A la gente corriente le perdonaremos la vida, pero hay que matar a la nobleza, al clero y a los judíos.
Reinhard Heydrich, director de la Gestapo, 8 de septiembre de 1939
Si quieres aniquilar una cultura puedes hacer dos cosas. Una es matar a todos los individuos cuya cultura quieres hacer desaparecer. Es lo que se hizo en el siglo XX en la ciudad de Lemberg, Lwów, Lvov o Lviv, donde había una población grande judía que fue exterminada (Calle Este, Calle Oeste). Pero si quieres salvar a la gente corriente, como quería Heydrich, puedes concentrarte en los líderes políticos y religiosos de la comunidad que quieres destruir porque éstos sirven
"como puntos focales para las comunidades culturales, ayudando a transmitir la identidad del grupo de una generación a la siguiente y, por lo tanto, desafiando los intentos del nuevo régimen de imponer lealtades e ideologías alternativas".
Entre nosotros, a esta estrategia nacionalista de dejar a la comunidad española sin líderes y sin referencias la llamamos "sacar a España" del País Vasco (y de Cataluña). Los nacionalistas vascos (y catalanes), a través del terrorismo y el euskera (catalán) han acabado con las élites políticas que, en el País Vasco articulaban a la "comunidad hispano-vasca". La derecha y la izquierda no nacionalistas se quedaron sin líderes (¿se acuerdan de los problemas del PP para cubrir sus listas electorales?); la iglesia vasca se puso del lado de los nacionalistas (y de los asesinos, en ocasiones) y expulsó a los feligreses no-nacionalistas (¿se acuerdan de cuántas veces el obispo del lugar se negó a presidir funerales de guardias civiles?); los sindicatos no nacionalistas fueron barridos por los correspondientes nacionalistas (sólo hay sindicatos nacionalistas en el Pais Vasco, ELA y LAB y en Cataluña no los hay porque UGT y CCOO aprendieron la lección y se hicieron nacionalistas) y los líderes económicos y de los negocios que no abandonaron el País Vasco se hicieron del PNV para salvar vida y hacienda.
En el estudio que resumo a continuación (Volha Charnysh∗ Ricardo Pique, Razing the Church: The Enduring Effect of Nazi Repression in Poland, 2023) se aprovecha la división política de la Polonia ocupada por los nazis para explicar el proceso llevado a cabo por los nazis de aniquilación de la cultura católica en Polonia mediante la destrucción sistemática de las élites católicas y cómo ese proceso se dio la vuelta sesenta años después llevando al partido nacionalista polaco al Gobierno.
Si bien la explotación económica y la violencia contra la población civil eran omnipresentes en todo el país, la represión contra la Iglesia católica, percibida como un lugar de la identidad polaca, se limitó en gran medida a las zonas anexionadas, y fue particularmente brutal en Wartheland o Warthegau, donde el 72% del clero fue arrestado y el 97% de las iglesias católicas fueron cerradas (Huener 2021). Estas medidas formaban parte de un plan más amplio para erradicar la nación polaca en la región incorporada a través de restricciones a la cultura y la educación polacas...
Nuestra primera contribución es identificar las diferencias clave en la represión entre los Warthegau y el Gobierno General utilizando datos originales a nivel individual sobre sacerdotes y maestros victimizados.... Greiser logró diezmar al clero polaco en Warthegau: de los 2.100 clérigos seculares y religiosos, 133 (6%) fueron asesinados en el territorio de Gau, 1.523 (73%) fueron arrestados y 1.092 (52%) fueron enviados a campos de concentración, donde murieron dos tercios... Mostramos que Warthegau experimentó niveles significativamente más altos de represión que la región bajo el mando del Gobierno General.. Encontramos un aumento de 1,5 y 1,3 desviaciones estándar en la fracción de municipios con al menos un sacerdote arrestado y en el logaritmo natural del número de clérigos arrestados, respectivamente. Un patrón similar de resultados se aplica al subconjunto de sacerdotes que fueron ejecutados o murieron en cautiverio...
Es decir, en el Warthegau polaco, el exterminio nazi del clero católico tuvo un efecto ambivalente sobre la cultura católica una vez acabada la Segunda Guerra Mundial. Porque si bien, por un lado "la reducción de la oferta de servicios religiosos católicos (por el asesinato de curas católicos) puede reducir la asistencia a misa y, a largo plazo, el número de católicos practicantes o no practicantes", los sacerdotes asesinados se convirtieron en mártires entre sus paisanos, lo que reforzó el vínculo de la comunidad con el catolicismo y la asociación entre éste y la "nación polaca por la que sufrieron tanto"
En 1999, el sufrimiento del clero católico se convirtió en el centro de atención cuando el Papa beatificó a 108 mártires católicos de la Segunda Guerra Mundial que "dieron sus vidas por Cristo", lo que desencadenó una serie de eventos conmemorativos en todo el país. Impulsadas por este precedente, las comunidades religiosas de toda Polonia comenzaron a reunir documentación sobre otros candidatos a la beatificación, y en 2003 llegaron a otros 122 nombres. En 2002, la Conferencia Episcopal Polaca designó el 29 de abril como el Día del Martirio del Clero Polaco en la Segunda Guerra Mundial
Los autores confirman ambos efectos sesenta años después de la represión: los niveles de asistencia a misa en los años 90 del siglo XX se redujeron en el Warthegau en comparación con las otras zonas de Polonia como consecuencia de la reducción de la "oferta" de curas pero cuando la represión nazi de la Iglesia Católica se convirtió en un tema 'saliente' en las elecciones tras la caída del muro de Berlín, el voto para los partidos nacionalistas polacos aumentó (y el partido PiS, Derecho y Justicia y el Partido de las Familias Polacas obtuvieron 3,1 % más de votos que en otras zonas del país).
La represión nazi fracasó al aumentar el apoyo a los partidos nacionalistas que enfatizaban el sufrimiento polaco en la Segunda Guerra Mundial y tuvo éxito en su objetivo de debilitar la influencia de los párrocos en sus comunidades al reducir el número de asistentes regulares a la iglesia. El efecto de reacción es particularmente sorprendente dado que el PiS y la RPL son más populares entre los votantes religiosos.
En el caso del País Vasco, sin embargo, Bildu y el PNV se han encargado de hacer imposible incluso hoy, esto es, décadas después del final de los asesinatos etarras, considerar mártires de la nación vasca a los centenares de asesinados por los nacionalistas. El aislamiento social y la culpabilización de las víctimas por parte de la maquinaria nacionalista en estos cuarenta años y el exilio de casi 200.000 vascos impidió que, al terminar ETA de asesinar, pudieran haber resurgido los partidos no nacionalistas que hubieran enarbolado y hecho saliente ese enaltecimiento de las víctimas de ETA como mártires de la nación vasca.
El informe elaborado ¡por la Universidad Católica de Deusto! en 2022 para el Gobierno Vasco sobre el aislamiento de las familias de los policías y guardias civiles asesinados por ETA se limita a reproducir los datos sobre la masacre terrorista (357 asesinados, el 90 % asesinados en el País Vasco o Navarra) y a realizar 14 entrevistas.
En el informe se lee que las instituciones del País Vasco sólo hicieron algo por las víctimas de ETA en 2008. El gobierno vasco no hizo nada por las víctimas de ETA hasta 2008. Vale la pena repetirlo.
Lo que sí hizo la sociedad y el gobierno vascos con las víctimas de ETA fue aislarlas cuando no expulsarlas:
En lo relativo a la reacción social, las personas entrevistadas echaron en falta una mayor empatía del conjunto de la sociedad hacia su condición y sufrimiento, al tiempo que expresaron un claro reproche a quienes ignoraban su padecimiento bajo la premisa del “algo habrán hecho
Los vascos hicieron miles de fiestas de bienvenida a su pueblo a los asesinos y ninguna a las víctimas cuando volvían del hospital. Es decir, en lugar de convertir, como hicieron los polacos, a las víctimas en héroes y mártires, los vascos decidieron ahondar en el crimen (en la jerga, 'revictimizarlas') obligándolas a marcharse del País Vasco o vivir en un intenso aislamiento social.
Lo más ofensivo de este Informe (autores especialistas en "interculturalidad": José Ramón Intxaurbe Vitorica, Gorka Urrutia Asua, Trinidad L. Vicente Torrado) es que califican los centenares de asesinatos de policías y guardias civiles y el acoso y aislamiento a sus familias como una "violación de los derechos humanos". ¿Se imaginan a un polaco describiendo el asesinato de esos 108 curas como una "violación de los derechos humanos"? Carece de sentido explicar el terrorismo nacionalista y la conducta de los poderes públicos vascos y de la sociedad vasca en términos de "violación de los derechos humanos" de los guardias civiles asesinados y de sus familias.
El grado de 'desensibilización' de la sociedad vasca respecto del sufrimiento de los no nacionalistas ha llegado a tales extremos que la Universidad católica, repito, la universidad católica, produce un informe en el que no se contiene un solo reproche a la sociedad que martirizó a una parte significativa de su población durante 40 años.
Estos tres "investigadores" abordan el terrorismo nacionalista vasco como si fuera el de la guerrilla sandinista o el del Che Guevara en Bolivia. Las víctimas que merecen reparación son las "inocentes" y el sufrimiento de las víctimas lo ha sido también del "tejido social que ha vivido en su seno una enfermedad intolerable" pero, no hay duda, de que "ahora pretende recuperar la convivencia democrática". Es casi vomitivo el nivel de eufemismo. Si se permite gobernar a quienes siguen sin condenar los asesinatos; si no se considera mártires de la sociedad vasca a las víctimas de ETA, ¿qué clase de "convivencia" es la que se desarrolla en el País Vasco? Que no falte la cursilería ("No se trata de un ejercicio sencillo ya que, en este tránsito, podemos vernos en la necesidad de asomarnos al abismo de la inhumanidad y el dolor de nuestros semejantes").
Este es el párrafo más significativo del Informe en el que los autores dejan asomar la destrucción de la sociedad vasca por el nacionalismo
En este sentido, las evidencias que hemos encontrado en los testimonios reproducidos más arriba nos llevan a concluir que el fenómeno de la violencia de persecución en el País Vasco estuvo sostenido ideológicamente por algunos sectores sociales por un proceso de exclusión moral.
La exclusión moral es, en dos palabras, dejar de considerar como humanos a los que pertenecen a una minoría. Lo alucinante es que los autores no identifican, más allá de referirse a ETA y "su propio -sic- entorno", quiénes eran esos "sectores sociales" y qué hicieron el resto de los "sectores sociales" y las instituciones vascas para evitar esa "exclusión moral" de las víctimas. Téngase en cuenta también que la "exclusión moral" la practicaron los cientos de miles de vascos que no pegaban tiros ni secuestraban gente. Eso lo hacían los miembros de ETA, incluido Otegi o tantos que han sido elegidos para gobernar las instituciones vascas en las listas de Bildu. Pero los autores del informe no acusan a la sociedad vasca. Sólo a ETA: "la exclusión social llevada a cabo por ETA". ETA excluyó "físicamente" a más de 800 españoles. La exclusión social la llevaron a cabo cientos de miles de vascos y navarros.
Su reproche a la sociedad vasca se contiene en el siguiente párrafo
Al llamar la atención acerca del proceso de exclusión moral queremos invitar a la sociedad vasca a reflexionar en torno a la construcción de una memoria reparadora y empática hacia el sufrimiento padecido por las víctimas inocentes, así como a tener en cuenta el valor de la diversidad que fue menoscabada por la banda terrorista ETA y su entorno social
A ratos, se aproxima el terrorismo nacionalista a una actividad militar o policial en la que se hubieran cometido excesos
Las víctimas fueron perseguidas de manera arbitraria y sin posibilidad de defenderse de unas acusaciones que solo conocían sus ejecutores. Esto supone un notorio menoscabo de los ideales de justicia que nos inspiran, así como de los principios éticos de convivencia democrática, hasta el punto de vaciarlos de contenido"
¿Se está sugiriendo que ETA se guiaba por algún código moral y que, según ese, las víctimas tenían derecho a poder defenderse de las acusaciones que dirigían contra ellos los nacionalistas de ETA? ¿De ser ciertas - p. ej., que una de las víctimas era un traficante de droga o un confidente de la policía - estaría más justificada la conducta de los "ejecutores"?)
Como digo, la insensibilidad de estos tres profesores y del Gobierno y la sociedad vasca queda reflejada en que no se les ocurre nada para reparar este estado de cosas que tenga que ver con aislar socialmente a los grupos sociales en el País Vasco que apoyaron la "exclusión moral" de una buena parte de la población vasca, la no nacionalista y a permitir la participación plena en la vida pública vasca de esos "excluidos moralmente".
Al hilo del estudio sobre Polonia que se ha reseñado, los autores del informe podrían proponer medidas dirigidas a convertir en mártires a las víctimas de ETA y a impedir la conversión en mártires de los asesinos. Medidas dirigidas a prohibir cualquier ayuda o apoyo social a los asesinos no arrepentidos y a los entornos sociales que apoyen a esos asesinos. En corto, podrían haber diseñado una estrategia política, jurídica y social que condujera al aislamiento social y político de la llamada "izquierda abertzale". Como digo, el Gobierno vasco y la sociedad vasca se han abstenido de adoptar cualquier medida que pudiera deslegitimar socialmente a Bildu, Batasuna etc y no han adoptado ninguna para permitir a los excluidos moralmente volver a la vida pública vasca. Los profesores de la Universidad de Deusto adoptan la actitud de un tercero espectador, y eso es lo más hiriente:
Víctimas y victimarios deberían poder contar con espacios de comunicación para explicitar su compromiso con una sociedad reconciliada, eliminando toda tentación tanto de banalizar el trauma vivido u olvidarlo, como de devolver a los victimarios los golpes recibidos
Las propuestas que se contienen al final del informe carecen de relevancia salvo las dos que se refieren a los homenajes a etarras. Pero ni siquiera ahí los profesores de Deusto se atreven siquiera a 'elevar el tono'
Los actos públicos de homenaje a personas condenadas por delitos de terrorismo tienen un importante efecto revictimizador... Por una cuestión de justicia y de salud democrática (¿de verdad?), las instituciones públicas deben ser conscientes de esta circunstancia y poner remedio, no solo evitando el halago manifiesto hacia quien ha ejercido el terrorismo, sino también fomentando e instruyendo socialmente el respeto a la dignidad de las víctimas del terrorismo.
Impulsar la eliminación de cualquier expresión gráfica, cartelería o señal colocada en la vía pública que suponga una exaltación de personas condenadas por terrorismo de ETA
Concedamos que se requería mucho valor para arropar a las víctimas de ETA en los años ochenta y noventa del pasado siglo en el País Vasco. Pero no levantarse, en el siglo XXI contra el nacionalismo en el País Vasco es propio de cobardes y gentes sin brújula moral. ¿Cómo va a ganar las elecciones en el País Vasco alguien que no sea nacionalista?