Gordon Bennet, Self portrait #8 2003
Los autores describen cuatro estrategias que permiten “escalar” la cooperación en sociedades de gran tamaño, es decir, conseguir niveles intensos de cooperación en el seno de Sociedades del tamaño y complejidad de las históricas (varios millones de personas que intercambian y actúan coordinadamente – especialmente en la guerra –). Estas cuatro estrategias (o “palancas de la reciprocidad” como las llaman los autores, esto es, como estrategias que permiten resolver los problemas sociales de coordinación y acción colectiva en sociedades de gran escala) son
la formación de subgrupos (nested grouping),
la aplicación descentralizada de las reglas que sustentan la cooperación (decentralised enforcement) sobre la base de información distribuida localmente;
la aplicación centralizada de las normas acompañada de la centralización del poder de coacción (centralised enforcement and coercive power)
reglas formales, diríamos, jurídicas.
El punto de partida es que el comportamiento altruista (la conducta a coste para uno que beneficia a otro) lo sostiene, prima facie, la relación genética entre dos individuos (parentesco). Esta relación genética vincula no sólo a los parientes colaterales sino también a “un individuo vivo hoy y sus parientes no nacidos en el futuro, ya que la selección natural puede centrarse en los efectos fenotípicos de un actor potencialmente hasta cientos de generaciones en el futuro”
La consecuencia es que (i) “no se espera que los individuos se comporten sistemáticamente de forma altruista con los no parientes, y por tanto no por el bien común, a menos que se les incentive a hacerlo”. O sea, los humanos son individuos egoístas pero que responden a incentivos para desplegar conductas altruistas y mutualistas. Las sociedades a gran escala se sostienen gracias a la especialización/división del trabajo y los intercambios, actividades que tienen, como presupuesto, un comportamiento cooperativo que es costoso dada la existencia de conflictos de interés; (ii) “los individuos tenderán a buscar recompensas para sí mismos y sus parientes, ya que esto aumenta la supervivencia y posibilidades de reproducción”. Las recompensas incluyen no solo los bienes sino “el conocimiento, la reputación, la influencia que se correlacionan con el poder, que, a su vez, correlaciona con la reproducción y el acceso a los recursos que mejoran la supervivencia” del individuo y su linaje.
La hipótesis de los autores es que una Sociedad de cualquier tamaño puede alcanzar altos niveles de cooperación (resolver los dilemas sociales) a través de instituciones que proporcionen a los individuos los incentivos adecuados. Básicamente, que permitan el funcionamiento de la reciprocidad como regla de conducta social. La reciprocidad actúa, inicialmente, en relaciones diádicas: hoy por ti y mañana por mi. El amor con amor se paga etc. La mutualidad se basa en la reciprocidad: procuro un beneficio a mi compañero a cierto coste para mi porque espero recibir un beneficio en el futuro de mi compañero. La reciprocidad sostiene relaciones cooperativas que son juegos de suma positiva (la “prestación” de mi compañero vale más para mi de lo que le cuesta a él y viceversa porque, por ejemplo, cuando yo presto he tenido suerte en la caza y cuando recibo su prestación he sufrido un accidente que me tiene inválido).
Para que la reciprocidad pueda sostener la cooperación es imprescindible “que los humanos se enfrenten a situaciones de interacción recurrentes”, que se repitan. Se generan así “incentivos intertemporales” que permiten que la cooperación sea un equilibrio:
…los incentivos intertemporales implican un equilibrio entre los beneficios presentes y futuros, en el que los costes individuales presentes deben equilibrarse de un modo u otro con los beneficios futuros que dependen del comportamiento actual del actor. Este mecanismo de cooperación contingente se denomina genérica y coloquialmente "principio de reciprocidad".
¿Por qué si la reciprocidad es diádica ‘escala’ fácilmente? Porque, indirectamente, pasa de ser diádica a ser colectiva gracias a la construcción de una reputación individual como buen cooperador que se extiende mediante la observación, el ‘cotilleo’ y la generación de un ‘mercado’ de parejas sexuales y ‘laborales’.
Si A ve que B ayuda a C cuando C lo necesita, A ayudará a B cuando B lo necesite si cree que, en el futuro, podrá necesitar de la ayuda de B etc.
Naturalmente, cuando el grupo se hace tan grande que estas relaciones directas y frecuentes y observables por todos no son posibles, es necesario crear ‘subgrupos’ (bandas que viven en un campamento en el caso de los grupos étnico-lingüísticos de un grupo de cazadores-recolectores). Es lo que los autores llaman “nested grouping” u organización de la Sociedad en “subgrupos delimitados”.
Esto implica que los individuos tienen la capacidad para recordar el pasado e imaginar el futuro y que esperan que el pasado tenga efectos sobre el futuro. Los padres y aloparientes pueden habituar a los niños a comportamientos prosociales porque los acostumbren a recibir recompensas tras realizarlos; los que se comportan antisocialmente pueden esperar la reacción adversa en forma de insultos, denigración u ostracismo por parte de los demás o puede centralizarse esta reacción asignando a un ‘especialista’ la retribución (‘Estado’) o establecer reglas universalmente aceptadas que facilitan – reducen los costes de – los intercambios (instituciones de mercado).
La primera transformación que permite a una Sociedad aumentar su tamaño de forma estable – escalar – es la creación de subgrupos (a la caída del Imperio Romano, el proceso inverso provocó una reducción de la complejidad económica y la cooperación se limitó al seno de subrgupos delimitados organizados institucionalmente a través de ‘corporaciones’). Es a este nivel “local” al que se pueden dar las condiciones descritas más arriba y que permiten sostener la cooperación de forma estable.
Los problemas de la cooperación los describen los autores como sigue.
En primer lugar, problemas de coordinación, es decir, la necesidad de que varios individuos adopten el mismo curso de acción (sincronización) o actúen armónicamente en función del objetivo común que se pretende lograr. El problema de coordinación existe porque hay posibilidades alternativas pero todos son capaces de divisar la conducta sincronizada o armónica que facilita la consecución del objetivo común: ej., juego de caza del ciervo.
En segundo lugar, dilemas sociales o problemas de acción colectiva. Por ejemplo, la explotación de un caladero común (la pesca del lago por los habitantes ribereños) que da lugar o puede dar lugar a la ‘tragedia de los comunes’ y, en sentido contrario, la eliminación del gorrón que se escaquea y no contribuye a la obtención del fin común cuando se trata de producir ‘bienes públicos’ (un faro, una carretera…). En estos casos dicen los autores que “existe… un conflicto entre los intereses individuales y los colectivos, y el problema social es más fuerte que en un problema de coordinación, ya que se obtienen resultados en los que todos los individuos desean que los demás cambien su comportamiento”.
No estoy seguro de que sean esencialmente diferentes de los problemas de coordinación. En realidad, es el tamaño del grupo – y, por tanto, el mayor coste del control de las conductas individuales de sobreexplotación o escaqueo – el que determina que pasemos de tener un problema de coordinación a tener un problema de acción colectiva. En una relación diádica, el control recíproco entre los dos individuos es total. Si uno no coopera, el otro tampoco lo hará. El gorrón o el que se apodera del recurso común en exclusiva sólo lo podrá hacer una vez porque será descubierto y castigado en la siguiente interacción (nadie querrá cooperar con él). Conforme el número de los individuos que han de coordinarse aumenta, el problema de sincronización – coordinación se convierte en un problema de acción colectiva. Y, en efecto, más adelante, los autores afirman lo siguiente:
(a) la cooperación es factible independientemente de la escala de la sociedad y (b) el problema fundamental al que se enfrentan los individuos en una sociedad es un problema de selección entre la miríada de posibles formas alternativas de estructurar sus interacciones y expresar comportamientos de equilibrio. En otras palabras, el principio de reciprocidad afirma que tanto los problemas de competencia como los dilemas sociales pueden transformarse en problemas de coordinación, que se convierten así en el principal problema a resolver en una sociedad
En tercer lugar, problemas de competencia en el sentido de competición o conflicto por bienes escasos. Como han explicado los filósofos y los economistas, la competencia como ‘juego’ no tiene por qué ser de suma cero (Vanberg). La competición deportiva es un juego de suma cero pero la competencia económica, no. La clave está en si la competencia genera incentivos entre los participantes para aumentar la producción de los bienes. Por el contrario, cuando se trata de bienes posicionales (como el estatus social o la reputación pero también la altura física), la competición es semejante a la deportiva (sólo puede haber un ganador).
A continuación, los autores explican que en una Sociedad hay dos tipos de interacciones entre sus miembros: los juegos económicos – intercambio, persecución conjunta de un fin común – y los juegos políticos, es decir, “la génesis activa de las reglas aplicables a las interacciones económicas repetidas”. Estas reglas se generan a través de la “comunicación y la negociación” en la que participan todos o un subconjunto de los miembros del grupo. La Política determina así el marco en el que se desarrollan las interacciones económicas.
¿Cómo han resuelto las Sociedades humanas los problemas de coordinación-acción colectiva-competición desde que existe el homo sapiens?
En las sociedades de cazadores-recolectores nómadas, estos problemas eran sencillos porque las interacciones eran frecuentes, entre las mismas personas, de modo que la información era completa y la conducta de los demás, observable. El futuro era muy largo como garantía de la observación presente de las reglas de la cooperación: “… los dilemas sociales y los problemas de competición pueden resolverse mediante la reciprocidad directa e indirecta… aplicando sanciones colectivamente”. La comunicación es poco costosa lo que permite construir consensos incluso mediante “reuniones ocasionales” formalmente convocadas y en la que participan todos los varones para decidir sobre asuntos “políticos” tales como “las normas para el matrimonio y quizá la participación en guerras”.
En las sociedades hortoculturalistas (sedentarios) que se alimentan de lo que producen huertos además de la caza y la recolección, el volumen de actividades que requieren coordinación aumenta (sistemas de regadío e inmisiones – relaciones entre vecinos, como cuando un cerdo de un vecino destroza el huerto del otro; además se multiplican las “tragedias de los comunes” especialmente porque Sociedades humanas rivalizan por los mismos caladeros, lo que da lugar a la guerra y a la formación de coaliciones defensivas entre grupos (bandas que forman tribus que se enfrentan a otras tribus formadas por bandas). En comparación con los grupos nómadas, estas Sociedades requieren de mecanismos más elaborados de adopción de decisiones centralizadas – políticas – porque la formación de consensos es más costosa. Aparecen los ‘big men’ con capacidad para usar la coacción y recaudar impuestos y repartirlos entre los que le sostienen.
En las sociedades agrícolas pre-estatales, las tecnologías ‘jurídicas’ empiezan a estar disponibles: propiedad individual de los recursos que se intercambian con uso de dinero o, al menos, de unidades de cuenta. Hay liderazgo centralizado capaz de imponer sanciones que resuelve los conflictos que surjan en la cooperación interindividual. Pero los costes de tener un líder con poder para resolverlos aumentan porque los líderes son egoístas lo que puede acabar en una reducción del bienestar y la eficiencia del grupo.
Cuando estas sociedades se convierten en estatales, “el uso de dinero se integra completamente en la economía”. La importancia de la generalización del uso de dinero es enorme: todas las relaciones de intercambio pueden hacerse diádicas (se reducen enormemente los costes de transacción) y se reduce la ‘cantidad’ de confianza que cada parte de un intercambio ha de poner en la otra para llevarlo a cabo lo que permite multiplicar las transacciones entre extraños que no pueden sostenerse con la reciprocidad. Aparecen los mercados y todos sus efectos benéficos incluidas instituciones que mejoran el contenido informativo de los precios. P. ej., aparecen personas jurídicas que pueden acumular reputación y garantizar a los individuos el cumplimiento de los contratos. La producción se lleva a cabo, cada vez en mayor medida en ‘empresas’, esto es, se produce por ‘grupos especializados’.
En el seno de estas sociedades, se pueden formar subgrupos separados entre sí (corporaciones, no sólo de base territorial) que gestionan autónomamente los recursos colectivos y por tanto la producción y garantizan el comportamiento prosocial de todos los miembros con los mismos mecanismos que en una sociedad de nómadas o de hortoculturalistas.
Estas estructuras corporativas abarcan tanto aldeas de agricultores como ciudades con mercado y gremios y consulados. A menudo se basan en una gobernanza policéntrica con múltiples centros de toma de decisiones (colectivas)… que operan con cierto grado de autonomía y que se organizan en función de fines específicos... Esto permite la aplicación del mecanismo de reciprocidad dentro de los grupos y entre ellos. Estos cambios en la estructura organizativa también implican que el grupo al que un individuo pertenece no está necesariamente vinculado a la proximidad espacial, sino que depende de la situación de acción (ej., a la condición personal de comerciante, carpintero, clérigo, monje…), cada una de las cuales puede implicar una red de interacción diferente y, por tanto, un "grupo local".
El monopolio de la coacción y la capacidad de imponer tributos en una región permite la realización de proyectos a gran escala
(por ejemplo, la construcción de pirámides) que se hacen cumplir mediante amenazas religiosas, legales y físicas que crean y mantienen incentivos intertemporales. El Estado obtiene recursos a través de fuertes impuestos sobre la producción primaria, pero no interfiere mucho en otros aspectos, por lo que el sistema de producción sigue estando parcialmente descentralizado.
Por fin, las modernas sociedades liberal-democráticas se caracterizan por unas enormes necesidades de coordinación. Dicen los autores que esto es consecuencia de la extrema especialización y división del trabajo: “es difícil exagerar estas necesidades de coordinación en una sociedad en la que todos los individuos son completamente interdependientes y han de recurrir a los demás para satisfacer prácticamente la totalidad de sus necesidades”. La solución consiste en multiplicar los grupos y subgrupos de todos los tamaños y escalas en cuyo seno la reciprocidad – indirecta –, o sea las relaciones mutuamente beneficiosas pueden florecer y multiplicarse y que las relaciones en los mercados sean, con más frecuencia, no relaciones entre individuos sino relaciones entre corporaciones – personas jurídicas – grupos que interactúan repetidamente logrando así las ventajas de los intercambios pero ‘con esteroides’ y las de la innovación en la producción.
Las reglas que articulan esos intercambios son generales y están sometidas a presiones competitivas, se aplican descentralizadamente porque son elegidas por los que participan en esos intercambios (autonomía privada), pero se preserva el monopolio de la coacción lo que tiene la “ventaja de poder imponer la coordinación y la cooperación en prácticamente todos los niveles de organización”. Y “las reglas, ya sean informales o formales, aportan la ventaja de aislar los equilibrios y los patrones de resultados entre alternativas”.
Esto quiere decir – creo – que la estabilidad del sistema jurídico permite evaluar la contribución de las reglas a la solución de los problemas de coordinación y cooperación y modificarlas a través de la autonomía privada y la libertad de los que intercambian para elegir la regla que más les conviene. La importancia de la idea de que el Derecho es “positivo”, esto es, que se puede determinar qué regla concreta se aplica a una situación concreta, no puede exagerarse. Sólo si la regla está pre-determinada pueden los individuos o las corporaciones que las aplican intentar su modificación (su inaplicación) si la regla no mejora la cooperación.
Los autores añaden que, gracias a esta articulación de la cooperación en grupos y subgrupos “el contexto de la cooperación no cambió cualitativamente a medida que las sociedades aumentaron de tamaño” lo que explica la estabilidad del Derecho pero la mutabilidad de las reglas jurídicas y explica también cómo afecta el aumento de las interacciones a los mecanismos que permiten sostener la reciprocidad:
En concreto, hacemos las siguientes predicciones: (a) cuanto más grande es una sociedad, más niveles de agrupación anidada tiene y más importante se vuelve el poder coercitivo centralizado para resolver los problemas sociales de toda la sociedad; (b) cuanta más división del trabajo hay en una sociedad, más reciprocidad indirecta (en contraposición a la reciprocidad directa) resuelve los dilemas de coordinación e intercambio; y (c) cuanta más diversidad social hay, más reglas se necesitan para abordarlos
Esta explicación quedaría refutada si existiera
una sociedad a gran escala basada en el mercado, que extrae y fabrica todos sus recursos ("sociedad autárquica") sin ningún poder coercitivo centralizado y que, por tanto, depende exclusivamente de la reciprocidad indirecta de individuo a individuo para permitir la cooperación.