lunes, 3 de febrero de 2025

Elías Díaz y la pregunta de examen: ¿a qué orden religiosa pertenecía Lutero?

Foto por Schumacher, Jacques Deutsche Fotothek,

Fue mi profesor de Filosofía del Derecho en 1984-1985. No era un docente - orador. Pero sus clases eran siempre interesantes. O sea, lo que deben ser las clases universitarias. Era cercano y te trataba como te merecías, lo que significa que si decías una tontería, te lo hacía notar. Recuerdo dos anécdotas suyas que describen bien al personaje.

La primera tuvo lugar en la Junta de Facultad. Según la normativa interna de la UAM, todos los convenios que la UAM firmase con cualquier universidad del mundo debían ser aprobados por todos los escalones administrativos de la universidad: el 'área de conocimiento', el departamento, la facultad y el rectorado - consejo de gobierno. Por muy ridículo o nimio que fuera el contenido del convenio. Así que en casi todas las juntas había un punto del orden del día que consistía en aprobar el convenio con la universidad de Reikiavik que había firmado el departamento de historia medieval o el convenio con la universidad de Ulan-Bator que habían firmado los de Psicología Evolutiva. Excuso decir que aprobábamos por asentimiento todos los convenios que se nos presentaban. Y un día el convenio era con la Universidad de Pelotas, Entonces levantó la mano Elías Díaz y dijo:

"¿Alguien se ha leído este convenio? A ver si va a resultar que como todo el mundo cree que alguien sensato y sin intereses espurios ha promovido la firma, nadie se lo ha mirado y acabamos firmando un convenio con el cártel de Medellín"

Nos reímos todos pero, con el tiempo, cada vez que me acuerdo, me río menos. Hoy, en la vida pública, no podemos fiarnos de que los que proponen medidas legales o administrativas, nombramientos, reformas etc lo hacen "de buena fe, en interés de la Sociedad, con independencia de juicio y sin conflicto de interés" (art. 226 LSC). Eso era lo que creíamos los españoles en los años ochenta. Elías Díaz tenía razón: no nos podemos fiar.

También tenía razón cuando, criticando la manía por las 'prácticas', que entonces empezaba a gangrenar los estudios universitarios, nos decía que aprendiéramos 'teoría'. "la práctica se aprende en seis meses". Es así. Y el que no aprende teoría (buena teoría, es decir, valiosa intelectualmente) podrá apretar tornillos, pero no construir un motor. 

Se quejaba ya entonces de lo mismo que nos quejamos los profesores universitarios hoy: que los alumnos no saben nada. Naturalmente, nada de lo que el profesor cree que una persona culta debe saber. En su caso, Marx. Y decía que nosotros - sus alumnos - éramos marxistas o antimarxistas pero no habíamos leído a Marx y éramos católicos o anticlericales sin haber leído la Biblia. Ahí no tenía razón. Uno no necesita haber leído El Capital para decidir si es marxista o antimarxista. 

Yo, que no era - ni soy - de los que gusten de leer textos escritos antes del siglo XX (prefiero que alguien inteligente me los 'traduzca') le contesté en esos términos. Pero entonces dijo algo que todavía recuerdo como si fuese hoy. Recordó una pregunta que puso en un examen: ¿A qué orden religiosa pertenecía Lutero? El alumno contestó "Era jesuita". Y el profesor le puso un cero. ¡Qué exageración! Suspender al alumno porque se ha equivocado en una cosa tan sin importancia como la orden religiosa a la que había pertenecido Lutero. Elías Díaz nos dio la explicación: los jesuitas son los protagonistas de la Contrarreforma. La orden se fundó para combatir la Reforma protestante cuyo padre es Lutero. Haberlo adscrito a cualquier otra orden (benedictinos, dominicanos, franciscanos) habría sido un error venial. Pero, ¿jesuita? Ese error revelaba que el alumno no sabía nada de Lutero, ni de la Reforma, ni de la Contrarreforma. 

No creo que haya gente que tenga un mal recuerdo de Elías Díaz. Ojalá digan de uno algo así cuando nos toque marcharnos. 

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