foto: Jessica Backhaus
Thomas Sowell, en sus memorias tituladas 'A Personal Odyssey', 2000
Otra llamada inesperada que recibí al llegar a California, fue la de Kenneth Arrow, el economista de fama mundial, que a la sazón era presidente de la American Economic Association, la organización nacional de economistas.Me ofreció formar parte del Consejo editorial de la revista American Economic Review, órgano oficial de la asociación y la revista más leída en la academia de los economistas.Era obviamente un honor, pero yo le pregunté: ¿Cuándo fue la última vez que usted ofreció este puesto alguien que no había publicado nada en los últimos dos años?La respuesta le sorprendió, quizá porque no hay tanta gente qué mira los dientes a caballo regalado. Al profundizar en el asunto, resultó que había preocupación por la diversidad racial en el Consejo editorial de la revista.
No solo rechacé la oferta, sino que le dije que el empleo de criterios diferenciados según la raza era una idea terrible y dañina.El caso es que fui tan insistente que sentí la necesidad de llamarle después para aclararle, que no se trataba de nada personal, sino de una cuestión de principio
Para tener éxito, un grupo que cría a sus hijos juntos necesita jóvenes que sean capaces de aprender a controlar la forma en que responden a los sentimientos de ira, hambre y lujuria. Los jóvenes que no pueden, o no quieren, cooperar perjudican a todo el grupo y el delincuente podría tener que ser eliminado. Los grupos que desarrollaron la costumbre de expulsar a aquellos que se portan mal repetidamente son capaces de mantener un ambiente para criar descendencia que es un bonus para el grupo. Y esta costumbre también crea un entorno en el que las generaciones futuras se comportarán mejor".
Es muy poco probable que los jóvenes difíciles que han sido expulsados de su grupo parental lleguen a la edad adulta y produzcan descendencia, por lo que los genes asociados con su comportamiento dañino serán menos comunes en la población. Como resultado, generación tras generación, los miembros del grupo se volverán menos agresivos y competitivos y más orientados al grupo".
Y deduce lo siguiente:
los primeros padres humanos (u otros miembros de la comunidad) condenaron al ostracismo o mataron a niños que exhibían un comportamiento agresivo y de intimidación.
y nos cuenta finalmente que Newsom y Richerson conocían la tesis de Wrangham, que la habían discutido y que su conclusión era que ambas eran compatibles. Lo mejor viene a continuación. Henderson nos recuerda un trabajo de Judith Rich Harris (la autora de 'El mito de la educación') titulado "Parental selection: A third selection process in the evolution of human hairlessness and skin color" publicado en 2006. La tesis de Harris en este trabajo es la siguiente:
... la ausencia de pelo en muchos humanos (lampiños) y la piel pálida que se ve en los europeos y asiáticos modernos, no son el resultado de la selección darwiniana; Estos atributos no proporcionan beneficios de supervivencia. Son más bien el resultado de la selección sexual combinada con un tercer proceso, previamente no reconocido: la selección por parte de los padres.
¿Selección parental como tercera forma de selección? La verdad es que parece equivalente a la selección que practican los ganaderos o la que ha conducido a la domesticación de los animales por el hombre. Para que la selección parental de entre sus hijos pueda tener efectos, debe estar generalizado el uso del infanticidio y producirse éste de manera selectiva, esto es, afectando más a las crías que presentaban o carecían de algún rasgo hereditario. Harris se fija en el pelo corporal y en el tono de la piel: si las madres decidían, con cierta frecuencia, qué bebe abandonar - por no poder criarlo - pero tenían cierta 'discrecionalidad', podrían verse tentadas de conservar con vida los bebés más 'bonitos' o 'atractivos' en el sentido de más conformes con las preferencias culturales o patrones de belleza de la cultura materna.
Lean el post de Rob K. Henderson en su siempre interesante blog.
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