martes, 27 de octubre de 2020

¡Es la maternidad, estúpido! (y los horarios)


@thefromthetree @aliceinbo


Estas son las conclusiones (un trabajo previo, aquí): 

A medida que la brecha educativa se ha cerrado y revertido a favor de las mujeres en las últimas décadas, las mujeres jóvenes entran en el mercado de trabajo en mayor número que nunca antes y cada vez más comienzan sus carreras laborales en condiciones similares a las de los hombres. Sin embargo, sus trayectorias en el mercado laboral difieren mucho con la llegada de el primer hijo. El impacto diferencial que los hijos tienen en las carreras de hombres y mujeres continúa siendo la explicación de primer orden de las brechas de género que quedan en el mercado laboral.... la proporción de la brecha de ingresos entre los sexos que puede atribuirse a los hijos frente a otros factores es sustancial y ha aumentado en los últimos cuatro decenios. Para mediados de la década de los 2010, la desigualdad reconducible a los hijos representaba casi dos tercios de la brecha salarial. 

¿Cabe esperar que esta penalización por maternidad afecte de forma diferente a unas mujeres que a otras en función de si su salario - el de las mujeres - es más alto que el de sus maridos? 

.... Si las mujeres obtienen salarios más altos que sus maridos, entonces la penalización por maternidad en los ingresos sólo pueden explicarse porque las mujeres sean más productivas en el hogar, valoren más las tareas del hogar (preferencias), o los hogares acepten incurrir en una pérdida de utilidad cuando las mujeres de la pareja trabajan fuera de casa. En fin, estas diferencias en las preferencias podrían haberse generado por la internalización de las normas sociales tradicionales sobre el papel de cada uno de los sexos. En el trabajo, mostramos que... las penalizaciones en los ingresos derivados de la maternidad se observan en todos los grupos de mujeres, incluso las que tienen una formación muy superior a la de sus cónyuges y, por tanto, para las que es probable que obtengan salarios superiores, lo que sugiere que es poco probable que la ventaja comparativa (en el hogar) por sí sola explique el menor rendimiento relativo de las mujeres en el mercado laboral.

Y esto es lo más novedoso del estudio: las mujeres adoptan sus decisiones sobre su carrera laboral pensando en si serán madres y en que tendrán que ocuparse en mayor medida que el cónyuge del cuidado de los hijos, de modo que eligen un puesto de trabajo - si pueden - que les permita en la mayor medida posible compatibilizar ambas tareas: 

... lo que la literatura económica considera típicamente como diferencias de género en las preferencias por el puesto de trabajo es probable que provenga del hecho de que las mujeres responden a la llegada de los hijos de manera diferente a los hombres, y eligen ocupaciones y trayectorias profesionales que son más compatibles con su papel como proveedoras dominantes del cuidado de los niños dentro de la familia.... la idea de que las consideraciones sexuales y las normas sociales influyen en diversos resultados económicos y sociales pueden ayudar a racionalizar por qué las mujeres siguen soportando una carga desproporcionada en el cuidado de los niños, a pesar de la convergencia en las funciones económicas desempeñadas por ambos sexos en la sociedad

¿Qué se puede hacer? Como me ha sugerido mucha gente, el diseño de los puestos de trabajo puede hacer más que muchas normas imperativas y restrictivas de la libertad de la gente para hacer con su vida lo que le parezca. Así, según las autoras, aumentar la baja por maternidad puede ser un arma de doble filo y puede tener repercusiones negativas sobre los ingresos de las mujeres en el largo plazo. Más efectos positivos tiene la posibilidad de "subcontratar" el cuidado de los niños (guarderías). Políticas que promuevan la participación de los varones en el cuidado de los niños (bajas por paternidad) también parecen prometedoras pero su "eficacia puede verse limitada" porque, psicológicamente, conduzcan a los hombres a considerar que "ya han cumplido" y no participen en las cargas de cuidar a los niños conforme éstos crecen. Al final, - dicen los autores - es un problema de la "demanda" de tiempo: las mujeres - madres ganan menos porque dedican menos horas al trabajo y dedican menos horas porque los horarios laborales son demasiado rígidos. Hay que eliminar el "premio" - o, simétricamente la penalización - por soportar un horario inflexible - por disfrutar de un horario flexible - si queremos cerrar la brecha salarial. 

 Patricia Cortés y Jessica Pan, Children and the Remaining Gender Gaps in the Labor Market, 2020

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustaría matizar algo a tan interesante post, como madre trabajadora con alta cualificación académica, emparejada con un profesional (mucho) mejor remunerado.
1. Es cierto que la expectativa de la maternidad condiciona las preferencias profesionales de las mujeres. Sobre las opciones de las jóvenes no hay nada que objetar (ni regular), si se ejercen libremente. Pero no se trata sólo de la maternidad, la realidad muestra que el género es un factor diferencial. Las chicas tienden a escoger carreras y profesiones asistenciales o más “socializadas” sin priorizar el “éxito”: véase la tendencia a la feminización de las profesiones sanitarias, psicología, trabajo social, educación, etc., y la prevalencia masculina entre los futuros ingenieros.
2. Parece un reto ineludible atribuir a los cuidados el altísimo valor que tienen, en la sociedad y la familia (no sólo de los hijos, también de los ancianos y de los "productivos" maridos). Valor económico, porque para ser factores de producción sostenidamente eficientes, los profesionales bien retribuidos necesitan un soporte asistencial y afectivo. Pocos renuncian a tener hijos educados, camisas bien planchadas y una rutina doméstica organizada. Si hubieran de pagar asalariados por todos estos servicios, sus retribuciones "netas" (deducido el coste de la asistencia retribuida) serían inferiores, y más parecidas a las de sus parejas. Se trata de no confundir valor con precio, porque las relaciones humanas con relieve económico son más complejas de lo que los enfoques usuales dejan ver. P.e. un mayor pertenece a las “clases pasivas”, pero cuando es abuelo, puede ser indispensable para el trabajo de sus hijos porque cuida de sus nietos. Su pensión y el coste de su sanidad no son una carga financiera para la sociedad, sino una "reinversión" en capital humano.
3. La inversión pública en guarderías es imprescindible, pero no basta. Los niños son enfermos crónicos, y mientras se "inmunizan" alguien debe estar disponible para llevarlos al médico y quedarse con ellos cuando enferman. A menudo son sus madres o abuelos. Afortunadamente, cada vez más hombres quieren, y pueden, flexibilizar su horario alegando esta circunstancia. Pero no en todas las profesiones está "tolerado". Muchos de los abogados que leen este blog sabrán a qué me refiero.
4. La sociedad debería asumir que la crianza y el buen desempeño de un trabajo exigente son actividades poco compatibles. Y la solución no puede ser ejercer la primera en los resquicios del segundo, sino asumirla (y repartirla) como una actividad primordial que ocupa algunos de los años más "productivos" de la vida. Para hacerlo sin un inasumible coste sobre la trayectoria profesional (y la energía vital y salud psicológica) de la madre hay que invertir recursos, pero sobre todo compartir un ideario coherente (y todo lo "apolítico" que una cuestión que tanto afecta al bienestar colectivo pueda ser). No se trata de "adoctrinar" en revanchismo de género etc. Si consideramos que los hijos y los ancianos son un valor, hay que tasarlos alto, en lo público y privado. Además, la vida profesional es lo bastante larga como para que los años "invertidos" en la crianza y los cuidados puedan ser "recuperados", y reviertan al trabajo, que puede beneficiarse de las muchas aptitudes que la conciliación pone en juego (negociación, organización del tiempo, las personas y los dineros). Tener profesionales menos agotados o exasperados, más motivados, sale rentable a medio plazo.
Pero no tiene que haber competencia desleal. Mientras unos funcionen como si la crianza no mermase la vida profesional (porque se benefician de subvenciones en moneda de cuidados), y otros (normalmente ellas) cojan excedencias, medias jornadas, o paseen por el trabajo sus ojeras, no se cerrará la brecha. Empresas e individuos, ellos y ellas, deben asumir que es una tarea (y una inversión) de todos, y que si se reparte equitativamente, cada uno carga con menos peso y todos con un peso más parecido.

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