Hace algunos meses escribí en el Almacén de Derecho una descripción de lo que me parecía "Una política jurídica racional en materia de igualdad sexual" y utilicé la famosa foto de Michel tocándole literalmente los huevos a Valderrama. Es evidente que el propósito de su conducta no era 'libidinoso' sino estratégico. Trataba de 'desconcentrar' al jugador rival con una 'maniobra' (nunca mejor dicho) que provocara en la 'víctima' una distracción respecto del lance del juego. La buena de Mapi León se comportó exactamente igual que Michel. Su propósito no era libidinoso (a la vista de las fotos de su novia, está claro que Caracas no es su tipo).
En la entrada del Almacén citada explicaba que, cuando las mujeres se incorporan a entornos, organizaciones o actividades que, en el pasado, eran exclusivos de los hombres, es frecuente que las mujeres asuman las reglas 'vigentes' en dichos entornos y es normal que dichas reglas estén adaptadas a la psicología masculina. Si los entornos son 'mixtos' (como los lugares de trabajo o los colegios), eso puede resultar perjudicial para las mujeres y para la productividad. Por ejemplo, los horarios 'masculinos' de los despachos de abogados perjudican más a las mujeres que, en promedio, son más organizadas - en el sentido de que internalizan más las normas - que a los hombres. Y, en sentido contrario, parece que el refuerzo negativo funciona más con los varones que con las mujeres (en promedio).
De ahí que, a menudo, para garantizar la igualdad y promover la productividad haya que optar, bien por modificar las reglas - como en el caso de los horarios -, bien por la segregación por sexos cuando ésta sea preferible, por ejemplo, porque la cooperación en el seno de un grupo de solo hombres o solo mujeres puede ser más efectiva que en un grupo mixto (imagínese que los miembros del equipo tienen que vestirse y desnudarse varias veces durante el desarrollo de la tarea o que todos los miembros del equipo tienen que desarrollar varias tareas al mismo tiempo - multitasking -).
Apliquemos todo esto al caso de León-Caracas.
1. Hemos visto que, en el caso del fútbol - donde la segregación por sexos es imprescindible para salvaguardar el atractivo del espectáculo y permitir que las mujeres puedan practicarlo sin grave riesgo para su integridad física - tocar los genitales al jugador del equipo rival es una conducta 'permitida' por las normas sociales del fútbol como lo demuestra el incidente protagonizado por Michel y Valderrama. Como he explicado, no tiene propósito sexual sino estratégico.
2. El artículo 178 Código Penal define la agresión como cualquier "acto que atente contra la libertad sexual de otra persona". Me parece evidente que la tocada de chichi, como la tocada de huevos de antaño no es un acto que atente contra la libertad sexual de la víctima de la agresión. Podría ser una agresión para mujeres con un umbral bajo al respecto, pero no una agresión sexual. La tocada de chichi fue solo uno de los 'contactos' físicos entre las jugadoras. Hubo, además, empujones. No hay diferencia alguna, en términos jurídicos, entre el empujón y la tocada de chichi como no la habría habido si Michel, en lugar de sobarle los testículos, hubiera tirado de la oreja a Valderrama.
3. El problema para la jugadora del Barcelona es que juega al fútbol con otras mujeres pero ha interiorizado las prácticas del fútbol masculino que son mucho más permisivas en lo que a los 'contactos físicos' con los rivales se refiere que las que resultan aceptables para la psicología femenina. Hombres y mujeres entienden de forma muy diferente el acoso sexual. Los hombres, en promedio, no consideran los tocamientos no violentos como conductas agresivas sexualmente. Dado que son ellos los que normalmente inician los avances sexuales, comprenden con más facilidad esos avances cuando ellos son sus destinatarios. Las mujeres, a menudo, sí consideran estos avances como agresiones, porque no están, normalmente, en el lado activo de los mismos. Es decir, y por buenas razones evolutivas, los hombres muestran una mayor tolerancia a la agresión que las mujeres.
4. ¿Es posible que el hecho de que la jugadora del Barcelona sea gay haya provocado que lo que ella entiende por acoso sexual sea distinto de lo que entiende una jugadora de fútbol heterosexual? Yo diría que sí. Yo diría que si Caracas es heterosexual, la tocada de chichi le ha tenido que parecer completamente fuera de lugar. Y es probable que la psicología de las mujeres gay y las mujeres trans esté más próxima a la masculina (en promedio). Si a León una jugadora rival le toca el chichi en un lance del juego, reaccionaría, probablemente, como Valderrama. No le daría importancia. Es probable que las mujeres homosexuales tengan percepciones más similares a las de los hombres en cuanto a la valoración de los tocamientos no violentos.
5. Pero, si es así, ¡ay! las mujeres homosexuales han de compartir la pesada carga que el feminismo 2.0 y la izquierda posmoderna (o sea, toda la izquierda realmente existente) han impuesto a los hombres heterosexuales. Exagerando, en unos pocos años, habrá muy pocas mujeres heterosexuales en los equipos profesionales de fútbol femenino (de la primera división, explicar esto queda para otra ocasión)) y proliferarán las acusaciones de conductas 'machistas' y de haber perpetrado agresiones sexuales que sólo existen en mentes delirantes. Hablaremos de una homosexualidad tóxica y tendrán, las mujeres gay, que acudir a cursos de formación donde hombres gay les explicarán cómo debe comportarse una mujer cuando se relaciona con otra mujer. Al tiempo.
6. El caso de León y el caso de Rubiales se parecen todavía en otro aspecto: en ambos hay una explicación 'no sexual' de la conducta de los 'agresores'. León, ya lo he dicho, trataba de provocar la desconcentración de Caracas. ¿Y Rubiales? El 'besito' tiene una explicación alternativa a la sexual: expresar la emoción de alegría por la victoria (así ha aleccionado su abogado a Rubiales para su declaración ante el juez: "un acto espontáneo").
A mi me produce cierta prevención/repugnancia ver a alguien besar a un perro. Pero también me da cierta - menor - prevención ver a una madre o un padre darle un beso en la boca a su bebé o hijo/hija muy pequeño. Así es de rara la mente humana
Si Rubiales hubiera morreado a Hermoso, si le hubiera tocado simultáneamente el culo, si se hubiera regodeado en el 'momento' y Hermoso hubiera hecho gestos para apartarlo de sí... esta explicación habría de descartarse. Pero, si no es así, es una razón más que el juez tiene para absolverlo. Rubiales ha de ser absuelto porque es absurdo que un besito ante cuatrocientos millones de personas pueda ser calificado como agresión sexual; en todo caso concurre un error de tipo que excluye el dolo y la coacción en el sentido del Código Penal no ha existido por muchas presiones que Rubiales haya ejercido sobre Hermoso. El Derecho español sería salvaje si, como pide la cafre (bárbara y cruel) y mala jurista que es la fiscal, se condenara a pena de cárcel a Rubiales.
Pero las mujeres gay harían bien en estar alerta. Su suerte está cada día más ligada a la de los varones heterosexuales.
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