lunes, 28 de agosto de 2023

Las cartas intercambiadas entre Scholem y Arendt a raíz de la publicación de Eichmann en Jerusalén


foto: Elena Alfaro

Ruiz Miguel, en esta entrada del Almacén de Derecho hace referencia a la polémica que siguió a la publicación del libro de Hanna Arendt que recoge el autor citado al final. Ruiz Miguel cree que Arendt fue víctima de la "decepción", una forma de autoengaño. 

Eichmann decepcionó a Arendt, que habría acudido al juicio de Jerusalén bajo la suposición de que iba a observar a un monstruo, a la encarnación del diablo: su actitud y sus declaraciones en el juicio la convencieron de que estaba ante un ser normal y corriente que había cometido delitos monstruosos por motivos banales. Si esto fuera así, la decepción le habría jugado una mala pasada a una pensadora que extremó su envidiable y habitual originalidad y valentía intelectual en una tesis exorbitada. Lo que quizá enseñe que la decepción por un exceso de imaginación puede llevarnos a perder el equilibrio.

Eichmann era, realmente, un monstruo.

Entre los que criticaron a Arendt estaba Geshom Scholem. Así resume la polémica Ezra:

El académico Gershom Scholem, amigo de Hannah Arendt, la acusó de utilizar un "tono despiadado, a menudo casi burlón y malicioso". Su relato", escribió, "deja de ser objetivo y adquiere tintes de malicia". Scholem explicó por qué el libro molestó tanto al menos a los críticos judíos: En la tradición judía existe un concepto, difícil de definir y sin embargo suficientemente concreto, que conocemos como Ahabath Israel: "Amor al pueblo judío....". En ti, querida Hannah... encuentro pocos rastros de esto". Puesto que el tema era la destrucción de un tercio del pueblo judío, 'simpatizo poco con ese tono -bien expresado por la palabra inglesa "trivializar"- que empleaste tan a menudo en el curso de tu libro. Es inimaginablemente inapropiado para el asunto del que habla'.

En la primera edición del libro, posteriormente modificada, Arendt se había referido a Leo Baeck 'que a los ojos de judíos y gentiles era el "Führer judío"'. Scholem atacó: 'el uso del término nazi en este contexto es suficientemente revelador. No se habla, por ejemplo, del "líder judío", que habría sido a la vez apropiado y libre de la connotación horrorosa de la palabra alemana - se dice precisamente lo que es más falso y más insultante". Scholem continuó acusando a Arendt de "voluntad demagógica de sobredeclaración". Añadió que "su descripción de Eichmann como "converso al sionismo" sólo podía provenir de alguien que sintiera una profunda aversión por todo lo que tuviera que ver con el sionismo....". Equivalen a una burla del sionismo; y me veo obligado a llegar a la conclusión de que ésa era, de hecho, su intención". 

Arendt respondió a Scholem sin disculparse: Tiene usted toda la razón: no me mueve ningún 'amor' de este tipo, y por dos razones: Nunca en mi vida he "amado" a ningún pueblo o colectivo: ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al americano, ni a la clase obrera ni nada por el estilo. De hecho, sólo "amo" a mis amigos y el único tipo de amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas. En segundo lugar, este "amor a los judíos" me parecería, puesto que yo mismo soy judía, algo bastante sospechoso .... No "amo" a los judíos, ni "creo" en ellos; simplemente pertenezco a ellos como algo natural, más allá de toda discusión o argumento. 

Además de defenderse en otros puntos que Scholem había planteado, Arendt profundizó en su opinión sobre los Consejos Judíos: Dije que no había posibilidad de resistencia, pero existía la posibilidad de no hacer nada. Y para no hacer nada no hacía falta ser un santo, bastaba con decir: Soy un simple judío y no deseo desempeñar ningún otro papel.... Estas personas seguían teniendo una cierta y limitada libertad de decisión y de acción. Del mismo modo que los asesinos de las SS también poseían, como ahora sabemos, una elección limitada de alternativas. Podían decir: "Deseo ser relevado de mis deberes asesinos", y no les pasaba nada. Puesto que estamos tratando de política de hombres, y no de héroes o santos, es esta política de 'no participación'... la que es decisiva si empezamos a juzgar, no al sistema, sino al individuo, sus elecciones y argumentos.

 The Eichmann Polemics: Hannah Arendt and Her Critics Michael Ezra, Democratiya 9 | Summer 2007

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