objetivos asistenciales o benéficos. No emplearé, en cambio, la palabra gremio, acuñada después de 1500.

Añadamos que la imitación, necesariamente, genera innovaciones, especialmente en el trabajo artesanal porque cada nuevo artesano tiene incentivos para mejorar el proceso de producción y que, la imitación también, es una fuente de desarrollo económico más importante que la innovación en cuanto extiende los avances entre un número de individuos muy superior lo que, a su vez, debe generar innovaciones más rápidamente si se acepta que los imitadores no se limitan a reproducir el conocimiento recibido sino que tienen, a su vez, incentivos para mejorar los procesos de producción. Además, la estrecha conexión entre maestros y aprendices debería conducir a la extensión de las mejores prácticas y a la eliminación de la artesanía de peor relación calidad-precio. Para una introducción clara véase aquí.  Y, en fin, si la difusión de los conocimientos es más importante para el desarrollo económico que el volumen de innovaciones, en sí mismo, habrá que poner el foco de atención en los mecanismos que permitieron tal difusión. Por ejemplo, a partir de la invención de la imprenta, la edición de libros técnicos y la extensión de la alfabetización pero, antes de ello, la emigración de los que trabajadores con las habilidades y conocimientos necesarios para aplicar las innovaciones, singularmente, los oficiales que no conseguían acceder al grado de maestro por las restricciones impuestas por el gremio correspondiente en la ciudad donde se habían formado. Recuérdese, por ejemplo, que muy pocos de los aprendices alcanzaban el grado de maestro (en el trabajo de Moreno que se cita más adelante, sólo 1 de 7 lo lograba). Muchos de estos oficiales podían desplazarse a otra ciudad con menos restricciones y “transportar” sus conocimientos con ello. Dado que la maquinaria necesaria no era sofisticada, las técnicas podían imitarse y reproducirse con facilidad si se atraía hacia la ciudad a los que tenían el conocimiento técnico en “sus cabezas”. Y también hay pruebas de la movilidad de los maestros. Por ejemplo, parece que el gremio de sederos en Valencia, constituido a finales del siglo XV fue impulsado por los sederos genoveses que se instalaron en la ciudad, cuando Génova enseñó al mundo entero cómo trabajar el terciopelo y que las “new draperies” fueron introducidas en Inglaterra por los perseguidos por su religión en otras partes de Europa (hugonotes).

Lo más interesante de los gremios europeo-occidentales en relación con los de otras partes del mundo es, precisamente, que no había lazos familiares, o al menos en mucho menor grado, entre los aprendices y los maestros. Aunque los oficios se heredaban y los hijos de maestros tenían enormes ventajas – ni siquiera tenían que hacer el examen de maestría y no pagaban, a menudo, derechos de examen – muchos de los aprendices eran huérfanos o hijos de agricultores y gente del medio rural que emigraba a las ciudades. Parece que en India o China los oficios se heredaban en mucha mayor medida o que todos los miembros de un oficio en una zona eran miembros del mismo clan. El contrato entre maestro y aprendiz es un contrato muy incompleto y su cumplimiento – que el maestro enseñe lo que tiene que enseñar y que el aprendiz aprenda – muy costoso por la larga duración de la enseñanza y porque, prácticamente, el aprendiz pasa a vivir con el maestro. El maestro, si es racional, desplegará un esfuerzo docente inferior al que desearía el aprendiz (o los padres del aprendiz), de manera que “las instituciones que mitigan o eliminan el problema de riesgo moral por parte del maestro son determinantes en la diseminación del conocimiento y en el crecimiento económico”.
Cuando el aprendizaje tiene lugar en el seno de la familia o del clan (familia extendida), este problema no es tan grave porque el padre tiene incentivos genéticos para enseñar a su hijo. Pero cuando el maestro es un extraño, no. Parece, sin embargo, que el entorno local – la intervención de las ciudades y el control recíproco propio de los grupos no demasiado grandes – debía de ser suficiente para asegurar el cumplimiento. Muy pocos de los aprendices llegaban a maestros.

Pues bien, los autores (David de la Croix Matthias Doepke Joel Mokyr Clans, Guilds, and Markets:Apprenticeship Institutions and Growth in the Pre-Industrial Economy) consideran que Europa Occidental transitó desde la familia al gremio en la Edad Media y, más adelante, asignó a los mercados la difusión del conocimiento. Gracias al primer paso – el paso desde la familia o el clan al gremio como proveedor de los conocimientos – el segundo fue posible, porque el gremio exigía ya mecanismos que garantizasen el cumplimiento del contrato entre maestro y aprendiz distintos de los mecanismos que aseguran el cumplimiento de las normas en el seno de un grupo cuyos miembros están relacionados genéticamente. Tal función debían cumplir los exámenes de oficial y de maestro que eran administrados por el gremio. Y en esta columna, explican que la contribución del sistema de aprendizaje contribuyó al crecimiento económico de Europa en cuanto facilitó la difusión de las "mejores prácticas" y del conocimiento tácito - la mayor parte del conocimiento en aquella época - debido a los muchos aprendices que no podían convertirse en maestros por las barreras de entrada existentes en la ciudad donde habían recibido la formación. Además, la existencia de muchos "técnicos" debió de contribuir a la rápida conversión de los descubrimientos científicos en tecnología aplicada en Inglaterra. 

Por tanto, en lo que interesa a los autores, la eficiencia o no del sistema gremial de aprendizaje puede dejarse a un lado si se realiza un análisis comparativo: si
“el Estado tenía la capacidad de hacer cumplir los contratos y permitir el desarrollo de un sistema de aprendizaje abierto sin que los gremios jugaran ningún papel relevante, el aspecto anticompetitivo de los gremios prevalece y, en consecuencia, los gremios impiden el crecimiento económico… cuando el Estado asume crecientemente las funciones que venían desarrollando anteriormente los gremios y las ciudades. Por el contrario, cuando el Estado es débil, de manera que las opciones son el aprendizaje vía gremios o el aprendizaje vía clans, la más fácil diseminación del conocimiento que resulta de una institución que no está basada en las relaciones consanguíneas, prevalece”.
Y, naturalmente, en la medida en que aumentase la oferta y la demanda de servicios de aprendizaje, los mecanismos de mercado para garantizar el cumplimiento de los contratos podían desarrollarse. Por tanto, es la independencia respecto de los lazos familiares lo que hace especialmente eficiente – y abierto – el sistema gremial. Los aprendices pueden elegir – limitadamente – al maestro y viceversa, lo que habría de conducir a la producción y diseminación de más y mejor conocimiento porque, a igual número de maestros en una ciudad – gremio – y en el clan, los “aprendices están expuestos, en el segundo, a una menor variedad de ideas y, en promedio, aprenden menos”. Esta exposición a “más” conocimiento derivaría de la movilidad de los maestros y del mayor número de maestros en una organización gremializada que en un clan ya que hay que suponer que el control al respecto por parte de un clan habría de ser muy superior al control de entrada que ejerciera incluso un gremio poderoso y bien organizado. En definitiva, la mayor apertura de los gremios en comparación con los clanes debió de intensificar la competencia en Europa en los oficios en comparación con China o India en donde los oficios eran, ampliamente, heredados.

En el trabajo publicado finalmente por estos autores, se especifican más las aportaciones del trabajo. Así, explican que es plausible que en un entorno malthusiano, aunque hay algún espacio para inventar, el principal motor del progreso tecnológico es la transmisión del conocimiento productivo por parte de los viejos a los jóvenes” en una relación individual maestro-discípulo.
Los rasgos centrales de nuestro análisis son que la transmisión de conocimientos (enseñanza) requiere un esfuerzo por parte del maestro; que esto conduce a un problema de riesgo moral en la relación maestro-aprendiz; y que, en consecuencia, las instituciones que mitigan o eliminan el problema de riesgo moral son determinantes clave de la difusión del conocimiento y el crecimiento económico
Hay cuatro entornos institucionales – cuatro “entidades” sociales – en cuyo marco se produce la transmisión del conocimiento: la familia nuclear; el clan; el gremio y el mercado. En la primera, los hijos sólo pueden aprender de sus padres; en la segunda el conocimiento se transmite dentro del clan, o sea dentro de un grupo más amplio pero sólo dentro de él; en el tercero el conocimiento se puede transmitir a lo ancho de toda la Sociedad pero sólo a través de los que tienen las autorizaciones del gremio para tener aprendices, es decir, hay barreras elevadas a la entrada y el cuarto implica el mayor grado de diseminación del conocimiento pero requiere de terceros imparciales que aseguren el cumplimiento de los contratos entre los que enseñan y los que aprenden.

La familia nuclear es predominante en Europa Occidental desde la Edad Media. Los clanes lo han sido en Asia y Oriente Medio hasta fechas bien recientes. Sólo en un entorno como el Europeo-Occidental puede desarrollarse un sistema corporativo – los gremios son corporaciones – de transmisión del conocimiento. Los límites que impone la familia nuclear a tal objetivo (los hijos sólo pueden aprender de su propio padre) incentivan la aparición de instituciones especializadas en poner en relación aprendices con maestros. Los autores sostienen que el sistema corporativo europeo-occidental de los gremios (guilds) generó más crecimiento económico “el sistema de adquisición de conocimientos de Europa Occidental llegó a dominar (porque)… el aprendizaje dentro de los gremios era independiente de los lazos familiares, y por lo tanto permitía la difusión de los conocimientos en toda la economía”, lo que no podía hacerse en las economías dominadas por clanes cuya capacidad de difusión del conocimiento venía limitada por la pertenencia al mismo clan.
…  en un sistema basado en clanes se gana relativamente poco aprendiendo de varios ancianos, porque, dado que estos ancianos pertenecen al mismo clan, es probable que hayan recibido la misma formación y, por lo tanto, tengan conocimientos muy similares. En cambio, en un gremio (y también en el mercado) los lazos familiares no limitan el aprendizaje y, por lo tanto, los jóvenes pueden tomar muestras de una variedad mucho más amplia de conocimientos, lo que implica que el aprendizaje es más productivo y los conocimientos se difunden más rápidamente. Las pruebas históricas demuestran que, en efecto, en Europa el maestro y el aprendiz tenían muchas menos probabilidades de estar emparentados entre sí que en otros lugares. Además, el sistema de gremios incluía a veces características específicas, en particular la «carrera profesional»..(aprendiz, oficial y maestro, en inglés, journeymanship), tenía el efecto de dar acceso a una gama más amplia de conocimientos y fomentar la difusión de nuevas técnicas e ideas. En un sistema más estrecho basado en relaciones de sangre, un intercambio de ideas tan amplio no era factible.
La incapacidad de la familia nuclear para transmitir el conocimiento entre generaciones de manera eficiente explica por qué las corporaciones tienen ese desarrollo en Europa y no en otras partes del mundo. El clan era suficientemente “eficiente” como para no provocar un cambio institucional como el que se produjo en Europa, de manera que los asiáticos tenían menos incentivos para ensayar otro sistema de transmisión del conocimiento
 A igualdad de población, el incentivo para pagar el coste fijo será menor cuando el sistema económico inicial sea más exitoso, es decir, una economía basada en clanes tendrá menos probabilidades de adoptar un sistema de aprendizaje que una economía basada en la familia.
Y Europa disponía de las organizaciones adecuadas: las corporaciones.


Los padres obtienen formación para sus hijos en un oficio o profesión en “el mercado”, celebrando un contrato de aprendizaje con un maestro. Estos contratos, pues, generaron un mercado que, dicen los autores, funcionaba relativamente bien porque sabemos que los padres pagaban más para que sus hijos aprendieran los oficios más lucrativos. El precio de estos contratos era, lógicamente, inferior al coste de enseñar y mantener al aprendiz, porque éste pagaba parte con su propio trabajo. Es decir, que lo que pagaban los padres se explica como un “seguro” – por si el aprendiz abandonaba el puesto antes de tiempo, lo que era muy frecuente, sobre todo porque a menudo se cambiaban de maestro –, como una forma de señalizar la calidad y el coste del aprendizaje – maestros más reputados cobraban más – y una renta de escasez (generada por el carácter monopolístico del sistema gremial) pero sobre todo, reflejaba “la demanda creciente o menguante de ciertos oficios como consecuencia de los cambios tecnológicos”. El mayor o menor valor del trabajo del aprendiz o la duración del contrato (3-4 años, oficialmente 7) también influían en la cuantía del precio.
En contraste con los sistemas relativamente cerrados en los que la familia desempeñaba un papel central, Europa occidental tenía un sistema formal de aprendizaje organizado por gremios o similares instituciones, y en principio abierto a todos (van Zanden)
Aunque, naturalmente, los hijos del gremio tenían privilegios tanto en cuanto al precio como en cuanto al acceso a los mejores maestros. Aún así, en el siglo XVII menos de una cuarta parte de todos los aprendices trabajaban para maestros que fueran parientes suyos El aprendizaje era, pues “un fenómeno de mercado” que incluía una amplia movilidad geográfica. Por ej., en Inglaterra, Londres atraía a muchos del campo o de ciudades más pequeñas. Y una institución específica del sistema gremial: el "«journeyman» aquél que, “tras completar su formación, viajaba a otra ciudad para adquirir habilidades adicionales antes de poder recibir el título de «maestro»”. Los autores dan mucha importancia a esta movilidad porque consideran que contribuyó mucho a la difusión de los conocimientos técnicos por toda Europa como demostraría el hecho de que las ciudades sobresalientes en unas técnicas o en unos oficios prohibieran la práctica y hacían “jurar a sus aprendices que no practicarían su oficio en ninguna otra ciudad” así ocurrió con Nuremberg en el sector metalúrgico y con los productores del vidrio en Venecia. Las restricciones al acceso a la condición de maestro hizo que muchos de estos journeymen practicaran el oficio fuera del sistema gremial y que las autoridades lo toleraran. Las ventajas para la difusión del conocimiento eran doble: su capital humano aumentaba y el de los aprendices del taller de destino, también con los conocimientos que traía el forastero. Los autores concluyen que "el canal de aprendizaje (la familia, el clan, los gremios y el mercado) tiene al menos el potencial de explican una fracción sustancial del aumento de la productividad europea", es decir, que en este aspecto, el sistema gremial era superior al aprendizaje en el seno de un clan (David de la Croix & Matthias Doepke & Joel Mokyr, 2018. "Clans, Guilds, and Markets: Apprenticeship Institutions and Growth in the Preindustrial Economy," The Quarterly Journal of Economics, 133(1), pages 1-70.

Dice Belén Moreno que, a finales del siglo XVIII, en Barcelona, respecto de un gremio concreto, la mayoría de los aprendices no eran de la familia de los maestros, ni siquiera de su entorno más próximo

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Cuando estos “extraños” pueden elegir entre el aprendizaje y el trabajo en fábricas, con la Revolución Industrial, como dice, Moreno,
la cerrazón de los gremios en cuanto al aprendizaje y sus características explicaría la tendencia de los inmigrantes campesinos llegados a Barcelona a trabajar en las fábricas antes que pasar por la condición de aprendices en los talleres de los maestros de gremio
Este tipo de análisis enlaza con el que se ha hecho de otras instituciones, singularmente, la de la sociedad anónima, fundada también en las corporaciones tardomedievales aunque, en este caso, en las corporaciones de mercaderes, no en los gremios de los oficios. Si a eso unimos el pronto predominio de la familia nuclear en Europa, se comprende fácilmente la importancia del abandono de la producción familiar y en el ámbito de la familia extensa (clan) y su organización a través de corporaciones – gremios de comerciantes, gremios de artesanos – cuyos miembros no estaban relacionados entre sí por lazos de sangre (aunque sí de religión ya que los gremios eran instituciones con importantísimas funciones religiosa). Los autores sugieren que, en Europa, quizá, lo que hubo es un “salto” institucional: se pasó de la familia a las corporaciones sin que los clanes llegaran a consolidarse como estructuras de producción y consumo, lo que les permitió
“adoptar rápidamente instituciones superiores. Si adoptar el sistema del gremio o del mercado es costoso, los incentivos para adoptarlos dependen de la eficiencia de las instituciones existentes en un momento dado… otras regiones del mundo tenían menos que ganar de adoptar esas nuevas instituciones dado que el sistema basado en el clan funcionaba suficientemente bien para la mayor parte de los objetivos”
En todo caso, la variedad de gremios es tal que, probablemente, no se puede decir casi nada que valga para todos ellos y respecto de cuatro siglos de la historia europea. Pero el trabajo que hemos presentado es útil en cuanto la comparación se realiza a un nivel tan abstracto (producción a través de gremios vs producción por clanes o tribus) que no es raro que se pueda concluir que este diferente entramado institucional contribuyó a que la Revolución Industrial tuviera lugar en Europa Occidental. El paso de la producción gremial a la producción fabril no se vio impedida por el sistema gremial, un sistema diseñado para producir bienes de alta calidad y baja “tirada”, no para producir bienes de bajo coste y en masa. Por tanto, es probable, que, en todo caso, el sistema de producción por el clan constituyera un obstáculo mucho más severo a la producción fabril en otras partes del mundo. La especialización de los gremios los hacía muy débiles a los cambios en el consumo (por ejemplo, piénsese en la fabricación de prendas de vestir y el predominio del algodón a partir del siglo XVIII o en el caso de la imprenta) y la disgregación del poder típico de las sociedades europeas del Antiguo Régimen (en el caso de los gremios de artesanos, competían por el control de las ciudades con los gremios de mercaderes y ambos con los señores territoriales y con el poder real que hacía de árbitro entre todos ellos y, por supuestos, unas ciudades con otras) favoreció, sin duda, que ningún grupo de interés – los gremios de los artesanos en este caso – ni ninguna unidad territorial pudiera prevalecer en el largo plazo. Por ejemplo, los que gobernaban las ciudades otorgaban patentes – monopolios – para atraer a maestros de otros lugares, a lo que los gremios locales podrían no oponerse dado que, transcurridos algunos años, todos los maestros locales tendrían derecho a usar la tecnología patentada. Los gremios de los comerciantes, sin embargo, podrían oponerse – como ocurrió históricamente – porque la introducción de las nuevas técnicas mejorara la posición negociadora de los artesanos frente a los comerciantes, sustituyendo, por ejemplo, a la mano de obra femenina que hacía el trabajo de cosido en sus casas y que eran fáciles de controlar por los comerciantes que encargaban los trabajos correspondientes por expertos profesionales que utilizaban técnicas más avanzadas que implicaban un nivel superior de mecanización. Conforme las restricciones a la circulación de las innovaciones perdieron importancia – en el siglo XVIII – porque las técnicas se “codificaron” en libros y conforme aumentó el tamaño de las organizaciones políticas (de la ciudad los Estados contemporáneos), la importancia relativa del acceso a las técnicas existentes disminuyó en relación con el valor de las innovaciones, lo que debió de acelerar el progreso tecnológico que dio lugar a la Revolución industrial. Como dice Belfanti explicando la decadencia de las manufacturas en las ciudades del norte de Italia en el siglo XVIII
“la difusión de conocimiento codificado y la difusión del saber hacer técnico que fue posible gracias al sistema de los gremios y las patentes parecía haberse agotado y revelado todos los secretos de la manufactura tradicional. La competencia se centró, a partir de entonces, en el propio producto, de manera que la creatividad y el diseño se convirtieron en los ingredientes fundamentales para el éxito (y la capacidad de atender a consumidores con menos capacidad económica). Marsilio Landriani, al comparar la importancia de las manufacturas en el continente con la situación italiana, entendió que la innovación en el ámbito de los productos se había convertido en estratégico en una sociedad en la que el buen gusto venía dictado por una moda rápidamente cambiante: <<La moda no demanda que el diseño sea el apropiado sino más bien demanda variedad infinita y caprichosa, una invención feliz… y una solidez sólo aparente. Porque, la realidad es que de qué sirve hacer productos duraderos si la inestabilidad de la moda condena como absurdo hoy lo que se consideraba excelente ayer”.

Canción del viernes en lunes y nuevas entradas en Almacén de Derecho

Good papers: Uber y los driver-partners

Por Ignacio Corroto Desde su explosión con UberX a partir de 2012, Uber ha generado una fuerte polémica en torno a la naturaleza jurídica de la relación con sus conductores, a los que la empresa denomina driver-partners y contrata en calidad de independent contractors...leer más

domingo, 8 de mayo de 2016

Dos ejemplos de sociedades de la Edad Moderna (finales XVI principios XVII)

         
Urcas 
(la) establecieron algunos de los genoveses instalados en Toledo, al encargarse de manera prioritaria de adquirir lanas a comisión; eso sí, realizaban la limpieza en los lavaderos que poseían, empaquetaban la mercancía y la remitían a Génova en las urcas que partían de Alicante. Las lanas iban consignadas a nombre de una corporación mercantil, en la cual ellos participaban con un capital variable… salvaguardaron la mercancÌa con una póliza de seguro marítimo efectuado por una aseguradora genovesa … Las correspondencias, es decir sus dares y tomares (liquidaban sus relaciones por compensación), los liquidaban con el envío desde el puerto ligur a Castilla de flejes de acero -empleados en la fabricación de las famosas espadas toledanas- y de otros artículos de lujo, además de actuar como cobradores de letras de cambio, buscar créditos para terceros o revender los juros procedentes de los asientos que sus paisanos efectuaban con la realeza…
El ejemplo de duración temporal corta, casi precaria (en realidad, una sociedad ocasional), queda expuesto en un contrato que firmaban un tal Hernando de Ribera y otros socios. Su vigencia quedó sometida a un viaje de ida y vuelta a Sevilla. La historia comenzó de la siguiente manera.
En 1605, el autor teatral Antonio Granados estaba representando en Toledo y consiguió un contrato para hacerlo en Sevilla. Para el traslado de la compañía suscribió un acuerdo con un tal Antonio López, alguacil que habÌa sido de la justicia real, para que le proporcionase caballerías para su traslado, (ni carros, porque los caminos de la época no eran aptos para circulación rodada en buena parte de Castilla) en número de veintidós mulas ensilladas y enfrenadas, la cuales viajarían gobernadas por un sobrestante, a caballo, y cuatro mozos de a pie. Como Granados no tenÌa dinero para adelantar al alguacil que le proporcionaba las mulas parte del coste, optó por pedir fiados 1.560 reales, <<por nos hacer placer y buena obra nos prestaste en reales de contado>>, garantizados con una jarra de plata y dos cofres llenos de vestidos. López también pasaba sus apuros en aquel momento, ante un negocio que requería de una fuerte inversión, al tener que fiar al cómico el coste del traslado y no disponer de ninguna caballerÌa. Así que optó por buscar un socio y encontró a un tal Hernando de Ribera, que puso seis mulas y adelantaba 12.200 rls para sufragar los primeros gastos del viaje. Aun así, fue necesario buscar otras diecisiete mulas más que fueron consideradas la aportación de otros dos socios. López actuaría como capataz y colaboraba con un caballo.
Se han conservado muchos de los contratos celebrados por Antonio de Granados*, el autor de comedias entre ellos, con otros autores para poner en común las obras escritas por cada uno de ellos. El contrato de transporte dice mucho de la estructura económica de la época. El viaje de una compañiá de teatro de Toledo a Sevilla debía hacerse a lomos de mulas o acémilas; en garantía del préstamo se entregaban objetos de plata y vestidos (suponemos que vestidos teatrales) y los arrieros se asociaban para transportes de cierto tamaño.

Rodríguez de Gracia, Hilario, Asociaciones mercantiles y compañías de minoristas y mayoristas en Toledo (1570-1630), 2014

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* El 14 de febrero de 1603, el actor Dionisio Vázquez, vecino de Andújar y mayor de 25 años, se compromete con el autor Antonio de Granados, por escritura de obligación firmada en Toledo, para representar durante dos años (desde el día de Carnaval de 1603 hasta el día de Carnaval de 1605) «todas las comedias y entremeses, públicos y secretos, y sirviendo y haciendo todo lo demás que se me ordenare, y haciendo carteles, y yendo a todas las partes que fuere la conpañía». Por ello, recibiría 5 reales por representación el primer año y 6 reales el segundo, 3 reales de ración cada día, y lo acostumbrado por el día del Corpus y viajes

sábado, 7 de mayo de 2016

Fusiones en el siglo XIX y accionistas que garantizan los préstamos de la sociedad con acciones de la sociedad

La fusión de las empresas de las líneas de Barcelona a Girona y de Barcelona a Tarragona determinó la formación (en diciembre de 1875) de la compañía de los Ferrocarriles de Tarragona a Barcelona y Francia (T.B.F.).En cumplimiento de lo pactado en el convenio de fusión, los accionistas de la sociedad de los Caminos de Hierro de Barcelona a Francia por Figueres recibieron (en 1881) una acción y media nueva por cada una de las antiguas. Por tanto, en virtud de esta transacción, el valor nominal reconocido a los socios (o a sus herederos) de la antigua compañía de Mataró se elevó a 877,8 pesetas.

La T.B.F. asumió, a partir de 1886, la construcción de la segunda línea de Barcelona a Zaragoza (por Mòra d’Ebre). Esto comportó que la empresa tuviera que levantar los enormes capitales necesarios para culminar esta obra sin que resultara factible colocar valores de renta variable en el mercado bursátil barcelonés.

La emisión de nuevos empréstitos era también inviable, porque la sociedad tenía ya todas sus líneas hipotecadas por las emisiones de obligaciones realizadas hasta entonces. En abril de 1887, la dirección de la empresa propuso (y los accionistas aceptaron) ceder una tercera parte de sus acciones -103.565 títulos- a favor de la compañía, con objeto de que sirvieran de garantía para la emisión de obligaciones "no hipotecarias" destinadas a obtener recursos para proseguir la construcción de la citada línea.

Esto es muy llamativo. En lugar de convertir el crédito en capital mediante un aumento de capital por compensación de créditos que diluiría a los accionistas, éstos entregaban directamente sus acciones en garantía de la devolución del préstamo.

Esto trajo consigo que el valor nominal reconocido a cada una de las acciones de la compañía de Mataró descendiera, de nuevo, a 585,2 pesetas. Posteriormente, la depresión económica y financiera finisecular imposibilitó que la T.B.F. pudiera realizar en Cataluña la totalidad del capital requerido para terminar la construcción de la nueva línea de Zaragoza. Esto forzó a la compañía catalana a formalizar (en 1891) un convenio de fusión con la sociedad de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y a Alicante (M.Z.A.), según el cual la segunda se obligó a proporcionar a la primera los recursos necesarios para poner en explotación la citada línea.

La imposibilidad de reembolsar el crédito recibido de la compañía francoespañola determinó que la T.B.F. decidiera declararse en suspensión de pagos en 1897. La fusión se realizó, pues, en condiciones diferentes de las pactadas en 1891, debido a que M.Z.A. exigió que el capital acciones de la T.B.F. se redujera en una tercera parte a fin de compensar la cancelación del mencionado préstamo.Consecuentemente, a partir de 1898, el valor nominal reconocido a cada una de las acciones desembolsadas por los antiguos accionistas de la compañía de Mataró quedó reducido a 390,1 pesetas.

Esto también, en lugar de modificar la relación de canje, se reduce el capital de la sociedad deudora y absorbida por la fusión

Pere Pascual Domènech, Los beneficios repartidos al capital acciones realizado por las compañías ferroviarias catalanas (1849-1935). Primera aproximación

viernes, 6 de mayo de 2016

Incorporación de una cláusula de competencia judicial al contrato de adquisición de unos bonos

Un tribunal italiano plantea una cuestión prejudicial ante el TJUE para que determine si se ha cumplido con el requisito de forma escrita del artículo 23 del Reglamento 44/2001 al incluir una cláusula de prórroga de la competencia en un folleto de emisión de bonos, y si esta cláusula es aplicable a cualquier posterior adquirente de dichos bonos. El Tribunal de Justicia, en Sentencia de 20 de abril de 2016 dice lo siguiente.

El Tribunal de Justicia ya ha declarado que en el caso de que, entre las condiciones generales de venta de una de las partes, impresas al dorso de un documento contractual, figure una cláusula atributiva de competencia, únicamente se cumple tal exigencia si el contrato contiene una remisión expresa a dichas condiciones generales (sentencia de 14 de diciembre de 1976, Estasis Saloti di Colzani, 24/76, EU:C:1976:177, apartado 10).

Con ello, admite la llamada “incorporación por referencia” de las condiciones generales de una de las partes a un contrato. Pero eso no parece suficiente para una cláusula como la que declara competentes a los tribunales de otro país distinto del que adquiere el bono:

Por otra parte, según reiterada jurisprudencia, procede interpretar el artículo 23, apartado 1, del Reglamento n.º 44/2001 en el sentido de que, a semejanza con el objetivo perseguido por el artículo 17, párrafo primero, del Convenio de 27 de septiembre de 1968 relativo a la competencia judicial y a la ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil, la realidad del consentimiento de los interesados es uno de los objetivos de esa disposición (véase, en particular, la sentencia de 7 de febrero de 2013, Refcomp, C‑543/10, EU:C:2013:62, apartado 28 y jurisprudencia citada) y que, en consecuencia, esta disposición impone al juez que conoce del asunto la obligación de examinar si la cláusula en cuestión ha sido, efectivamente, objeto de un consentimiento manifestado por ambas partes, que debe manifestarse de manera clara y precisa (véanse, en particular, las sentencias de 9 noviembre de 2000, Coreck, C‑387/98, EU:C:2000:606, apartado 13 y jurisprudencia citada, y de 7 de febrero de 2013, Refcomp, C‑543/10, EU:C:2013:62, apartado 27).

Naturalmente, la cláusula atributiva de competencia judicial estaba incluida en el folleto de emisión de los bonos, pero no sabemos si, en el documento por el que se adquirió porque el bono se hacía referencia a las condiciones contenidas en el folleto de emisión (el TJUE parece considerar suficiente para que haya un “consentimiento” manifestado de “manera clara y precisa” que se haga una referencia genérica a las condiciones del folleto

En el litigio principal, la cláusula que atribuye la competencia a los órganos jurisdiccionales ingleses está incorporada al folleto, documento elaborado por el emisor del título. De la resolución de remisión no se desprende de modo terminante si se recogió esa cláusula o si se hizo una remisión expresa de la misma en los documentos contractuales firmados al emitir los títulos en el mercado primario.

Así pues, procede responder a esta primera parte de la segunda cuestión prejudicial que, en caso de insertar una cláusula atributiva de competencia en un folleto de emisión de bonos, únicamente se cumple el requisito de forma escrita establecido en el artículo 23, apartado 1, letra a), del Reglamento n.º 44/2001 si el contrato firmado por las partes al emitir los títulos en el mercado primario menciona la aceptación de dicha cláusula o contiene una remisión expresa a dicho folleto, lo que corresponderá comprobar al tribunal remitente….

En caso afirmativo, corresponderá asimismo a ese tribunal determinar si el contrato firmado entre Redi y Profit con ocasión de la cesión de los títulos en el mercado secundario menciona también la aceptación de dicha cláusula o contiene tal remisión. En ese caso, se deberá considerar oponible a Profit esa misma cláusula.

Y, en fin, respecto a la oponibilidad de las cláusulas contenidas en el folleto a los que adquieren los valores en el mercado secundario,

En el litigio principal, la cuestión que se plantea es si el Commerzbank, emisor de los títulos controvertidos, puede oponer la cláusula atributiva de competencia incluida en el folleto a Profit, último suscriptor de esos títulos, que los adquirió a través de un contrato celebrado con Redi.

Habida cuenta de la jurisprudencia expuesta en los apartados 33 y 34 de la presente sentencia, ha de responderse a esta cuestión en sentido afirmativo siempre que se acredite, lo que corresponde comprobar al tribunal remitente, en primer lugar, que esta cláusula es válida en la relación entre el Commerzbank y Redi, primer suscriptor de esos títulos, en segundo lugar, que Profit, suscribiendo en el mercado secundario dichos títulos de Redi, le sucedió en los derechos y obligaciones ligados a esos mismos títulos en virtud del Derecho nacional aplicable y, por último, que Profit pudo conocer el folleto que incluye dicha cláusula, lo que supone que éste sea de fácil acceso.

El peso del derecho supletorio: cláusula penal no expresamente compatible de la indemnización de daños

Por Marta Soto-Yárritu

Las partes del litigio habían suscrito un contrato de compraventa de vivienda en el que se establecía que en caso de incumplimiento por la compradora, la vendedora podría optar por resolver el contrato o exigir su cumplimiento. Además, se incluía la siguiente cláusula penal: “En caso de resolución, la compradora perderá en beneficio de la vendedora en concepto de penalización, el 5% de las cantidades que tenga hasta ese momento pagadas a cuenta del precio, así como el importe íntegro de las cuotas del IVA satisfechas”. Ambas partes ejercitaron acción resolutoria basada en el incumplimiento de la otra parte. La sentencia de primera instancia declaró resuelto el contrato por incumplimiento de la compradora y reconoció a la vendedora el derecho a retener el 5% de las cantidades entregadas en aplicación de la cláusula penal, desestimando la reclamación de la vendedora respecto a la indemnización de daños y perjuicios al entender que “en las obligaciones con cláusula penal la pena sustituye a la indemnización de daños en caso de incumplimiento si otra cosa no se hubiere pactado” (art. 1152 CC). La sentencia de segunda instancia desestimó el recurso y confirmó la sentencia apelada.

La vendedora recurre en casación alegando que de una interpretación conjunta de varias cláusulas del contrato debía entenderse que la cláusula penal no excluía la reclamación por daños y perjuicios. Tras analizar la jurisprudencia sobre la interpretación de las cláusulas penales, el TS concluye que la cláusula penal es sustitutiva de la indemnización de daños y perjuicios, salvo que expresamente se pacte que es cumulativa, y recuerda que la cláusula penal ha de interpretarse con carácter restrictivo. En este caso, de la lectura del contrato no se deduce que fuera intención de las partes atribuir una función cumulativa a la cláusula penal, sino la típica función sustitutiva. Por tanto, siendo la interpretación hecha por el tribunal de instancia acorde con letra del contrato, no puede ser revisada en casación. Y desestima el recurso.

Es la Sentencia del Tribunal Supremo de 30 de marzo de 2016

La acción individual de responsabilidad de los administradores exige que se identifique la conducta a la que se imputa el daño y que este daño sea directo

Por Marta Soto-Yárritu

Es la Sentencia del Tribunal Supremo de 18 de abril de 2016

La sociedad demandante era una proveedora de la sociedad demandada. La deuda impagada ascendía a casi 200.000 euros. La demandante inició acción de reclamación de dicha deuda, así como acción de responsabilidad contra la administradora legal y el administrador de hecho de la sociedad demandada (art. 241 LSC). Tanto en primera instancia como en apelación se estima la acción de responsabilidad de ambos demandados, condenándoles al pago solidario de la deuda. La sentencia fue recurrida en casación únicamente por la administradora legal. Alegaba que no se cumplían los requisitos exigidos para el ejercicio de la acción de responsabilidad individual ya que no se identificaba a qué conducta se asociaba la responsabilidad por el impago ni la relación de causalidad.

El TS recuerda que la acción de responsabilidad individual no es el medio para hacer responsables solidarios a los administradores por las deudas sociales ante cualquier incumplimiento contractual de la sociedad. Para que pueda apreciarse deben darse varios requisitos:

(i) un comportamiento activo o pasivo de los administradores; (ii) que tal comportamiento sea imputable al órgano de administración en cuanto tal; (iii) que la conducta del administrador sea antijurídica por infringir la ley, los estatutos o no ajustarse al estándar o patrón de diligencia exigible a un ordenado empresario y a un representante legal; (iv) que la conducta antijurídica, culposa o negligente, sea susceptible de producir un daño; (v) el daño que se infiere sea directo al tercero que contrata, sin necesidad de lesionar los intereses de la sociedad; y (vi) la relación de causalidad entre la conducta antijurídica del administrador y el daño directo ocasionado al tercero.”

En este sentido, el TS entiende que las sentencias dictadas en instancia son confusas en la identificación de la conducta de la administradora a la que se imputa el daño ocasionado y la relación de causalidad de dicha conducta con el impago de la deuda. Por tanto, el TS estima el recurso de casación y absuelve a la administradora legal.

V., últimamente en el blog sobre la acción individual aquí, aquí y aquí parece evidente que los demandantes no afinaron con la acción ejercitada.

Consecuencias de la inasistencia de los administradores


Foto: Aranguren, La Spezia, Liguria 


Por Marta Soto-Yárritu


En junio de 2011 se celebró junta general ordinaria de una S.L. (se trataba de una sociedad patrimonial), de la que se levantó acta notarial (a petición de dos socias minoritarias). La junta había sido previamente convocada, incluyéndose entre los puntos del orden del día, además de la censura de la gestión social y la aprobación de las cuentas, una delegación en el consejo de administración y en el consejero delegado para suscribir “operaciones crediticias y novaciones de préstamos y, en su caso, liberar a los socios de avales personales en préstamos”. Una de las socias minoritarias impugnó los acuerdos alegando que los administradores no habían asistido a la junta (art. 180 LSC). Tanto en primera instancia como en apelación se estimó la demanda, declarando la nulidad de la junta. La sociedad recurre en casación.

El TS advierte que el art. 180 LSC establece de forma imperativa el deber de los administradores de asistir a las reuniones de la junta, aunque reconoce que no establece cuáles son las consecuencias del incumplimiento de dicho deber. Señala que incluso se admite implícitamente la posibilidad de que los administradores no estén presentes, al permitir que los socios designen como presidente y secretario a personas diferentes (art. 191 LSC). Por tanto, como regla general, la ausencia de los administradores no determinará la nulidad de la junta. Y explica que esto es así porque lo contrario
“podría dar lugar a la imposibilidad de celebración de juntas generales por la sola voluntad de una o varias personas [los administradores], que mediante el simple expediente de no acudir a las juntas, paralizarían la sociedad.”
El incumplimiento del deber de asistencia podrá dar lugar a responsabilidad de los administradores (art. 236 LSC).

Entrada en vigor vs. Aplicación: Una interesante distinción al hilo del nuevo Reglamento de Protección de Datos

Por José María Baño Fos

Para aquellos interesados en el derecho de protección de datos, la publicación del Reglamento de Protección de Datos en el DOUE no supone una gran novedad pues ya estaban al tanto del contenido del mismo desde las negociaciones por codecisión en Bruselas. Sin embargo, he de confesar que he preferido esperar a verlo publicado para darle una lectura más sosegada, temeroso de que no se llegase a publicar o que se modificase por cualquier pacto última hora en Bruselas. Como lector “vago” no he podido evitar irme directamente a la entrada en vigor de la norma y de ahí mi sorpresa cuando me encuentro con esta aparente contradicción:

“1. El presente Reglamento entrará en vigor a los veinte días de su publicación en el Diario Oficial de la Unión Europea.

2. Será aplicable a partir del 25 de mayo de 2018.”

Y ha llamado mi atención pues en un caso profesional me encontré con una contradicción similar en la Directiva de Concesiones

La presente Directiva entrará en vigor a los veinte días de su publicación en el Diario Oficial de la Unión Europea. La presente Directiva no se aplicará a la adjudicación de concesiones ofrecidas o adjudicadas antes del 17 de abril de 2014.”

Quizá en mi ignorancia desconozca que se trata de un método habitual de desarrollo transitorio en el Derecho Comunitario, si es así, estaré muy agradecido de cualquier comentario que me lleve hacia jurisprudencia en la cuestión. Mientras tanto, lanzo aquí, a la nebulosa de los potenciales lectores, mi interpretación: Aunque pueda parecer más lógico decir que el presente reglamento entrará en vigor en 2018, la realidad es que técnicamente (entrada en vigor y aplicación) no son la misma cosa. De hecho, no parece descabellado pensar que aunque el Reglamento no sea de aplicación hasta el 2018, por lo que no podrán imponerse sanciones conforme a lo dispuesto en el mismo (cosa lógica conforme al principio de irretroactividad de la ley penal menos favorable), ello no obsta a que el derecho nacional se interprete a la luz del Reglamento siempre que no sea contra legem (es decir contra la ley nacional), en cuyo caso, sí estaríamos utilizando el Reglamento aunque no aplicándolo.

En otras palabras, que la norma entre en el ordenamiento jurídico la hace necesariamente parte de un sistema en el que debe “encajar” aunque no se deriven consecuencias jurídicas directas del mismo todavía. Dicho de otra manera y para mis compañeros letrados, hay campo para plantear ya cuestiones prejudiciales al hilo del Reglamento, de hecho, hay que plantearlas, sólo así lograremos llegar a 2018 sabiendo con cierta seguridad jurídica como aplicarlo en 2018. Esta mi apresurada y aventurada opinión que quizá tenga que corregir más adelante, pero para eso está el debate académico y los blogs cómo el que utilizo de lanzadera, ¿no creen?

jueves, 5 de mayo de 2016

Lo siento mucho. No tienes por qué sentirlo. No es culpa tuya


The Alchemist, 2015 by Paulina Olowska (b. 1976)

Es de suma importancia que el mal realizado sin intención sea considerado una desgracia tanto por el agente como por el paciente… la sabiduría de la naturaleza ha establecido que la felicidad de toda persona inocente es de la misma manera santa, consagrada y protegida frente a los ataques de cualquier otra persona; no está permitido pisotearla desconsideradamente y ni siquiera quebrantarla inintencionada e involuntariamente en modo alguno, sin exigir alguna expiación, alguna reparación en proporción a la magnitud de tal violación no intencional. Un hombre benevolente que accidentalmente y sin la más mínima negligencia ha sido responsable de la muerte de otro hombre, lo lamenta pero no se siente culpable. Durante toda su vida considera que ese accidente ha sido una de las mayores desdichas que le pudo haber sobrevenido. Si la familia del muerto es pobre, y él mismo se halla en una posición llevadera, inmediatamente la toma bajo su protección y sin necesidad de ningún otro mérito la juzga con derecho a recibir cualquier grado de favor y amabilidad. Si la familia tiene medios, él procura compensarles por lo ocurrido mediante toda suerte de sumisiones, expresiones de pesar, prestaciones de cualquier buen oficio que él pueda conceder o ellos aceptar, y así intenta aplacar en todo lo posible su animadversión, quizá natural aunque sin duda sumamente injusta, por la grave aunque involuntaria ofensa que les ha ocasionado 

Adam Smith, La Teoría de los Sentimientos Morales

 "Imagínese que paseando junto a un estanque ve que un niño se ahoga. Usted no sabe nadar, y bien que lo sabe, porque está en la orilla desesperado mientras, ante su mirada, el niño se ahoga. Usted no tiene la culpa; pero si luego, hasta el final de sus días, no tiene remordimientos, es que le han extirpado alguna parte importante de sus entrañas morales"


Alekséi Tsevkov

Jared Diamond dedica el primer capítulo de su libro 


El mundo hasta ayer a explicar cómo se resuelven, en las sociedades primitivas, los conflictos provocados por accidentes en los que uno causa un daño a otro. Narra un accidente de tráfico y la consiguiente negociación entre el conductor del vehículo y la familia de la víctima. Un mediador interviene – porque el causante no era de la tribu, sino un occidental – que explica al conductor lo que tiene que hacer. Diamond se centra en la negociación de la indemnización pero también es muy relevante el deber del conductor de mostrar su pesar por el accidente a la manera que describe Adam Smith.

Hace muchos años, había un programa jurídico en la televisión alemana en el que se juzgaba un caso de responsabilidad extracontractual derivada de un accidente de tráfico. El demandante era un camionero que había atropellado – y matado – a un peatón que, saltándose vallas y reglas de prudencia, había cruzado la autopista. Demandados eran, naturalmente, los herederos del peatón fallecido. Y el camionero pedía que le indemnizaran los daños psicológicos que había sufrido como consecuencia del atropello. No podía dormir bien desde entonces al tener sobre su conciencia la muerte de un hombre.

En este artículo, (Keith Hankins Adam Smith's Intriguing Solution to the Problem of Moral Luck) el autor examina lo que tenía que decir respecto al problema de la suerte moral Adam Smith en su libro La teoría de los sentimientos morales. Dice el autor que Adam Smith explica 


nuestra tendencia a culpabilizarnos de resultados de nuestras acciones que no estaban cubiertos por nuestra intención


 – dolo – o por nuestra negligencia – culpa – en nuestros actos. El camionero circulaba a la velocidad apropiada y cumplía toda la regulación aplicable al ejercicio de su oficio. En términos técnicos, se trataba de un caso de culpa exclusiva de la víctima (art. 1 LRCSCVM). Sin embargo, nada de eso impidió que el camionero se sintiera muy mal por lo ocurrido y que se preocupara intensamente del mal causado hasta el punto de ver alterada su salud mental. Dice Smith que estos sentimientos de culpabilidad sin culpa son útiles socialmente, que “la causalidad (natural)” es decir, el hecho de que si el camionero no estuviera conduciendo por esa autopista ese día y a esa hora, el peatón no estaría muerto, es suficiente motivo para generar sentimientos irregulares – o una irregularidad de sentimientos incluso aunque nuestras acciones no sean ni culpables ni dolosas.

El punto de partida de la discusión de Hankins es la idea de la “suerte moral”, o sea, que no se puede valorar moralmente un resultado que está fuera del control del agente moral. Parece evidente “que el azar, la suerte o la fortuna no deberían influir la extensión en la que un agente debe considerarse moralmente responsable o no de algo”. El problema es que no podemos dejar de hacer tales valoraciones morales en casos de suerte moral.

En los términos en los que plantea el problema Smith, se trata de que nuestros sentimientos morales se forman demasiado rápido en nuestra mente o tardan demasiado en formarse. Smith dice que podemos emitir un juicio moral juzgando nuestras intenciones, nuestras acciones y los resultados o consecuencias de nuestras acciones. Pero que ni nuestras acciones ni las consecuencias de éstas, por sí solas, son suficientes para que podamos calificar nuestra conducta como moral o inmoral. 

Moralmente enjuiciables son sólo nuestras intenciones (en sentido amplio)


Es evidente que si las consecuencias no llegan a producirse, tenderemos a perdonarnos más fácilmente nuestras malas o negligentes intenciones y, al revés, que si las consecuencias dañinas se producen, tenderemos a valorar más negativamente nuestras intenciones. Si se ha producido la muerte del peatón, en nuestro ejemplo, dirigiremos nuestra mente, inmediatamente, a la conducta del camionero. Pero la regla general, se aplica: la conducta sólo puede calificarse de moral o inmoral por su correspondencia con la intención del agente. Smith no cree, pues, en la suerte moral: el valor moral de nuestras conductas no puede depender de los resultados que provoquemos si éstos no son imputables a nuestras intenciones. Los juristas hablamos, si se obliga a indemnizar a tales agentes, de responsabilidad objetiva. No hay reproche moral al agente pero el bienestar social exige que responda, esto es, que indemnice el daño causado.

Pero que la conducta del camionero se considere impoluta desde el punto de vista moral no evita que el camionero tenga esos sentimientos y que nuestra mente nos lleve a pensar “sobre nosotros mismos en términos que no reflejan nuestro verdadero valor como seres morales”. Pues bien, según Henkins, Smith encontró un sentido positivo a estos “sentimientos irregulares” desde el punto de vista moral. Hankins comienza reproduciendo lo que dice Smith sobre las conductas gravemente negligentes:
“La persona culpable de (negligencia grave) muestra un desprecio insolente por la felicidad y la seguridad de los demás. Su conducta es realmente injusta. Arbitrariamente, expone a su vecino a un mal al que ningún hombre en su sano juicio elegiría exponerse a sí mismo, y, evidentemente, falta al sentido de lo que es debido a sus semejantes, que es la base de la justicia y de la vida social”
Y nos dice que Smith añade que si de la conducta gravemente negligente se sigue un daño, nos sentimos autorizados para tratar al agente como si hubiera querido causar los daños pero no hacemos tal juicio si no se ha seguido ningún daño de esa conducta. Henkins explica:
En otras palabras, nuestro deseo de conducir al actor negligente hacia el sentido más justo de <<lo que es debido a los demás>> se mitiga, en los casos en los que nadie ha sufrido un daño, por nuestra aversión a los sentimientos asociales o malevolentes. Pero nuestra simpatía con las víctimas nos permite superar tal aversión… porque esta simpatía con las víctimas tiende a a superar nuestro juicio respecto de la calificación que merezcan las acciones del agente.
De manera que el hecho de 

que el agente tenga sentimientos de culpa 


cuando se han producido daños como consecuencia de sus acciones a pesar de que su conducta haya sido impecable tiene una gran utilidad social, tanta que Smith lo considera un regalo del creador de la naturaleza humana, porque nos proporciona impulsos útiles y constriñe tendencias menos útiles socialmente.

Primero, porque si no se producen consecuencias, nuestras intenciones y sentimientos no se someten al escrutinio público. Recuérdese que, como hemos dicho en otro lugar, no es posible una sociedad libre si los individuos tuvieran que explicar las razones de su conducta en cada ocasión. De manera que, a falta de efectos sobre los demás, no hay control social sobre los procesos mentales de cada individuo lo que es muy valioso desde el punto de vista de la libertad de conciencia y reduce los efectos perniciosos de la tendencia humana a “pensar mal” y atribuir a la mala intención de algún agente los resultados dañinos que observamos. 

Segundo, “el infierno está empedrado de buenas intenciones”, de manera que estos sentimientos irregulares nos inducen a actuar teniendo en cuenta las consecuencias de nuestras acciones de una forma más vívida y tomar las precauciones adecuadas (medidas de prevención del daño). Y, dice Henkins citando otro paso del libro de Smith, estos sentimientos irregulares conducen a que, cuando se produce el daño a pesar de que la conducta del agente es intachable desde el punto de vista moral (porque no hay negligencia por su parte)
“la propia persona que, por un accidente (fortuito) ha herido a otro involuntariamente parece tener un cierto sentido de su propio desamparo en relación con la víctima. Y, como es natural, se acerca a ésta para expresar su preocupación por lo que ha sucedido y su disposición a hacer todo lo que esté en su mano para remediar el daño. Si es una persona sensible, tendrá deseos de reparar el daño y de hacer todo lo que pueda para apaciguar el resentimiento animal que podría surgir en el seno de la víctima”
Tan es así – no se olvide que Adam Smith era, sobre todo, un jurista, - que asignaremos responsabilidad al que causa un accidente fortuito pero abandona la escena del accidente sin atender a la víctima y le hacemos responsable de todas las consecuencias que podrían haberse evitado si hubiera permanecido junto a la víctima y adoptado las medidas razonables para evitar la producción de éstas. De manera que el sentimiento de pesar o desamparo contribuye a que nos comportemos moralmente una vez que el daño se ha producido. Los sentimientos irregulares que surgen en el causante del daño contribuyen así a que las víctimas de accidentes fortuitos reciban la atención adecuada. Y que el causante del daño pida perdón en estas circunstancias no expresa que ha hecho algo moralmente reprobable, sino “su propio desamparo” ante las consecuencias de su acción.

Previamente, Smith había justificado la bondad de estos sentimientos irregulares para evitar la parálisis total a la que conduciría una excesiva preocupación porque nuestras acciones, incluso las desplegadas con diligencia, causen daño a terceros. A través de estos sentimientos “Se le hace saber que la alabanza de las buenas intenciones sin el mérito de los buenos oficios servirá de poco a la hora de atraer las aclamaciones más sonoras del mundo o incluso el grado más alto de auto-aplauso”. Los riesgos de la vida de los que hablan los penalistas para excluir la responsabilidad. 

En fin, este sentimiento de desamparo reduce la tendencia del resto de los miembros de la sociedad, movidos por su simpatía con las víctimas, a expresar resentimiento o castigar a los que causan daños no culpables. Dice Henkins
“En los casos en los que nuestra aprobación (de la conducta de alguien) incluye otras cosas distintas del estricto juicio moral sobre su mérito – por ejemplo, nuestra simpatía hacia el sufrimiento de las víctimas de un accidente, o la expectativa de que el que lo ha causado sin culpa reconozca esta relación con el accidente de cualquier forma – es perfectamente apropiado que nuestros juicios reflejen las consecuencias no pretendidas de las acciones de un sujeto… (y) que expresemos la sensibilidad adecuada hacia lo que hemos hecho aunque la calidad de nuestra voluntad sea impecable”
De manera que esos sentimientos irregulares del camionero son beneficiosos socialmente aunque no estén justificados desde el punto de vista de la moral. Y son un ejemplo de que los principios morales y los juicios concretos no coinciden en todo caso como cuando enjuiciamos la conducta del camionero. Y Smith añade no sólo que son útiles sino que tales sentimientos serían aprobados por el espectador imparcial .

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porque el espectador imparcial aprueba, en alguna medida, los sentimientos morales, basándose en su utilidad del mismo modo que las acciones que tienen resultados beneficiosos son aprobadas en mayor medida por sus consecuencias: “la utilidad de una acción, a veces, contribuye a nuestro juicio sobre su mérito, independientemente de nuestro juicio acerca de lo correcto de los motivos”. Y eso conduce a consecuencias injustas cuando juzgamos al causante del daño. Pero, en sentido contrario, tendemos a sobrevalorar la moralidad de las conductas que producen efectos beneficiosos (obsérvese la relación de esta discusión con la metáfora de la mano invisible: no es la moralidad de las intenciones de los empresarios lo que nos permite juzgar favorablemente la competencia, sino los resultados – la satisfacción de las necesidades de los consumidores – de ésta). Los sentimientos irregulares – o la irregularidad de los sentimientos – permite al individuo mantener su autoestima (y la estima de otros) moral:
Sin embargo, a pesar de todas estas aparentes irregularidades de los sentimientos, si un ser humano lamentablemente provoca males que no pretendía, o fracasa en el logro del bien que sí pretendía, la naturaleza no ha dejado su inocencia sin consuelo alguno, ni su virtud sin recompensa alguna. El invoca en su ayuda esa máxima justa y equitativa, según la cual los acontecimientos que no dependen de nuestra conducta no deben disminuir la estima que merecemos. Emplaza toda su magnanimidad y fortaleza de espíritu y procura mirarse a sí mismo no a la luz bajo la cual aparece en el presente sino bajo la que debería aparecer, y bajo la que de hecho aparecería si sus generosos designios hubiesen sido coronados por el éxito, y bajo la que, a pesar de haber sido frustrados, seguiría apareciendo si los sentimientos de la humanidad fueran completamente sinceros y ecuánimes, o perfectamente coherentes consigo mismos.
La fracción más sincera y benevolente de la especie humana se adhiere totalmente al esfuerzo que realiza para vindicarse a sus propios ojos. Ejercita toda su liberalidad y grandeza de ánimo para corregir esa irregularidad de la naturaleza humana y tratan de contemplar su desafortunada magnanimidad en la misma perspectiva desde la que habrían estado naturalmente dispuestos a considerarla, sin esfuerzo generoso alguno, si hubiese tenido un buen resultado.

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piacular: “the word ‘piacular’ is derived from the Latin 'piaculum' which referred to both the act of trespass on sacred ground prohibited by religious law in Ancient Rome and the act of expiation required to atone for such trespass”. Este doble significado ha pasado al español en la palabra expiar y expiatorio.

Todo acaba en el cine: de Henry Ford a Humpfrey Bogart sobre el capitalismo

Bogart: Ganar dinero no es el objetivo principal de los negocios. Ganar dinero es una consecuencia inevitable

Holden: ¿Y cuál es el objetivo principal? ¿el poder?

Bogart: ¡Ay! eso se ha convertido en una palabra malsonante.

Holden: Y ¿qué? Tú estás en el sector de los plásticos ¿Qué prueba eso?

Bogart: ¿Probar? Nada en particular. Se inventa un nuevo producto, algo que es útil para la gente. La industria se desplaza y ocupa un área hasta entonces sin desarrollar. Se construyen fábricas, se monta la maquinaria y ya estás en el negocio. Es una casualidad. Y es una coincidencia que gente que no han tenido nunca un duro, ahora tengan diez y que los niños que iban descalzos lleven ahora zapatos y la cara lavada. ¿Qué hay de malo en un impulso o en una ambición que proporciona a la gente bibliotecas, hospitales, campos de béisbol y películas el sábado por la noche?

Texto del guion de la película Sabrina que hemos sacado del blog de Adam Gurri

Para lo de Henry Ford

"Si logras todo eso", respondió Ford , que debió pensar que el Abogado había formulado espléndidamente cuáles eran sus objetivos "el dinero y los beneficios te vendrán dados por añadidura y no podrás hacer nada para evitarlo"

Y también lo dijo muy bien John Kay

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